viernes, enero 31, 2014

francisco de quevedo. 472. un amor constante más allá de la muerte



472. Un amor constante más allá de la muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,

Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.


Francisco de Quevedo, Madrid, 1580 — Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645
en Francisco de Quevedo, Obra poética I, Edición de José Manuel Blecua, Editorial Castalia, Madrid, 1999
imagen de Leonora Carrington, La maja del tarot

miércoles, enero 29, 2014

enrique molina. antiguo paseo en la tormenta



VI. Antiguo paseo en la tormenta 


a Haydée Lange


Juntos y confundidos han de dormir nuestros corazones alguna vez, tierra perdida,
-mi pecho por tus arenas, mi sangre bajo tus tristes cantos-.
Y dulce será entonces recordar cómo nos conocimos al pie de la barranca,
cuando el río, la solitaria resaca
sacaba su podrida cabeza de pescado
chapaleando un detritus de cangrejos, un fondo muerto
hasta el cual se inclinaban los bananos.
Y la sorda corriente
lamía los despojos de la costa,
la luz de las linternas,
el crujir de pasos fugaces por la azotada playa.

Aquel era el país.
Allí viví a la par del escorpión  y la rata silvestre
como su oscura extensión ha vivido.
Mis venas absorbieron cantos de viento,
murmullos levantados desde bocas de polvo,
enigmas bajo piedras;
y en su terroso cuenco comí sus negros frutos, bebí su vino
y la miel de la avispa,
y el aliento salvaje con que tú me nutriste.

Más allá de tu imperio, tierra mía,
donde nada se pierde,
esas cosas esperan mi retorno
en la eterna memoria de la muerte.

Yo volveré, llevado por la hierba,
-tal un soplo que entreabre unas horas exangües-
y alzarán nuevamente sus semblantes
alrededor de mi alma,
con una mansa música, como el tranquilo crepitar de unas ramas
en la grandeza del verano.

Y otra vez, en el pardo nivel de la colina,
resonará el crepúsculo y el arreo de un viaje
como el retumbo de los años en el camino,
-esa pálida rienda de greda pegajosa
con que tú manejabas la distancia-.
¡Oh! pero seré yo mismo
trote de caballos fangosos,
niebla de los pantanos,
musitación de aguas escurriéndose por la capota,
y el volver de las cosas a su sueño
como regresa el pobre a su morada:
a la espalda la noche y el rocío.
Y veré deslizarse al compás de los cascos
aquellas grises casas, encendiendo sus lámparas,
apretujándose bajo unos árboles,
reunidas sus arañas, sus amos y sus muertos en una sola ojeada,
tras el cristal opaco,
conjurados a un soplo de ternura delante de la leña
humo y fatiga,
diálogos suspendidos como telas,
mujeres con antiguos delantales
años y años allí sentadas, en esa misma hora.

Niño que en el silencio fosforece
como el abrojo seco  y la magnolia.
Madre que junto a él veré pasar de nuevo
en el fondo del coche,
entre el interminable chirriar de la volanta
errando por aquella provincia amortajada.
¡Tierra de la llovizna!
Siempre irá por tus páramos el pequeño testigo de la tormenta nocturna,
cada instante más lejos:
rostro asomado por la portezuela,
voz sumida en las grietas,
se hace árboles que huyen,
farol en una aureola amarillenta,
respiración nostálgica del viento de las chacras,
caballos azuzados, poblaciones...
Solo, ante el epitafio brillante de las aguas,
en un trémulo aroma de cuero y ropas húmedas
que ha de volver, tú sabes, con un país resucitado y borrascoso
en los meandros de un sueño.

Enrique Molina, 
de "Una estancia entre los arenales" (Bella Vista, Corrientes), Pasiones terrestres, 1946
en Enrique Molina, Obra poética, Obras Completas, Tomo II, Corregidor, Buenos Aires,1987 
imagen s/d

martes, enero 28, 2014

jorge aulicino. platos sucios



Platos sucios

En cierto modo esto es aquel hombre caminando por
la parte más sólida del estero, arrastrando
una balsa de tablas de embalaje...
En cierto modo una trasmisión defectuosa.
Sin embargo, un error acecha esta noche casi todo.
No te regocijes, me dice el diavoletto que me acompaña, con tu error,
atribuyéndole la dimensión de un error cósmico:
algo hiciste mal para que se cayera al piso esa pila
de hojas al mover un objeto que en apariencia
no estaba en contacto con ellas. Tú lo hiciste, en todo caso,
cualquiera sea la distancia entre las hojas y el objeto.
-¿Dirás que sucedió porque no lavé los platos, porque
la pepsina me falta o sobra, y siento esta náusea?
El diavolo del deserto, el remolino de polvo y huesos,
responde que no, que es una simple desviación en mi eje visual.
-Estoy aquí, como indica mi nombre, para revolver arena y polvo de huesos.
Nada tengo que ver con el error ni la hecatombe.
Morirá el hombre por su incapacidad de construcción, que riñe
con sus magníficos palacios, con el oro de sus noches de amor,
con las torres y los preciosos artefactos. No por la casualidad
ni por el mal, al que no oyó. Todo sería distinto si oyera a Satanás o a Dios.
Mi función, modesta, es señalarte uno que otro error.
Y con esos hacés estúpidas palabras…

Jorge Aulicino, Buenos Aires, 1949
de No verás aun el fabuloso desierto, Inédito
imagen de Niu Miao© en Niu Miao

domingo, enero 26, 2014

elizabeth bishop. carta a new york



Carta a New York
para Louis Crane

Quisiera que me contaras en tu próxima carta
a qué lugares vas y qué estás haciendo.
cómo son las obras de teatro y después de las obras
a qué otros placeres te dedicás:

tomando taxis a mitad de la noche,
manejando como para salvar tu alma,
donde el camino da vueltas y vueltas alrededor del parque
y el taxímetro brilla como una lechuza moralista

y los árboles lucen tan raros y verdes,
de pie solos en grandes cuevas negras
y repente estás en un lugar diferente
donde todo transcurre en oleadas,

y no puedes entender la mayoría de los chistes
como malas palabras borradas del pizarrón
y las canciones suenan fuerte pero algo débiles
y se hace terriblemente tarde,

y al salir de la casa arenada
hacia la vereda gris, a la calle mojada,
un lado de los edificios se levanta con el sol
como un reluciente campo de trigo.

—Trigo, no avena, querida. Me temo
que si esto es trigo no es de tu cosecha,
aún así me gustaría saber
qué estás haciendo y a dónde vas.

Elizabeth Bishop, Worcester, 1911- Boston, 1979
Versión © Silvia Camerotto
Imagen de Louis Crane y Elizabeth Bishop en Writers being real ©,


Letter to New York
For Louise Crane

In your next letter I wish you'd say
where you are going and what you are doing;
how are the plays and after the plays
what other pleasures you're pursuing:

taking cabs in the middle of the night,
driving as if to save your soul
where the road goes round and round the park
and the meter glares like a moral owl,

and the trees look so queer and green
standing alone in big black caves
and suddenly you're in a different place
where everything seems to happen in waves,

and most of the jokes you just can't catch, 
like dirty words rubbed off a slate,
and the songs are loud but somehow dim
and it gets so terribly late,

and coming out of the brownstone house
to the gray sidewalk, the watered street,
one side of the buildings rises with the sun
like a glistening field of wheat.

—Wheat, not oats, dear. I'm afraid
if it's wheat it's none of your sowing, 
nevertheless I'd like to know
what you are doing and where you are going.

jueves, enero 23, 2014

emily dickinson. sin ver, aún sabemos


1518

Sin ver, aún sabemos —
Sin saber, suponemos —
Sin suponer, sonreímos y ocultamos
y acariciamos a medias —

y temblamos — y huimos,
seráfico miedo —
¿Insinúa el Paraíso
“si te atreves”?

Emily Dickinson, Amherst, Massachusetts, 1830-1886
en The Poems of Emily Dickinson, editado por R. W. Franklin, Harvard University Press, 1999
Versión © Silvia Camerotto
imagen de Hieronymus Bosch ©,

1518


Not seeing, still we know —
Not knowing, guess —
Not guessing, smile and hide
And half caress —

And quake — and turn away,
Seraphic fear —
Is Eden's innuendo
"If you dare"?

viernes, enero 17, 2014

gabriela mistral. mesa ofendida

   



Mesa ofendida
A Margaret Bates
A la mesa se han sentado,
sin señal, los forasteros,
válidos de casa huérfana
y patrona de ojos ciegos;
y al que es dueño de esta noche
y esta mesa no le tengo,
no le oigo, no le sirvo,
no le doy su mango ardiendo.

¿A qué pasaron, a qué
el umbral de roto espejo
que del animal nocturno
recogió el hedor y el peso,
cuando belfos y pelambres
los dice sus compañeros?

Mi soledad tengo a diestra
en un escarpado helecho,
y delante un pan ladeado
de dos bandas de silencio,
y mi balbuceo rueda,
como las algas, sin eco.

Nunca me he sentado a mesa
de mayor despojamiento:
la fruta es sin luz, los vasos
llegan a las manos hueros.

Tiene el pan de oro vergüenza
y el mamey un agrio ceño;
en torpe desmano cumplen
loza, mantel, vino muerto,
y los muros dan la espalda
por no tocar lo protervo.
Y ellos del ama reciben
la respuesta de heno seco
y su mirada perdida
de pura ausencia y destierro.

Por el caído y por mí,
por habernos pecho a pecho,
era esta cita nocturna
en suelo y aire extranjeros,
nuestra y de ninguno más,
largo y sollozado encuentro.

Para que él me lo dijese
todo en río de silencio,
en un rodar y rodar
de cordillera en deshielo,
y todo lo recibiese
yo de su alma y de su cuerpo.

Mirándoles y sin verles,
esperó el libramiento:
oír el último paso,
el tropel de los lobeznos
y ver que a purificar
la mansión llega su dueño.


Gabriela Mistral, Vicuña, 1889- New York, 1957
en Poesías completas, Aguilar, Madrid, 1968
imagen de Gabriela Mistral, 1946


miércoles, enero 15, 2014

enrique lihn. nada tiene que ver el dolor con el dolor



Nada tiene que ver el dolor con el dolor...

Nada tiene que ver el dolor con el dolor
nada tiene que ver la desesperación con la desesperación
Las palabras que usamos para designar esas cosas están viciadas
No hay nombres en la zona muda
Allí, según una imagen de uso, viciada espera la muerte a sus nuevos amantes
acicalada hasta la repugnancia, y los médicos
son sus peluqueros, sus manicuros, sus usurarios usuarios
la mezquinan, la dosifican, la domestican, la encarecen
porque esa bestia tufosa es una tremenda devoradora
Nada tiene que ver la muerte con esta imagen de la que me retracto
todas nuestras maneras de referirnos a las cosas están viciadas
y éste no es más que otro modo de viciarlas
Quizá los médicos no sean más que sabios y la muerte —la niña
de sus ojos—  un querido problema
la ciencia lo resuelve con soluciones parciales, esto es, difiere
su nódulo insoluble sellando una pleura, para empezar
Puede que sea yo de esos que pagan cualquier cosa por esa tramitación
Me hundiré en el duelo de mí mismo, pero cuidando de mantener
ciertas formas como ahora en esta consulta
Quiero morir (de tal o cual manera) ese es ya un verbo descompuesto
y absurdo, y qué va, diré algo, pero razonable
mente, evidentemente fuera del lenguaje en esa
zona muda donde unos nombres que no alcanzan a ser
cuando ya uno, qué alivio, está muerto, 
olvidado ojalá  previamente de sí mismo
esa cosa muerta que existe en el lenguaje y que es
su presupuesto
Invoco en la consulta al Dios
de la no mismidad, pero sabiendo que se trata
de otra ficción más
sobre la unión de Oriente y Occidente
de acápites, comentarios y prólogos
Un muerto al que le quedan algunos meses de vida tendría que aprender
para dolerse, desesperarse y morir, un lenguaje limpio
que sólo fuera accesible más allá de las matemáticas a especialistas
de una ciencia imposible e igualmente válida
un lenguaje como un cuerpo operado de todos sus órganos
que viviera una fracción de segundo a la manera  del resplandor
y que hablara lo mismo de la felicidad que de la desgracia
del dolor que del placer, con una sonriente
desesperación, pero esto es ya decir
una mera obviedad con el apoyo
de una figura retórica
mis palabras no pueden obviamente atravesar la barrera de ese lenguaje desconocido
ante el cual soy como un babuino llamado por extraterrestres a interpretar
el lenguaje humano
Ay dios habría que hablar de la felicidad de morir en alguna inasible forma
de eso que acompañó a la inocencia al orgasmo a todos y a cada uno 
de los momentos que improntaron la memoria
con impresiones desaforadas
Cuando en la primera polución
—mucho más mística que la primera comunión— pensabas en Isabel 
ella no era una persona sino su imagen el resplandor orgástrico de esa creatura
que si vivió lo hizo para otros diluyéndose para ti carnalmente
//en el tiempo de los demás
sin dejar más que el rastro de su resplandor en tu memoria
eso era la muerte y la muerte advino y devino
el click de la máquina de memorizar esa repugnante devoradora
acicalada en palabras como éstas tu poesía, en suma es la muerte 
el sueño de la letra donde toda incomodidad tiene su asiento
la cárcel de tu ser que te privaba del otro nombre de amor
//escrito silenciosamente en el muro
o figuras obscenas untadas de vómito
tu vida que —otra palabra— se deslizó, sin haberse podido
engrupir en lo existente detenerse en lo Pasajero hundir el hocico
feliz en el comedero, golpear por un asilo nocturno
con el amor como con una piedra
la muerte fue la que se disfrazó de mujer en el altillo
de una casa de piedra y para ti de sombra y humo y nada
porque ya no podías enamorar a su dueña, temblando
del placer de perderla bajo una claraboya con telarañas
tienes que reconstituir ese momento ahora que la dueña de la casa es la muerte
y no la otra, esa nada ese humo esa sombra 
darte el placer de ser ella y de unirte a ella como los labios de Freud
que se besan a sí mismos.

Enrique Lihn, Santiago de Chile, 1929- 1988

De Diario de Muerte, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1989
imagen de Max Klinger en Memoria Chilena 

martes, enero 14, 2014

jorge teillier. lo que importa



XXIII

                                               Para qué me preguntas. Todos moriremos.
Eso no me ayuda. 
No, realmente no. 
                                                                                         Gunnard Ekelof

Lo que importa
es estar vivo
y entrar a la casa
en el desolado mediodía de la vida.

El río pasa recogiendo la calle polvorienta.
Los satélites artificiales pueden rodear la Tierra,
pero nada saben de ellos los bueyes enyugados a las carretas.

Es el mismo de otro siglo el gesto del campesino al
//descargar un saco de trigo,
el polvillo de la molienda danza en el sol sin memoria,
escuchamos el trote de los ratones entre los sacos
//dormidos en la bodega,
y el oculto resplandor de las cosas
tiene un secreto revelado por los aromos.

Escucho el pitazo del tren
cortando en dos al pueblo.
El pueblo donde pedí tres deseos al comer las primeras cerezas,
donde me regalaron una lámpara humilde que no he vuelto a hallar,
el pueblo que tenía unos pocos miles de habitantes cuando nací,
y fue fundado como un Fuerte
para defenderse de los mapuches
(todo eso era nuestro Far West).
El pueblo donde aún humean mantas junto a cocinas a leña,
y el invierno es la travesía de un tempestuoso océano.

Si me pidieran recordar
algo más allá de las calles donde di los primeros pasos
no sabría mucho que decir.

Creo que he estado en otros países.
He visto día a día en las ciudades vehículos iluminados
como trasatlánticos
llevar rostros fatigados de un matadero a otro.

«La vida es un pretexto para escribir dos o tres versos
cantantes y luminosos», escribió Alexander Block,
pero tal vez yo no sea de verdad un poeta.

Me amo a mí mismo tanto como a mi prójimo,
pero estoy dispuesto a desaparecer junto a todo mi prójimo.
Puedo rezar sin creer en Dios.
A las noticias del día
suelo preferir leer memorias de oscuros personajes de otras épocas
o contemplar los gorriones picoteando maravillas.

De nuevo alguien ve derrochar
los yuyos su oro al viento.

Alguien va a temer cada mañana que el sol no regrese,
alguien aprenderá a leer en diarios que anuncian
nuevas guerras,
alguien en la noche
va a tomar un carbón encendido para trazar círculos de fuego
que lo protejan de todo mal.

Quedaré solo en un bosque de pinos.

De pronto veré alzarse los muros al canto de los gallos.
Podré pronunciar mi verdadero nombre.
Las puertas del bosque se abrirán,
mi espacio será el mismo que el de las aves inmortales
//que entran y salen de él,
y los hermanos desconocidos sabrán que ya pueden reemplazarme.

Debo enfrentar de nuevo al río.
Busco una moneda.
El río ha cambiado de color.
Veo sin temor
la canoa negra esperando en la orilla.

Jorge Teillier, Lautaro, 1935- Viña del Mar, 1996

De Crónica del forastero,  Arancibia Hnos., Santiago de Chile, 1968

 imagen Jorge Teillier

domingo, enero 12, 2014

edgar bayley. ni razón ni palabra



Ni razón ni palabra

cada noche los sueños inmolan tu pena y tu culpa
de frente al olvido
a la pregunta y la canción inexcusable

es necesario empaparse herirse hundirse
buscar el estallido hasta decir: perdón no soy el mismo
pero el fuego desgrana tus razones de tierra
debes perder la luz plena
los motivos de la victoria
agrio pesado cruel
la ciudad te vuelca te vacía
corazón vacío
miseria burbujeante

no es preciso razón ni palabra
para este airado hogar
que nadie después sume su nieve o su festejo
despierto queda allí en su momento
en cambio y permanencia
en nube recia
en la libre mano
y el cabalgar del sueño



Edgar Bayley, Buenos Aires, 1919-1990
en: Edgar Bayley, Obra poética, Corregidor, Buenos Aires, 1976
imagen de Kyle Thompson en Uno de los nuestros

miércoles, enero 08, 2014

stephen spender. souvenir de londres



Souvenir de Londres

Mis padres discuten en la habitación de al lado:
¿Cómo dormiste anoche? Desperté a las cuatro 
y oí el viento oscuro soplando por el suelo
levantar el  polvo como cenizas de una tumba.

Yo estaba despierto a las tres. Oí a la polilla
engendrar peligrosos gusanos.  Lloré
toda la noche, viéndote dormir. No dormí
no duermo nada.  Así de horrible es como ambos hablan.

¿Cómo pueden dormir los que comen de su miedo
y ven su pobre amor desvanecerse mientras crece?
Sus vidas florecen como la rosa de un antiguo amante
amontonadas y abriéndose en un frasco de remedio.

Yo soy su hijo, nacido de los malos sueños
mi vista se detiene horrorizada al pasar
delante  del espejo de lo efímero
y veo como el moho cubre mi mirada.

Stephen Spender , Kensington, 1909- City of Westminster, 1995
Versión ©Silvia Camerotto
imagen de Herbert List, Young man behind a curtain, 1932, en Herbert List Magnum Photos

Souvenir of London

My parents quarrel in the neighbour room:
How did you sleep last night?
I woke at four to hear the wind that sulks along the floor
Blowing up dust like ashes from the tomb.

I was awake at three. I heard the moth
Breed perilous worms. I wept
All night, watching you rest. I never slept
Nor sleep at all. Thus ghastly they speak, both.

How can these sleep who eat upon their fear
And watch their dreadful love fade as it grows?
Their life flowers like an antique lovers' rose
Set puff'd and spreading in the chemist's jar.

I am your son, and from bad dreams arise.
My sight is fixed with horror, as I pass
Before the transitory glass
And watch the fungus cover up my eyes.

martes, enero 07, 2014

edgar bayley. un sentido iluminado y cierto




Un sentido iluminado y cierto

digo amiga y digo lentamente
las formas del viento y la madera
digo un momento un fuego
una bondad un río una fe
un nacimiento un aire
un sentido iluminado y cierto

digo amiga con palabras con horas
con ojos con adioses
con claridad y sombras
y una estrella


y tan especial
tan solo
y verdadero
es este amor
y tan cumplido en sí mismo
tan abierto
y rico y generoso
que dejémoslo ya
sin tocarlo
mirándolo a distancia
o démosle la mano
y marchemos con él
adonde quiera
sin ver
y sin dudar
y sin cuidado

Edgar Bayley, Buenos Aires, 1919-1990
en Edgar Bayley, Obra poética, Corregidor, Buenos Aires, 1976

imagen de Otto Mueller, Pair of lovers, 1919, en Cave to Canvas

lunes, enero 06, 2014

ingrid jonker. la cara del amor


La cara del amor

Tu cara es la cara de los otros
antes de ti y después de ti y
tus ojos serenos como un amanecer
triste tiempo sobre tiempo
pastor de nubes
centinela de blanca belleza tornasol
el paisaje de tu boca
que he explorado
guarda el secreto de una sonrisa
como pequeños pueblos detrás de
las montañas
y los latidos de tu corazón son la medida de
su éxtasis
No es cuestión de principio
no es cuestión de posesión
no es cuestión de muerte
la cara de mi amado
la cara del amor

***
El niño no está muerto

El niño no está muerto
El niño levanta el puño contra su madre
Que grita ¡África! grita aires
De libertad y de meseta
En los emplazamientos del corazón acordonado

El niño  levanta el puño contra su padre
en la marcha de las generaciones
que gritan ¡África! gritan aires
de justicia y de sangre
en las calles de orgullo acorralado

El niño no está muerto ni en Langa ni en Nyanga
ni en Orlando ni en Sharpeville
ni en la comisaría de Philippi
donde yace con una bala en la cabeza
El niño es la sombra oscura de los soldados
en guardia con sus fusiles y sus porras
el niño está presente en todas las asambleas y legislaturas
el niño espía por las ventanas de las casas y en el corazón de las madres
este niño que solo quería jugar bajo el sol de Nyanga está en todas partes
el niño convertido en hombre atraviesa toda África

el niño convertido en gigante atraviesa el mundo entero
Sin un pase

Ingrid Jonker, Northen Cape, 1933- Cape Town, 1965
Versión © Silvia Camerotto


The Face of Love

Your face is the face of all the others
before you and after you and
your eyes calm as a blue
dawn breaking time on time
herdsman of the clouds
sentinel of white iridescent beauty
the landscape of your mouth
that I have explored
keeps the secret of a smile
like small white villages beyond the
mountains
and your heartbeats the measure of
their ecstasy
There is no question of beginning
there is no question of possession
there is no question of death
face of my beloved
the face of love

The child is not dead
The child is not dead
The child lifts his fists against his mother
Who shouts Afrika! Shouts the breath
Of  freedom and the veld
In the locations of the cordoned heart

The child lifts his fists against his father
in the march of the generations
who shouts Afrika ! Shout the breath
of righteousness and blood
in the streets of his embattled pride

The child is not dead not at Langa nor at Nyanga
not at Orlando nor at Sharpeville
nor at the police station at Philippi
where he lies with a bullet through his brain

The child is the dark shadow of the soldiers
on guard with rifles Saracens and batons
the child is present at all assemblies and law-givings
the child peers through the windows of houses and into the hearts of mothers
this child who just wanted to play in the sun at Nyanga is everywhere
the child grown to a man treks through all Africa

the child grown into a giant journeys through the whole world
Without a pass 


jueves, enero 02, 2014

luis de góngora. la dulce boca que a gustar convida



La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas distilado,
y a no invidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

amantes, no toquéis si queréis vida,
porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.

No os engañen las rosas, que a la Aurora
diréis que, aljofaradas y olorosas,
se le cayeron del purpúreo seno;

manzanas son de Tántalo y no rosas,
que después huyen del que incitan ahora,
y sólo del Amor queda el veneno.

1584

Luis de Góngora, Córdoba, 1561-1627
Luis de Góngora, Antología poética, Editorial Castalia, Madrid, 1986
imagen de Lydia Corbett, en Fosse Gallery

miércoles, enero 01, 2014

alberto girri. cuando la idea del yo se aleja





Cuando la idea del yo se aleja

De lo que va adelante
y de lo que sigue atrás,
de lo que dura y de lo que cae,
me deshago,
abandonado quedo
del fuerte soplo,
del suave viento,
y quieto, las espaldas
vueltas las manos hacia arriba,
apoyo en el suelo,
corazón
abjurando de armas, faltas,
de oraciones donde borrar las faltas,
blando organismo, entidad
que ignora cómo decir: “Yo soy”
y en la enfermedad y la muerte,
vejez y nacimiento,
ya no encontrarán lugar,
como no lo encontraría el tigre
para meter su garra,
el rinoceronte el cuerno,
la espada su filo.

Antes hacía, ahora comprendo.


Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991
 en Alberto Girri, Obra Poética IV, Corregidor, Buenos Aires, 1977
imagen de Martin Stranka, en Uno de los nuestros