lunes, mayo 27, 2013

t.s. eliot. la canción de amor de j. alfred prufrock



La canción de amor de J. Alfred Prufrock
S’io credesi che mi risposta fosse
a persona che mai tornasse al mondo
questa fiamma staria senza piú scosse.
Ma per ció che giammai di questo fondo
non tornó vivo alcun, s’i’odo il vero,
senza tema d’infamia ti rispondo. 

Vayamos, entonces, tú y yo,
Cuando la tarde se extiende sobre el cielo
Como un paciente anestesiado sobre una mesa;
Vayamos por algunas calles medio desiertas,
Los refugios susurrantes
De noches agitadas en baratos albergues transitorios
Y restaurantes con piso de aserrín y conchas de ostras:
Las calles que se alargan como una discusión tediosa
De insidiosa intención
Para dar lugar a una pregunta abrumadora...
Oh, no preguntes, “¿Qué pasa?”

Vayamos y hagamos nuestra visita.
En la sala las mujeres van y vienen
Hablando de Miguel Ángel.

La niebla amarilla que frota su lomo contra los vidrios de las ventanas,
El humo amarillento que frota su hocico contra los vidrios de las ventanas,
Lamió con su lengua las esquinas de la noche,
Se detuvo en los charcos que bajan de los desagües,
Deje caer en su lomo el hollín que viene de las chimeneas,
Subió a la terraza, dio un salto repentino,
Y al ver que era una templada noche de octubre,
Se acurrucó contra la casa, y se durmió.

Y de hecho ya habrá tiempo
Para el humo amarillo que se desliza por la calle,
Frotando su lomo contra los vidrios de las ventanas;
Ya habrá tiempo, habrá tiempo
De inventar una cara para enfrentar las caras con que te encuentras;
Ya habrá tiempo para matar y crear,
Y tiempo para todos los trabajos y los días de manos
Que levantan y arrojan una pregunta en tu plato;
Tiempo para ti y tiempo para mí,
Y  tiempo aún para cien indecisiones,
Y para cien visiones y revisiones,
Antes de tomar  té con tostadas.

En la sala de las mujeres van y vienen
Hablando de Miguel Ángel.

Y de hecho habrá tiempo
Para preguntarse, “¿Me atreveré?” y, “¿Me atreveré?”
Tiempo para dar la media vuelta y bajar por la escalera,
Con una calva en medio de mi pelo—
(Dirán: ‘¡Cómo le está raleando el pelo!’)
Mi chaqué, mi cuello subiendo  inalterable a la barbilla,
Mi corbata exquisita y modesta, sujeta por un simple alfiler—
(Ellos dirán: “¡Pero qué flacos son sus brazos y sus piernas!”)
¿Me atreveré
 A perturbar el universo?
En un minuto hay tiempo
Para decisiones y revisiones que un minuto cambiará.

Porque ya las conozco todas, las he conocido a todas:
He conocido las noches, mañanas, tardes,
He medido mi vida con cucharas de café;
Conozco las voces que mueren con una caída agonizante
Bajo la música de una habitación lejana.
Entonces, ¿cómo podía yo jactarme?

Y ya conozco los ojos, los he conocido a todos—
Los ojos que te encasillan en una frase hecha,
Y cuando esté encasillado, colgado de un alfiler,
Cuando esté clavado y retorciéndome en la pared,
Entonces, ¿cómo empezaré
A escupir todas las colillas de mis días y mis modos?
¿Y cómo podía yo jactarme?

Y ya conozco los brazos, los he conocido a todos—
Brazos con brazaletes y blancos y desnudos
(¡Pero bajo la luz de la lámpara, cubiertos de vello castaño!)
¿Es el perfume de un vestido
Lo que me hace divagar?
Brazos que descansan sobre la mesa, o envueltos en un chal.
¿Cómo podía yo jactarme entonces?
¿Y cómo podría empezar?

* * *
¿Debería decir que anduve al atardecer por calles estrechas
Y que he visto el humo que sube por las tuberías
De hombres solitarios en mangas de camisa, asomándose por la ventana? ...

Debería haber sido un par de pinzas gastadas
Escurriéndose en los fondos de silenciosos mares.

***
¡Y la tarde, la noche, duerme tan plácidamente!
Sosegada por largos dedos,
Dormida... cansada... o haciéndose la enferma,
Tendida en el suelo, aquí junto a ti y a mí.
¿Debería, después del té y tortas y helados,
Tener el coraje de forzar el momento hasta su crisis?
Pero aunque he llorado y ayunado, llorado y rezado,
Aunque he visto mi cabeza (un poco más calva) en una bandeja,
No soy profeta —y esto no es gran cosa;
He visto flaquear el instante de mi grandeza,
Y he visto al eterno Lacayo sostener mi abrigo, y reír disimuladamente,
Y en resumen, tenía miedo.

Y ¿hubiera valido la pena, después de todo,
Después de las tazas, la mermelada, el té,
Entre la porcelana, entre algunos comentarios sobre ti y sobre mí,
Hubiera valido la pena,
Haber arrancar el asunto con una sonrisa,
Haber comprimido el universo en una bola
Para hacerla rodar hacia alguna pregunta abrumadora,
Decir: “Yo soy Lázaro, venido de entre los muertos,
Vuelto para contarles todo, voy a contar todo”—
Si uno, acomodando la cabeza en una almohada
Dijera: “Eso no es lo que quiero decir, en absoluto.
No es así, en absoluto”.

Y ¿hubiera valido la pena, después de todo,
Hubiera valido la pena,
Después de las puestas de sol y los patios y las calles mojadas,
Después de las novelas, después de las tazas de té, después de las faldas que se arrastran por el suelo—
Y esto, y mucho más? —
¡Es imposible decir lo que quiero decir!
Pero como si una linterna mágica proyectara mis nervios en patrones sobre una pantalla:
¿Hubiera valido la pena
Si uno, acomodando una almohada o poniéndose un chal,
Y volviéndose hacia la ventana, dijera:
"Eso no es así en absoluto,
Eso no es lo que quise decir, en absoluto”.

****
¡No! No soy el príncipe Hamlet, ni estaba destinado a serlo;
Soy un noble invitado, uno que servirá
Para engrosar una comitiva, empezar una escena o dos,
Asesorar al príncipe; sin duda, una herramienta cómoda,
Respetuoso, contento de ser útil,
Político, cauto y meticuloso;
Lleno de sentencias elevadas, pero un poco obtuso;
A veces, por cierto, casi ridículo—
A veces, casi, el Bufón.

Envejezco... Envejezco...
Usaré las botamangas de mis pantalones enrolladas.

¿Debería peinarme con raya al medio? ¿Me atreveré a comer un durazno?
Me pondré pantalones blancos de franela, y caminaré por la playa.
He oído a las sirenas cantar entre ellas.

No creo que ellas canten para mí.

Las he visto cabalgar mar adentro sobre las olas
Peinando el pelo blanco de las olas arrastrado
Por el viento cuando sopla el agua blanca y negra.
Nos hemos demorado en las cámaras del mar
Junto a sirenas coronadas de algas rojas y marrones
Hasta que las voces humanas nos despiertan y nos ahogamos.

T. S. Eliot, St. Louis, 1888 - Londres, 1965
en T. S. Eliot,  Prufrock and Other Observations, The Egoist Limited, London, 1917
Versión ©Silvia Camerotto
imagen de © Wikipedia

The Love Song of J. Alfred Prufrock

S’io credesi che mi risposta fosse
a persona che mai tornasse al mondo
questa fiamma staria senza piú scosse.
Ma per ció che giammai di questo fondo
non tornó vivo alcun, s’i’odo il vero,
senza tema d’infamia ti rispondo. 

Let  us go then, you and I,
When the evening is spread out against the sky
Like a patient etherized upon a table;
Let us go, through certain half-deserted streets,
The muttering retreats
Of restless nights in one-night cheap hotels
And sawdust restaurants with oyster-shells:
Streets that follow like a tedious argument
Of insidious intent
To lead you to an overwhelming question...
Oh, do not ask, "What is it?"

Let us go and make our visit.
In the room the women come and go
Talking of Michelangelo.

The yellow fog that rubs its back upon the window-panes,
The yellow smoke that rubs its muzzle on the window-panes,
Licked its tongue into the corners of the evening,
Lingered upon the pools that stand in drains,
Let fall upon its back the soot that falls from chimneys,
Slipped by the terrace, made a sudden leap,
And seeing that it was a soft October night,
Curled once about the house, and fell asleep.

And indeed there will be time
For the yellow smoke that slides along the street,
Rubbing its back upon the window-panes;
There will be time, there will be time
To prepare a face to meet the faces that you meet;
There will be time to murder and create,
And time for all the works and days of hands
That lift and drop a question on your plate;
Time for you and time for me,
And time yet for a hundred indecisions,
And for a hundred visions and revisions,
Before the taking of a toast and tea.

 In the room the women come and go
Talking of Michelangelo.

And indeed there will be time
To wonder, "Do I dare?" and, "Do I dare?"
Time to turn back and descend the stair,
With a bald spot in the middle of my hair--
(They will say: 'How his hair is growing thin!")
My morning coat, my collar mounting firmly to the chin,
My necktie rich and modest, but asserted by a simple pin--
(They will say: "But how his arms and legs are thin!")
Do I dare
Disturb the universe?
In a minute there is time
For decisions and revisions which a minute will reverse.

For I have known them all already, known them all:
Have known the evenings, mornings, afternoons,
I have measured out my life with coffee spoons;
I know the voices dying with a dying fall
Beneath the music from a farther room.
So how should I presume?

And I have known the eyes already, known them all--
The eyes that fix you in a formulated phrase,
And when I am formulated, sprawling on a pin,
When I am pinned and wriggling on the wall,
Then how should I begin
To spit out all the butt-ends of my days and ways?
And how should I presume?

And I have known the arms already, known them all--
Arms that are braceleted and white and bare
(But in the lamplight, downed with light brown hair!)
Is it perfume from a dress
That makes me so digress?
Arms that lie along a table, or wrap about a shawl.
And should I then presume?
And how should I begin?

Shall I say, I have gone at dusk through narrow streets
And watched the smoke that rises from the pipes
Of lonely men in shirt-sleeves, leaning out of windows? ...

I should have been a pair of ragged claws
Scuttling across the floors of silent seas.

And the afternoon, the evening, sleeps so peacefully!
Smoothed by long fingers,
Asleep ... tired ... or it malingers,
Stretched on the floor, here beside you and me.
Should I, after tea and cakes and ices,
Have the strength to force the moment to its crisis?
But though I have wept and fasted, wept and prayed,
Though I have seen my head (grown slightly bald) brought in upon a platter,
I am no prophet—and here's no great matter;
I have seen the moment of my greatness flicker,
And I have seen the eternal Footman hold my coat, and snicker,
And in short, I was afraid.

And would it have been worth it, after all,
After the cups, the marmalade, the tea,
Among the porcelain, among some talk of you and me,
Would it have been worthwhile,
To have bitten off the matter with a smile,
To have squeezed the universe into a ball
To roll it towards some overwhelming question,
To say: "I am Lazarus, come from the dead,
Come back to tell you all, I shall tell you all”—
If one, settling a pillow by her head
Should say: "That is not what I meant at all;
That is not it, at all."

And would it have been worth it, after all,
Would it have been worthwhile,
After the sunsets and the dooryards and the sprinkled streets,
After the novels, after the teacups, after the skirts that trail along the floor—
And this, and so much more?—
It is impossible to say just what I mean!
But as if a magic lantern threw the nerves in patterns on a screen:
Would it have been worth while
If one, settling a pillow or throwing off a shawl,
And turning toward the window, should say:
"That is not it at all,
That is not what I meant, at all."

****
No! I am not Prince Hamlet, nor was meant to be;
Am an attendant lord, one that will do
To swell a progress, start a scene or two,
Advise the prince; no doubt, an easy tool,
Deferential, glad to be of use,
Politic, cautious, and meticulous;
Full of high sentence, but a bit obtuse;
At times, indeed, almost ridiculous—
Almost, at times, the Fool.

I grow old ... I grow old...
I shall wear the bottoms of my trousers rolled.

Shall I part my hair behind? Do I dare to eat a peach?
I shall wear white flannel trousers, and walk upon the beach.
I have heard the mermaids singing, each to each.

I do not think that they will sing to me.

I have seen them riding seaward on the waves
Combing the white hair of the waves blown back
When the wind blows the water white and black.
We have lingered in the chambers of the sea
By sea-girls wreathed with seaweed red and brown
Till human voices wake us, and we drown.


domingo, mayo 26, 2013

pablo seguí. un quieto, una ciudad





Un quieto, una ciudad

Un quieto, una ciudad,
anulado carisma,
callados corcoveos,
música que contemplas
brotando de otros poros,
y la foto que sabe
que las cosas no pasan,
y botellas vacías,
voluntario abandono.

Una ciudad que muere, 
y que se recupera,
y motos en la noche,
comprar, comer, pasar,
y todo se desgasta,
colectivos que caen
y pedradas que pegan,
un pasaje a la gente,
hilo de otro horizonte.

Un quieto es una sombra
que formula, linchado,
sentidos, y los quiebra,
y la vida es un ángel.
Una ciudad es alguien
que miente de continuo
para sobrevivir,
y te hunde en el silencio.

Pablo Seguí, Córdoba, 1973
de Naturaleza muerta, Ediciones del Copista, Colección Fénix, Córdoba, 2011
imagen de ©Joaquín Torres García, en Guggenheim Collection

jueves, mayo 23, 2013

pier paolo pasolini. il nini muàrt




Il nini muàrt

Sera imbarlumida, tal fossàl
a cres l'aga, na fèmina plena
a ciamina pal ciamp.

Jo ti recuardi, Narcís, ti vèvis il colòur
da la sera, quand li ciampanis
a súnin di muàrt.

Pier Paolo Pasolini, Bolonia, 1922- Ostia, 1975
Composición lírica en fruilano incluida en Poesías a Casarsa
en Pasiones heréticas, Cuenco del Plata, Buenos Aires, 2012, Selección, traducción y notas de Diego Bentivegna
imagen de Salvador Dalí © , Metamorfosis de Narciso, en ReprodArt

El niño muerto

Oh noche, en el foso
crece el agua, una mujer encinta
camina por el campo.

Yo te recuerdo, Narciso, tú tenías el color
de la noche, cuando las campanas
suenan con sonido de muerte.

lunes, mayo 20, 2013

t.s. eliot. la figlia che piange





La figlia che piange

O quam te memorem virgo

Párate en el descanso más alto de la escalera—
Descansa en una urna de jardín—
Teje, teje la luz del sol en tu cabello—
Estrecha las flores contra ti con dolorosa sorpresa—
Arrójalas al suelo y voltéate
Con un resentimiento fugaz en tu mirada:
Pero, teje, teje la luz del sol en tu cabello.

Entonces hubiera hecho que él se fuera
Entonces la hubiera dejado a ella parada y llorando,
Entonces él se habría ido
Como el alma abandona el cuerpo desgarrado y herido,
Como la mente abandona el cuerpo que ha usado.
Debo encontrar
Algún modo de incomparable luz y destreza,
Algún modo que ambos comprendiéramos,
Sencillo e incrédulo como una sonrisa y apretón de manos.

Ella se fue, pero el clima otoñal
Avivó mi imaginación durante muchos días,
Muchos días y muchas horas:
Su pelo sobre sus brazos y sus brazos llenos de flores.
Y me digo ¡ellos deberían permanecer juntos!
Yo debería haber abandonado el gesto y la pose.
A veces, estas cavilaciones todavía sorprenden
La ardua medianoche y el reposo del mediodía.

1916
T. S. Eliot, St. Louis, 1888 - Londres, 1965
Versión ©Silvia Camerotto
imagen de © Merry-Joseph Blondel, Venus curando a Eneas


La Figlia che Piange

O quam te memorem virgo
Stand on the highest pavement of the stair—          
Lean on a garden urn—        
Weave, weave the sunlight in your hair—    
Clasp your flowers to you with a pained surprise—
Fling them to the ground and turn        
With a fugitive resentment in your eyes:      
But weave, weave the sunlight in your hair.

So I would have had him leave,        
So I would have had her stand and grieve,  
So he would have left        
As the soul leaves the body torn and bruised,          
As the mind deserts the body it has used.     
I should find   
Some way incomparably light and deft,       
Some way we both should understand,                
Simple and faithless as a smile and shake of the hand.       

She turned away, but with the autumn weather      
Compelled my imagination many days,       
Many days and many hours: 
Her hair over her arms and her arms full of flowers.
And I wonder how they should have been together!
I should have lost a gesture and a pose.      
Sometimes these cogitations still amaze      
The troubled midnight and the noon's repose.

domingo, mayo 19, 2013

pier paolo pasolini. versos del testamento




Versos del testamento

La soledad: hay que ser muy fuerte
para amar la soledad; hay que tener buenas piernas
y una resistencia fuera de lo común; hay que evitar
resfríos, influenza y anginas; no se debe temer
a rapiñadores o asesinos; si toca caminar
toda la tarde o quizá toda la noche,
hay que saber hacerlo sin pensar mucho; sentarse no se puede,
especialmente en invierno, con el viento sobre la hierba mojada
y con las piedras entre la inmundicia, húmedas y fangosas;
no hay ninguna gratificación, de eso no hay duda,
salvo la de tener por delante un día y una noche
sin deberes o límites de ningún género.

El sexo es un pretexto. Por muchos que sean los encuentros
-incluso en invierno, por las calles abandonadas al viento,
entre las pilas de inmundicia contra los edificios lejanos,
suelen ser muchos- no son sino momentos de la soledad;
cuanto más caliente y vivo es el cuerpo gentil
que unge de semen y se va,
más frío y mortal alrededor es el dilecto desierto;
es éste quien llena de alegría, como un viento milagroso,
no la sonrisa inocente o la turbia prepotencia
del que después se va; él se lleva una juventud
enormemente joven, en esto es inhumano,
porque no deja rastros, o mejor, deja solo una traza
que es siempre la misma en todas las estaciones.
Un muchacho en sus primeros amores
no es otra cosa que la fecundidad del mundo.
Y el mundo llega con él: aparece y desaparece,
como una forma que cambia; quedan intactas todas las cosas,
y tú podrás recorrer media ciudad, no lo encontrarás más;
el acto se ha cumplido; la repetición es un rito. De donde
la soledad es todavía más grande si una multitud
espera su turno: crece en efecto el número de desapariciones -
el irse es huir- y lo siguiente incumbe al presente
como un deber, un sacrificio al deseo de muerte.
Envejeciendo, sin embargo, el cansancio comienza a sentirse,
en especial en el momento en que apenas ha pasado la hora de la cena:
para ti no ha cambiado nada; entonces, por poco no gritas o lloras;
y eso sería enorme si no fuese, precisamente, sólo cansancio,
y quizá un poco de hambre. Enorme, porque querría decir
que tu deseo de soledad no podría ser jamás saciado,
y entonces ¿qué te espera, si lo que no es considerado soledad
es soledad verdadera, aquella que no puedes aceptar?
No hay cena o almuerzo o satisfacción en el mundo,
que valga una caminata sin fin por las calles pobres
donde hay que ser desgraciados y fuertes, hermanos de los perros.

Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 1922 - Ostia, 1975), Trasumanar e organizzar, Garzanti, Milán, 1971
Versión ©  Jorge  Aulicino
imagen de Martin Stranka ©, I am winter, en Uno de los nuestros



Versi del testamento

La solitudine: bisogna essere molto forti
per amare la solitudine; bisogna avere buone gambe
e una resistenza fuori dal comune; non si deve rischiare
raffeddore, influenza e mal di gola; non si devono temeré
rapinatori o assassini; se tocca camminare
per tutto il pomeriggio o magari per tutta la será
bisogna saperlo fare senza accorgersene; da sedersi non c’è;
specie d’inverno; col vento che tira sull’erba bagnata,
e coi pietroni tra l’immondizia umidi e fangosi;
non c’è proprio nessun conforto, su ciò non c’è dubbio,
oltre a quello di avere davanti tutto un giorno e una notte
senza doveri o limiti di qualsiasi genere.

 Il sesso è un pretesto. Per quanti siano gli incontri
- e anche d’inverno, per le strade abbandonate al vento
 tra le distese d’immondizia contro i palazzi lontani,
essi sono molti – non sono che momenti della solitudine;
più caldo e vivo è il corpo gentile
che unge di seme e se ne va,
più freddo e mortale è intorno il diletto deserto;
è esso che riempie di gioia, come un vento miracoloso,
non il sorriso innocente, o la torbida prepotenza
di chi poi se ne va; egli si porta dietro una giovinezza
enormemente giovane; e in questo è disumano,
perché non lascia tracce, o meglio, lascia solo una traccia
che è sempre la stessa in tutte le stagioni.
Un ragazzo ai suoi primi amori
altro non è che la fecondità del mondo.
E’ il mondo così arriva con lui; appare e scompare,
come una forma che muta. Restano intatte tutte le cose,
e tu potrai percorrere mezza città, non lo ritroverai più;
l’atto è compiuto, la sua ripetizione è un rito. Dunque
la solitudine è ancora più grande se una folla intera
attende il suo turno: cresce infatti il numero delle sparizioni –
l’andarsene è fuggire – e il seguente incombe sul presente
come un dovere, un sacrificio da compiere alla voglia di morte.
Invecchiando, però, la stanchezza comincia a farsi sentire,
specie nel momento in cui è appena passata l’ora di cena
 e per te non è mutato niente: allora per un soffio non urli o piangi;
e ciò sarebbe enorme se non fosse appunto solo stanchezza,
e forse un po’ di fame. Enorme, perché vorrebbe dire
che il tuo desiderio di solitudine non potrebbe essere più soddisfatto
e allora cosa ti aspetta, se ciò che non è considerato solitudine
è la solitudine vera, quella che non puoi accettare?
Non c’é cena o pranzo o soddisfazione del mondo,
che valga una camminata senza fine per le strade povere
dove bisogna essere disgraziati e forti, fratelli dei cani.

jueves, mayo 16, 2013

fernando pessoa. cada cosa a su tiempo






21

Cada cosa  a su tiempo tiene su tiempo.
No florecen en el invierno las arboledas,
ni en la primavera
tienen blanco frío los campos.

A la noche, que entra, no pertenece, Lidia,
el mismo ardor que el día nos pedía.
Con más sosiego amemos
nuestra incierta vida.

Junto al hogar, cansados no de la obra
sino porque la hora es la hora de los cansancios,
no forcemos la voz
a estar más que en secreto,

y casuales, interrumpidas sean
nuestras palabras de reminiscencia
(no para más nos sirve
la negra ida del sol).

Poco a poco el pasado recordemos
y las historias contadas en el pasado
ahora dos veces
historias, que nos hablen

de las flores que en nuestra infancia ida
con otro fin en el gozo cogíamos
y con otra ciencia
en la mirada lanzada al mundo.

Y así, Lidia, junto al hogar, como estando,
dioses lares, allí en la eternidad,
como quien avía ropas
el otrora aviemos

en ese desasosiego que el descanso
trae a nuestras vidas cuando sólo pensamos
en lo que ya fuimos,
y es noche sobre Ceres.

Fernando Pessoa,Lisboa, 1888-1935
en Odas de Ricardo Reis, Colección la Cruz del Sur, Editorial Pre-textos, Valencia, 1998
Traducción de Ángel Campos Pámpano
imagen de Hermenigildo Sábat en Una interpretación gráfica de Fernando Pessoa, por Hermenegildo Sábat. Universidad de Quilmes. Buenos Aires, 2007.

21

Cada coisa a seu tempo tem seu tempo. 
Não florescem no inverno os arvoredos, 
Nem pela primavera 
Têm branco frio os campos. 

À noite, que entra, não pertence, Lídia, 
O mesmo ardor que o dia nos pedia. 
Com mais sossego amemos 
A nossa incerta vida. 

À lareira, cansados não da obra 
Mas porque a hora é a hora dos cansaços, 
Não puxemos a voz 
Acima de um segredo, 

E casuais, interrompidas, sejam 
Nossas palavras de reminiscência 
(Não para mais nos serve 
A negra ida do Sol) — 

Pouco a pouco o passado recordemos 
E as histórias contadas no passado 
Agora duas vezes 
Histórias, que nos falem 

Das flores que na nossa infância ida 
Com outra consciência nós colhíamos 
E sob uma outra espécie 
De olhar lançado ao mundo. 

E assim, Lídia, à lareira, como estando, 
Deuses lares, ali na eternidade, 
Como quem compõe roupas 
O outrora compúnhamos 

Nesse desassossego que o descanso 
Nos traz às vidas quando só pensamos 
Naquilo que já fomos, 
E há só noite lá fora. 

lunes, mayo 13, 2013

leticia ressia. barro adentro y otros poemas


***
Barro adentro


La Pampa entera es el vasto lecho de un mar
Adán Buenosayres

Dos metros bajo el agua
crece el monte.
No hay luz ni mirlos,
aquí la palabra está muerta
podrida con otros organismos.
Crece negro y baboso
el alambrado,
viene en aguas turbias
el desierto.

Somo lo que apareció de él
y rayamos el crepúsculo
con las uñas de los gauchos fósiles.
Nada se parece al encanto infantil de las horas,
yermo el cielo
faenada la carne de nuevas cautivas
la patria grande 
envenena.

***
Eso

Existió el tiempo
la sed, detrás del alambrado
la línea infinita
el sol horizontal de las siete
en los ojos.
Hubo Laura Ingalls
Sarah Kay
Heidi.

Cuando la pampa apaga su aro de sombra
las púas recogen
mechones de crin de caballo
ofrendas al viento
rasguños
eso que resta del ímpetu
de los que saltaron
fuera del llano.

Leticia Ressia, Pellegrini, Buenos Aires, 1979
de la selva oscura, Editorial Gráfica, Córdoba, 2012
imagen de Paul Klee, The Growth of the Night Plants, en Pinterest