jueves, agosto 30, 2012

louis untermeyer. extraños



Extraños

Dos hombres contaban las calles
uno al lado del otro en un tren atestado;
los coches se arrastraban lentos a través de la lluvia
y la neblina se hacía densa en el vidrio nublado.
Dos hombres contaban las calles
uno al lado del otro en un tren atestado.

Uno pensaba: ‘O Dios, ¿tiene que terminar en conflicto;
y en respiración amarga y egoísta?’
El otro pensaba en la vida recién nacida
en los brazos de su mujer ese día.
Y uno le daría la bienvenida a la Vida,
el otro presenciaría la Muerte.

Louis Untermayer, New York, 1885- New Town, 1977
De Youth Moralizes, en These Times, Henry Holt and Company, 1917
Versión ©Silvia Camerotto

Strangers
Side by side in the crowded train
Two men were counting the streets;
The cars crept slowly through the rain
And the mist grew thick on the blurring pane.
Side by side in the crowded train
Two men were counting the streets.

One thought, “Oh God, must it end in strife;
And bitter and grasping breath?”
The other thought of the new-born life
That lay that day in the arms of his wife.
And the one was going to welcome Life,

the other to witness Death.

miércoles, agosto 29, 2012

richard aldington. choricos



Choricos

Los antiguos cantos
Van con tristeza hacia la muerte.

Fríos labios que ya no cantan, y coronas marchitas,
ojos pesarosos, y pechos y alas caídas—
símbolos de cantos antiguos
que tristemente descienden
hasta las blancas olas,
por nadie observadas
excepto las frágiles aves marinas
y  las ágiles y pálidas chicas,
hijas de Ōkeanós.

Y los cantos van
desde  el prado
que se extiende sobre las olas como una hoja
en las flores del jacinto;
y  pasan sobre las aguas,
los múltiples vientos y la débil luna,
y llegan,
silenciosos volando a través del delicado atardecer cimerio,
hasta las calmas planicies

que ella guarda para que nosotros suframos,
que ella labró para que suframos en  nuestro sueño
en los días de plata del despertar de la tierra—
Proserpina, hija de Zeus.

Y nos alejamos de los pechos ciprianos,
y nos alejamos de ti,
Apolo Febo,
y nos alejamos de la música del pasado
y de las colinas que amamos y de los prados,
y nos alejamos del día abrasador,
y de  los labios demasiado dulces;
para tocar
en silencio los campos con rojos zapatos,
en manto púrpura
secando las flores en súbita llama,
Muerte,
tú nos has descubierto.

Y de dolor las antiguas canciones
atraviesa los azules salones de golondrinas
en las oscuras corrientes de Perséfone,
sólo esto queda:
que vayamos hacia ti,
Muerte,
que vayamos hacia ti, cantando
una última canción.

Oh, Muerte,
tú eres un viento sanador
que sopla sobre blancas flores
temblor de rocío;
tú eres un viento que fluye
sobre las oscuras leguas de solitario mar;
tú eres el atardecer y la fragancia;
tú eres los labios del amor que sonríe con tristeza;

tú eres la pálida paz de uno
saciado de viejos deseos;
tú eres el silencio de la belleza,
y ya no buscamos la mañana 
ni anhelamos el sol,
desde que con tus blancas manos,
Muerte,
nos coronaste con las pálidas guirnaldas,
las deslucidas y escuálidas amapolas
que recoges delicadamente
en tu jardín a solas.

Y en silencio,
y aproximándote con pesados pies,
y la cabeza inclinada y ojos apagados,
nos arrodillamos ante ti:
y tú, inclinándote  hacia nosotros,
descuidadamente  pones sobre nosotros
flores con tus manos frías y delgadas
y, sonriendo como una mujer casta
que sabe del amor en su corazón,
tú sellas nuestros ojos
y la quietud incomparable
suavemente cae sobre nosotros.

Richard Aldington, Portsmouth, Inglaterra, 1892- Lere, Francia, 1962
Version ©Silvia Camerotto
imagen de Steve Richard© – Angelus Series, en Uno de los Nuestros


Choricos

The ancient songs
Pass deathward mournfully.
           
Cold lips that sing no more, and withered wreaths,
Regretful eyes, and drooping breasts and wings—
Symbols of ancient songs
Mournfully passing
Down to the great white surges,
Watched of none
Save the frail sea-birds
And the lithe pale girls,
Daughters of Okeanus.

And the songs pass
From the green land
Which lies upon the waves as a leaf
On the flowers of hyacinth ;
And they pass from the waters,
The manifold winds and the dim moon,
And they come,
Silently winging through soft Kimmerian dusk,
To the quiet level lands
That she keeps for us ail,
That she wrought for us ail for sleep
In the silver days of the earth's dawning—
Proserpina, daughter of Zeus.

And we turn from the Kyprian's breasts,
And we turn from thee,
Phoibos Apollon,
And we turn from the music of old
And the hills that we loved and the meads,
And we turn from the fiery day,
And the lips that were over sweet;
For silently
Brushing the fields with red-shod feet,
With purple robe
Searing the flowers as with a sudden flame,
Death,
Thou hast come upon us.

And of ail the ancient songs
Passing to the swallow-blue halls
By the dark streams of Persephone,
This only remains :
That we turn to thee,
Death,
That we turn to thee, singing
One last song.

O Death,
Thou art an healing wind
That blowest over white flowers
A-tremble with dew;
Thou art a wind flowing
Over dark leagues of lonely sea;
Thou art the dusk and the fragrance;
Thou art the lips of love mournfully smiling;

Thou art the pale peace of one
Satiate with old desires;
Thou art the silence of beauty,
And we look no more for the morning
We yearn no more for the sun,
Since with thy white hands,
Death,
Thou crownest us with the pallid chaplets,
The slim colourless poppies
Which in thy garden alone
Softly thou gatherest.

And silently,
And with slow feet approaching,
And with bowed head and unlit eyes,
We kneel before thee:
And thou, leaning towards us,
Caressingly layest upon us
Flowers from thy thin cold hands,
And, smiling as a chaste woman
Knowing love in her heart,
Thou sealest our eyes
And the inimitable quiétude
Comes gently upon us.

martes, agosto 28, 2012

federico garcía lorca. elegía del silencio


Elegía del silencio

Silencio, ¿dónde llevas
tu cristal empañado
de risas, de palabras
y sollozos del árbol?
¿Cómo limpias, silencio,
el rocío del canto
y las manchas sonoras
que los mares lejanos
dejan sobre la albura
serena de tu manto?
¿Quién cierra tus heridas
cuando sobre los campos
alguna vieja noria
clava su lento dardo
en tu cristal inmenso?
¿Dónde vas si al ocaso
te hieren las campanas
y quiebran tu remanso
las bandadas de coplas
y el gran rumor dorado
que cae sobre los montes
azules sollozando?

El aire del invierno
hace tu azul pedazos,
y troncha tus florestas
el lamentar callado
de alguna fuente fría.
Donde posas tus manos,
la espina de la risa
o el caluroso hachazo
de la pasión encuentras.
Si te vas a los astros,
el zumbido solemne
de los azules pájaros
quiebra el gran equilibrio
de tu escondido cráneo.

Huyendo del sonido
eres sonido mismo,
espectro de armonía,
humo de grito y canto.
Vienes para decirnos
en las noches oscuras
la palabra infinita
sin aliento y sin labios.

Taladrado de estrellas
y maduro de música,
¿dónde llevas, silencio,
tu dolor extrahumano,
dolor de estar cautivo
en la araña melódica,
ciego ya para siempre
tu manantial sagrado?

Hoy arrastran tus ondas
turbias de pensamiento
la ceniza sonora
y el dolor del antaño.
Los ecos de los gritos
que por siempre se fueron.
El estruendo remoto
del mar, momificado.

Si Jehová se ha dormido
sube al trono brillante,
quiébrale en su cabeza
un lucero apagado,
y acaba seriamente
con la música eterna,
la armonía sonora
de luz, y mientras tanto,
vuelve a tu manantial,
donde en la noche eterna,
antes que Dios y el tiempo,
manabas sosegado. 


Federico García Lorca, Fuente Vaqueros, Granada, 1898- entre Viznar y Alfacar, 1936
de Libro de poemas, 1921
imagen de Jerry Uelsmann©, en Uno de los nuestros

lunes, agosto 27, 2012

w.h. auden. si yo lo supiera



Si yo lo supiera

El tiempo no dirá otra cosa sino yo te avisé,
el tiempo sabe nada más el precio que tenemos que pagar;
si yo lo supiera te lo diría.

Si lloráramos cuando los payasos salen a escena,
si tropezáramos cuando los músicos tocan,
el tiempo no dirá otra cosa que, yo te avisé.

No hay destinos que predecir, aunque
como te amo más de lo que puedo expresar,
si yo lo supiera te lo diría.

Los vientos vienen de algún lado cuando soplan,
habrá motivos para que las hojas se pudran;
el tiempo no dirá otra cosa que, yo te avisé.

Quizás las rosas quieren en verdad crecer,
la visión desea seriamente permanecer;
si yo lo supiera te lo diría.

Supongamos que todos los leones se levantan y se van,
y todos los arroyos y los soldados huyen;
¿El tiempo dirá nada más, yo te avisé?
Si yo  lo supiera te lo diría.

W. H.  Auden , York, 1907- Vienna,1973)
versión © Silvia Camerotto
Imagen de Fabián Pérez© – Hombre del Traje Negro, en Uno de los nuestros


If I could tell you

Time will say nothing but I told you so,
Time only knows the price we have to pay;
If I could tell you I would let you know.

If we should weep when clowns put on their show,
If we should stumble when musicians play,
Time will say nothing but I told you so.

There are no fortunes to be told, although,
Because I love you more than I can say,
If I could tell you I would let you know.

The winds must come from somewhere when they blow,
There must be reasons why the leaves decay;
Time will say nothing but I told you so.

Perhaps the roses really want to grow,
The vision seriously intends to stay;
If I could tell you I would let you know.

Suppose all the lions get up and go,
And all the brooks and soldiers run away;
Will Time say nothing but I told you so?
If I could tell you I would let you know.

domingo, agosto 26, 2012

edwin arlington robinson. queridos amigos



Queridos amigos

Queridos amigos, no me reprochen por lo que hago,
ni me aconsejen, ni me compadezcan; ni me digan
que estoy malgastando la mitad de mi vida
en un trabajo inestable que sólo los tontos realizan.

Y si mis burbujas son muy pequeñas para ustedes,
inflen  las suyas más aún: los juegos que jugamos
para llenar los minutos que derrochamos a diario,
son buenas lentes para leer el espíritu a través.

Y a él sus lecturas le otorguen una hábil destreza;
y resigne un poco de improductivo desdén
para alabar todo aquello que detesta;
entonces, amigos (queridos amigos), recuerden, si pueden,
que la vergüenza que gano por cantar es toda mía,
el oro que perdí por soñar es de ustedes.

Edwin Arlington Robinson,  Lincoln, Maine, 1869- New York, 1935
Version © Silvia Camerotto
Imagen de Serge Birault© – Poker Pin up, en Uno de los nuestros

Dear friends

Dear friends, reproach me not for what I do,
Nor counsel me, nor pity me; nor say
That I am wearing half my life away
For bubble-work that only fools pursue.

And if my bubbles be too small for you,
Blow bigger then your own: the games we play
To fill the frittered minutes of a day,
Good glasses are to read the spirit through.

And whose reads may get him some shrewd skill;
And some unprofitable scorn resign,
To praise the very thing that he deplores;
So, friends (dear friends), remember, if you will,
The shame I win for singing is all mine,
The gold I miss for dreaming is all yours.

sábado, agosto 25, 2012

d. h. lawrence. el hombre y la máquina



El hombre y la máquina

El hombre inventó la máquina
y ahora la máquina ha inventado al hombre.

Dios Padre es una dínamo
y Dios Hijo una radio
y Dios Espíritu Santo es el combustible que hace que todo siga andando.

Y los hombres forzosamente deben ser pequeñas dínamos
y pequeñas radios
y el espíritu humano es abundante combustible para que todo siga andando.

El hombre inventó la máquina
y ahora la máquina ha inventado al hombre.

David Herbert Lawrence, Eastwood, Inglaterra, 1885- Vence, Francia, 1930
Versión © Silvia Camerotto
Imagen de Gilles Tran© -L’appartement – chambre, en Uno de los Nuestros

Man and machine

Man invented the machine
and now the machine has invented man.

God the Father is a dynamo
and God the Son a talking radio
and God the Holy Ghost is gas that keeps it all going.

And men have perforce to be little dynamos
and little talking radios
and the human spirit is so much gas, to keep it all going.

Man invented the machine
and now the machine has invented man.



viernes, agosto 24, 2012

alberto girri. a un desdichado


A un desdichado

Ya se sabe,
empleó
gran parte del tiempo
en adquirir su odio,
y mucho más tiempo
en gozarlo sin decidirlo,
cuervo
que solitario come, ajeno a la envidia
y no para jactarse,
a la espera, quizás,
de un cielo del odio donde todos
los odios son contemplados para todos, incluso
los ignorantes del propio odio, corruptos;
y dispuesto al goce
de ser contemplado en su odio,
como aplicando una máxima:
Bueno es
odiar a solas, pero es mejor
odiar en compañia, el odio crece.
Entretanto
se sabe también

Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991
en Francisco Urondo, Veinte años de poesía argentina, 1940-1960, Editorial Galerna, Buenos Aires, 1968 imagen de Martin Stranka© – Wrong Line, en Uno de los nuestros

jueves, agosto 23, 2012

francisco 'paco' urondo. amor en peso neto


Amor en peso neto

Antes te buscaba reventando caballos
Subiendo las escaleras de dos en dos
Ahora vienen a mí con el rumor que hacen los novios en ciertos aniversarios
Para caer en la trampa por la que asoma una mujer sí y otra no
Las impares siempre más jóvenes
Ahora te amo a mayor densidad por kilómetro cuadrado
Es el amor a precio de costo
La luz se hace con el frotamiento de los cuerpos
Y si te toco provocamos las situaciones extremas
Pero no importa
Ven nos llenaremos los bolsillos de males menores
Y de algunas maneras que hemos heredado


Carlos Latorre, Buenos Aires, 1916-1980
de El lugar común
en Francisco Urondo, Veinte años de poesía argentina, 1940-1960, Editorial Galerna, Buenos Aires, 1968
imagen de Ellen Rogers©, en Uno de los Nuestros

miércoles, agosto 22, 2012

francisco 'paco' urondo. los campeones de la noche


Los campeones de la noche

Ninguna ley tengo para ofrecer
ninguna profecía
salvo la muerte y las revoluciones victoriosas
Dejemos entonces al guerrero en paz
y a los hermanos rotos en medio del camino
Pasamos al sacrificio. La Ceremonia está servida:
abrazados celebrados detrás de la ciudad
besos en andenes movedizos
mudas consignas en salas de espera
y a veces ni un guiño
nada para despistar
nada para sobreentender
sólo los ojos lacios como en mesa de póker
Ya no podremos ser los elegidos por el sol
los cachorros feroces que asombrarían al mundo
Apenas si hemos nacido sin querer
viejos desconocidos a quienes llamo mis amigos
perdidos en el trasbordo y sin saber qué tren tomar
Pero mis compatriotas juegan a dormir y a olvidarse de todo
A los sobrevivientes los conozco;
borrachos que invocan a Dios como a una deuda de juego
soldados que hacen patria en los umbrales
pálidos maricas dispuestos a fingir hasta el alba
parejas para las que ha terminado sin gloria
esta noche en la que tanto creyeron
y también el húmedo insomne que mueve sus ojos desde el hospital
acechando el ruido de los libres
aullando por la droga que le traerá el olvido
el negro paraíso que es dormir una noche
Y aquí
en el centro de la ciudad
las tiernas actrices compran el diario
y los temerosos quieren saber qué pasa en el mundo
mientras los coches llevan solitarias parejas
y todos tanteamos una cama y un nuevo sueño
y la mañana viene trayendo la luz y la paz
pero no para todos
apenas para nosotros
los ganadores
los verdaderos campeones de la noche.

Mario Trejo, Buenos Aires/La Plata, 1926 - 2012
en Francisco Urondo, Veinte años de poesía argentina, 1940-1960, Editorial Galerna, Buenos Aires, 1968
imagen de Gilles Tran© -L’assassin et ses chats (pluie), en Uno de los nuestros

martes, agosto 21, 2012

francisco 'paco' urondo. dichterliebes


Dichterliebes

Una vez, tuve una actriz entre mis brazos;
aleteaba como un gorrión o se arqueaba como una gata,
al conmoverse engendraba oleadas de encanto
mientras con su cuerpo hacía preguntas
que me parecieron inteligentes
o por lo menos, oportunamente ubicadas.
El verano estaba adelantado y los bares ardían,
presumo que eso fue lo que nos empujó a las calles;
nos arrastrábamos por la noche
y mucha cerveza corrió por nuestros labios,
tanta como el río de amor que nació en mí.
Supongo que mentía por razones profesionales
o tal vez por alguna otra cosa que no entiendo;
el hecho es que pienso todavía en esas certidumbres
y en nuestras sombras fanáticas por ellas,
y las noches, buenas amigas,
me devuelven la escalinata del amor que descendí.
Es cierto que hubo el deleite que llaman físico
aunque simplemente sea por el descubrimiento;
naves desarboladas que a los tumbos
aprisionan los continentes, negros, blanquecinos o pardos
según corresponda al momento y al lugar.
Pero hubo más,
hubo tortura mutua, un insospechable sadismo
que redujo a cero el ámbito heroico y la conquista:
también temblábamos, pero ahora de maldad,
desechábamos el verano, huíamos pertinaces de la noche,
los nervios nos brillaban como estrellas.
En realidad, estallábamos al modo de las bombas
y nos alternamos: no era cuestión de derechos,
ninguna dignidad estaba herida,
por eso pudimos suponer que era ficción,
que el arte nos sedujo y nos rodeó,
pudimos entender que una cosa es la cerveza y otra el amor,
pudimos entenderlo por razones claras,
por melancólicas razones.

Noé Jitrik, La Pampa, 1928
en Francisco Urondo, Veinte años de poesía argentina, 1940-1960, Editorial Galerna, Buenos Aires, 1968
imagen de Misha Burlatsky© – Return, en Uno de los Nuestros

lunes, agosto 20, 2012

edgar bayley. después de mucho


Después de mucho

a la hora en que descifrabas los primeros años
los primeros torbellinos al extremo de la mañana
los caminos abrían tu adolescencia
y quemaban tus días a menudo equivocados

tu ves ahora
después de mucho
después de los torrentes de palabras
y de nuestras esperanzas comunes
de las gentes que nos acompañan
y de nuestros amores reiniciados
después de esta permanencia y de aquella otra
de años de preguntas indiferentes y de ataques
del nuevo rostro y de la gracia perseguida con silbidos intermitentes
después del sobresalto y del largo abrazo en las esclusas de la aventura
después de asistir al nacimiento de una nueva visión
al encuentro de nuevos pintores
que han amado su oficio el color de la luminosa extensión al aire abierto
después de alentar con otros amigos la poesía
fundando sus nuevas escalas en distintos horizontes
tu ves la frente azul del gran árbol nocturno
tu infancia apenas  distinguible del cobro de los llanos
o el grito y la sed de los viajes interminables
ves tus manos tendidas
estás en el trópico
es aracy que cuida la cadencia de tu fiebre
y escuchas el mismo aliento verde
la misma actitud de las más viejas miserias

es un pueblo musical de revueltas empañadas
tu descubres la tierra, la américa cuyo nombre nunca quisiste pronunciar
es el cuello de la madrugada
y marchas despacio mirando la cara y la cruz de tu vida
hay otras palabras que te seducen
quieres salvar el estupor de tu horizonte aéreo
donde se sostiene tu dispersa frescura
el claro fondo de la estación hostil
el lienzo herido del rechazo
el tiempo
bóveda y franca
empuje y árbol
retina de tu vuelo

pero vuelves a tu lluvia
cuidadoso de los antiguos martillos
y pierdes tus noche y tus horas
palpitando en todos los gestos
nada quisieras recordar
sino las voces de los más jóvenes
conoces el día y el retorno
el día en que los párpados llevan
el puente submarino
la frente ambigua del olvido
el viento en que se yergue el azar de tus playas
y te sientes conducido a la nueva razón
al cálido recomienzo de las aguas combadas
al lenguaje renovado de otros deseos
la poesía quiere que hoy estemos juntos
diciendo para un disco todos los vidrios del alba
las riberas ingenuas de los ademanes
y nuestro cambiante amor
nuestro universo sorprendido por el torso del bosque

Edgar Bayley, Buenos Aires, 1919-1990
en Francisco Urondo, Veinte años de poesía argentina, 1940-1960, Editorial Galerna, Buenos Aires, 1968
imagen de Vladimir Fedotko©, en Uno de los nuestros

domingo, agosto 19, 2012

sirkka turkka. cuando los pensamientos son lencería


***

Cuando los pensamientos son lencería,
apilados en los estantes, ordenados, alineados
como las copas de champán y ponche,
la grabada plata deslustrada y el viejo oro liso.
Y llega el invierno, comandante en jefe Ulysses Simpson Grant,
el rey Lear, su barba blanca.
El lago se vislumbra entre los árboles, en el lago
una perca rayada, tigre ártico.
Entre el bosque se vislumbra la tierra, cuya cuna
es de alto pino tambaleante.
Del cual no podemos soltar los ojos,
del cual nos levantamos,
al cual nos abismamos, cuando los pensamientos
están apilados, ordenados,
apinados, cuando son de puro
pino, de su raíz.
Cuando duerme el pez.
Entra en otro mundo y cierra los ojos.
Aquí no florece el liquen, así es su color de advertencia.
Y cuando matan a la hembra de un tiro, quedan las crías.
Aquí la sangre está parada, encantada,
con un truco de magia meten el corazón bajo la piedra
y lo sacan.
Aquí empujan el corazón hasta al pecho de la perca.
Oh qué alegría, cuando a la pena sigue la pena.
Cuando el invierno siempre está llegando y yendo
como la marcha de Rákóczy,
como el Lear, su barba blanca,
una tragedia verdadera, el otoño es su materia.
Uno lo sabe con los ojos cerrados: el invierno llega tras el invierno,
como la pena llega tras la pena, el verano allí en el medio
como un tumor maligno, que rompe la arquitectura del bosque:
tantas hojas y no se ven los árboles.
Y no llega el verano, la enfermedad, sin el invierno, el rey agujereado,
el comandante en jefe de la aurora boreal, no sin la barba congelada.
Donde nosotros, la tribu de gallinetas de agua, estamos condenados a vagar,
donde nosotros, las estrellas, estamos condenadas a centellear.
Donde la perca se hunde hasta el fondo,
cierra los ojos y se queda mirando.


Sirkka Turkka, Finlandia, 1939 

Traducción de  Aida Presilla Straus
en Poesía Nórdica,  Antología deFrancisco J. Uriz,  Ediciones de la Torre - Biblioteca Nórdica-, Madrid, 1995
imagen de Andreea Anghel©, en Uno de los nuestros

miércoles, agosto 15, 2012

jorge aulicino. 9. 1 ella regresó a casa por la autopista



9.1

Ella regresó a la casa por la autopista,
con la carga del mercado.
No volvió a rezar en el teléfono.
Con los años sabría que la herida
atacaría cíclicamente.
Como ordenados ejércitos robot,
como buenas e insensatas guerrillas.
Esa noche y otras sopló el viento
y las hojas cantaron antes de morir
la vieja incomprensible canción.
Pero ella era, de todos modos, otra.
¿Dónde fue a parar entonces la energía
que la había animado y dónde
la energía de todos iría
si pudiesen mirar por la ventana
el mundo ralear en su inmensidad,
achicarse el ansia?
Esta era una pregunta inmerecida
para su descanso atento,
para la vigilia sin armas.
¿Había hecho lo que quiso el universo,
qué ley?
Escuchó al viejo que podría haberle dicho:
no prestes conformidad,
no prestes conformidad a los vestidos del diablo.
Cuando dejes de hablar con dios,
también él dejará su nido.
 


Jorge Aulicino, Buenos Aires, 1949

de La línea del coyote, 'Libro Segundo: Hacia el mal', Ediciones del Dock, Buenos Aires, 1999
imagen de Lisa Boyle©, en Uno de los nuestros

lunes, agosto 13, 2012

abandonar la carne, deberías




El empeño de los hombres
se siente dos pisos más arriba. Pronto
olvidarás tu comarca y la del otro.
En realidad, nunca estuviste allí.
Abandonar la carne, deberías.
Abandonar el polen, los resumideros, las fuentes de las plazas.
El  margen evidente.
Ahora se revuelca como si nadie
en medio de un vínculo atado con alfileres.
Los  ancestros  te dijeron mal. Los libros te dijeron mal
y  pensaste en la rabia de los perros de la calle
en el hambre de los perros de la calle
en las cortinas del cuarto de la nena que pasaba por tu puerta
siempre a la hora de sacar la basura.
Leíste en tu habitación los mismos párrafos todo el tiempo.
Una medida de agua lavaría las intenciones,
pero tu casa es enorme e insulsa.

Silvia Camerotto, Lomas de Zamora, 1959
Inédito
Imagen de Anka Zhuravleva© – Pierrot . parte 1, en Uno de los nuestros

domingo, agosto 12, 2012

diego leo garcía. un trago y otros poemas




**
5 (Yo)
Un trago
de vino mientras a mi lado
yacía un cuerpo. Un demasiado trago
molestia en la nariz, catarata en el torso, conociéndome
mejor que el cuerpo
que yacía a mi lado. Un trago
de vino. Un cuerpo.
El vino no era sangre y el cuerpo estaba vivo.
Sin importancia. No sé
qué significa, pero entre los sentidos que no sé
es el menos grave. Un trago demasiado
y tosí levemente.

**
Fuera

Entra en el mundo. Vámonos de mí,
no me mires ya más, piensa en el mundo,
es un incendio largo donde caben
promesas, travesuras,
las frases que decimos convencidos
y no llegan a oírse, la mezclada
respiración de dos enfermos.
Algo de euforia por estar,
algo de espanto, estar aquí.
La mente que descubre: «no hay propósito en la evolución»,
se despliega la noche sin estrellas
y luego como ves:
educar a la médula espinal,
una tragedia vista desde arriba,
una demolición destapa la bahía.
Los bordes de la herida, su lento parpadeo.
El atlas está húmedo,
la enciclopedia pesa como un No.
No estamos en el mundo pero estamos aquí.


de Dime qué


**
3

La Palabra aquella que no,
que no debí. Ese gesto.
La mirada que nunca. Porque sí.
Deambular. Traer periódicos
al volver a casa. Todo el día
cambiando de sitio cosas. Cosas útiles.
Para vivir. Todo el día tragando,
haciendo memoria, sacando conclusiones.

Besos que casi. Sí, palabras que sí.
Sí que sí. Todo el día
cerrando los ojos, abriéndolos.
Cuánta diversidad. Contar objetos, esperar
que no falte nada. Esperar. Volver
a cambiar de sitio.

Todo el día actuar,
luego justificarse. Todo el día encender
la luz para apagarla.

Tener gustos fogosos,
arbitrarios.

Es un delito hacer.

No hacemos nada más que hacer.


Inédito

David Leo García, Málaga, 1988
imagen de  Bastien Lecouffe-Deharme©, Tv-Treated : Memories of Retrocity , en Uno de los nuestros

viernes, agosto 10, 2012

vivian lofiego. réquiem para lepidópteros



Réquiem para lepidópteros

cuando por la ventana
nítido el horizonte, invisible
tu halo, ¿protector?
vos, madre
alza su paisaje al vuelo
mariposas danzan
recitás a Obligado ahondando
en el hueco de tu infancia
ignorándome el cielo trama
en la rueca del mundo
desazón de edenes olvidados
el gato callejero que dejé entrar
devora mi merienda
en el muro una gotita de sangre
interrumpe el celeste a contra luz donde
fue a estrellarse una mariposa azul
la ventana siguió abierta todo el verano
tu poema ahora un réquiem para lepidópteros
Tuve que asir sola el mundo, tan vasto
sin embargo
-estabas demasiado entretenida en mirarte en el espejo- combatí,
con silencios disfrazados de timidez
bajo mi piel de oruga
Los juicios de la iglesia –vivíamos en el pêché
me apretaba en la garganta la nuez (oh Adan y tus historias)
¿a quién iba a contarle aquello que decía el cura de la
escuela?
No veíamos ni coníferos ni ardillas izándoles al trote
solo mariposas, mariposas en el alfeizar
en los vestidos y las solapas del abrigo de invierno
No insistas- prefiero libélulas-
¿En qué banco de empeño depositaste mis efectos
personales?
mi prehistoria ha sido salvaje y adversa,
deposité un mensaje en el viejo cementerio de Praga
una lista minuciosa:
una regla,
una tijera,
papel glasés metalizado,
un compás,
necesito…
Esta vez fue diferente, las listas cambian
al ritmo de las exigencias –claro quién
cree ahora en el pecado original
o en la lengua que asola, destruye
de puro aburrimiento
Necesito:
Salir de aquí
(no me sigas, no quiero tu sombra)
Pliego el papelito
A los judíos no les estaba permitido
desenterrar a sus muertos
no les quedó más remedio que añadir
capa tras capa de tierra
piedra contra piedra: lápidas
puestas en movedizas arenas
arrumbadas, discutidoras
peleando un pedacito de eternidad
¿Habrías hecho de mí
lo que su creador al Golem?
rebelde, incontrolable
contestadora
Lista de objetos personales (desaparecidos)
dijes de oro
cadenas de oro
pulseras de oro
dientes de leche
mechones de pelo rubio oscuro
¿te acordás?
Aquel papel arrugado sobre el bargueño
daba testimonio de mis tesoros en una
casa de empeños –por tres centavos se
asesina, se despoja, se ultraja-
No volví a ver mis alhajas
plegué pequeñito el papel
lo coloqué en una tumba y sobre él
piedrecitas para que lo guarden
(ellos tampoco volvieron a poseer
lo que les arrebataron)
Los jóvenes beben cerveza protegidos del sol
bajo los cedros y el verdor del lugar
risueños, inconscientes
tan ajenos al holocausto 

Vivian Lofiego, Buenos Aires, 1964
Réquiem para lepidópteros, Huesos de Jibia, Buenos Aires, 2008
imagen de Dani Torrent©, A la deriva, en Uno de los nuestros

martes, agosto 07, 2012

elizabeth azcona cranwell. amor en el hospicio


Amor en el hospicio

Una extraña ha venido
a compartir mi cuarto en esta casa que anda mal de la cabeza,
una muchacha loca como los pájaros

traba la puerta de la noche con sus brazos, sus plumas.
Ceñida en la revuelta cama
alucina con nubes penetrantes esta casa a prueba de cielos

hasta alucina con sus pasos este cuarto de pesadilla,
libre como los muertos
o cabalga los océanos imaginarios del pabellón de hombres.

Ha llegado posesa
la que admite la alucinante luz a través del muro saltarín,
posesa por los cielos

ella duerme en el canal estrecho, hasta camina el polvo
hasta desvaría a gusto
sobre las mesas del manicomio adelgazadas por mis lágrimas.

Y tomado por la luz de sus brazos, al fin, mi Dios, al fin 
puedo yo de verdad
soportar la primera visión que incendia las estrellas.

Dylan Thomas, Uplands, Swansea, Glamorgan, Wales, 1914- New York, 1953
en Dylan Thomas, Poemas completos, Corregidor, Buenos Aires, 1974Traducción de Elizabeth Azcona Cranwell
imagen de Vincent Cacciotti©, Levitation, en Uno de los nuestros


Love In the Asylum

A stranger has come
To share my room in the house not right in the head,
A girl mad as birds

Bolting the night of the door with her arm her plume.
Strait in the mazed bed
She deludes the heaven-proof house with entering clouds

Yet she deludes with walking the nightmarish room,
At large as the dead,
Or rides the imagined oceans of the male wards.

She has come possessed
Who admits the delusive light through the bouncing wall,
Possessed by the skies

She sleeps in the narrow trough yet she walks the dust
Yet raves at her will
On the madhouse boards worn thin by my walking tears.

And taken by light in her arms at long and dear last
I may without fail
Suffer the first vision that set fire to the stars. 


domingo, agosto 05, 2012

julieta lerman. nos sentamos a comer y otros poemas



***
Nos sentamos a comer
en el living lleno
de gente de tu casa
pero sólo comemos nosotros, los celíacos,
la tan poca comida
un poco de churrasco
y ensalada. Y entonces les sacamos
fotocopias a las tartas de mañana
y mechamos unos bocados.
Te reís
te reís de que comamos
comida fotocopiada
pero insistimos:
el acto es todo
el puro acto
de estos días
sin gusto.

***
No escribí poemas
se escribían solos mientras caminaba
por el Sena, Saint-Michel, el puente de Mirabeau
donde se mató Celan era mi puente
al río
quizás yo también me moría
había que zambullirse
en el poema caminaba
una página interminable de nombres en francés
que abro cada noche abro
traduzco al español.

***
Cuando llego ordeno la ropa
apilo los libros las postales mis cositas
en el placard provisorio es
como seguir de viaje.
Pero después pasan los días las semanas
y todo está en el mismo lugar
todo
yo tampoco puedo moverme
el ruido de la ducha me moja
la herida de cuando nos bañábamos juntos.

Julieta Lerman, Buenos Aires, 1980
imagen de Anka Zhuravleva©, Spheres, en Uno de los nuestros

viernes, agosto 03, 2012

erika martínez. genealogía y otros poemas


Genealogía

El día que me atropellaron
mi madre, en la consulta,
sintió que le crujía
de pronto la cadera,
mi hermana la clavícula,
mi sobrina la tibia,
mi pobre prima la muñeca.
Les siguieron mis cuatro tías
y mis firmes abuelas,
con sus costillas y sus muelas,
con sus sorpresas respectivas.

Entre todas, aquel extraño día,
se repartieron
hueso por hueso
el esqueleto
que yo no me rompía.

Les quedo para siempre agradecida.


De Color carne



La casa encima

Tantos siglos removiendo esta tierra
que ha pisado el ganado
y alimentado al ganado y a los hombres
que regaron esta tierra
con el cauce negro de su sangre
–la sangre cambia de color fuera del cuerpo–.
Tantos siglos alineando ladrillos,
aquí hubo un establo
sobre el que se construyó una iglesia
sobre la que se construyó una fábrica
sobre la que se construyó un cementerio
sobre el que se construyó un edificio
de protección oficial.
Tantas mujeres fregando sus baldosas,
pariendo en sus baldosas,
escondiendo la mierda debajo de las baldosas
que pisaron sus hijos ebrios
y sus santos maridos
que trabajaron y fornicaron
por el bien de un país en el que no creían.
Tantos siglos para que yo,
miembro de una generación prescindible,
pierda la fe en la emancipación,
mire el techo de mi dormitorio
y se me venga la casa
encima.

Inédito

Erika Martínez, Jaen, 1979
imagen de Steve Richard©, Angelus Series, en Uno de los nuestros