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viernes, abril 13, 2018

hart crane. la torre rota



La torre rota

La cuerda de la campana que convoca a Dios al alba
me despacha como si me doblase al toque de difuntos
de un día concluido –para deambular por el césped de la catedral
del hoyo al crucifijo,  pies helados en la escalera al infierno.

¿No has escuchado, no has visto ese cuerpo
de sombras en la torre, cuyos hombros mecen
carrillones antifonales lanzados antes
de que las estrellas sean capturadas y disociadas en los rayos de sol?

Las campanas, digo, las campanas rompen la torre;
y se balancean no sé hacia dónde. Sus lenguas impregnan
membranas con la médula, mi larga y diversa partitura
en intervalos rotos… Y yo, ¡su sacristán esclavo!

Llenan y levantan el coro de encíclicas ovales 
los abismos vacíos. ¡Encalladas voces muertas!
Pagodas, campanarios de dianas voladoras–
¡Oh ecos en hilera que se derrumban en la tierra!...

Y así fue que entré al mundo roto
para rastrear la compañía visionaria del amor, su voz
un instante en el viento (no sé a dónde fue)
no para retener largo tiempo cada elección desesperada.

Mi palabra vertí. Pero ¿fue acaso afín, marcada
por ese tribunal monárquico del aire
cuyo muslo es el bronce de la tierra, que golpea las Palabras de cristal
en heridas prometidas una vez a la esperanza– hendido en la desesperación?

Las usurpaciones intensas de mi sangre me dejaron
sin respuesta (¿podría la sangre sostener una torre tan alta
dando con la pregunta verdadera?) –¿o es aquella cuya
dulce mortalidad provoca el poder latente? –

Y a través de su pulso escucho, contando los golpes
mis venas recuerdan y suman, encendidas y seguras
el ángelus de las guerras que mi pecho evoca:
lo que tengo sano, único ahora, y puro…

Y construye, en el interior, una torre que no es de piedra
(ninguna piedra puede tocar el cielo) –sino el deslizamiento
de piedras, – alas visibles de silencio diseminadas
en círculos azules, ampliándose mientras se hunden.

La matriz del corazón, bajen la mirada
que es santuario del lago tranquilo y eleva una torre…
el cómodo, alto decoro de ese cielo
abre su tierra, y levanta al amor con su aguacero.

Hart Crane, Garrettsville, 1899- Golfo de México, 1932
De Hart Crane: Complete Poems and Selected Letters, Langdon Hammer, New York, The Library of America, 2006
Versión © Silvia Camerotto


The Broken Tower

The bell-rope that gathers God at dawn
Dispatches me as though I dropped down the knell
Of a spent day - to wander the cathedral lawn
From pit to crucifix, feet chill on steps from hell.

Have you not heard, have you not seen that corps
Of shadows in the tower, whose shoulders sway
Antiphonal carillons launched before
The stars are caught and hived in the sun's ray?

The bells, I say, the bells break down their tower;
And swing I know not where. Their tongues engrave
Membrane through marrow, my long-scattered score
Of broken intervals ... And I, their sexton slave!

Oval encyclicals in canyons heaping
The impasse high with choir. Banked voices slain!
Pagodas campaniles with reveilles out leaping-
O terraced echoes prostrate on the plain! ...

And so it was I entered the broken world
To trace the visionary company of love, its voice
An instant in the wind (I know not whither hurled)
But not for long to hold each desperate choice.

My word I poured. But was it cognate, scored
Of that tribunal monarch of the air
Whose thighs embronzes earth, strikes crystal Word
In wounds pledges once to hope - cleft to despair?

The steep encroachments of my blood left me
No answer (could blood hold such a lofty tower
As flings the question true?) -or is it she
Whose sweet mortality stirs latent power?-

And through whose pulse I hear, counting the strokes
My veins recall and add, revived and sure
The angelus of wars my chest evokes:
What I hold healed, original now, and pure ...

And builds, within, a tower that is not stone
(Not stone can jacket heaven) - but slip
Of pebbles, - visible wings of silence sown
In azure circles, widening as they dip

The matrix of the heart, lift down the eyes
That shrines the quiet lake and swells a tower...
The commodious, tall decorum of that sky
Unseals her earth, and lifts love in its shower.




lunes, marzo 19, 2012

corre un loco hacia tus parapetos



Proemio al Puente de Brooklyn

Cuántos amaneceres, fríos de sus descansos en las aguas
Las alas de la gaviota lo sumergirán y lo dirigirán
Desparramando blancos anillos de tumulto, erigiendo alta
Sobre las encadenadas aguas de la bahía la Libertad.

Entonces, con inviolada curva, abandona nuestros ojos
Tan espectacular como velas que cruzan
Alguna página de cifras que serán archivadas;
-Hasta los ascensores nos gotean de nuestro día...

Pienso en cinematógrafos, panorámicos ardides
Con muchedumbres asomadas a una deslumbrante escena
Nunca revelada, pero hacia la cual vuelven a apresurarse,
Predicha a otros ojos en la misma pantalla;

Y Tú, sobre el puerto, con pasos de plata
Como el sol te hubiera distanciado, pero dejando
Algún intacto movimiento en tu andar-
Deteniéndote, implícitamente te liberan!

Desde alguna prisa del subterráneo, celda o desván,
Corre un loco hacia tus parapetos,
Ladeándose momentáneamente, hinchada la aguda camisa,
Una mofa cae de la silenciosa caravana.

Murallón Abajo, desde la viga al medio de la calle gotea
Un diente arrancado del acetileno del cielo;
Toda la tarde las grúas embanderadas de nubes giran...
Tus cables respiran aún el Atlántico norte.

Y oscuro como aquel cielo de los judíos,
Tu galardón... Espaldarazo que confieres
De anonimidad que el tiempo no puede corregir:
Muestras vibrante indulto y perdón.

Oh arpa y altar de la furia conjugada
(¡Cómo podría un mero trabajo alinear tus cuerdas corales!)
Terrible umbral de la promesa del profeta
Plegaria de la parroquia, y el grito de los amantes-

De nuevo las luces del tráfico que rozan tu rápido,
Indiviso idioma, inmaculado signo de estrellas,
Manchando tu camino -condensan la eternidad:
Y hemos visto la noche levantada en tus brazos.

Bajo tu sombra, junto a los muelles aguardé;
Sólo en la oscuridad es clara tu sombra.
Los fogosos fragmentos de la ciudad están deshechos,
Ya la nieve inunda un año de hierro...

Oh insomne como el río que atraviesas,
Abovedando el mar, el sueño visionario de las praderas,
Desciende hasta nosotros, los humildes, alguna vez,
Y de tu curva ofrece un mito a Dios.

Hart Crane, Garretsville, Ohio, 1899- Golfo de México, 1932
Traducción de A, Bioy Casares y J. L. Borges
de Sur n° 113-114, marzo-abril 1944
en Sur Revista Semanal, Primera antología poética, Buenos Aires, enero-diciembre 1973
fotografía de © Walker Evans

miércoles, mayo 13, 2009

oh mi pródigo



Viajes II

Y aún este gran guiño de la eternidad
De mareas ilimitadas, de derivas desencadenadas,
Amortajado en brocados y conducido adonde
Su vientre de ondina se curva hacia la luna,
Riéndose de las retorcidas inflexiones de nuestro amor;

Tomemos este mar, cuyo diapasón resuena
A blancas sentencias de muerte en rollos de plata,
el reino del terror en cuyo encuentro se desgarra
mientras su conducta señala bien o mal,
todo menos la piedad en mano de los amantes.

Y en adelante, mientras callan las campanas de San Salvador
saluda al brillo azafranado de la flor de estrella
en estos prados de pascueras de sus mareas,
adagios de islas, oh mi Pródigo,
acaba con las oscuras confesiones que conjuran sus venas.

Observa como el giro de sus hombros mueve las horas,
Y apresúrate mientras sus ricas palmas indigentes
Pasan sobrescribiendo las doblegadas olas y la espuma, —
Apresúrate, mientras sean ciertas, — sueño, muerte, deseo,
Se cierran en un instante en una flor de agua.

Sujétennos al tiempo, oh Estaciones claras, y deslumbrantes.
O juglares de los galeones del fuego del Caribe,
No nos lleven a las orillas terrenales hasta que
Sea respondida en el vórtice de nuestra tumba
La mirada amplia y circular de la foca hacia el paraíso.


Hart Crane, Ohio 1899- New York, Mexico 1932
imagen: Gao Xinghian, Ink on rice painting.

versión © silvia camerotto


Voyages II

And yet this great wink of eternity,
Of rimless floods, unfettered leewardings,
Samite sheeted and processioned where
Her undinal vast belly moonward bends,
Laughing the wrapt inflections of our love;

Take this Sea, whose diapason knells
On scrolls of silver snowy sentences,
The sceptred terror of whose sessions rends
As her demeanors motion well or ill,
All but the pieties of lovers' hands.

And onward, as bells off San Salvador
Salute the crocus lustres of the stars,
In these poinsettia meadows of her tides,
Adagios of islands, O my Prodigal,
Complete the dark confessions her veins spell.

Mark how her turning shoulders wind the hours,
And hasten while her penniless rich palms
Pass superscription of bent foam and wave,—
Hasten, while they are true,—sleep, death, desire,
Close round one instant in one floating flower.

Bind us in time, O Seasons clear, and awe.
O minstrel galleons of Carib fire,
Bequeath us to no earthly shore until
Is answered in the vortex of our grave
The seal's wide spindrift gaze toward paradise