viernes, diciembre 30, 2011

ya no somos los mismos


Poema 20

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: " La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Pablo Neruda, Parral, 1904- Santiago, 1973
de Veinte poemas de amor y una canción desesperada,
en Pablo Neruda, Obras completas, Editorial Losada, Buenos Aires, 1972
imagen de José Luis Almeida ©, en Uno de los nuestros

miércoles, diciembre 28, 2011

diane di prima. un ejercicio de amor



Un ejercicio de amor
a Jackson Allen

Mi amigo usa mi bufanda en su cintura
Le regalo piedras lunares
él me regala conchas & algas marinas
Viene de una ciudad lejana & voy a su encuentro
Plantaremos juntos berenjenas & apio
Él hila tela para mí

                              Muchos donaron los regalos
                              que uso para complacerlo
                              seda & verdes colinas
                              & garzas del color del amanecer

Mi amigo camina suavemente como si tejiera en el viento
Él ilumina mis sueños
Ha edificado altares al lado de mi cama
Me despierto con el olor de su pelo & no puedo recordar
su nombre, ni el mío.


Diana di Prima, New York, 1934
en Diane di Prima, ‘An Exercise in Love’ de Pieces of a Song. Copyright © 1990- Diane di Prima. Reimpreso con autorización de City Lights Books
versión © Silvia Camerotto
imagen de Jack Vettriano©, Portrait in Blue and Black, en Uno de los nuestros


An Exercise in Love
for Jackson Allen

My friend wears my scarf at his waist
I give him moonstones
He gives me shell & seaweeds
He comes from a distant city & I meet him
We will plant eggplants & celery together
He weaves me cloth

                                 Many have brought the gifts
                                 I use for his pleasure
                                silk, & green hills
                                & heron the color of dawn

My friend walks soft as a weaving on the wind
He backlights my dreams
He has built altars beside my bed
I awake in the smell of his hair & cannot remember
his name, or my own.

martes, diciembre 27, 2011

les mêmes phrases


Figura 6

Regresar en el otoño con colores el nombre de los árboles los zarzales
la tranquilidad perfumada de una estación como alrededor de la casa
siempre la misma con su techo rojo en el tiempo
como todo ese pasado tan lejos el estorbo
del corazón y del paisaje con palabras
como eso hace el espacio un poco más grande
¿cómo el corazón dentro de un zapato demasiado grande?

Al lado del lugar donde yo trabajo un poco todos los días
la jornada puede ser quizás un caballo de pie barreras blancas los árboles
poco a poco la estación deshace colores al fin
es más bien como un dibujo
el aire es más frío eso continúa igual en suma
el caballo volverá el tiempo cerrado los árboles que mueren.

Lo que es molesto es de recordar el mal lo que ya se ha dicho
en los otros poemas por ejemplo del año pasado
en la misma época al lado en suma de los árboles
que están todavía en el otoño un poco diferente es cierto
ha hecho frío los colores se han parecido más temprano
a caminos que yo conozco en Francia a pesar de todo en más lujoso
eso hace que todos estos poemas repetidos es un poco
como grandes armarios que uno acumulara en un desván
de tiempo en tiempo helos aquí sacados y dispuestos afuera
en un prado de Nueva Inglaterra feria de antigüedades
eso se hace todos los otoños eso continúa.

Algunas veces llueve es tarde parece que un poema
a pesar de todo no sería una gran cosa las mismas frases
un poco vagas sobre el otoño con un punto rojo
un poco vivo digamos como la representación ingenua de un corazón
solamente eso ¡y bien! uno tiene la impresión de ser mejor
aun si el conjunto roza a menudo e silencio la lluvia
que se oye afuera en la noche un barreno que enmohece.

James Sacre, Cougou, Vendée, 1939
en Antología de la poesía francesa actual, 1960-1976, Edición bilingüe, Editora Nacional, Madrid, 1979, Traducida por Ximena Godoy y Louis Dalla Fior
imagen Otoño de Giuseppe Arcimboldo

Figure 6

Revenir dans l'automne avec des couleurs le nom des arbres les buissons
la tranquillité parfumée d'une saison comme autour de la maison
toujours la même avec son toit rouge dans le temps
comment tout ce passé tellement loin l'encombrement
du coeur et du paysage avec des mots
comment est-ce que ça fait l'espace un peu plus grand
comme un soulier trop grand le coeur dedans?

A côte de l' endroit où je travaille un peu tous les jours
la journée ça peut-être un cheval debout des barrières blanches les arbres
peu à peu la saison défait des couleurs à la fin
c'est comme davantage un dessin
l'air est plus froid ça continue pareil en fait
le cheval reviendra le temps fermé les arbres qui meurent.

Ce qui est gênant c'est de mal se rappeler ce qu'on a déjà dit
dans les autres poèmes par exemple l'année dernière
à la même époque à côte somme toute des arbres
que voilà encore dans l'automne un peu différent c'est vrai
il a fait froid les couleurs ont ressemblé plus vite
à des chemins que je connais en France quand même en plus luxueux
ça fait que tous ces poèmes répétés c'est un peu
comme des grandes armoires qu'on accumulerait dans un grenier
de temps en temps les voilà sorties et disposées dehors
dans un pré en Nouvelle Angleterre foire aux antiquités
ça fait tous les automnes ça continue

Quelquefois il pleut il est tard il semble qu'un poème
quand même ça serait pas grand chose les mêmes phrases
un peu vagues sur l'automne avec un point rouge
un peu vif disons comme la représentation naïve d'un coeur
même si l'ensemble cotoie soudain le silence la pluie
qu'on entend dehors dans la nuit une bassine qui rouille

domingo, diciembre 25, 2011

jorge aulicino. fragmento de un evangelio


4-Fragmento de un evangelio

Y dijo:
Bienaventurados los que viven
en escenarios convencionales.
Los que miden sus vidas
con patrones convencionales:
dinero, éxito, frustraciones.

Dijo:
Los que llevan el sello en la frente
serán perseguidos por la desdicha,
antes que la paz conocerán el pánico.

Dijo:
Porque las simas de dios son del diablo
y las simas de dios son el desierto
y las pústulas
y la misericordia no se alcanza
si no se conoció el castigo.

Dijo:
Bienaventurados los que desconocen.
Los que no distinguen la buena pintura,
los que encuadran correctamente la vida
según mínimos patrones,
porque ellos tendrán el cielo
con relativa facilidad.

Dijo:
Desdichados los que Él selló,
los imperfectos, los justos,
porque el vacío se agitará en ellos
como sudoroso miasma
y no serán tenidos como ejemplos
si no que fueron elegidos
para que Él pruebe sus misteriosas armas
ante la general indiferencia.


7-Entrada a Jerusalén

Se pide precaución en el acceso oeste:
hay demoras originadas en un accidente.
En el acceso norte hay demoras de hasta quince minutos.
Es normal el tránsito por el puente sur.
No hay novedades al este.


9-Fragmento de un evangelio

Y dijo: la voz de Odín es la voz de los Campos,
de la disciplina y del peligro, y la voz
de los campamentos, del coraje y del agravio,
la voz del perdón en la masacre.
La voz de los designios, de las toberas y de los osarios.
De las ablaciones y de los residuos atómicos.
De los hijos y de las menstruaciones.
De las estadísticas y de los reactivos.
De los pájaros y de los basurales.
La voz de Odín es la voz de los iguales.

Y dijo: no lo oirás mientras no llegues
donde tu pensamiento llegue.

Y dijo: porque eres de Caín, tanto
o más que de Abel.
De los entuertos y del orgullo.
Y dijo: eres el lisiado,
el que todo lo hizo.
Y dijo: nada, más allá de tus gestos
torpes y salvajes.
Dijo: el último, el enemigo del tacto.
Hombre sin hombre, sin medida.


12-Fiesta de Navidad en el Ritz, Washington DC

A tu abuelo el frío le penetró entre los tejidos
corporales hasta grabar marcas en sus huesos.
Tu abuelo tenía huesos de estalactita.
Volvés a casa en Rolls, de manera
que no debe preocuparte el frío.
Tus zapatos son de gamuza,
estás suavemente peinado,
y es de seda tu camisa verde agua.


14-Coda

Otra vez el rayo. Otra vez el roble hendido.
El fuego que desciende desde el cielo.
El vómito. Los muertos calcinados.
Tejes, madre, allá; tejes lejana y silenciosa.
Tejes calceta de rayos triunfales para mis pupilas.
Tejes el descanso en la flor de la tormenta.
Sobre el mundo se apagan y se levantan satrapías.
Para que tejas, sólo para que tejas, mientras aguardas,
vacía de milagro y de ansia, de labor y pregunta.
Para que tejas.

Jorge Aulicino, Buenos Aires, 1949
de La nada, Ediciones Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2003
imagen de Katherine Blackwell, Melty people, en Uno de los nuestros

sábado, diciembre 24, 2011

alberto girri. oficio de amor


Oficio de amor

De la intimidad que ahora nos asusta
sale el pasado,
sale la espléndida nostalgia,
ejercicio callado del ocaso;
de la valuación de Dios en la plegaria,
para que no estemos uno fuera del otro,
saldrá la amenaza,
celosa corrosión de los gestos
interrumpiendo nuestro abrazo.

¡Oh, manoseados sentimientos!
Más y mejor seré yo mismo
cuando guarde de tu amor la idea,
y aunque ya no pase del existir a la presencia
igualmente me verás contra tu boca
vigilando la mudanza de los días
hasta que, siendo como yo reliquia,
me ayudes a evitar esta agonía.

III

En tinieblas
descienden las jornadas
con señales evidentísimas
del pavor que humilla
al que no fía de su estado
y siente que los días son inciertos.

Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991
en Alberto Girri, Obra Poética I, Corregidor, Buenos Aires, 1988
imagen Eric White©, No Neutral Thoughts, en Uno de los nuestros

alberto girri. enseñanza ignorada


Enseñanza ignorada

I
Ni el drama de ciertas almas,
que destinadas a reconocerse
solamente ante otra alma,
no soportan la efectividad de lo real,
lo visible animado e inanimado;
sello de las almas bellas,
y de las muy sensibles,
las que alguno oyó pisando
sin descanso en la jaula de las costillas.

II
Ni el nihilista,
de pronto inseguro
de su doctrina, desorientado
(como si le dijeran que quizás
la negación nihilista no sea
en definitiva la última
palabra de la realidad),
opta por defender un secreto impulso
de dar testimonio de reconocimiento
a todo objeto lo mismo que a seres;
un ladrillo porque es un ladrillo,
un pañuelo porque es un pañuelo, aun
si tergiversado por pálidos símbolos,
l'adieu suprême des mouchoirs.

III
Ni los que presumen
que la vida de los hechos se advierte
en la fuerza de la mente,
mayor carencia
de vida en los hechos
mayor certeza de la mente
para observarlos.

IV
Ninguno lo logra. Nadie
aprendió todavía que solo
renunciando a intentarlo alcanzaría
a imponer lo que sostiene,
aceptando
que la realidad se complace
en que nadie haga lo que pretende
con ella;
que nada se hace, Todo Sucede.

Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991
en Alberto Girri, Obra Poética IV, Corregidor, Buenos Aires, 1988
imagen de Miguel Rodríguez, Entre dos tiempos, en Uno de los nuestros

miércoles, diciembre 21, 2011

vuelve siempre y tómame


**
Al atardecer


De todos modos no duraría mucho. La experiencia
de los años me lo enseña. Sin embargo, algo apresuradamente
vino la Moira y lo interrumpió.
Fue breve esa hermosa vida.
Pero qué intensos eran los perfumes,
en qué espléndidos lechos nos acostamos,
a qué placer entregamos nuestros cuerpos.

Un eco de los días de placer,
un eco de los días, vino hasta mí,
algo del ardor de nuestra juventud;
volví a tomar una carta en mis manos,
y leí una y otra vez hasta que faltó la luz.

Y salí melancólicamente al balcón,
salí para cambiar de pensamientos mirando al menos
un poco de la ciudad amada,
un poco el movimiento de la calle y los negocios.


**
Vuelve


Vuelve siempre y tómame,
sensación amada, vuelve y tómame—
cuando despierta la memoria del cuerpo
y un viejo deseo pasa nuevamente por la sangre;
cuando los labios y la piel recuerdan
y las manos sienten que tocan otra vez.

Vuelve siempre y tómame en la noche,
cuando los labios y la piel recuerdan...

**
El sol de la tarde


Este cuarto, qué bien lo conozco.
Ahora se alquila y también el de al lado
para oficinas comerciales. Toda la casa se convirtió
en oficinas de corredores, de comerciantes, de compañías.

Ah, este cuarto, qué familiar me es.

Aquí cerca de la puerta estaba el canapé,
y delante de él una alfombra persa;
al lado la repisa con dos floreros amarillos.
A la derecha, no, enfrente, un armario con espejo.

En el centro la mesa donde escribía,
y las tres grandes sillas de mimbre.
Junto a la ventana estaba la cama
donde nos amamos tantas veces.

Aún deben estar en alguna parte esas pobres cosas.

Junto a la ventana estaba la cama;
el sol de la tarde llegaba hasta el medio.

...Las cuatro de la tarde, nos habíamos separado
sólo por una semana... Ay,
esa semana se volvió eterna.


Constantinos P. Cavafis, Alejandría, Egipto, 1863-1933
en Poesía griega moderna, Selección, traducción directa del griego, prólogo y notas de Horacio Castillo, Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 1997
imagen de Daria Endresen©, Protection, en Uno de los nuestros

domingo, diciembre 18, 2011

pero si a ti no te interesan


Epigramas

Te doy, Claudia, estos versos, porque tú eres su dueña.
Los he escrito sencillos para que tú los entiendas.
Son para ti solamente, pero si a ti no te interesan,
un día se divulgarán tal vez por toda Hispanoamérica...
Y si al amor que los dictó, tú también desprecias,
otras soñarán con este amor que no fue para ellas.
Y tal vez, Claudia, que estos poemas,
(escritos para conquistarte a ti) despiertan
en otras parejas enamoradas que los lean
los besos que en ti no despertó el poeta.
**

Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a tí
pero a tí no te amarán como te amaba yo.
**

Muchachas que algún día leáis emocionadas estos versos
y soñéis con un poeta:
sabed que yo los hizo para una como vosotras
y que fue en vano.

Como latas de cerveza vacías

Como latas de cerveza vacías y colillas
de cigarrillos apagados, han sido mis días.
Como figuras que pasan por una pantalla de televisión
y desaparecen, así ha pasado mi vida.
Como los automóviles que pasaban rápidos por las carreteras
con risas de muchachas y música de radios...
Y la belleza pasó rápida, como el modelo de los autos
y las canciones de los radios que pasaron de moda.
Y no ha quedado nada de aquellos días, nada,
más que latas vacías y colillas apagadas,
risas en fotos marchitas, boletos rotos.
Y el aserrín con que al amanecer barrieron los bares.

Ernesto Cardenal, Granada, 1925
en La mejor poesía, Antología ordenada por Héctor Yánover, Colección Anesa de Editorial Crea S.A., Buenos Aires, 1979
imagen Colette Calascione©, Dream of the Hungry Ghost, en Uno de nosotros

miércoles, diciembre 14, 2011

no os bastará


Contra la seducción

No os dejéis seducir:
no hay retorno alguno.
El día está a las puertas,
hay ya viento nocturno:
no vendrá otra mañana.

No os dejéis engañar
con que la vida es poco.
Bebedla a grandes tragos
porque no os bastará
cuando hayáis de perderla.

No os dejéis consolar.
Vuestro tiempo no es mucho.
El lodo, a los podridos.
La vida es lo más grande:
perderla es perder todo.

Bertolt Brecht, Augsburgo, 1898 – Berlín, 1956
Traducción de Jesús López Pacheco y Vicente Romano
en La mejor poesía, Antología ordenada por Héctor Yánover, Colección Anesa de Editorial Crea S.A., Buenos Aires, 1979
imagen s/d

martes, diciembre 13, 2011

olvida tu alma


**
Mozart en el cielo


El día 5 de diciembre de 1971 Wolfgang Amadeus Mozart
entró al cielo, como un artista de circo,
haciendo piruetas extraordinarias sobre un
miravolante caballo blanco.
Los angelitos atónitos decían: ¿Qué ha sido? ¿Qué no ha sido?
Melodías jamás oídas volaban en las líneas
suplementarias superiores de la pauta.
Durante un momento se suspendió la contemplación inefable.
La virgen le besó en la cabeza
Y desde entonces Wolfgang Amadeus Mozart fue el más
joven de los ángeles.

**
Arte de amar


Si quieres sentir la felicidad de amar, olvida tu alma,
el alma es lo que estropea el amor.
Sólo en Dios puede encontrar satisfacción,
no en otra alma.
Sólo en Dios -o fuera del mundo.

Las almas son incomunicables.

Deja a tu cuerpo entenderse con otro cuerpo.

Porque los cuerpos se entienden, pero las almas no.

**
Preparación para la muerte


La vida es un milagro.
Cada flor,
con su forma, su color, su aroma,
cada flor es un milagro.
Cada pájaro,
con su plumaje, su vuelo, su canto,
cada pájaro es un milagro.
El espacio, infinito,
el espacio es un milagro.
El tiempo, infinito,
el tiempo es un milagro.
La memoria es un milagro.
La conciencia es un milagro.
Todo es milagro.
Todo menos la muerte.
-Bendita muerte, que es el fin de todos los milagros.

Manuel Bandeira,Recife, Pernambuco, 1886 — Río de Janeiro, 1968
versión de Ángel Crespo
en La mejor poesía, Antología ordenada por Héctor Yánover, Colección Anesa de Editorial Crea S.A., Buenos Aires, 1979
imagen de  ©  Romero de Brito


**Mozart no Céu

No dia 5 de Dezembro de 1791 Wolfgang Amadeus Mozart
entrou no céu, como um artista de circo, fazendo
piruetas extraordinárias sôbre um mirabolante cavalo branco.

Os anjinhos atónitos diziam: Que foi? Que não foi?
Melodias jamais ouvidas voavam nas linhas suplementares
superiores da pauta.
Um momento se suspendeu a contemplação inefável.
A Virgem beijou-o na testa
E desde então Wolfgang Amadeus Mozart foi o mais moço dos anjos.


**
Arte de amar

Se queres sentir a felicidade de amar, esquece a tua alma.
A alma é que estraga o amor.
Só em Deus ela pode encontrar satisfação.
Não noutra alma.
Só em Deus - ou fora do mundo.

As almas são incomunicáveis.

Deixa o teu corpo entender-se com outro corpo.

Porque os corpos se entendem, mas as almas não.


**
Preparação para a morte

A vida é um milagre.
Cada flor,
Com sua forma, sua cor, seu aroma,
Cada flor é um milagre.
Cada pássaro,
Com sua plumagem, seu vôo, seu canto,
Cada pássaro é um milagre.
O espaço, infinito,
O espaço é um milagre.
A memória é um milagre.
A consciência é um milagre.
Tudo é milagre.
Tudo, menos a morte.
– Bendita a morte, que é o fim de todos os milagres.

lunes, diciembre 12, 2011

aldo oliva. oda a la derrota


Oda a la derrota
para Antonio Oliva

Aquí estás, pibe lustrín,
diez años,
ojos de vibrante e incisiva
petición.
Aquí, en la oda magna
de los intersticios que ajan la cocina.
Camínala, cucaracha enjoyada
que ilumina,
contrasta las erosiones:
sesgos, gestos, gateadas
en la cundida y oropelada
ciudad.
Pues andas, cajón al hombro,
y le develas su ser de mera sombra
de excremento.

"¿Un lápiz -me dijiste- un lápiz
quiere? ¿Usted escribe?"
(Sólo esto -pensé).
Pensé también: no pensar.
Sino:
Tanta eminencia
de fango,
alzada y tremolante
como gladio,
para saber
la vida en el enrosque
de la víbora:
en el peso, denso, planetario,
del diluvio;
en el hilo
límpido y filoso
de la mirada del desprecio:
el calidoscopio
de la producción del alma.
¿Legadas escenas,
rescates emanados
de un abrazo
abarcante -en la
historia-
del oprobio?
Dulce y ominosa
fugacidad
del barro endurecido;
hojas pérfidas de sílex
en el pecho, desasido
de un canto.

Si sabes la derrota,
sabrás el tránsito,
el sudor del ser
que se derrama
y se transmuta;
que, alucinado,
vuela y reposa
en el primario nicho
donde duerme
el vendaval de la locura:
ésa, la que fija
la paradójica prosa
del poema.

Derrota, tú has creado
la fábula del mar
y de sus monstruos;
el infinito
diagrama restallando
de fondo, suturando
la zambullida
abisal del somorgujo,
su emergencia insumisa.
Y así, por tierra,
van también los pueblos
en redota.

Así transfiere al sueño
de la oda
su arabesco borrado.
Intrincadas floraciones
de la trama oprimida;
insurgencias de auroras
en el crepúsculo;
canto rasante
en la fragancia
de la Rosa de los Vientos.

Vuélcate, vaivén alada,
sobre la tácita
violencia del relámpago
en el palor de este violado
papel.
Sé,
sobre el tiempo,
como su tempestad.

Aldo Oliva, Rosario, 1927-2000
en Aldo Oliva, Poesía completa, Editorial Municipal de Rosario, Rosario, 2003
imagen de Maggie Taylor©, The reader, en Uno de los nuestros

domingo, diciembre 11, 2011

más fuerte que las armas y el mal del enemigo


Para hacer un talismán

Se necesita sólo tu corazón
hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios.
Un corazón apenas, como un crisol de brasas para la idolatría.
Nada más que un indefenso corazón enamorado.
Déjalo a la intemperie,
donde la hierba aúlle sus endechas de nodriza loca
y no pueda dormir,
donde el viento y la lluvia dejen caer su látigo en un golpe de azul escalofrío
sin convertirlo en mármol y sin partirlo en dos,
donde la oscuridad abra sus madrigueras a todas las jaurías
y no logre olvidar.
Arrójalo después desde lo alto de su amor al hervidero de la bruma.
Ponlo luego a secar en el sordo regazo de la piedra,
y escarba, escarba en él con una aguja fría hasta arrancar el último grano de esperanza.
Deja que lo sofoquen las fiebres y la ortiga,
que lo sacuda el trote ritual de la alimaña,
que lo envuelva la injuria hecha con los jirones de sus antiguas glorias.
Y cuando un día un año lo aprisiones con la garra de un siglo,
antes que sea tarde,
antes que se convierta en momia deslumbrante,
abre de par en par y una por una todas sus heridas:
que las exhiba al sol de la piedad, lo mismo que el mendigo,
que plaña su delirio en el desierto,
hasta que sólo el eco de un nombre crezca en él con la furia del hambre;
un incesante golpe de cuchara contra el plato vacío.

Si sobrevive aún,
si ha llegado hasta aquí hecho la viva imagen de tu demonio o de tu dios;
he ahí un talismán más inflexible que la ley,
más fuerte que las armas y el mal del enemigo.
Guárdalo en la vigilia de tu pecho igual que a un centinela.
Pero vela con él.
Puede crecer en ti como la mordedura de la lepra;
puede ser tu verdugo.

¡El inocente monstruo, el insaciable comensal de tu muerte!

Olga Orozco, Toay, La Pampa, 1920-1999
de Los juegos peligrosos, 1962
en El jardín posible, Selección y prólogo de Marisa Negri, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2009
imagen de © De Angel en Uno de los nuestros

viernes, diciembre 09, 2011

lejos de toda eternidad o estimulación


Tu mano

Con tu mano sobre mi cuerpo
te dormís profundamente
impidiéndome dormir
Su peso tan liviano
de a poco se vuelve plomo
La noches es muy larga
y tu postura no cambia
Esta mano debería simbolizar amor
pero tal vez tenga
otro significado más profundo
no me animo a sacarla
o a despertarte
En el momento en que me acostumbro
e incluso llega a gustarme de golpe
en sueños sacás tu mano
completamente inconsciente.

Escenario

Cuando termine este cigarrillo voy a salir para una cena
Sentado en un taxi voy a cruzar la ciudad al atardecer
hasta llegar a una mesa iluminada por lámparas
Los amigos, algo excitados, irán llegando uno tras otro,
y unas luces vívidas cruzarán sus caras
antes de reflejarse en los platos límpidos,
luego cada vez más sucios a medida que el sol
de todo un día se hunde en un vaso turbio de vino

Leí este escenario en el humo de un cigarrillo.

Regreso

Acabo de volver a casa, de Shenzhen hasta Nanjing
El día todavía no terminó
No pueden decir que no entiendo el tiempo
No pueden decir algo tan infantil
al ver que traje una camiseta de algodón
y la llevo puesta al regresar
La noche se acerca, y el sol del sur
en mi piel todavía persiste

Voy a golpear la puerta de mis amigos
a gritarles que salgan a la calle fría
Digo estúpidamente: apenas 0 grados,
en Shenzhen todo recién empieza!
Ninguno discute conmigo,
acostumbrados al silencio ellos
en la cama conyugal continúan la vida conyugal
espalda contra espalda buscando calor

(Durante el mes siguiente
lleno de deseos traicioneros
no dejo de gritar: "He cambiado!"
Pero es sólo el desorden del reloj biológico,
desfasaje horario o cambio en las horas de trabajo;
en mano misteriosa en la oscuridad
lentamente sincroniza todo de nuevo)

Como si cayera desde el cielo
me hundo en el pasado y continúo
penetrando en la tierra. El gran ejército del invierno
nos pone sitio y con el frío hasta el metal se encoge
Pero en el sur, lo más suave se abre ahora bellamente
como una flor, y los órganos genitales
lascivos dependen del mar y los vientos del comercio

He vuelto a Nanjing
a vivir entre la niebla y la helada
como esos sabios antiguos del oeste de Asia, los Pamirs
en la vecindad de los picos nevados y glaciares
Los trópicos no producen sabios. Estoy seguro
que Jesús no pudo haber sido negro.

He vuelto, he vuelto a Nanjing
continúo un tipo de vida mediana
entre el sol y la nieve, me encuentro
en la fría sombra de un cuarto
ocasionalmente voy hacia el living
esa cálida caverna
lejos de toda eternidad o estimulación
como toda vida mediocre y dolorosa
simplemente soy

Han Dong, Nanjing, 1961
en Cien poemas chinos contemporáneos, Selección y traducción de Miguel Ángel Petrecca, Ediciones Gog y Magog, Buenos Aires, 2011
imagen de © Ling Jian en Uno de los nuestros

martes, diciembre 06, 2011

y si eres realmente Dios



Adentro de ti mismo, fuera de ti mismo, caerán del cenit al nadir, 
porque ése es tu destino, tu miserable destino
Vicente Huidobro

Pasión, pasión y muerte

Señor, hoy es el aniversario de tu muerte.
Hace mil novecientos veintiséis años tú estabas en una cruz
sobre una colina llena de gente.
Entre el cielo y la tierra tus ojos eran toda la luz.
Gota a gota sangraste sobre la historia.
Desde entonces un arroyo rojo atraviesa los siglos regando nuestra memoria.

Las horas se pararon ante el umbral extrahumano.
El tiempo quedó clavado con tus pies y tus manos.

Aquellos martillazos resuenan todavía,
como si alguien llamara a las puertas de la vida.
Señor, perdóname si te hablo en un lenguaje profano,
mas no podría hablarte de otro modo, pues soy esencialmente pagano.

Por si acaso eres Dios, vengo a pedirte una cosa
en olas rimadas con fatigas de prosa.

Hay en el mundo una mujer, acaso la más triste, sin duda la más bella,
protégela, Señor, sin vacilar; es ella.
Y si eres realmente Dios y puedes más que mi amor,
ayúdame a cuidarla de todos los peligros, Señor.
Señor, te estoy mirando con los brazos abiertos.
Quisieras estrechar todos los hombre y todo el universo.

Señor, cuando doblaste tu cabeza sobre la eternidad
las gentes no sabían si era de tus ojos que brotaba la oscuridad.

Las estrellas se fueron una a una en silencio
y la luna no hallaba cómo esconderse detrás de los cerros.

Se rasgaron las cortinas del cielo
cuando pasaba tu alma al vuelo,
y yo sé lo que se vio detrás; no fue una estrella,
Señor, fue la cara más bella.
La misma que verías al momento
si rompieras la carne de mi pecho.

Como tú, Señor, tengo los brazos abiertos aguardándola a ella.
Así lo he prometido y me fatigan tantos siglos de espera.

Se me caen los brazos como aspas rotas sobre la tierra.
¿No podrías, Señor, adelantar la fecha?

Señor, en la noche de tu cielo ha pasado un aerolito
llevándose un voto suyo y su mirada al fondo del infinito.
Hasta el fin de los siglos seguirá rodando nuestro anhelo allí escrito.

Señor, ahora de verdad estoy enfermo,
una angustia insufrible me está mascando el pecho.
Y ese aerolito me señala el camino.
Amarró nuestras vidas en un solo destino.
Nos ha enlazado el alma mejor que todo anillo.

Señor, ella es débil y tenue como un ramo de sollozos.
Mirarla es un vértigo de estrella en el fondo de un pozo.

Los ruiseñores del delirio cantaban en sus besos.
Se llenaba de fiebre el tubo de los huesos.

Alguien plantó en su alma viles hierbas de duda y ya no cree en mí.
Pruébame que eres Dios y en tres días de plazo llévame de aquí.

Quiero evadirme de mí mismo.
Mi espíritu está ciego y rueda entre planetas llenos de cataclismos.

Mi vida también sangra sobre la nieve,
como un lobo herido que hace temblar la noche cada vez que se mueve.

Estoy crucificado sobre todas las cimas.
Me clava el corazón una corona de espinas.

Las lanzas de sus ojos me hieren el costado
y un reguero de sangre sobre el silencio te dirá que he pasado.

Hace unos cuantos meses, Señor, abandoné mi viejo París,
un extraño destino me traía a sufrir en mi país.

Hace frío, hace frío. El viento empuja el frío sobre nuestros caminos
y los astros enrollan la noche girando como molinos.

Señor, piensa en los pobres inmigrantes que vienen hacia Américas de oro
y encuentran un sepulcro en vez de cajas de tesoros.

Ellos impregnan las olas del ritmo de sus cantares,
la tempestad de sus almas es más horrenda que la de todos los mares.

Míralos cómo lloran por los seres que no verán más;
les gritan en la noche todas las cosas que dejaron atrás.

Señor, piensa en las pobrecitas que sufren al humillar su carne,
las nuevas Magdalenas que hoy lloran el dolor de su madre.

Agazapadas al fondo de la angustia de su absurda Babel,
beben lentamente grandes vasos de hiel.

Señor, piensa en los espirales de los naufragios anónimos,
en los sueños truncados que estallan en pedazos de bólido.

Piensa en los ciegos que tienen los párpados llenos de música y lloran por los ojos de su violín.
Ellos frotan sus arcos sobre la vida en una amargura sin fin.

Señor, te he visto sangrando en los vitraux de Chartres,
como mil mariposas que hacia los sueños parten.

Señor, en Venecia he visto tu rostro bizantino
un día en que el aire se rompía de besos y de vino.

Las góndolas pasaban cantando como nidos,
entre las ramas de olas, siguiendo nuestras risas hacia el Lido.
Y tú quedabas solo en San Marcos, aspirando las selvas de oraciones
que crecen a tus plantas en todas las estaciones.

Señor, te he visto en un icono, obra de un monje servio que al pintar tus espinas
sentía toda el alma llena de golondrinas.

En la historia del mundo, ¿qué significas tú?
Hace año y medio discutí este tema en un café de Moscú.

Un sabio ruso no te daba mayor importancia.
Yo decía haber creído en ti en mi infancia.

Una bailarina célebre por su belleza
decía que tú eres solamente un cuento de tristeza.

Todos te negaron y ningún gallo cantó:
acaso Pedro oyéndonos lloró.

Y al fondo de una vieja Biblia tu sermón de la montaña
seguía resonando de una manera extraña.

Señor, yo también tengo mi vía dolorosa, mis caídas y mi pasión;
saltando meridianos como un tigre herido, sangra y aúlla mi corazón.

Reina el amor en todas sus espléndidas catástrofes internas,
mil rubíes al fondo del cerebro atruenan,
y las plantas del deseo bordan el aire de estas noches eternas.

Poeta, poeta esclavo de aventuras y de algún sortilegio,
soporto como tú la vida, el mayor sacrilegio.

Señor, lo único que vale en la vida es la pasión.
Vivimos para uno que otro momento de exaltación.
Un precipicio de suspiros se abre a mis pies; me detengo y vacilo.
Luego como un sonámbulo atravieso el mundo en equilibrio.

Señor, qué te importa lo que digan los hombres.
Al fondo de la historia
eres un crepúsculo clavado en un madero de dolor y de gloria.

Y el arroyo de sangre que brotó en tu costado
todavía, Señor, no se ha estancado.


Vicente Huidobro, Santiago 1893- Cartagena 1948
*este poema no pertenece a ningún libro; fue publicado en un diario de Santiago en Semana Santa de 1926. Años más tarde, la editorial chilena Zig-Zag, en la Antología cuyo prólogo, selección, traducción y notas estuvo a cargo de Eduardo Anguita, lo incluyó en la edición de 1944
Imagen de Istvan Nyari© – He´s gone for Sure!! en Uno de los nuestros

domingo, diciembre 04, 2011

el silencioso relámpago


Los treinta y tres Nombres de Dios

1.

Mar de mañana.


2.

Ruido de la
fuente en
las rocas
sobre las lajas
de piedra.

3.

Viento del mar
la noche,
en una isla.

4.

Abeja.

5.

Vuelo triangular
de los cisnes.

6.

Cordero recién nacido
carnero hermoso
oveja.

7.

El morro
de la vaca
el morro salvaje
del toro.

8.

El morro
paciente del
buey.

9.

El fuego rojo
en el hogar.

10.

El camello
cojo
que atravesó la
gran ciudad atascada
camino a su muerte.

11.

La yerba
El olor a la yerba.

12.

...

13.

La buena tierra
La arena
y la ceniza.

14.

La garza que
esperó toda la
noche, casi helada,
y que al fin
apacigua su
hambre al alba.

15.

El pequeño pez
que agoniza
en la garganta
de la garza.

16.

La mano,
que se pone en
contacto
con las cosas.

17.

La piel, por
toda la superficie
del cuerpo.

18.

La mirada
y aquello que mira.

19.

Las nueve puertas
de la
percepción.

20.

El torno
humano.

21.

El sonido de una
viola o de una
flauta indígena.

22.

Un sorbo
de bebida
fría o
caliente.

23.

El pan.

24.

Las flores
que brotan
de la tierra
en primavera.

25.

Tener sueño
en una cama.

26.

Un ciego
que canta
y un niño
enfermo.

27.

Caballo que
corre
en libertad.

28.

La mujer-
de-los-perros.

29.

Los camellos
que se abrevan
con sus pequeños
en el arduo
guad.

30.

Sol naciente
sobre un lago
aún helado
a medias.

31.

El silencioso
relámpago
El rayo
estrepitoso.

32.

El silencio
entre dos amigos.

33.

La voz que viene
del este,
entra por la oreja
derecha
y enseña un canto.


Marguerite Yourcenar, Bruselas, 1903 – Bar Harbor, 1987
de Los treinta y tres nombres de Dios, Ensayo de un diario sin fecha y sin pronombre personal, Editorial Alción, 2003
imagen Web design and all art copyright © 2011 Donna Louise Ham.

miércoles, noviembre 30, 2011

hacia los vastos y tristes límites


Playa de Dover

El mar está en calma esta noche.
Es pleamar, la bella luna se extiende
sobre los estrechos; en la costa francesa la luz
brilla y se retira; los acantilados de Inglaterra permanecen de pie
resplandecientes y vastos, en la tranquila bahía.
Ven a la ventana, ¡dulce es el aire de la noche!
¡Sólo escucha! desde la larga franja de rocío
donde el mar se une con la tierra blanqueada por la luna,
oyes el chirriante bramido
de las piedras que las olas arrastran y arrojan,
cuando regresan a la costa alta,
comienzan y terminan y vuelven a comenzar,
con una trémula cadencia lenta, y traen
consigo la eterna nota de tristeza.

Sófocles lo oyó
hace largo tiempo en el Egeo y trajo
a su mente la marea turbia y el flujo
de la miseria humana; en el sonido
también descubrimos un pensamiento,
al escucharlo en este lejano mar del norte.

El Mar de la Fe
alguna vez también fue en su pleamar y alrededor de la costa de la tierra
extendido como los pliegues de una brillante faja enrollada.
Pero ahora solo escucho
su melancólico, prolongado, bramido de retirada,
alejándose hacia la respiración
del viento de la noche, hacia los vastos y tristes límites
y las tejas desnudas del mundo.

Oh, amor, ¡seamos fieles
el uno al otro! porque en el mundo que yace
ante nosotros como una tierra de sueños,
tan variados, tan bellos, tan nuevos,
no hay ni gozo, ni amor, ni luz,
ni certeza, ni paz, ni ayuda ante el dolor;
y estamos aquí como en una llanura sombría
arrasados por confusas alarmas de lucha y de fuga,
donde los ejércitos ignorantes se enfrentan a la noche.


Matthew Arnold, Laleham,1822- Liverpool, 1888
versión © Silvia Camerotto
en New poems by Matthew Arnold, Macmillan and Co., London, 1867
imagen Vadim Stein© en Uno de los nuestros

Dover beach

The sea is calm to-night.
The tide is full, the moon lies fair
Upon the straits; on the French coast the light
Gleams and is gone; the cliffs of England stand;
Glimmering and vast, out in the tranquil bay.
Come to the window, sweet is the night-air!
Only, from the long line of spray
Where the sea meets the moon-blanched land,
Listen! you hear the grating roar
Of pebbles which the waves draw back, and fling,
At their return, up the high strand,
Begin, and cease, and then again begin,
With tremulous cadence slow, and bring
The eternal note of sadness in.

Sophocles long ago
Heard it on the Agaean, and it brought
Into his mind the turbid ebb and flow
Of human misery; we
Find also in the sound a thought,
Hearing it by this distant northern sea.

The Sea of Faith
Was once, too, at the full, and round earth's shore
Lay like the folds of a bright girdle furled.
But now I only hear
Its melancholy, long, withdrawing roar,
Retreating, to the breath
Of the night-wind, down the vast edges drear
And naked shingles of the world.

Ah, love, let us be true
To one another! for the world, which seems
To lie before us like a land of dreams,
So various, so beautiful, so new,
Hath really neither joy, nor love, nor light,
Nor certitude, nor peace, nor help for pain;
And we are here as on a darkling plain
Swept with confused alarms of struggle and flight,
Where ignorant armies clash by night.

lunes, noviembre 28, 2011

despierto para siempre


Brillante estrella

Brillante estrella, si fuera constante como tú—
no en el solitario esplendor que cuelga en lo alto a la noche
y atento, con párpados siempre abiertos,
como es paciente la naturaleza, Eremita insomne,
las aguas fluyendo en su tarea hierática
de pura ablución entre de las costas terrenales,
u observando la flamante máscara de nieve
cayendo delicada sobre las montañas y los páramos—
no— sino aún constante, aún inmutable,
recostado sobre el pecho floreciente de mi bella amada,
despierto para siempre en dulce inquietud,
quieto, quieto para escuchar su tierna respiración,
y entonces vivir así eternamente o disolverme en la muerte.

John Keats, Londres, 1795- Roma, 1821
Versión © Silvia Camerotto
De John Keats, Poems, Dodo Press, Gloucestershire, 2007
imagen del manuscrito original, encontrado en un libro de poemas de William Shakespeare, en The life of JOhn Keats

Bright star

Bright star, would I were stedfast as thou art—
Not in lone splendour hung aloft the night
And watching, with eternal lids apart,
Like nature's patient, sleepless Eremite,
The moving waters at their priestlike task
Of pure ablution round earth's human shores,
Or gazing on the new soft-fallen mask
Of snow upon the mountains and the moors—
No—yet still stedfast, still unchangeable,
Pillow'd upon my fair love's ripening breast,
To feel for ever its soft fall and swell,
Awake for ever in a sweet unrest,
Still, still to hear her tender-taken breath,
And so live ever—or else swoon to death.

domingo, noviembre 27, 2011

no es sino un pequeño agujero en mi pecho




 Nosotros dos aún

Aire del fuego, no supiste jugar.
Arrojaste sobre mi casa una tela negra. ¿Qué es esta opacidad en todas partes? Es la opacidad que cubrió mi cielo. ¿Qué es este silencio en todas partes? Es el silencio que hizo callar mi canto.

Para esperar me hubiera bastado con un hilo de agua. Pero te lo llevaste todo. El sonido que vibra me fue quitado.

No supiste jugar. Atrapaste las cuerdas. Pero no supiste jugar. Tapiaste todo en seguida. Rompiste el violín. Arrojaste una llama sobre la piel de seda para hacer un horrible pantano de sangre.

El bienestar reía en su alma. Pero era todo mentira. No fue largo el reír.

Ella estaba en un tren que rodaba hacia el mar. Estaba en un huso que hilaba sobre la roca. Se abalanzaba, aunque inmóvil, hacia la serpiente de fuego que iba a consumirla. Y fue allí, de pronto, cuando sorprendió a la confiada, mientras peinaba sus cabellos, contemplando, en el espejo, su felicidad.

Y cuando vio subir esa llama sobre ella, oh...

Al instante, la copa le fue arrancada. Sus manos ya no han sido nada más. Vio como se la apretaba en un rincón. Se detuvo allí arriba como un enorme tema de meditación por resolver antes que nada. Dos segundos más tarde, dos segundos demasiado tarde, huía hacia la ventana, pidiendo socorro.
Toda la llama entonces la rodeó.

Ella se encuentra ahora en una cama, y su sufrimiento sube hasta el cielo, sin encontrar a Dios... y su sufrimiento desciende hasta el fondo del infierno sin hallar al demonio.

El hospital duerme. La quemadura despierta. Su cuerpo, como un parque abandonado...

Defenestrada de sí misma, busca cómo volver a entrar. El vacío por donde deriva no responde a sus movimientos.

Lentamente, en la granja, su trigo arde.

Ciega, a través de la larga barrera del sufrimiento, durante un mes, remonta el río de la vida, natación atroz.
Paciente, en lo innombrable inflado, vuelve a trazar sus formas elegantes, teje de nuevo la camisa de su piel fina. La curación está allí. Mañana cae la última venda. Mañana...

Aire de la sangre, no supiste jugar. Tampoco tú supiste. Arrojaste súbitamente, estúpidamente, tu tonta piedrecilla obstructora a través de una aurora nueva.

Ella ya no encontró lugar en el tiempo. Le fue preciso volverse hacia la muerte.
Apenas si divisó la ruta. Un segundo abrió el abismo. El siguiente la precipitó en él.

Uno se ha quedado confundido de este lado. No ha habido tiempo para decir hasta luego. No ha habido tiempo para una promesa.
Ella había desaparecido del film de esta tierra.

Lou
Lou
Lou, en el retrovisor de un breve instante
Lou ¿no me ves?
Lou, el destino de estar juntos para siempre
en que tenías tanta fe
¿Y bien?
No vas a ser como las otras que ya nunca más hacen una seña,
sumergidas en el silencio.
No, no debe besarte a ti una muerte para separarte de tu amor.
En la pompa horrible
que te espacia hasta yo no sé qué milésima dilusión
buscas aún, nos buscas lugar
Pero tengo miedo
No hemos tomado bastantes precauciones
Debimos haber sido informados mejor,
Alguien me escribe que tú, mártir, velarás ahora por mí.
¡Oh! Lo dudo.
Cuando toco tu fluido tan delicado, persistente en tu cuarto y tus objetos familiares que aprieto en mis manos
este fluido tenue al que sería preciso proteger para siempre
Oh lo dudo, dudo y tengo miedo por ti,
impetuosa y frágil, dispuesta a las catástrofes
Con todo, voy a las oficinas en busca de certificados
dilapidando momentos preciosos
que sería preciso emplear antes que nada entre nosotros precipitadamente
mientras tiritas
esperando en tu maravillosa confianza que yo venga a ayudarte a sacarte de allí, pensando "seguramente vendrá
Habrá podido tener algún percance pero no tardará
Vendrá, yo lo conozco
No va a dejarme sola
No es posible
No va a dejar sola a su pobre Lou..."

Yo no conocía mi vida. Mi vida pasaba a través de ti. Se había vuelto simple, ese gran asunto complicado. Se había vuelto simple a pesar del dolor.
Tu fragilidad: yo era fuerte cuando se apoyaba en mí.

Dime, ¿es que verdaderamente no nos encontraremos nunca más?


Lou, hablo una lengua muerta, ahora que ya no te hablo. Tus grandes esfuerzos de liana en mí, lo ves, han logrado su fin. ¿Lo ves al menos? Es cierto, tú jamás dudaste. Se necesitaba un ciego como yo, se necesitaba tiempo, tu larga enfermedad, tu belleza, resurgiendo de la debilidad y de las fiebres, se necesitaba esta claridad en ti, esta fe, para horadar por fin la pared de la apariencia de su autonomía.

Tarde lo vi. Tarde lo supe. Tarde, aprendí "juntos" aquello que no parecía estar en mi destino. Pero no demasiado tarde.
Los años han existido para nosotros, no contra nosotros.

Nuestras sombras respiraban juntas. Bajo nosotros, las aguas del río de los acontecimientos corrían casi en silencio.
Nuestras sombras respiraban juntas, y todo estaba por ellas recubierto.

Tuve frío con tu frío. Bebí sorbos de tu dolor. Nos perdemos en el lago de nuestros intercambios.

Rico de un amor inmerecido, rico que se ignoraba con la inconciencia de los poseedores, he perdido ser amado. Mi fortuna ha quebrado en un día.

Árida, mi vida continúa. Pero no me doy cuenta. Mi cuerpo permanece en tu cuerpo delicioso y en mi pecho hay antenas plumosas que me hacen sufrir con el viento del saqueado. La que ya no está se aleja, y su ausencia devoradora me invade y me consume.

Extraño los días de tu sufrimiento atroz en la cama del hospital, cuando yo llegaba por los corredores nauseabundos, atravesados por gemidos, hasta la momia espesa de tu cuerpo vendado y esperaba emerger de pronto, como el "la" de nuestra alianza, tu voz dulce, musical, contenida, resistiendo con valor la fealdad de la desesperación, cuando, a tu vez, escuchabas mis pasos y murmurabas, libre: "Ah, estás allí".
    Yo apoyaba mi mano sobre tu rodilla, por encima del sucio cobertor, y todo desaparecía entonces: el hedor, la horrible indecencia del cuerpo tratado como un barril o como un albañal por seres extraños, atareados y recelosos, todo se deslizaba hacia atrás, dejando que nuestros dos fluidos, a través de los remedios, se encontraran de nuevo, se  mezclaran en un aturdimiento del corazón, en el colmo de la amargura, en el colmo de la dulzura.
    Las enfermeras, el interno, sonreían; tus ojos llenos de fe apagaban los de los otros.

Aquel que está solo, se vuelve de noche contra la pared para hablarte. Sabe lo que te animaba. Viene de compartir el día. Ha mirado con tus ojos. Ha escuchado con tus oídos. Siempre tiene cosas para ti.

¿No me responderás algún día?

Pero tal vez tu persona se ha vuelto como un aire del tiempo de la nieve, que entra por la ventana, que uno cierra, presa de escalofríos o de un malestar precursor del drama, como me ha ocurrido hace algunas semanas. El frío se echó de pronto sobre mis espaldas, yo me cubrí precipitadamente y me volví cuando eras tú quizás y la más cálida que pudieras darte, esperando ser bien recibida; tú, tan lúcida, no podías expresarte de otra manera. Quién sabe si en este mismo  momento no esperas, ansiosa, que yo por fin comprensa, y vaya, lejos de la vida donde ya no estás, a reunirme contigo, pobremente, pobremente, es verdad, sin medios, pero nosotros dos aún, nosotros dos...

Henri Michaux, Namur, 1899 – París, 1984
versión de Raúl Gustavo Aguirre
imagen de Jerry Uelsmann, Self-reflection, 2009, en Uno de los nuestros

He nacido agujereado

Sopla un viento tremendo.
No es sino un pequeño agujero en mi pecho,
pero sopla en él un viento tremendo.
Pueblecito de Quito, tú no eres para mí.
Yo necesito odio, y envidia; ésta es mi salud.
Es una gran ciudad la que necesito.
Un gran consumo de envidia.

No es sino un pequeño agujero en mi pecho,
pero sopla en él un viento tremendo.
En el agujero hay odio (siempre), espanto también
e impotencia.
Hay impotencia y el viento está cargado de ella;
fuerte como los torbellinos,
rompería una aguja de acero,
y no es más que un viento sin embargo, un vacío.
¡Caiga la maldición sobre toda la tierra, sobre toda
la civilización, sobre todos los seres en la superficie
de todos los planetas, a causa de este vacío!
Un señor crítico ha dicho que yo no alimentaba
odio.
Este vacío, he ahí mi respuesta.
¡Qué mal se está, ay, en mi pellejo!
Siento la necesidad de llorar sobre el pan de lujo de la
dominación y del amor, sobre el pan de gloria
que está afuera.
Siento la necesidad de mirar por el cuadro de la ventana,
que está vacío como yo, que no se alimenta de nada.
Dije llorar: no, es un barreno a frío, que barrena,
barrena incansablemente,
como sobre una viga de haya en la que 200 generaciones
de gusanos se hubiesen legado esta herencia; "barrena, barrena..."
Esto ocurre a la izquierda, no digo que sea el corazón.
Digo agujero, y no digo más, es rabia y contra ella no puedo.
Tengo siete u ocho sentidos. Uno de ellos: el sentido
de lo que falta.
Lo toco y lo palpo como se palpa una madera,
una madera que sería más bien una gran selva de
esas que ya no se ven en Europa desde hace mucho.
Y esto es mi vida, mi vida en medio del vacío.
Si este vacío desaparece, yo me busco, enloquezco y
eso es todavía peor.
Yo me he construido sobre una columna ausente.
¿Qué habría dicho el Cristo si hubiese estado hecho
de este modo?
Hay algunas de estas enfermedades que, si se las cura, no le dejan
nada al hombre.
Muere pronto, era demasiado tarde.
¿Puede acaso una mujer contentarse solamente con odio?
Si es así, amadme, amadme mucho y no dejéis de decírmelo,
y que alguna de vosotras me escriba.
¿Pero qué significa este ínfimo ser?
Casi no lo había advertido.
Ni dos nalgas ni un gran corazón pueden llenar mi vacío.
Ni ojos llenos de Inglaterra y de ensueños, como suele decirse.
Ni una voz cantante que dijese completivo y calor.

Los estremecimientos encuentran en mí un frío siempre alerta.
Mi vacío es un gran glotón, gran moledor, gran aniquilador.
Mi vacío es algodón y silencio.
Silencio que todo lo detiene.
Un silencio de estrellas.
Y aunque ese agujero es profundo carece totalmente de forma.
Las palabras no lo encuentran,
chapotean a su alrededor.
Siempre he admirado a esos que por creerse revolucionarios
se consideraban hermanos.
Hablaban los unos de los otros con emoción: chorreaban como sopa.
Eso no es odio, amigos míos, eso es gelatina.
El odio es siempre duro,
hiere a los demás,
pero también desgarra al hombre en su interior,
continuamente.
Es el reverso del odio.
Y no hay nada que hacer. No hay nada que hacer.

Henri Michaux, Namur, 1899 – París, 1984
Versión de Lysandro Galtier


Nous deux encore
Air du feu, tu n’as pas su jouer.
Tu as jeté sur ma maison une toile noire. Qu’est-ce que cet opaque partout ? C’est l’opaque qui a bouché mon ciel.Qu’est-ce que ce silence partout ? C’est le silence qui a fait taire mon chant.

L’espoir, il m’eût suffi d’un ruisselet. Mais tu as tout pris. Le son qui vibre m’a été retiré.
Tu n’as pas su jouer. Tu as attrapé les cordes. Mais tu n’as pas su jouer. Tu as tout bousillé tout de suite. Tu as cassé le violon. Tu as jeté une flamme sur la peau de soie.
Pour faire un affreux marais de sang.

Son bonheur riait dans son âme. Mais c’était tout tromperie. Ca n’a pas fait long rire.

Elle était dans un train roulant vers la mer. Elle était dans une fusée filant sur le roc. Elle s’élançait quoiqu’immobile vers le serpent de feu qui allait la consumer. Et fut là tout à coup, saisissant la confiante, tandis qu’elle peignait sa chevelure, contemplant sa félicité dans la glace.
Et lorsqu’elle vit monter cette flamme sur elle, oh…
Dans l’instant la coupe lui a été arrachée. Ses mains n’ont plus rien tenu. Elle a vu qu’on la serrait dans un coin. Elle s’est arrêtée là-dessus comme sur un énorme sujet de méditation à résoudre avant tout. Deux secondes plus tard, deux secondes trop tard, elle fuyait vers la fenêtre, appelant au secours.
Toute la flamme alors l’a entourée.

Elle se retrouve dans un lit, dont la souffrance monte jusqu’au ciel, jusqu’au ciel, sans rencontrer de dieu… dont la souffrance descend jusqu’au fond de l’enfer, jusqu’au fond de l’enfer sans rencontrer de démon.
L’hôpital dort. La brûlure éveille. Son corps, comme un parc abandonné..

Défenestrée d’elle-même, elle cherche comment rentrer. Le vide où elle godille ne répond pas à ses mouvements.
Lentement, dans la grange, son blé brûle.
Aveugle, à travers le long barrage de souffrance, un mois durant, elle remonte le fleuve de vie, nage atroce.
Patiente, dans l’innommable boursouflé elle retrace ses formes élégantes, elle tisse à nouveau la chemise de sa peau fine. La guérison est là. Demain tombe le dernier pansement. Demain…
Air du sang, tu n’as pas su jouer. Toi non plus, tu n’as pas su. Tu as jeté subitement, stupidement, ton sot petit caillot obstructeur en travers d’une nouvelle aurore.
Dans l’instant elle n’a plus trouvé de place. Il a bien fallu se tourner vers la Mort.
A peine si elle a aperçu la route.
Une seconde ouvrit l’abîme. La suivante l’y précipitait.
On est resté hébété de ce côté-ci. On n’a pas eu le temps de dire au revoir. On n’a pas eu le temps d’une promesse.
Elle avait disparu du film de cette terre.
Lou
Lou
Lou, dans le rétroviseur d’un bref instant
Lou, ne me vois-tu pas ?
Lou, le destin d’être ensemble à jamais
dans quoi tu avais tellement foi
Eh bien ?
Tu ne vas pas être comme les autres qui jamais plus ne font signe, englouties dans le silence.
Non, il ne doit pas te suffire à toi d’une mort pour t’enlever ton amour.
Dans la pompe horrible
qui t’espace jusqu’à je ne sais quelle millième dilution
tu cherches encore, tu nous cherches place
Mais j’ai peur
On n’a pas pris assez de précautions
On aurait dû être plus renseigné,
Quelqu’un m’écrit que c’est toi, martyre, qui va veiller sur moi à présent.
Oh ! J’en doute.
Quand je touche ton fluide si délicat
demeuré dans ta chambre et tes objets familiers que je presse dans mes mains
ce fluide ténu qu’il fallait toujours protéger
Oh j’en doute, j’en doute et j’ai peur pour toi,
Impétueuse et fragile, offerte aux catastrophes
Cependant, je vais à des bureaux, à la recherche de certificats gaspillant des moments précieux qu’il faudrait utiliser plutôt entre nous précipitamment tandis que tu grelottes
attendant en ta merveilleuse confiance que je vienne t’aider à te tirer de là, pensant « A coup sûr, il viendra
« il a pu être empêché, mais il ne saurait tarder
« il viendra, je le connais
« il ne va pas me laisser seule
« ce n’est pas possible
« il ne vas pas laisser seule, sa pauvre Lou…
Je ne connaissais pas ma vie. Ma vie passait à travers toi. Ca devenait simple, cette grande affaire compliquée. Ca devenait simple, malgré le souci.
Ta faiblesse, j’étais raffermi lorsqu’elle s’appuyait sur moi.
Dis, est-ce qu’on ne se rencontrera vraiment plus jamais ?
Lou, je parle une langue morte, maintenant que je ne te parle plus. Tes grands efforts de liane en moi, tu vois ont abouti. Tu le vois au moins ? Il est vrai, jamais tu ne doutas, toi. Il fallait un aveugle comme moi, il lui fallait du temps, lui, il fallait ta longue maladie, ta beauté, ressurgissant de la maigreur et des fièvres, il fallait cette lumière en toi, cette foi, pour percer enfin le mur de la marotte de son autonomie.
Tard j’ai vu. Tard j’ai su. Tard, j’ai appris « ensemble » qui ne semblait pas être dans ma destinée. Mais non trop tard.
Les années ont été pour nous, pas contre nous.
Nos ombres ont respiré ensemble. Sous nous les eaux du fleuve des événements coulaient presque avec silence.
Nos ombres respiraient ensemble et tout en était recouvert.

J’ai eu froid à ton froid. J’ai bu des gorgées de ta peine.
Nous nous perdions dans le lac de nos échanges.
Riche d’un amour immérité, riche qui s’ignorait avec l’inconscience des possédants, j’ai perdu d’être aimé. Ma fortune a fondu en un jour.
Aride, ma vie reprend. Mais je ne me reviens pas. Mon corps demeure en ton corps délicieux et des antennes plumeuses en ma poitrine me font souffrir du vent du retrait. Celle qui n’est plus, prend, et son absence dévoratrice me mange et m’envahit.
J’en suis à regretter les jours de ta souffrance atroce sur le lit d’hôpital, quand j’arrivais par les corridors nauséabonds, traversés de gémissements vers la momie épaisse de ton corps emmailloté et que j’entendais tout à coup émerger comme le « la » de notre alliance, ta voix, douce, musicale, contrôlée, résistant avec fierté à la laideur du désespoir, quand à ton tour tu entendais mon pas, et que tu murmurais, délivrée « Ah tu es là ».
Je posais ma main sur ton genou, par-dessus la couverture souillée et tout alors disparaissait, la puanteur, l’horrible indécence du corps traité comme une barrique ou comme un égout, par des étrangers affairés et soucieux, tout glissait en arrière, laissant nos deux fluides, à travers les pansements, se retrouver, se joindre, se mêler dans un étourdissement du cœur, au comble du malheur, au comble de la douceur.
Les infirmières, l’interne souriaient ; tes yeux pleins de foi éteignaient ceux des autres.
Celui qui est seul, se tourne le soir vers le mur, pour te parler. Il sait ce qui t’animait. Il vient partager la journée. Il a observé avec tes yeux. Il a entendu avec tes oreilles.
Toujours il a des choses pour toi.
Ne me répondras-tu pas un jour ?
Mais peut-être ta personne est devenue comme un air de temps de neige, qui entre par la fenêtre, qu’on referme, pris de frissons ou d’un malaise avant-coureur de drame, comme il m’est arrivé il y a quelques semaines. Le froid s’appliqua soudain sur mes épaules je me couvris précipitamment et me détournai quand c’était toi peut-être et la plus chaude que tu pouvais te rendre, espérant être bien accueillie ; toi, si lucide, tu ne pouvais plus t’exprimer autrement. Qui sait si en ce moment même, tu n’attends pas, anxieuse, que je comprenne enfin, et que je vienne, loin de la vie où tu n’es plus, me joindre à toi, pauvrement, pauvrement certes, sans moyens mais nous deux encore, nous deux…


Je suis né troué 
Il souffle un vent terrible.
Ce n’est qu’un petit trou dans ma poitrine,
Mais il y souffle un vent terrible,
Petit village de Quito, tu n’es pas pour moi.
J’ai besoin de haine, et d’envie, c’est ma santé.
Une grande ville, qu’il me faut.
Une grande consommation d’envie.
Ce n’est qu’un petit trou dans ma poitrine,
Mais il y souffle un vent terrible,
Dans le trou il y a haine (toujours), effroi aussi et impuissance,
Il y a impuissance et le vent en est dense,
Fort comme sont les tourbillons.
Casserait une aiguille d’acier,
Et ce n’est qu’un vent, un vide.
Malédiction sur toute la terre, sur toute la civilisation, sur tous les êtres à la surface de toutes les planètes, à
cause de ce vide !
Il a dit, ce monsieur le critique, que je n’avais pas de haine.
Ce vide, voilà ma réponse.
Ah ! Comme on est mal dans ma peau !
J’ai besoin de pleurer sur le pain de luxe, de la domination, et de l’amour, sur le pain de gloire qui est dehors,
J’ai besoin de regarder par le carreau de la fenêtre,
Qui est vide comme moi, qui ne prend rien du tout.
J’ai dit pleurer : non, c’est un forage à froid, qui fore, fore, inlassablement,
Comme sur une solive de hêtre deux cents générations de vers qui se sont légué cet héritage : « Fore… Fore. »
C’est à gauche, mais je ne dis pas que c’est le coeur.
Je dis trou, je ne dis pas plus, c’est de la rage et je ne peux rien.
J’ai sept ou huit sens. Un d’eux : celui du manque.
Je le touche et le palpe comme on palpe du bois.
Mais ce serait plutôt une grande forêt, de celles-là qu’on ne trouve plus en Europe depuis longtemps.
Et c’est ma vie, ma vie par le vide.
S’il disparaît, ce vide, je me cherche, je m’affole et c’est encore pis.
Je me suis bâti sur une colonne absente.
Qu’est-ce que le Christ aurait dit s’il avait été fait ainsi ?
Il y a de ces maladies, si on les guérit, à l’homme il ne reste rien,
Il meurt bientôt, il était trop tard.
Une femme peut-elle se contenter de haine ?
Alors aimez-moi, aimez-moi beaucoup et me le dites,
M’écrivez, quelqu’une de vous.
Mais qu’est-ce que c’est, ce petit être ?
Je ne l’apercevrais pas longtemps.
Ni deux cuisses ni un grand coeur ne peuvent remplir mon vide.
Ni des yeux pleins d’Angleterre et de rêve comme on dit.
Ni une voix chantante qui dirait complétude et chaleur.
Les frissons ont en moi du froid toujours prêt.
Mon vide est un grand mangeur, grand broyeur, grand annihileur.
Mon vide est ouate et silence.
Silence qui arrête tout.
Un silence d’étoiles.
Quoique ce trou soit profond, il n’a aucune forme.
Les mots ne le trouvent pas,
Barbotent autour.
J’ai toujours admiré que des gens qui se croient gens de révolution se sentissent frères.
Ils parlaient l’un de l’autre avec émotion : coulaient comme un potage.
Ce n’est pas de la haine, ça, mes amis, c’est de la gélatine.
La haine est toujours dure,
Frappe les autres,
Mais racle ainsi son homme à l’intérieur continuellement.
C’est l’envers de la haine.
Et point de remède. Point de remède.