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viernes, octubre 16, 2015

susana villalba. la pantera



La pantera

Matar al animal
requiere un animal
sin sombra.
Vas caminando por un monte
o te parece, no sabés dónde estás;
creés que lo sabías
cuando llegaste.
Ese negro
bien puede ser una pantera
o mujer,
no te das cuenta.
La mirada salvaje te gusta,
no, te calienta.
No, te mira
como quien no comprende
dónde está.
Ya estás perdida,
tendrías que llevarla a tu casa
pero sabés cómo termina:
un animal herido
siempre ataca.
Tendrías que matarla,
ahora,
antes de que sea tarde
o por piedad.
Pero esa mirada es una trampa,
si es pantera
sabe matar mejor
que vos.
Nadie sabe tu nombre
aquí
y ahora él
o mujer te da la espalda.
Pensás en un Remington
liviano
de distancia corta.
Pero nadie escucharía,
Red Hot los distrae,
a vos también.
Y no se mata por la espalda,
lo viste en las películas
o creés en eso.
Matar
es otra cosa.
Ahora te mira y ya sabés,
vas a llevarla a tu casa.
Está tocado por la gracia,
está a la vista
o vos lo ves, no estás segura,
o tiene algo
que creés comprender.
Y sin embargo
sabés cómo termina:
no sabés cómo
te hirió si te quería.
No querés acercarte,
te mira como miran los gatos
cerrando los ojos.
Es un hombre
por la manera de fumar,
se apoya en la barra
frente a vos,
los dos están perdidos.
Pensás en el Remington,
nunca tuviste uno.
Matar es otra cosa.
Nadie parece comprenderlo,
el negro tampoco pero ve
que tenés un cigarrillo
en la mano
y otro ardiendo
en el cenicero;
se acerca y lo fuma.
Estás perdida,
creés saber cómo termina
y volvés a equivocarte,
apaga el cigarrillo
y se va.
Ahora nadie
se parece a tu deseo.
Y es que no se parecía.
Una pantera perdida
en su memoria
o forma de mirar
o lo que fuera
que no vas a saber.
Tomás un taxi pensando
demasiada belleza no es el móvil,
es la coartada.
Para matar a una pantera
hay que cerrar los ojos.


Susana Villalba, Buenos Aires, 1957
imagen de Anne Michelsen en Bright Spirit Studio

domingo, marzo 08, 2009

poetas



***

Alfonsina Storni
Sala Capriasca, Suiza, 1892 –Mar del Plata, Argentina, 1938)
Contra voz

Entierra la pluma
antes de atarte los puños
como una llama
el dolor de servir
a cosas estultas.

Por su punta,
como por los canales
que desagotan el río,
tu agua se desparrama
y muere en el llano.

La palabra arrastra limos,
pule piedras,
y corta selvas imaginarias.

Piden los hombres
tu lengua,
tu cuerpo,
tu vida:
Tírate a la hoguera,
florece en la boca
de un cañón.

Una punta de cielo
rozará
la casa humana.

Alejandra Pizarnik
Buenos Aires, 1936-1972
Fragmentos para dominar el silencio

I. Las fuerzas del lenguaje son las damas solitarias, desoladas, que cantan a través de mi voz que escucho a lo lejos. Y lejos, en la negra arena, yace una niña densa de música ancestral. ¿Dónde la verdadera muerte? He querido iluminarme a la luz de mi falta de luz. Los ramos se mueren en la memoria. La yacente anida en mí con su máscara de loba. La que no pudo más e imploró llamas y ardimos.
II. Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado las palabras no guarecen, yo hablo.
Las damas de rojo se extraviaron dentro de sus máscaras aunque regresarán para sollozar entre flores.
No es muda la muerte. Escucho el canto de los enlutados sellar las hendiduras del silencio. Escucho tu dulcísimo llanto florecer en mi silencio.

III. La muerte ha restituido al silencio su prestigio hechizante. Y yo no diré mi poema y yo he de decirlo. Aún si el poema (aquí, ahora) no tiene sentido, no tiene destino.

Olga Orozco
Toay, La Pampa, 1920-Buenos Aires, 1999
AUNQUE SE BORREN TODOS NUESTROS RASTROS...

Aunque se borren todos nuestros rastros igual que las bujías en el amanecer
y no puedas recordar hacia atrás, como la Reina Blanca, déjame en el aire la sonrisa.
Tal vez seas ahora tan inmensa como todos mis muertos
y cubras con tu piel noche tras noche la desbordada noche del adiós:
un ojo en Achernar, el otro en Sirio,
las orejas pegadas al muro ensordecedor de otros planetas,
tu inabarcable cuerpo sumergido en su hirviente ablución, en su Jordán de estrellas.
Tal vez sea imposible mi cabeza, ni un vacío mi voz,
algo menos que harapos de un idioma irrisorio mis palabras.
Pero déjame en el aire la sonrisa:
la leve vibración que azogue un trozo de este cristal de ausencia,
la pequeña vigilia tatuada en llama viva en un rincón,
una tierna señal que horade una por una las hojas de este duro calendario de nieve.
Déjame tu sonrisa a manera de perpetua guardiana, Berenice.


Susana Thénon
Buenos Aires, 1935-1991
Las mujeres poetas

las poetas mujeres
tenemos que juntarnos
para salir
para enfrentar
la humanidad hostil
pero hay que hacerlo con dulzura
¡FEMINEIDAD!

las poetas mujeres
hemos de unirnos
para vencer
a poemazo limpio
aunque nos tiren la casa abajo
a pedradas
a pleonasmos

las mujeres poetas
debemos mantenernos codo a codo
pero sin codearnos
mano a mano
pero sin manosearnos
cheak to cheak
pero sin chequearnos
y tête à tête
pero sin pecharnos

muy difícil

las mujeres poetas
hemos de divorciarnos
¿y de quién? ¿y de quién?
de las poetas mujeres

hombres no hay hace rato.

Amelia Biagioni
Gálves, Santa Fe, 1916- Buenos Aires, 2000
Cada día, cada noche

Cada día
me levanto sin nombre,
y en la nuca
una sombra
tenaz, ajena, a filo,
me acusa desde siempre;
la culpa
total, indescifrable,
entre, me usurpa,
no sé quién soy, me oculto, huyo,
y me pierdo extranjera.
Hasta sentir,
cada noche,
una luz
fiel, entrañable, mansa,
que vuelca desde siempre
río, libélulas, sol, trébol
en mi cabeza más lejana,
y le apoya
alguna, aquella mano;
y cuando empiezo a recordarme,
un ruido sucio, espeso,
de sombra,
se interpone en la nuca
y despierto
sin nombre.

Irene Gruss
Buenos Aires, 1950
Después del Apocalipsis
Poema de ficción

El Apocalipsis ya pasó.
Ahora puedo sentarme en la cama
y ubicar mis pies en cada pantufla.
Puedo ir ahora a la cocina,
y suspirar, en el trayecto.
Ya pasó. Acabó
el Diluvio, sin lluvia.
Empieza a hacer frío, y
ahora el frío resulta acogedor.
Ya pasó todo, ya terminó todo.
Se puede respirar
—antes también podía respirar—,
y reír, reír,
con cierta risa.

Diana Bellessi
Zavala, Santa Fe, 1946
Si así como miramos…

Si así como miramos, fijamente
enlazado el ojo a la belleza
o al espanto, un detalle cualquiera
encanto del afuera. Así también
nos miráramos. No al otro, al propio.
A nosotros mismos. ¿Lo hallaríamos?
El cerrojo del amor, el sentido

El otro como culpable abre el hueco
De la guerra. Ve amenaza donde amparo

Ay de mí, si no hay el sí, sin el otro

Concepción Bertone
Rosario, Santa Fe, 1947
Invierno

La mujer de la bata gastada
barre las hojas de la vereda
ajena a la mirada que la desnuda. Barre
una llamarada de hojas de fresno
y enciende un fósforo
para que el fuego la apague.

Susana Villalba
Buenos Aires, ?
Marea

Esa conspiración en el susurro
cuando nada dicen,
persiste el mar
y la piedra en deshacerse
resistiendo.
Quizá belleza
es esa colisión
eternamente fugaz.
Como el mar el deseo
es movimiento
que comienza donde parece
acabar.
Inútil seducción y sin embargo
la piedra se transforma.
En el amor
se sabe por el cuerpo.
Es su plenitud.
Esa revelación
que acaba cuando comienza
a hablar.
Como arena arrebatada
por el agua
que toma y abandona
al mismo tiempo.
Querer ir más allá del mar
es el mar.
Ese murmullo que parece responder
es movimiento,
un rugido
como el fracaso siempre de un deseo
es el deseo.
Inútil preguntar la razón
que desconoce
un corazón de agua.
El mar como el sueño
rumorea en la orilla
restos
de la profundidad.
Porque nada dice
dice el mar:
Que la verdad es agua
entre las manos
se sabe por tocar.

María del Carmen Colombo
Buenos Aires, 1950
Espergeia

quiero el agua
del paraíso, dice, alba
blanca, pura luz mirando el
reflector dice llena
luna sin culpas
el balde de mi alma
hasta el colmo
como quien toma del gollete
celestial actriz finge
la gota terrenal cuando
enjuga con la punta
del manto una sed de rocío: ella
cree en la eficacia
del vacío y representa
la escena pensada por dios
para salvarnos.


*la lista puede seguir eternamente.
** el orden es casual.
*** tamara de lempicka

imagen de Annick Bouvattier

jueves, julio 05, 2007

entre la pena y la nada

oma11.jpg
sé que mi petición es precipitada
yo
yo y mi
yo y mi cuerpo fuimos a esa fiesta
yo bailé
hermoso rico y poderoso rozaba mi cuerpo
mi betty boop mi reina descalza
mi nombre es yonimeri yo también
fuego furia ¿fumás? fuimos a su casa
estás mojada no sé no hemos sido presentados
sumergidos suma de noche estera estambre estaba atemorizada
profeta centinela sentí un automóvil rojo rubio el tabaco
su espalda fuerte trepaba mi caída infinitos funestos café
piedras para dormir me acompañaba a casa y olvidé decírselo
las palabras son monedas clavadas a la tierra
historias de susy siempre lo he sabido
cómo explicarte hubiese cupido calendario
perdida en los andenes al día siguiente mi sombra caía del piso 29
olvidé decirle que siempre nadie y yo nunca los amores cobardes
lloraba no llegan porque los hombres etcétera
él era despiadado todo un hombre quemado de belleza
su cuerpo gemía como un gato y lo envidié pero yo nunca
me meto en sus asuntos
dijo tu piel mi nena dame no sé qué cosa qué llave del infierno
yo hubiera declarado desplegado y estrenado un novio
hubiese dicho a mis amigas entrado en cualquier bar
hubiese hubiese vino que me matara
habráse visto tan chiquita y calentando bancos en la plaza
ay corazón si te fueras de madre
siempre la pena entre la pena y la nada
mi cuerpo roto pegado a lo sumido curioso rito de cucharas en la mesa
sobre la mesa en la ducha él era el agua y me frotaba belladona
dame en el centro de lo que siempre habla el espejo la sombra
del deseo era lacan en mi escritorio
ah para su estudio oh para su análisis acaba era ver
mi cuerpo demasiado tarde dónde estuviste le decía
ay corazón si supieras ser látigo y dormir.

susana villalba