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viernes, agosto 04, 2017

jorge aulicino. lágrimas de una bruja joven
















Lágrimas de una bruja joven

No quedaba nada sobre el asfalto cuando entraste
en el recuerdo de cien molinitos de papel girando
con desesperación en la puerta de un quiosco, un invierno.
Colores vertiginosos que confirieron
su índole a ese tránsito
hacia el pasado por el que recorrés ahora
la misma calle, la misma húmeda avenida,
fresca, desnuda, lunar, en que cesó el ruido
y las artes mágicas te permiten flotar
hacia la noche cada vez más fría y ancha,
-una libertad que te deja sin habla-,
como si en el fondo del cuadro hubiera un gran país nevado
y aquel titilar de lámparas que empezaban a encenderse
detrás de las ventanas cuando
volvías, dejando el campo atrás, ensimismada.

Jorge Aulicino, Buenos Aires, 1949
Inédito
Imagen de Elisabeth Alba y Deborah Blake

miércoles, diciembre 02, 2015

jorge aulicino. 17 (libro del engaño y del desengaño)




17
Pero lo que querés es mirar la cara imponderable.
Pues bien, es como la de la Medusa y te confundirás.
Todas sus serpientes hablan al mismo tiempo, silban,
y este es el mensaje omnívoro que traen de la Sibila.
Una cara es la garganta del Partido, ya extinto,
y por eso es morada y de largos crepúsculos.
Otra es la cara de lo adquirido, otra de lo adeudado;
y está la de la sal, y las de los principios, y la de la sartén colgada.
Está la cara de imperio y sus incesantes furcios, la de los putos,
la de los puros, ya sean soldados de la causa o de la tierra.
Está la del conservador, con pesadas razones, la de cuidadoso.
La del que te mete la mano en el bolsillo, la del ganapán,
la del vencido, la del vencedor, la del Capital, la de la razón
de Estado, la de la necesidad, la del vendedor de autos,
la del que alguna vez dijo “al carajo”, la del sumiso -que
también razona-, la del impotente, la del Comisario político,
la del que aúlla, la del que llora, por no contar la del cuervo,
la del lobo, y la propia cara de la serpiente que asume su papel.
Una sola, huidiza, verdadera, única y peligrosísima serpiente.
Todas hablan a la vez y conocen la huída reptante del universo.
Todas tienen razón. Ninguna engaña. Los ojos de la Medusa estallan.
Son tu propia mirada sobre lo que llamas realidad. Y es su sesera
tu propio circuito, inundado de palabras divergentes. Y todas,
todas, absolutamente ciertas. Por eso alelado te deja la mirada
de la Medusa, y por eso podés matarla si te tapás los ojos, las orejas,
y lográs que mire su cara en un espejo, así como en ella te mirás.

Jorge Aulicino, Buenos Aires, 1949
De Jorge, Aulicino, Libro del engaño y del desengaño, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2011
Premio Nacional de Poesía 2015