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domingo, agosto 13, 2017

francisco 'paco' urondo. la pura verdad

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La pura verdad

Si ustedes lo permiten,
prefiero seguir viviendo.

Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
motivos para quejarme o protestar:

siempre he vivido en la gloria: nada
importante me ha faltado.

Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
de las cosas de este mundo con inconsciencia 
    y dolor y miedo y apremio.

Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; 
    tuve
sueños espantosos y buenos amores, ligeros y 
    culpables.

Me avergüenza verme cubierto de pretensiones; 
    una gallina torpe,
melancólica, débil, poco interesante,

un abanico de plumas que el viento desprecia,
caminito que el tiempo ha borrado.

Los impulsos mordieron mi juventud y ahora, sin
    darme cuenta, voy iniciando
una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a
    cualquiera o aburrir de golpe.

Mis errores han sido olvidados definitivamente; 
    mi memoria ha muerto y se queja
con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.

El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme,
    pero lo he derrotado
para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán 
    algún día.
Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como 
    la Cenicienta, aunque algunos

me recuerden con cariño o descubran mi zapatito
    y también vayan muriendo.

No descarto la posibilidad
de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la 
    inclemencia.

La crueldad no me asusta y siempre viví 
    deslumbrado
por el puro alcohol, el libro bien escrito, la carne 
    perfecta.

Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:

sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra 
    desidia.

Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de 
    una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no
    sirve y se corrompe.

Puedo hablar y escuchar la luz
y el color de la piel amada y enemiga y cercana.

Tocar el sueño y la impureza,
nacer con cada temblor gastado en la huida

Tropiezos heridos de muerte;
esperanza y dolor y cansancio y ganas.

Estar hablando, sostener
esta victoria, este puño; saludar, despedirme

Sin jactancias puedo decir
que la vida es lo mejor que conozco.



Francisco 'Paco' Urondo, Santa Fe, 1930- Mendoza, 1976

De Del otro lado 1960-1965
en  Urondo, Obra poética, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2006

lunes, mayo 22, 2017

francisco urondo. hoy un juramento

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Hoy un juramento

Cuando esta casa,
en la que vivo hace años,
tenga
una salida, yo cerraré
la puerta para guardar su calor;
yo la abriré
para que los vientos de todas partes, vengan
a lavarle la cara;

a remontarla,
de esa manera con que vuelan
las intenciones,
los aparecidos, los recuerdos por venir,
y lo que a uno le asusta
aunque todavía no haya ocurrido.

Queridos hijitos, su papá poco sabe de ustedes
y sufre por esto. Quiere ofrecer un destino
luminoso y alegre, pero no es todo
y ustedes saben:
las sombras,
las sombras,
las sombras,
las sombras
me molestan y, no las puedo tolerar.
Hijitos míos, no hay que ponerse tristes
por cada triste despedida:
todas lo son, es sabido,
porque hay otra partida, otra cosa,
digamos,
donde nada,
nada 
está resuelto.

Francisco 'Paco' Urondo, Santa Fe, 1930- Mendoza, 1976
de Carta Abierta, en Francisco Urondo, Obra poética, Adriana Hidalgo editorial, Buenos Aires, 2006
imagen de

lunes, octubre 21, 2013

francisco 'paco' urondo. del otro lado



Del otro lado

Cuando estuvimos desesperados, alguien
contó la historia.
No se la puede escuchar serenamente, tiemblan
las manos, el corazón se encoge de dolor;
da un poco de miedo mirar a la gente, detenerse.
Ocurre lo de siempre.
Estábamos perdidos y la historia era confusa. Nada
tenía que ver con la certeza, ni
con el muslo de la bataclana. No
intervinieron traiciones; no es
una vulgar historia de fervores o de mantenidas.
Tu mano es necesaria para sobrellevarla. También
aquella vez (siempre aquella vez) apagaron
las luces y fue necesaria la presencia de tu mano.
Nos apretamos las manos en la sala impenetrable, temblamos
ante la cólera que aún no se había manifestado, que nunca
llegaría a marcarnos como sospechábamos, sino
de otra manera. Nuestras manos
procuraban ordenar el temblor, dominar el doloroso pánico;
y todo porque Humphrey Bogart había resucitado.
Estábamos perdidos en aquel
cine y él no era como el redentor; su cruz
no era un mandato, era
la inteligencia del hombre, era la resurrección
de la ciencia y de nuestros queridos finados. 

Francisco Paco Urondo, Santa Fe 1930- Buenos Aires 1976
de Historia antigua, Paco Urondo, 1956. © Herederos de Francisco Urondo

viernes, enero 29, 2010

francisco 'paco' urondo. cora y otros

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Cora

tu fragilidad a la que simone martini
hubiese dado el golpe de gracia
tu temor ácido a los hoteles
a los huecos del porvernir

tus presentimientos de abandonada
tu deseo sometiendo los médanos
la soledad
las osamentas

y ese algo que inexperta
no podías controlar ni contradecir
eso que estaba más allá del ensueño
del jerez constelado

más allá de la ingenuidad y del recelo
del filo de los pícaros
de la espuma de los inocentes

eso parecido a la aventura
que se escabullía en la penumbra
de tus grandes zaguanes

aquello que incendiabas para permanecer

los últimos navíos
lo que indagaba la pampa sin decir nada
aquello que te deja con cierta tibieza mexicana en el corazón
sonriendo pálidamente al fuego que nada devolverá
que se quedará con todo

de Nombres, 1963

Sonia

Hasta cuándo te vas a quedar allí, guardada,
intocable, muda, aburrida, sin crecer o morir de una buena vez,
como todo el mundo. Hasta cuándo voy a masticar
ese amor aparecido demasiado al principio: una realidad triste lo apaña
y también toda la memoria; soy un hombre que rechaza el olvido
y todavía te quiere, aunque no puedas saberlo.

Es verdad. Tu imagen,
el patio, los juguetes. Maldita sea tu madre
que de noche te dejaba sola y asustada; maldita sea la mugre
que te protege y te impide desaparecer.

No puedo prescindir del patio. Tu pelo. Soy un sometido
a la mugre de tus rodillas; fiel a pesar mío. Devoto
de esta historia que nadie conoce, salvo nosotros dos.

Querida mía, tengo miedo de sufrir. Mejor dicho: no quiero
que se den cuenta. Primer amor mío: soy
Tarzán, ¿cómo puedo entonces hablar
dignamente del aire de mi corazón; del calor
tembloroso que simplemente aparecía con vos? Primer
amor a los tres o cuatro años de haber nacido. Amor casi
naciendo con la vida, confundido
con su primera respiración, con su alcance.

Amor mío, aunque haya empezado hace tanto tiempo; aunque
haga perder la serenidad, es una linda
porquería que nos acaricia y nos brinda.

de Larga distancia, 1971

La vida por delante

Porque hoy, precisamente,
voy a sentir miedo, teniendo
la seguridad de que mamá nos cuida, como
hace tantos años, y
llora desde la puerta
porque estamos enfermos y vamos a morir.

-Mamá no lloraré nunca
desde la puerta: hace frío
cuando alguien se enferma de cuidado
y puede morir-.

Por qué hoy se me ocurren
estas cosas tan consabidas; por qué
no hablo de la revolución social o del sufrimiento
abnegado de una mujer
de quien su hijo está enfermo; del desarme de la ternura, de
las mareas, de los coches de plaza, de los
cereales, que más no fuera.

-Ah soledad que no puedo
romper. Ah tristeza
aquerenciada,
dueña de tanta memoria-.

Por qué hoy no puedo estar alegre. Descuido
lo que tengo, no he sabido vivir, suelo
mirar la vida del otro lado de una puerta. Tengo
frío y ganas de vomitar, te hago
cosquillas en la palma de la mano
para que sonrías un poco, para que me olvides
un poco, para que sueñes un poco, para que saltes
un poco
dormida,
asombrada, lejos, mirando
desde la puerta.

Por qué hoy me doy cuenta de que nunca he tenido
talento para el amor; por favor
una mano; por lo que más quieran,
si llegan a necesitarme no se olviden de mí. Hoy no puedo
hacer otra cosa que esperar inútilmente
desconsolado, con rabia, con desidia, con miedo,
con vergüenza, con todo lo de siempre: la puerta un poco
entornada, cerca de allí, casi al alcance de la mano.

de Larga distancia, 1971

Franciso 'Paco' Urondo, Santa Fe, 1930- Mendoza, 1976
imagen: Quint Buchhols

jueves, abril 02, 2009

francisco 'paco' urondo. parques y jardines y otros

chirico-g-de

Parques y jardines

Como aquellas ciruelas tan orientales, en un farol
se balancea el ahorcado. Nadie
puede olvidarlo
como nadie olvida el sabor de los frutos exóticos.
Se desconocen los hechos
que liquidaron su tal vez limitada sabiduría, pero
todos comparten una certidumbre grotesca:
al sacar la lengua no tuvo tiempo de sonreír.
Un momento antes pudo hacerlo; estaba
entre amigos, lejos
de preocupaciones, y tenía entre sus cartas un envido real.
Sabemos qué consecuencias afrontan
los afortunados en el juego,
pero da lástima que con esas barajas
haya tenido este desgraciado fin.
Quienes representan al orden, no juegan.
Es eficiente la Policía Federal; sus
oficiales están bien educados, estudian
diversas tomas, saltan,
aprenden algunas técnica de la astucia y del contragolpe.
Es un cuerpo eficiente, pero inoportuno.
Llegó después que el pobre ahorcado sacara la lengua.
Tarde llegó.
Tarde has piado.
Una pareja alcanzó a verlo con vida; su
cuerpo temblaba,
como en la pubertad se estremecía, y
la pareja huyó: ella
había olvidado algunas prendas
y comenzaba a sentir frío.
No conviene que el frío entre por allí;
Dios ha destinado ese lugar para otros visitantes,
por más ahorcados con los que uno tropiece en su vida.
Él también tendrá frío en todas partes.
También allí tendrá frío para siempre: el eterno
silencio, el eterno frío
de la muerte, se ha hecho cargo de su virilidad.
Si no hubieran llegado tarde; de
no estar ahorcado, él arrasaría
el corazón de una fugitiva
y ella lo hubiese amado con tierna delicadeza.
Pero es demasiado tarde.
Tarde llegó la patrulla, demasiado tarde
con el oficial que ha seguido estudios,
que tiene la valentía de no usar prendas femeninas;
de no llegar tarde;
de no sacar la lengua.
¡Ah el césped, el blando césped del Parque Chacabuco!
¡Cuántas prendas interiores,
cuántas virginidades,
cuántos ahorcados ha visto desaparecer!
La lengua crece;
está erecta, por poseer la noche resbaladiza del parque;
las horas pegajosas de este mundo.
El viento mece y revela las formas olvidadas; balancea
el cuerpo del ahorcado y
estremece el de una pobre muchacha.
Ella va errando por el parque;
porfía en encontrar su prenda olvidada.
Anda entre las sombras sangrientas
y no puede evitar que el frío se le vaya escurriendo
por la comisura más honda de los muslos.
Ya no hay ahorcados ni policías. Tampoco
de esas violaciones que tanta curiosidad despiertan.
Se han llevado los objetos perdidos,
los cuerpos sin dueño y sin temblores;
la burla de los muertos.
Todo está en orden con la salida del sol;
los niños juegan,
los pajaritos cantan.
De Del otro lado. 'Los descuidos’

Milonga del marginado paranoico

Parece mentira
que haya llegado a tener
la culpa de todo lo que ocurre
en el mundo; pero es así. Han tratado
de disuadirme psicólogos y sociólogos de mi tiempo,
me han dado razones de peso técnico largamente
formuladas y
parcialmente ciertas. Pero
yo sé que soy culpable de los dolores
que aquí siento y recorren el mundo; de las soledades
que lo van vaciando: quisiera saltar
como Juan L. Ortiz, vociferar
como Oliverio Girondo, pero: primero, ellos me ganaron
de mano; segundo, no me sale bien y aquí
empieza todo nuevamente: otro sufrimiento
igual a diapasones y recursos
que conozco perfectamente y que no vale la pena
repetir: primero, para no emularlos; segundo, porque tendré que ir
reconociendo que no he sabido
hacerme entender. Y esto es agudo como un ataque
que nos traga la lengua; pido entonces disculpas
por la mala impresión, por las exageraciones.

De Poemas póstumos

Benefacción
Piedad para los equivocados, para
los que apuraron el paso y los torpes
de lentitud. Para los que hablaron bajo tortura
o presión de cualquier tipo, para los que supieron
callar a tiempo o no pudieron mover
un dedo; perdón por los desaires con que me trata
la suerte; por titubeos y balbuceos. Perdón
por el campo que crece en estos espacios de la época
trabajosa, soberbia. Perdón
por dejarse acunar entre huesos
y tierras, sabihondos y suicidas, ardores
y ocasos, imaginaciones perdidas y penumbras.

De Poemas póstumos

La verdad es la única realidad

Del otro lado de la reja está la realidad, de
este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la explotación o de la producción.
Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor; por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos hijos, aquellos
gritos irreales de dolor real de los torturados en
el ángelus eterno y siniestro en una brigada de policía cualquiera
son parte de la memoria, no suponen necesariamente
el presente, pero pertenecen a la realidad. La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo inmenso cubriendo la Patagonia
porque las masacres, las redenciones pertenecen a la realidad, como
la esperanza rescatada de la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la convalecencia
del miedo, ese aire que se resiste a volver después del peligro
como los designios de todo un pueblo que marcha hacia la victoria
o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a defenderse, a rescatar lo suyo, su
realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la realidad.

Cárcel de Villa Devoto, abril de 1973
De Cuentos de batalla

Francisco Paco Urondo, Santa Fe 1930- Buenos Aires 1976

Obra poética, Adriana Hidalgo Editora, 2006

sábado, febrero 07, 2009

alfonso el sabio. mercaderes

Título 7

De los mercaderes y de las ferias y de los mercados en que se compran y venden las mercadurías, y del diezmo y del portazgo que han de dar por razón de ellas
Mercaderes son aquellos hombres que señaladamente más usan entre sí vender y comprar y cambiar una cosa por otra, porque las riquezas y las ganancias que hacen comprando y vendiendo las allegan, y señaladamente en las ferias y en los mercados más a menudo que en los otros lugares […].

Ley 2
Cómo los mercaderes no deben poner cotos entre sí sobre las cosas que vendieren.

Cotos [tasas] y posturas [convenios] ponen los mercaderes entre sí haciendo juras [conciertos jurados] y cofradías [gremios] juntamente para que se ayuden unos a otros, poniendo precio cierto por cuánto darán la vara de cada paño, y por cuánto darán otrosí el peso y la medida de cada una de las otras cosas, y no menos. Otrosí los menestrales ponen coto entre sí por cuánto precio den cada una de las cosas que hacen en sus menesteres; otrosí hacen postura que otro ninguno no labre en sus menesteres sino aquellos que ellos recibieren en sus compañías [sociedades], y aun aquellos que así fueren recibidos que no acabe el uno lo que el otro hubiese comenzado; y aun ponen coto en otra manera: que no muestren sus menestrales a otros ninguno sino a aquellos que descendieren de sus linajes ellos mismos. Y porque se siguen muchos males de ello, prohibimos que tales cofradías y posturas y cotos como estos sobredichos ni otros semejantes de ello no sean puestos sin conocimiento y con otorgamiento del rey; y si los pusieren, que no valgan; y todos cuantos de aquí adelante los pusieren, pierdan lo que tuvieren, y sea del rey; y aún, además de esto, sean echados de tierra para siempre. Otrosí decimos que los jueces principales de la villa, si consintieren en que tales cotos sean puestos, o si desde que fueren puestos no los hicieren deshacer si lo supieren, o no enviaren decir al rey que los deshaga, que deben pagar al rey cincuenta libras de oro. *


(Shylock ―No, no, con usura, como dirías vos […]
La ganancia es bendita, si el hombre no ha robado.**)


El sueño de los justos

todos duermen
alguien
pasa y mira
el lugar donde duermen

andan
entre el sueño
y el alba. ***

*Alfonso X, el sabio, Las siete partidas, Antología, Editorial Castalia, Odres Nuevos, Madrid, 1992.
(Nota: se tiene este libro por el código más completo de la ley civil de la Edad Media en Europa. Realizados bajo la dirección de Alfonso X, confluyen en un mismo fin: establecer en la lengua vernácula una escritura de grado elevado. Comparando esta obra con el Fuero Juzgo, no es un libro solo para el uso de los jueces en el que encuentren la ley conveniente para tratar un caso según una tradición acumulada.)
** William Shakespeare, El mercader de Venecia, Acto I, Escena III
***Francisco Urondo, Obra poética, Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2006

domingo, septiembre 07, 2008

francisco 'paco' urondo. el ocaso de los dioses



el ocaso de los dioses

No hay nadie en la calle, en los ruidos húmedos, en el vuelo de las hojas y mis pasos quieren reiniciar las maderas de la adolescencia.

Pero todo está abandonado, no hay nada que pueda favorecernos; ningún aire de inconsciencia, ningún reino de libertad. Sólo hábitos tolerantes haciendo crujir nuestra memoria. "Ha estado bien", decimos.

Dueños del incendio, de la bondad del crepúsculo, de nuestro hacer, de nuestra música, del único amor incoherente; soberanos de esa calle donde los tactos y la impresión hicieron su universo.

Las sombras acarician aún sus veredas, tu mismo nombre y tu gesto son una forma nocturna que en esa constelación crece y sabe enrostrar nuestra culpa.

Y todo termina con una esperanza, con una dilación

Ha estado bien–, o en un bostezo, o en otro lugar donde es menester el coraje.


de Historia antigua, Paco Urondo. © Herederos de Francisco Urondo