martes, enero 27, 2009

jorge aulicino. arte poética VIII



jorge aulicino

«Una poesía que se instala en el campo de la literatura —digo literatura en lugar de tradición, y sin embargo no es un eufemismo—. Una poesía que abandone sandeces tales como “la poesía es un fenómeno de las palabras” que era buena para batirse con los realistas, pero que no resiste el menor análisis. Una poesía que reivindique ficcional (lo cual es ligeramente otra cosa). Una poesía que se base en percepciones: el conocimiento directo, la conciencia ordinaria de los taoístas, guiadas por algún tipo de arbitrio, que podría ser el ánimo. Pero una poesía que dé cuenta de la imposibilidad de terminar una construcción coherente de estas percepciones. Una poesía que no abomine de la anécdota, replanteándola en los términos anteriores (anécdota de percepciones, diríamos). Una poesía que, en la escuela de Poe, tenga noción de efecto: lo que implica artificiosidad —o artesanía, palabra próxima— pero también tener en cuenta al lector; y lejos de pedir un lector ‘cómplice’, pida un lector ‘indispuesto’, lateral y hasta desdeñoso al que haya que conquistar […]. Una poesía que recupere la función lírica, deje la dramática para la televisión o la política, aunque no excluya el pathos[…]. Una poesía ‘de mínima’, que no es una poesía entregada al sistema sino una poesía de la vida inocente, la inmensa puerilidad: esto es, una poesía que pregunte (por el sentido, claro). Y que registre meramente algunas apuestas nunca del todo exitosas».

de “Lo que ocurre de veras”, Diario de Poesía, Buenos Aires, año 5, n° 20, octubre de 1991.

lunes, enero 26, 2009

arte poética VII



joaquín giannuzzi

poética

La poesía no nace.
Está allí, al alcance
de toda boca
para ser doblada, repetida, citada
total y textualmente.
Usted, al despertarse esta mañana,
vio cosas, aquí y allá,
objetos, por ejemplo.
Sobre su mesa de luz
digamos que vio una lámpara,
una radio portátil, una taza azul.
Vio cada cosa solitaria
y vio su conjunto.
Todo eso ya tenía nombre.
Lo hubiera escrito así.
¿Necesitaba otro lenguaje,
otra mano, otro par de ojos, otra flauta?
No agregue. No distorsione.
No cambie
la música de lugar.
Poesía
es lo que se está viendo.

de Joaquín O. Giannuzzi, Obra poética, Emecé, Buenos Aires, 2000.

domingo, enero 25, 2009

arte poética VI



concepción bertone

Ars poética


A Graciela Cariello y Roberto Retamoso.




Escribo de cigarrillo en cigarrillo.
Toda mi vida pasa
por el retardo en vilo de esa brasa
ínfima. Mortal,
dulce, pequeño vicio
que acaricia los humos
del recuerdo (el mundo indivisible
al que me aferro): mi padre, mis abuelos, mis tíos,
envueltos en el velo del humo, vivos,
más vivos que los vivos
en los gestos familiares del hábito,
como la veta en la madera,
lo que queda grabado en ella.
Las huellas del placer o del tajo.
El amor, el dolor,
el trabajo de las muertes y nacimientos mas
el humo del cigarrillo. Mi yo
descentrado más el humo del cigarrillo. Humo
sumado a toda emoción. No en presente. En pasado.

Los vahos ascienden
hacia el techo de este cuarto
donde fumo y escribo (entremano
las palabras y el humo). Aguzo
el delicado filo, la hoja
de tabaco molido, blanca arma letal
envainada en el humo. Afuera
la violencia es ligera,
menos sutil. Tersa, bien cuidada
la piel
de los asesinos.

de Una antología de la poesía argentina (1970-2008), Selección, prólogo y notas Jorge Fondebrider, Editorial Lom, Santiago de Chile, 2008

sábado, enero 24, 2009

arte poética V



irene gruss

antiars poética II


la alegoría está en el bambú
no en la palabra
.
Paula Grandío


Esa playa en el río.
El río estaba muerto.
La playa vivía gracias a
los juncos que estaban a un lado.
Un poeta chino lo supo
y no lo escribió.

de Irene Gruss, La mitad de la verdad, Obra poética reunida, 1982/2007, Bajo la luna poesía, Buenos Aires, 2008.

viernes, enero 23, 2009

arte poética IV



arturo fruttero

I.

Anhelo un verso que pueda ser leído entre el estrépito.
Un verso con el que se pueda ir de la mano por la calle,
Un verso que resista, sí, la prueba de la calle.
Un verso que no se incomode por el ruido de carros y tranvías,
Y tampoco se sobresalte si a su vera precipita estentóreo un cajón de sifones.
Un verso que sonría en el encuentro de las mujeres que admiramos,
Y que no escandalice por cualquier dicterio acaecido entre dos veredas.
Un verso al que no afecte el rigor de la canícula
Ni amedrente la sombra en la caligine.
Un verso que no trepide porque el cielo se abrume en la tormenta y desate su ira en el estruendo.
Deseo un verso alto y abierto, para que quepan en su arco
todos los sonidos, todos los meteoros y todos los lamentos.

*Selección

de Arturo Fruttero, Obra Poética y otros textos, Editorial Municipal de Rosario, Rosario, 2000.

jueves, enero 22, 2009

arte poética III


francisco madariaga

No podríamos sostenernos con esta piel y este polvo gemebundo, guitarrera de grandes desgracias.
Sólo no hay trampa para la orden de hacer fuego hasta que todo arda.
Los puentes están artillados y sólo los cruzan caballeros blancos vestidos con el aire de un muerto que posee la victoria final.
Totalmente entorpecidos por la belleza de su sangre.


de Francisco Madariaga, Los grandes poetas, Centro Editor América Latina, Cuaderno 44, Buenos Aires, 1988.

miércoles, enero 21, 2009

alberto girri. arte poética II



alberto girri

Un elemento de controversia
que nos lleve a lo paradojal
tras cada línea, cada pausa;
la ambigüedad a expensas de la convención.

Una premisa constante, la duda,
indagando en la realidad,
buscándola fuera del contexto;
la materia a expensas del lenguaje.

Una síntesis intransferible y bella
con ánimos, bestias, escrituras,
profanadas sub specie aeternitatis;
la imaginería a expensas de tormentos.

Una teología creadora de objetos
que se negarán a ser hostiles a Dios.

de La poesía, Girri-Bonaverde, Ediciones del Retiro, Buenos Aires, 1983, ejemplar Nº 10.

martes, enero 20, 2009

arte poética I


jorge luis borges

Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carna es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.

Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,

ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.

A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Itaca
verde y humilde. El arte es esa Itaca
de verde eternidad, no de prodigios.

También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.

de obra poética, emecé, buenos aires, 1989.


* a partir de hoy y hasta el 27 de enero, inclusive, se subirán a este sitio artes poéticas de variados poetas argentinos. cabe aclarar, que la selección carece de cualquier tipo de orden y que, muchos de los indispensables no han escrito su arte poética o que, en última instancia, yo no la encontré aún en mi biblioteca.

sábado, enero 17, 2009

aldo oliva. caza mayor

aldo-oliva3


caza mayor

La verdad nunca tuve entera fe en los pájaros.
Quedé niño de honda en tensión testimoniando
festivales y duras conjeturas,
asedios, pedradas e iluminaciones
en el berretín de la tiniebla.

Las palabras trocadas, fuego del juego,
su constelación bajo las constelaciones,
voces altivas que confundí con el amor.

No tuve fe en los pájaros.

Antes que la estrategia azul me desolara
gemí muy hondo esquinado en la furia de mis nervios,
bajé al río a beber,
maldije la decencia,
sangré tristes criaturas de alcohol irrestañable,
construí un mundo, era de ceniza, contra el poniente lo aventé.

Cada mañana salgo de la tumba y reinicio este canto.

De De fascinatione

pies desnudos
La algazara del bar se avalancha
sobre la vereda; lleva a la salida,
los sagrados pesitos para la timba:

Voy a correr 5000 metros. El otro, un atleta,
firme, alto, flaco, como la prefiguración
de lo invencible; es, además, cauto y generoso:
me dice, «te doy 100 de ventaja». Sí, dije, y me descalcé.

Partimos; la distancia, como ascendida
de una gracia coterránea, me distiende
en una plácida corriente de dicha;
debo, pues, respirarla. Y me dije: nadie sabe
dónde está el último aliento.

Fue así. Pero a los 800 metros percibí,
casi como un leve aullido, un aliento en la nuca,
que me acosaba la tenacidad de las piernas;
pero no aún la expansión solidaria que,
como garras,
abrían la furiosa pasión ofertiva en el pecho.

Llegábamos al final (¿era un final?): no creí caer,
sentí levantarme, cuando crucé la meta,
bajos mis pies desnudos, en un sueño de leve tenuidad,
donde el otro era un hermano.


De Ese General Belgrano y otros poemas


mar de fondo
Eleva ya, mano ulterior, la visión
de un canto, que solo en el rasgar de la
áspera tiniebla, a tientas consumé.
Déjame todo el dolor, pero
también la altura primigenia
de alguna albura en mi noche:
la titilante obsesión de esa dulzura
constelada en la honda
invención de la trémula raigambre
de mi pecho;
yo, que nací mortal
tan sólo para negar mi muerte
y amarte, oh vos, oleaje que ahora
se desata en la cuenca irreductible
a la caducidad en este sueño,
altivo como el fervor que agita,
secreto, el fondo de las aguas.


De Poemas 1998/2000

pared

Las manos frías contra esa pared amarilla.
Pronto van a gemir; algunos morirán.
¿Soportará hasta cuándo
la pared amarilla que da
sobre el pozo? Sólo un hombre
armado se apresta junto al cordón
de la vereda y escupe sobre las
hojas caídas del plátano.
¿Estará dispuesto a matar o
se dislocará en el sueño?
Porque es un sueño. ¿Un sueño o un recuerdo
delirante que elabora una derrota?
Necesariamente algo tiene que
trastocarse: a) manos que pulsan
hacia su mutilación, hórridas
de muerte; b) ávida pulsión onírica
para la consumación de un crimen.
Fases que se integran en lo indiscernible.
Danza caótica en la profusión de lo distinto.

De Satura

Fuente: Aldo Oliva, Poesía completa, Editorial Municipal de Rosario, Rosario, 2003.

viernes, enero 16, 2009

recuerda y suspira

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Has vuelto


Has vuelto, organillo. En la acera

hay risas. Has vuelto llorón y cansado

como antes.

El ciego te espera

la más de las noches sentado

a la puerta. Calla y escucha. Borrosas

memorias de cosas lejanas

evoca en silencio, de cosas

de cuando sus ojos tenían mañanas,

de cuando era joven… la novia… ¡quién sabe!

Alegrías, penas,

vividas en horas distantes. ¡Qué suave

se le pone el rostro cada vez que suenas

algún aire antiguo! ¡Recuerda y suspira!


Has vuelto, organillo. La gente

modesta te mira

pasar, melancólicamente.

Pianito que cruzas la calle cansado

moliendo el eterno

familiar motivo que el año pasado

gemía a la luna de invierno:

con tu voz gangosa dirás en la esquina

la canción ingenua, la de siempre, acaso

esa preferida de nuestra vecina

la costurerita que dio aquel mal paso.

Y luego de un valse te irás como una

tristeza que cruza la calle desierta,

y habrá quien se quede mirando la luna

desde alguna puerta.


¡Adiós, alma nuestra! parece

que dicen las gentes en cuanto te alejas.

Pianito del dulce motivo que mece

memorias queridas y viejas!

Anoche, después que te fuiste,

cuando todo el barrio volvía al sosiego

—qué triste—

lloraban los ojos del ciego.


Evaristo Carriego

de Misas herejes, 1908



Evaristo Carriego, 1883-1912


fuente: La poesía de Buenos Aires, Ensayo y antología, Horacio Salas, Editorial Pleamar, Buenos Aires, 1968

jueves, enero 15, 2009

jude nutter. el halcón



El halcón
Jude Nutter
Justicia y piedad
Son sueños humanos

— Robinson Jeffers


El halcón se mantuvo inmóvil. A la vista.
Adentro, el viento. Me detuve, parada en el filo
de un territorio, sobre una empinada
pendiente de grava y matorrales.
El agua debajo y lejos. Escuchaba
el nivel, fuertes corrientes de viento llegaban, regularmente,
desde el norte. Lo agudeza de sus muchas bocas
a través de las piedras desnudas del cabo.
Cuando colapsó sus alas y se desvaneció
entre los matorrales, ese pájaro luego cabalgó el viento
por sí mismo. En sus garras, una compacta oscuridad,
la cola como una hebra suelta— un pequeño cuerpo
en la cúspide del terror. Luego una súbita, brillante
explosión de sangre.
Que perduró en el aire un mínimo instante
Que fue desgarrado en el viento. Una bruma rosada.
Después nada. Su belleza
me sorprendió. Y aquello que quedó.
En contra de las ráfagas constantes del viento
un delgado pájaro, colgando. Su soledad e indiferencia.
El viento amedrentando en la capucha de mi chaqueta.
Alrededor de las rocas, collares de olas como tejidos de vidrio.
La mente buscando el comfort
de la metáfora. Pero por qué hacerlo
menos de lo que es: un cuerpo,
vaciado, luego un corazón diminuto sujetándose fuerte
alrededor de nada.

versión © silvia camerotto

The Falcon
Jude Nutter


Justice and mercy
Are human dreams…
– Robinson Jeffers

The falcon held motionless. At eye level.
Inside the wind. I stood at the edge
of a continent above a steep slope of gravel and scrub.
The water below and beyond. I heard
the level, bright tracks the wind followed in, steadily,
from the north. The keenings of its many mouths
across the bare rocks of the headland.
After it collapsed its wings and vanished
into the scrub, that bird then rode the wind
right back up to where it had been.
As if a shelf had been worn in the air
by its purpose. In its claws, a compact darkness,
a tail like a loose thread – a little body
at the apex of its terror. Then a sudden, brilliant
explosion of blood.
Which held in the air for the briefest moment.
Which was torn away in the wind. A pink mist.
Then nothing. The beauty
of it caught me by surprise. And what was left.
Against the constant shoveling of the wind
a slim bird, hanging. Its solitude and indifference.
The wind panicking in the hood of my jacket.
Around the rocks, collars of surf like spun glass.
The mind searching for the comfort
of metaphor. But why make it something
less than it was: a body,
emptied out, then a tiny heart clamping hard
around nothing.

miércoles, enero 14, 2009

alfredo veiravé. los símbolos

claudia-cardinale1

Los símbolos



Existe un jardín de la memoria: mirad sus plantas
mojadas en la lluvia incesante, acercad el rostro ahora
a una hoja áspera y húmeda y desde el suelo
contemplad como se levantan desde sus raíces
los momentos que la vegetación cubre
con su olvido.
Existe otro jardín sin embargo
más cerca, al lado de uno: impenetrable en sus huesos
y sus órganos secretos, allí la vida parece ver sus relaciones
aunque se nutre solo, anda y goza en los momentos separados.
(Sólo el enfermo ve su cuerpo en la transparencia necesaria,
sólo en la fiebre, el enfermo adivina el rostro de esa esfinge
que se desmorona).
Lo cierto es que allí, la destrucción se cumple.

(de Destrucciones y un jardín de la memoria, 1965)

Poema

Claudia Cardinale ave de grandes plumajes y sus pechos
como torres me despierta temprano
se pasea por el hueco que dejamos los dos entre medio
y pone en la victrola discos de Gardel o Joan Baez
me lee —es un decir— los últimos poemas ya borracho
alucinatorio Dylan Thomas A propósito escribe mal su
apellido y de
pronto un golpe de amigos lejanos me sube por las piernas
pido un mate y la veo pasearse desnuda entre
los huecos del tango
“las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo, ¿viste?”
y me digo con alegría hoy no iría para nada al empleo
si no estuviera realmente
piantao piantao como ella me dice pero Claudia Cardinale me consuela me
arregla el pelo con ternura italiana
me cuenta con sus dedos larguísimos y sus uñas violetas
las seis o siete arrugas horizontales de
la frente (casa de los gusanos en la morera
templo del dios del trópico
escritura de puertas cerradas
el lugar donde los pensamientos eróticos se sientan
en cuclillas mariposa que imagina rápidamente el golfo estrecho
de Magallanes en tu cintura la magia de esos pantalones ajustados)
después se mete en el pecho
(departamento horizontal en pleno campo con vistas
a las
vacaciones anuales a los días sin nada y sin nadie
la máquina del mundo que pusiste a andar
adentro de mí, gramaticalmente correcto)
y me dice con tranquilidad no exenta de ironía
(la inocencia como estado ahistórico)
que no tengo la obligación de escribir poesía de compromiso
o canciones de protesta que
nuestro amor es puro
y que nada nos salvará
cuando ella se haya ido cuando yo detenga los dedos sobre
los broches de su corpiño Inútilmente me dejo arrastrar
por las dudas y después me siento a escribirle este poema
que le dirá “buen día Claudia” “tomemos juntos el
desayuno” No sé por qué la historia contemporánea de América
Latina no consigna estos detalles feroces pero lo que sé
muy bien es que Claudia y yo nos amamos como dos buzos
bajo el mar como dos caracoles bajo la playa
como dos turistas en Venecia como dos espinas de la corona
de Cristo en un relicario como dos
sombras revolucionarias de espaldas en la tierra.

(de El imperio milenario, 1973)

Western
Justo en el momento en que iba a encender
el primer cigarrillo de la mañana el horrible círculo de tiza
caucasiano que le hacía oprimir los bronquios como si fueran
la pata de un dinosaurio sobre el pecho
y seguramente el cigarrillo que sería la causa más evidente
de un cáncer de pulmón
se oyeron los pasos apresurados de
ella que llegaba taconeando por la escalera
haciendo huir a balazos a los murciélagos
de su soledad.

(de El imperio milenario, 1973)

Alfredo Veiravé, Gualeguay, Entre Ríos, 1928-1991
Fuente: La poesía del cincuenta. Selección, prólogo y notas por Daniel Freidemberg, Centro Editor de América Latina, Biblioteca básica argentina, Buenos Aires, 1994.

martes, enero 13, 2009

uncountables


when you were born
were you born to life?
the mighty painting on the ceiling
in your parents' room
did not protect you against misundertanding.

fidelity does not mean submission
and your innocent bleeding
just shows the rights you were not given.

do remain foccused
do remain faithful to your readings.
forgiveness always misleads.
bereavement is an uncountable noun.

lunes, enero 12, 2009

a río revuelto ¿ganancia de pescadores?

*hands on lips, man ray


Accedemos a la virtualidad y por la virtualidad accedemos a otros mundos y conocemos, o creemos conocer lo que otros escriben, mientras nosotros también escribimos y leemos la contemporaneidad.

Prohibida la vaga ventura que no es la forma, sino el estar concernido, nos proponemos no repetirnos. Intentamos, sin encontrar la palabra justa, con carencia de lirismo, con temor de caer en cierta condición secundaria y desvirtuar las estructuras viciando los contenidos; el rapport de la operación poética. Paisaje y modificación en el momento en que se escribe y reescribe lo que se viene a decir. La provocación del derrumbe.

Porque no se edifica sobre lo construido, se destruye para volver a empezar. Y como en la política, hacemos a un lado las posibilidades. Negamos. Ejercemos la violencia sin ni mantras, ni rimas. La voluntad del ritmo se arma desde adentro, con precisión milimétrica, atentos a no forzar ni disolver la instancia.

El énfasis no alcanza. Es oportunamente interesado y cancela cualquier apropiación posible de los hechos, tergiversándolos.
La historia personal no alcanza. Mujeres y varones del mundo, en el texto. ¿Quién es soy? Puntualizar los rastros y restos, requisitos formales de la poesía. El límite del deber de la representación tocando la existencia por la tangente. ¿Exacerbación del naturalismo? ¿Necesidad? La realidad es sintomáticamente ubicua y repetir cansa. El lenguaje se activa si alcanzamos una imagen que no se escurra. Es necesario que nos desarticule. Digo: no que nos conmueva, que nos desarticule.

Escribimos y leemos la contemporaneidad. No la similitud. Escribimos otra cosa.

miércoles, enero 07, 2009

limpieza forzada

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After six

Hoy no quiero bocados
pringosos ni animal muerto,
no voy a fijarme metas
y espero que nadie estorbe
tan enorme silencio de la luna en el patio.

Renuncio a hacer el recuento
de mi vida, que es como todas,
y renuncio al asesinato,
de manera especial a ése
que aún me tienta, me tienta.

Un baño, sí, cigarrillos,
té claro y algunas frutas:
esta noche me tocan
música y versos hasta que me canse.

Nomenclaturas, latitudes, costumbres

En la India llaman street sleepers,
un eufemismo frágil
como el blanco de sus vestidos,
a rebaños hambrientos, que al fin se acuestan
—hacemos así a las noches—
y, según el diario, amanecen
como nevadas tercas sobre las calles.

En América, no nombramos
de manera especial este vasto incendio,
que la pradera enrojece,
el periódico sacrificio
—borroso, es cierto, en la foto—
de echar campos de espigas a un mar de fuego
para hacer propicio el Mercado.

Experiencias con la percepción

En su vacío reside el uso del jarrón. Lao-Tse



Me abandono, esperando
—sin esperar cosa alguna,
según la regla,
mirando lo que aparece,
sin echarlo, sin retenerlo—
que el pensar y el querer se cansen.

Cuando puedo soy un abismo.

Lo notable del vórtice que resulta
y lo frívolo al mismo tiempo:
si el teléfono suena
seguramente eres tú.
Pero a veces también acuden comarcas, días
lejanamente habitados,
alimañas de un sueño,
desconocidas caras que, sin embargo,
se diría que saben, saben de mí.

Oh, sí, veríamos a los manes,
Si el miedo no amurallara,
O a quienes todavía ni piensa el sol.
Bastaría construir y habitar —según dicen—
Una casa mayor por dentro.

Y corrijo y vuelvo a soltarme
Cada vez: extravían
El pensamiento intruso, la limpieza forzada.

Jorge Andrés Paita
de Cuatro puertos,1976.
Fuente: Antología de la poesía argentina, Tomo III, Selección e introducción por Raúl Gustavo Aguirre, Ediciones Librería Fausto, Buenos Aires, 1979.

lunes, enero 05, 2009

oh tristes muertos

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elegía a la ciudad de esteco



Nadie te llora, Esteco, ni tus ruinas mueven los pájaros;


nadie se acuerda de tus palacios ni de tus dulces mujeres. Tampoco vosotros,


¡oh tristes muertos!, os acordáis de nadie y vuestros huesos silban


en el atardecer, sobre los días, para la noche y los largos siglos.



Job XXVII, 15 Qui reliqui fuerint ex eo sepelientur in interar.



Nadie vuelve la memoria a tu pueblo; a tus desatados sepulcros,


que no quiere cubrir el polvo; a tu corazón.


Ninguno, por tus hijos, consume su cuerpo solitario


con mezclados lutos. Ninguno, Esteco, se asienta,


a la sombra de tus abiertos árboles, ni limpia sus cansados ojos para mirarte.


Nadie busca tus escondidas desdichas, ni el pie que huye llega hasta ti;


nadie te ve debajo del cielo; solo nuestras orejas oyen vuestra arrogante fama:




«¡No sigas ese camino,


no seas orgullos y terco,


no te vayas a perder


como la ciudad de Esteco!».




El tigre-uturrunco no cruza sus malezas ―ni los perros―; únicamente el crispín,


y las serpientes te señorean sobre la sabandija,


¿Qué fue de ti, vana en la derrota? Qué hará tu luna por el verano, hambrienta y sorda,


entre los chañares, las breas y los algarrobos,


sólo tus muertos andan por las praderas, ceñidos de sucias tinieblas con sus incansables


yanaconas, que corren detrás de los rebaños,


del viento, con flechas mojadas en peligrosas hierbas,


y tirar otras almas al aborrecible infierno.



Nadie quiere ver tus infortunios, ¡nadie!, ni mover tus joyas, ni abrir tus abandonadas cenizas;


Sólo el aire, la lluvia y el sol, vuelven para aventar tus amargas ruinas sobre las ciudades.



¡Qué olvido tan grande de Dios habréis tenido!


Decid, ahora, hombres terribles de más lejos,


si vuestras caballerías herradas en plata y oro, os despiertan;


decid si oís cantar los gallos, el zorzal silbador, los ríos,


y si vuestros ojos ven volar los pájaros por el amanecer.


No. ¡Qué pena pesada bajó de aquel día hasta vuestras perdidas cabezas!



El viento colorado no sabía por dónde arrancar esa mañana;


las chataras, dando gritos, se caían de su vuelo con los ojos hacia adentro,


y el Pasaje sacó sus aguas del apretado seno, y las volcó sobre la tierra, y los peces,


brillantes, saltaban como los niños al atardecer; y buscaron los árboles para guarecerse;


el río de Las Piedras lo seguía, con sus sábalos, con sus bogas, sus bagres y dorados, a igual que las hojas


que arrastra el otoño.



¡Ay, infeliz ciudad: tus ángeles no te vieron,


y nadie guardó vuestra triste suerte!


¡Quién cantará tus desdichas! ¡Quién se acuerda hoy de nada!



«Cuando salí de mi casa


todos lloraban por mí;


las piedras lloraban sangre


y el sol no pudo salir».



¡Esteco! ¡Esteco!



Fuente: Ricardo E. Molinari, Argentinos en letras, Ediciones Culturales Argentinas, Buenos Aires, 1961

sábado, enero 03, 2009

yo soy un niño

yves-tanguy-12 *



Los poetas oficiales


¿Amoldáis vuestra esfera a lo más íntimo del porvenir?


Perros enanos entecos, tenéis a vuestro servicio los escribientes nacionales, pajarracos de la patria.


Canasteros de los frutos del odio, no estoy arrepentido de tener a mi servicio las joyas y los frutos del deseo.


Principitos destronados de toda sangre de descomposición en la naturaleza.

Eugenios, Equis, Clauditos, perritos de ceniza.


de Las jaulas del sol, 1960



Carta de enero


1.


Tengo ganas de leer algo hoy.

Me sangra la poesía por la boca.

Yo era estudiante y me adoraba la Naturaleza,

pero estaba olvidado,


me hería la plenitud del Universo,

y ahora te sacudo a ti, montes de cabellos rojos,

tierras paradas en aguardiente correntino,

grandes balsas de agua alojadas en la boca.


El pavor es celeste, el líquido terreno es fuego,

los pavos reales han sido capados por el sol,

y yo ando por la siesta:

provocador de las grandes fuentes sombrías,

alojado en la voluntad animal.



2.


¿Dónde pedir auxilio sino en la Tierra?

El mar es un cantor inseparable.


Pero tú tienes también llamaradas acuáticas, Tierra.

¡Acuarelas para quién sabe qué candor!


Yo soy un niño y nadie me podrá recibir,

pero tengo coraje

y ese nativo puro que arroja los paisajes por la nariz.

Tengo un collar para todo lo que arde.


de El delito natal, 1963


Tembladerales de oro


El dolor ha abierto sus puertas al agua de oro del oro que arde

contra el oro de los ocultos tembladerales que largan el

aire de oro hacia los rojos destinos pulmonares con el

acuerdo de los fantasmas de oro coronados por los juncos

de oro bebiendo los caballos de oro los arrieros de oro

envueltos en los ponchos de oro —a veces negro a veces

rojo— y el caballero que repasa las lagunas de los oros

naturalmente populares el que se embarca en las balsas de

oro con todos los excesos de pasajeros de oro que manejan

los caballos de oro con los rebenques de oro bebiendo en

la limetilla de oro del barro de oro de los sueños de los

frescos del oro entre la majestad de las palmeras de oro

y de los ajusticiados y degollados en las isletas de oro

bajo los yacarés de oro del oro del amor.


de Tembladerales de oro, 1973


Franciso Madariaga, 1927-2000


*yves tanguy


Fuente: Antología de la poesía argentina, Selección e introducción de Raúl Gustavo Aguirre, Tomo II, Ediciones Librerías Fausto, Buenos Aires, 1979

jueves, enero 01, 2009

feliz 2009



Razón habrá tenido mi abuelo

Razón habrá tenido mi abuelo
Razón habrá tenido mi bisabuelo
Raíces de árboles son nuestros pies
Alas de ave de paso tiene nuestro corazón
¿Quién vence al fin? ¿Quién vencerá?
Pondremos nuestros ojos en la Tierra
Ella es la acogedora, ella es la guía
He tenido buenos abuelos
He tenido buenos consejos
He nacido de una buena madre

Fill mapuqui ñi pulli qui aumquei

Fill mapuqui ñi pulli qui aumquei
Ka inchí-ñ ka tefa pullinguei
Elfilalay ñi lalay
inchiñ talli pulli
Ka lepuy pepirguei tati
Pue utraqueleimi pui rume

Quiñe pulli qui sumguei inchiñ
feumeu quiñe mapu qui sumgei


fuente: Mapuches, Una sola alma somos, Editorial Tantalia, Colección rarezas, Buenos Aires, 2006