sábado, agosto 08, 2020

john ashbery. avisos personales



Avisos personales[1]

 

Las reflexiones inquietantes otra vez: ¿qué son las sobras?

Ellos, quizás, tengan nombres para todo eso, quienes exhiben

Signos gastados de privilegio cuya autoridad

Habla de la acumulación de edad y colores gastados

Al centro de hoy.  Corazón que boya, ¿por qué

Deambular sin sentido?  Los altos guardianes

De ayer se empinan como sombras de acantilados,

Cualquiera sea el sendero que tomes abunda en sus sentidos.

Ahora todo conduce hacia abajo, a la vista del puerto.

 

Por eso tus rodillas necesitan fortalecerse, corriendo.

Tenemos espacios para entrenar y algo especial en equipos:

Rodilleras, varas de equilibrista y el resto.  Funciona en el

Sentido de envejecer:  aparece siempre algo más adelante,

Y no tan alejado como para perder noción de multitud

De discípulos.  Eso era tiranía,

Furia, hybris[2].  Mientras tanto, esta carpa es el silencio

Mismo.  Sus paredes son opacas, para que no se vea

El camino; una placentera melodía oída a medias sube al techo -

No paz, sino descanso es lo que ordenó el doctor.  Mañana…

Y se elevan canciones de las llamas de los campamentos vecinos,

Pálidas cosas color pastel, exquisitas en su fragilidad

Con una o dos notas para indicar que no se perdió,

Al menos en ellas.  Las canciones decoran nuestra noción del mundo

Y marcan sus límites, como un friso de burbujas de jabón.

 

¿Qué nos llevó a preocuparnos?

Al principio sólo había juncos, un espejo de agua

Surcado por el viento.  De a poco

Los árboles ampliaron la novedad de estar siempre solos,

El resto comenzó a esbozarse y, después, silencio...,

O vacío, por una cantidad de años.  ¿Puede uno volver

A la idea de naturaleza resumida en estas imágenes bucólicas?

Pero el presente cumplió con su tarea de construir

Una muralla contra el pasado, no una muralla,

Un cerco de alambre de púas.  Por eso, ahora sabemos

De qué ocuparnos (tallar hueso, hilar cuentos fantásticos)

Por el modo en que la canción profundiza el color de la sombra

E impregna tu hobby mientras te encorvas sobre él

Con ojos bizcos.  Podría hacer una lista

De cada una de mis posesiones y la dirección hacia donde

Apunta, cuánto cuesta cada una, cuánto se pagó por madera, hilo, tinta coloreada, etc.

 

La canción no menciona direcciones.

A lo sumo retuerce las líneas de longitud como

Ramas en lo alto para formar un refugio rudimentario.  (El barco

No llegó, sólo era un sueño.  Está en algún lugar cerca

Del cabo de Hornos, a pesar de todos los esfuerzos de Boreas[3]  por inflar

Esas velas caídas).  La idea de gran distancia

Está permitida, aún implícita en el lento goteo

De un laúd.  ¿Cómo salir?

Este gigante jamás nos dejará irnos si no lo cegamos.

 

Y así es como un día llegué a casa.

No se sorprendan de que los viejos muros

Cuelguen cual trapos, que el arco iris se cristalice

En una permanente caída de la tarde, que suscita sombras

Excesivamente largas e indiscreciones desde el fondo

Del alma.  Cosas tan simples,

Y las convertimos en algo tan complejo que nos vence,

Casi.  ¿Por qué no puede todo ser simple otra vez?

Como las primeras palabras de la primer canción, tal cual se le ocurrieron

A quien, cautivado, las escribió y luego las cantó:

“Sólo el peligro desvía

La flecha del centro del disco de caqui[4],

Su destino final.  ¿Y deberías afrontar

El peligro?  ¿Cuando toma la forma de tribunas despojadas,

Apenas ocupadas por una audiencia, que ya

Fue testigo de los eventos que anotas

Con agudeza, en tu bitácora?  Reconocido de manera adecuada,

Se disipará como los pañuelos azul y rosa pálido

Que desaparecieron hace siglos en la cúpula azul

Que nos rodea, pero que, sostienen algunos, siguen aquí”.

 

John Ashbery, Rochester, 1927- Hudson, 2017

De Houseboat Days,1977

Versión de Iván Ivanissevich

 

 

Business Personals

 

The disquieting muses again:  what are “leftovers”?

Perhaps they have names for it all, who come bearing

Worn signs of privilege whose authority

Speaks out of the accumulation of age and faded colors

To the center of today.  Floating heart, why

Wander on senselessly?  The tall guardians

Of yesterday are steep as cliff shadows;

Whatever path you take abounds in their sense.

All presently lead downward, to the harbor view.

 

Therefore do your knees need to be made strong by running.

We have places for the training and a special on equipment:

Knee-pads, balancing poles and the rest.  It works

In the sense of aging:  you come out always a little ahead

And not so far as to lose a sense of the crowd

Of disciples.  That were tyranny,

Outrage, hubris.  Meanwhile this tent is silence

Itself.  Its walls are opaque, so as not to see

The road; a pleasant, half-heard melody climbs to its ceiling-

Not peace, but rest the doctor ordered.  Tomorrow…

And songs climb out of the flames of the near campfires,

Pale, pastel things exquisite in their frailness

With a note or two to indicate it isn´t lost,

On them at least.  The songs decorate our notion of the world

And mark its limits, like a frieze of soap-bubbles.

 

What caused us to start caring?

In the beginning was only sedge, a field of water

Wrinkled by the wind.  Slowly

The trees increased the novelty of always being alone,

The rest began to be sketched in, and then… silence,

Or blankness, for a number of years.  Could one return

To the idea of nature summed up in these pastoral images?

Yet the present has done its work of building

A rampart against the past, not a rampart,

A barbed-wired fence.  So now we know

What occupations to stick to (scrimshaw, spinning tall tales)

 By the way the songs deepen the color of the shadow

Impregnating your hobby as you bend over it,

Squinting.  I could make a list

Of each one of my possessions and the direction it

Pointed in, how much each thing cost, how much for wood, string, colored ink, etc.

 

The song makes no mention of directions.

At most it twists the longitude lines overhead

Like twigs to form a crude shelter.  (The ship

Hasn´t arrived, it was only a dream.  It´s somewhere near

Cape Horn, despite all the efforts of Boreas to puff out

Those drooping sails.)  The idea of great distance

Is permitted, even implicit in the slow dripping

Of a lute.  How to get out?

This giant will never let us out unless we blind him.

And that´s how, one day, I got home.

Don´t be shocked that the old walls

Hang in rags now, that the rainbow has hardened

Into a permanent late afternoon that elicits too-long

Shadows and indiscretions from the bottom

Of the soul.  Such simple things,

And we make of them something so complex it defeats us,

Almost.  Why can’t everything be simple again,

Like the first words of the first song as they occurred

To one who, rapt, wrote them down and later sang them:

“Only danger deflects

The arrow from the center of the persimmon disc,

Its final resting place.  And should you be addressing yourself

To danger?  When it takes the form of bleachers

Sparsely occupied by an audience which has

Already witnessed the events of which you write

Tellingly, in your log?  Properly acknowledged

It will dissipate like the pale pink and blue handkerchiefs

That vanished centuries ago into the blue dome

That surrounds us, but which are, some maintain, still here.”

 

 



[1] Según señalara Ashbery en una serie de lecturas de sus poemas, el título hace referencia a los “Avisos Personales” de la sección de “Clasificados” de los diarios locales de EEUU.  Agregó que podía ser entendido como una serie de anuncios que describen algo sobre el que los pone, es decir, el autor del poema.  Las lecturas se realizaron en la estación de radio WBAI-FM en Nueva York en los días 14 de mayo y 7 de junio de 1975 y se pueden escuchar en la siguiente página:

https://media.sas.upenn.edu/pennsound/authors/Ashbery/5-14-75/Ashbery-John_02_Business-Personals_WBAI-FM_New-York_5-14-75.mp3 )

[2] Hybris en el original, denota en griego clásico un exceso que amenaza al hombre, especialmente al que es virtuoso, cuando deja de actuar guiado por el ‘justo medio’ (vs. “Ética a Nicómaco” de Aristóteles).

[3] Dios griego del viento norte cuya representación iconográfica incluía siempre alas y ocasionalmente un caracol marino en la mano para soplar (vs. https://imgur.com/5uQHF4e ).

[4] Fruto tropical de Extremo Oriente, de color naranja, que al ser partido en dos revela un diseño central similar al de un blanco.

lunes, julio 06, 2020

emily dickinson. como no pude detenerme ante la muerte


479

Como no pude detenerme ante la Muerte– 
Ella, amable, esperó por mí– 
El carruaje nos esperaba solo a Nosotros– 
Y a la Inmortalidad.

Avanzamos despacio – Ella no tenía apuro
Y yo debía guardar
Mi labor y mi ocio también,
Por su amabilidad– 

Pasamos por la Escuela, donde los Niños peleaban
En el Recreo – en el Círculo– 
Pasamos los Campos de Grano Maduro– 
Pasamos la Puesta del Sol– 

O más bien – Ella nos pasó a nosotros– 
Las Gotas de Rocío traían temblores y frío – 
Por todo vestido Gasa, era mi Traje
Mi Estola – solo Tul– 

Nos detuvimos frente a una Casa que parecía
Una Protuberancia del suelo– 
El Techo apenas se veía– 
La Cornisa – a ras del Suelo– 

Desde entonces – son Siglos– y aun así
Se sienten más breves que el Día
En que comprendí que las Cabezas de los Caballos
Se dirigían hacia la Eternidad– 


Emily Dickinson, Amherst, Massachusetts, 1830- 1886
     En The Poems of Emily Dickinson, R. W. Franklin, Harvard University Press, 1999
     Versión © Silvia Camerotto

Because I could not stop for Death (479)

Because I could not stop for Death –
He kindly stopped for me –
The Carriage held but just Ourselves –
And Immortality.

We slowly drove – He knew no haste
And I had put away
My labor and my leisure too,
For His Civility – 

We passed the School, where Children strove
At Recess – in the Ring –
We passed the Fields of Gazing Grain –
We passed the Setting Sun – 

Or rather – He passed us –
The Dews drew quivering and chill –
For only Gossamer, my Gown –
My Tippet – only Tulle – 

We paused before a House that seemed
A Swelling of the Ground –
The Roof was scarcely visible –
The Cornice – in the Ground – 

Since then – 'tis Centuries – and yet
Feels shorter than the Day
I first surmised the Horses' Heads
Were toward Eternity – 

lunes, junio 08, 2020

irene gruss. después del apocalipsis


                      

Después del apocalipsis
                         Poema de ficción

El Apocalipsis ya pasó.
Ahora puedo sentarme en la cama
y ubicar mis pies en cada pantufla.
Puedo ir ahora a la cocina,
y suspirar, en el trayecto.
Ya pasó. Acabó
el Diluvio, sin lluvia.
Empieza a hacer frío, y
ahora el frío resulta acogedor.
Ya pasó todo, ya terminó todo.
Se puede respirar
-antes también podía respirar-,
y reír, reír,
con cierta
risa.


Irene Gruss, Buenos Aires,
1950-2018
De El mundo incompleto, 1987
en La mitad de la verdad, Bajo la luna editorial, Buenos Aires, 2008

jueves, junio 04, 2020

gustavo adolfo bécquer. cerraron sus ojos



LXXIII

Cerraron sus ojos
que aún tenía abiertos,
taparon su cara
con un blanco lienzo,
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.
La luz, que en un vaso
ardía en el suelo,
al muro arrojaba
la sombra del lecho,
y entre aquella sombra
veíase a intérvalos
dibujarse rígida
la forma del cuerpo.
Despertaba el día,
y a su albor primero
con sus mil ruidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterio,
de luz y tinieblas,
yo pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!!


De la casa en hombros
lleváronla al templo,
y en una capilla
dejaron el féretro.
Allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.
Al dar de las Ánimas
el toque postrero,
acabó una vieja
sus últimos rezos,
cruzó la ancha nave,
las puertas gimieron,
y el santo recinto
quedóse desierto.
De un reloj se oía
compasado el péndulo
y de algunos cirios
el chisporroteo.
Tan medroso y triste,
tan oscuro y yerto
todo se encontraba,
que pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!!


De la alta campana
la lengua de hierro
le dio volteando
su adiós lastimero.
El luto en las ropas,
amigos y deudos
cruzaron en fila
formando el cortejo.
Del último asilo,
oscuro y estrecho,
abrió la piqueta
el nicho a un extremo:
allí la acostaron,
tapiáronle luego
y con un saludo
despidióse el duelo.
La piqueta al hombro
el sepulturero,
cantando entre dientes,
se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
el sol se había puesto.
Perdido en las sombras
yo pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!!

En las largas noches
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vidrios
el fuerte aguacero,
de la pobre niña
a veces me acuerdo.
Allí cae la lluvia
con un son eterno;
allí la combate
el soplo del cierzo.
Del húmedo muro
tendida en el hueco,
¡acaso de frío
se hielan sus huesos!...
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es sin espíritu
podredumbre y cieno?
No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
algo que repugna,
aunque es fuerza hacerlo,
¡a dejar tan tristes,
tan solos los muertos!

Gustavo Adolfo Bécquer, Sevilla, 1836- Madrid, 1870
imagen de © Paulo Navarro

lunes, junio 01, 2020

eavan boland. ámbar


Ámbar
Jamás importó que alguna vez hubiera un inmenso duelo:

Árboles en las faldas de las colinas, en sus pequeños bosques, llorando
algo de plástico dorado cayendo

al suelo a través de estaciones y siglos –
hasta ahora.

En esta agradable tarde de septiembre en la que estás ausente
sostengo, como si mi mano la pudiera guardar,
un ornamento de ámbar

que alguna vez me diste.

La razón dice:
los muertos no pueden ver a los vivos.
Los vivos nunca volverán a ver a los muertos.

El aire diáfano que necesitamos para encontrarnos se
fue para siempre, sin embargo

esta resina una vez
recolectó semillas, hojas y hasta pequeñas plumas mientras caía
y caía

que ahora en la atmósfera soleada parecen
tan vivas como
alguna vez lo fueron

como si el pasado pudiera ser presente y
memoria misma
una miel báltica –

una raspadura en los bordes de lo visible, un lucirse apenas de
cuanto podemos cuidar

en una transparencia fallida.

Eavan Boland, Dublín, 1944-2020
de Domestic Violence, 2005
versión de Iván Ivanissevich

Amber
It never mattered that there was once a vast grieving:
trees on their hillsides, in their groves, weeping –
a plastic gold dropping
through seasons and centuries to the ground –
until now.
On this fine September afternoon from which you are absent
I am holding, as if my hand could store it,
an ornament of amber
you once gave me.
Reason says this:
the dead cannot see the living.
The living will never see the dead again.
The clear air we need to find each other in is
gone forever, yet
this resin once
collected seeds, leaves and even small feathers as it fell
and fell
which now in a sunny atmosphere seem as alive as
they ever were
as though the past could be present and memory itself
a Baltic honey –
a chafing at the edges of the seen, a showing-off of just how much
can be kept safe
inside a flawed translucence.


domingo, abril 05, 2020

jonio gonzález. la mano en la oscuridad



La mano en la oscuridad

todo en una de las dos muñecas
lo que todavía ignoras
lo que crees saber
el camino que las agujas
aún no han recorrido
todo en una de las dos muñecas
lo vivido y lo por vivir
tan cerca del latido de la sangre
como una metáfora
en el fárrago de cuya interpretación
te pierdes(gesto a gesto
acto a acto
palabra tras palabra mientras la sangre corre)
en la ingenua certeza
de que el recuerdo
lo hallarás al principio del viaje
que te han obligado a emprender


Jonio González, Buenos Aires, 1954
Inédito, 2020
Imagen: Dora Maar, Shell Hand, 1934

viernes, marzo 13, 2020

jonio gonzález. perro negro y otro poema



***
Perro negro

el hacha de los actos
semeja el pensamiento
una palabra es una palabra
yo disipaba tu realidad
te esperaba cada tarde
eufórica
doméstica

una palabra es una palabra
y la cuerda que te até al cuello
fue la cuerda que me até al cuello
un señuelo

una palabra es una palabra
no deja deuda sin cobrar


***
Pentimento

junto a los poemas de Eliot
la foto de Annie
-imposible no recordar
el Retrato de una dama
especialmente ahora
que "el último polaco" suena en la radio
y  he quitado las flores marchitas
del jarrón-

hay una evanescencia
diríase que voluntaria
en el aire
todo lo que ha desaparecido
se concentra en una idea
que desaparece
-también ella-
antes de que logre tomar forma

en la reluciente superficie
del espejo
me  aliso el vestido
su rostro asoma por detrás de mi hombro

viene en busca de mí
como de la muerte

Jonio González, Buenos Aires, 1954
de Últimos poemas de Eunice Cohen, Plaza Janés, Barcelona, 1999