viernes, abril 29, 2011

jorge aulicino. olímpicas


Olímpicas, 1

He de ser duro, Ganimedes, tú que te regocijabas
en la virilidad, así se cumpla tu deseo
He de ser duro y pactar
Mira los montes cubiertos de huesos y de hierba
Mira sonar el sonajero de las mil tentaciones
Y como has andado entre las piernas de los dioses
y sabes a cuánta miseria se entregan, a qué dividendos,
dirás cómo hacernos fuertes y despertar cuando los siglos
hayan hecho su trabajo de pulir y dispersar
Y si hemos descubierto el vellocino en los laboratorios
Y si son de Dios las matemáticas y qué tiene que ver Dios
con los reglamentos de tránsito


Olímpicas, 2

Prometeo liberado de sus cadenas
va con ellas
por la calle golpeando a los falsos ciegos,
a los inválidos,
a los menesterosos,
como si todos ellos
fueran mercaderes en el templo.
He ahí
dice Zeus,
el resultado
de condonar, compadecer, indultar
y, por así decirlo,
el resultado general de la piedad.

Jorge Aulicino, Buenos Aires, 1949
Inéditos
Imagen: Christian Griepenkerl, 1839-1916 , maestro de Schiele. Prometeo roba el fuego de Zeus mientras dormita con Ganimedes

jueves, abril 28, 2011

sylvia plath. los otros dos


Los otros dos

Nos mudamos, por el verano, a una villa llena de ecos,
fría como el interior perlado de una concha.
Nos despertaban los cascos y cencerros de las cabras negras
de paso redoblado. Alrededor de nuestra cama, los muebles señoriales
se hundían en matices de luz verdemar y extraña.
Ni una hoja arrugada en el aire diáfano.
Soñábamos que éramos perfectos, y lo éramos.

Los muebles de patas de grifo y vetas oscuras
anclados contra las paredes desnudas y encaladas.
Tú y yo en un lugar que era para diez más—
en las habitaciones oscuras nuestros pasos se multiplicaban,
nuestras voces buscaban un sonido más profundo:
la larga mesa de nogal, las doce sillas
reflejando los intrincados gestos de otros dos.

Pesados como estatuas, con formas que no eran nuestras
representaban una pantomima en la madera pulida,
aquel cuarto sin ventanas ni puertas:
él levanta un brazo para acercarla, pero ella
rehúye el tacto: él es de hierro.
Al ver su frialdad, él aparta la mirada.
Ellos posan y sufren como en una tragedia griega.

Pálidos como la luna e implacables, él y ella
ni aliviados ni libres. Nuestro ejemplo
de ternura se hundía en su purgatorio
como un planeta, una roca, tragado por la oscuridad,
sin dejar huellas estelares, sin causar ondas.
A la noche, los abandonábamos en su lugar desierto.
Las luces apagadas nos acechaban, envidiosos e insomnes.

Soñábamos con sus discusiones, sus voces angustiadas.
Nosotros podíamos abrazarnos, pero esos dos jamás lo hacían,
diferentes a nosotros, llegaban a un rígido punto muerto,
agobiados de tal modo que parecíamos más ligeros—
nosotros los espectros, y ellos, carne y hueso;
como si por encima de la ruina del amor, fuéramos
el cielo con el que ellos soñaban, desesperados.

Sylvia Plath, Boston, 1932- Primrose Hill, 1963
Versión© Silvia Camerotto
El original del inglés en Sylvia Plath, Poesía Completa, Edición de Ted Hughes, Traducción y notas de Xoán Abeleira, Bartebly Editores, Madrid, 2009
Imagen: s/d

The other two

All summer we moved in a villa brimful of echos,
Cool as the pearled interior of a conch.
Bells, hooves, of the high-stipping black goats woke us.
Around our bed the baronial furniture
Foundered through levels of light seagreen and strange.
Not one leaf wrinkled in the clearing air.
We dreamed how we were perfect, and we were.

Against bare, whitewashed walls, the furniture
Anchored itself, griffin-legged and darkly grained.
Two of us in a place meant for ten more-
Our footsteps multiplied in the shadowy chambers,
Our voices fathomed a profounder sound:
The walnut banquet table, the twelve chairs
Mirrored the intricate gestures of two others.

Heavy as a statuary, shapes not ours
Performed a dumbshow in the polished wood,
That cabinet without windows or doors:
He lifts an arm to bring her close, but she
Shies from his touch: his is an iron mood.
Seeing her freeze, he turns his face away.
They poise and grieve as in some old tragedy.

Moon-blanched and implacable, he and she
Would not be eased, released. Our each example
Of tenderness dove through their purgatory
Like a planet, a stone, swallowed in a great darkness,
Leaving no sparky track, setting up no ripple.
Nightly we left them in their desert place.
Lights out, they dogged us, sleepless and envious:

We dreamed their arguments, their stricken voices.
We might embrace, but those two never did,
Come, so unlike us, to a stiff impasse,
Burdened in such a way we seemed the lighter-
Ourselves the haunters, and they, flesh and blood;
As if, above love's ruinage, we were
The heaven those two dreamed of, in despair.

lunes, abril 25, 2011

enrique molina. comarca propia


Comarca propia

Mi país es falso y sin techos cavando en la tierra como un perro
cavando en el cielo
cavando en el alma ¿para qué? En su rincón con la espuma de las moscas. ¡Estrellas! De noche es inútil encogerse como un feto.
No por eso deja de oírse el señorío famélico de los órganos y su súplica
¡aunque uno vuelva a aquellos días y a la negra circundada por el sudor de las flores del mundo
a aquellas caricias que hacían blasfemar de placer a los cocheros fúnebres!

Fundado en la corriente mi país desnudo hace con sus dientes y sus anzuelos un rumor de supersticiones bajo los plátanos
¡entonces una ola radiante como la siesta de la primera masturbación al pie del molino como el primer descubrimiento de un astro hembra entre los pliegues del sueño!
Y no me importa
llorar en su piedra país errante mío farsante
¿Por qué rechazaré tanto un cuerpo que quiero? ¿Por qué desearé tanto un cuerpo que abandono...? País cocodrilo perpetuo al acecho al sol en el bello fano
País droga
¡Partenón de hierbas podridas y estrellas con tu gracia tantálica y esas vastas y ociosas imágenes salvajes del infinito cubierto de lianas...!

de Amantes antípodas

Enrique Molina, Buenos Aires, 1910-1997
en Poesía argentina, Selección del Instituto Torcuato Di Tella, Editorial del Instituto, Buenos Aires, 1963
imagen: Rob Gonsalves

domingo, abril 24, 2011

edgar bayley. otros verán el mar


otros verán el mar

otros verán el mar
la soledad del sueño
encenderán nuevos nombres
viajes felices al extremo de la mañana
otros tendrán secretos
olvido tolerancia
otra voz otras luces
un juego diferente
¿qué vida retendrás mientras tanto?
¿qué esperanza dirás todavía
en la calle o el bosque renacido?
¿en qué rostro o amor revivirás tu viaje?
otros tendrán la isla
conquistarán la inocencia
refundirán la noche la vigilia
el amo y el esclavo
entonces no habrá sido en vano
tanto descenso y tempestad y absurdo
tanto desprecio y lagos de sombra y brujas
tanto perdón y puerta sin llamado
entonces se amarán de nuevo de verdad
un hombre una mujer
al principio al fin del mundo
otros verán sin pausas
sin fronteras
inventarán el fuego y la confianza
¿qué día albergará tu nombre
en qué vena o qué metal
tendrá destino tu silencio?

de ni razón ni palabra

cuestión de tiempo

cuestión de tiempo quizás
de andar en trenes
de encontrar a la luz del sol
la guerra y la paz
el camino que lleva al hermano
al enemigo
cuestión de tiempo
la música vendrá
un tribunal enjuiciará tu miedo tu pobreza
y otro mañana de distinto modo
al vagabundo que se extravía balbuceando
el idioma que hablarán los hombres
cuestión de tiempo
colonizadores de la riqueza y la claridad
en todos hablará el difícil amor
la transparencia
pero siempre el vértigo
extenderá sombras sobre los senderos
abrirá cielos sobre las voces y el silencio
y hombres solos
mujeres solas
hablarán sin amparo
sin encontrar la palabra apropiada
el nombre de la noche


Edgar Bayley, Buenos Aires, 1919- 1990
en Poesía argentina, Selección del Instituto Torcuato Di Tella, Editorial del Instituto, Buenos Aires, 1963
imagen:Jeffrey Vanhoutte, con expresa autorización del autor

sábado, abril 23, 2011

rodolfo alonso. buenos vientos


Buenos vientos

El amor nuestro fue una belleza incandescente, paseada
con dignidad entre sobresaltos y disculpas.

Lo nuestro creció de golpe, auspiciado por la buena voluntad
de algunos vientos, que no supieron si no alterar nuestros
caminos, unificar nuestras distancias, darnos una mano.

Fueron los únicos culpables de esta feroz batalla por
la aventura, recientemente concluida.

de Buenos vientos


La voz tomada

Cuando se quiebre la lengua del amor, nos quedará
todavía esta palabra ronca.
Cuando no pueda decir, volverá todavía a mi garganta
el eco de tu cuerpo.

de El músico en la máquina


Querer es poder

desnudos
ante la noche o la miseria

la mirada sangrante
hace la luz del día

de Entre dientes


El vuelo de la ansiedad

Redonda y gruesa: así es la cal
viva, la tenaz ansiedad,
la dura que supera
los bordes y algunos saltos locos
sobre el abismo, la que aguanta
en las mañanas ágiles
o en la humedad más alta
de la noche, así es el frío
tembloroso
que persevera y que corroe
las paredes del siglo, los ácidos
cinturones de la carne,
la moral distinguida,
la fuga inexistente.

Espesa y cruda; hasta que llegue
para todos, para cada uno,
el acontecimiento
largamente esperado: la pasión,
la vida ya nunca subterránea,
la ligereza, la explosión de la verdad.

Inédito, 1961


El desdichado

Qué desoladamente desolado
te has quedado en la plaza,
niño, en el baldío
silencio de tu misma voz,
fría y sin brillo ahora.

La tarde se ha alejado vanamente
de tus ojos, arena
ya sin alrededor, ni más, ni nunca.
¿Es que en los míos
vas a quedarte quieto para siempre?

¿Qué esperabas allí, sentado, solo?
¿Que vinieran a darte,
a buscarte, a decirte?
¿Qué esperabas,
pequeño y desgarrado solitario,
sangre mía, ausencia
de todo el mundo? ¿Qué esperabas?

Inédito, 1963

Rodolfo Alonso, Buenos Aires, 1934
en Poesía argentina, Selección del Instituto Torcuato Di Tella, Editorial del Instituto, Buenos Aires, 1963
imagen: John Jude Palencar

jueves, abril 21, 2011

javier adúriz. no tegas miedo y otros poemas


Para Javier Adúriz,
In memoriam


Qué extraña la literatura, no? Saca belleza o autoridad de las catástrofes...
Javier Adúriz, 21 de noviembre 2008

No tengas miedo

Si pudiera entrar ahí un rato, al menos
un momento y entender tus chifles,
los ronquidos que hacen lo tuyo tan extraño...
Desde este lado no alcanzo a comprender.

Papá y mamá insisten, pero yo no quiero
irrumpir. Mirá, sólo para darte tranquilidad.
No hagas algo de lo que después te arrepientas.
Resoplá el día y la noche enteros si querés.

¿Sabés...? aquí tengo un par de manzana.
Voy a entornar la puerta y arrojarlas ahora
adentro. Nadie busca torcer sus decisiones.

Pero esto no es posible, querido, permanecer así
el resto de la vida. No tengas miedo, Gregorio,
la imaginación es buena compañera.


Un servidor de usted

Disculpe la intrusión, niño Javier, pero soy yo,
un servidor de usted, el mismo que hace tanto
no sube a la terraza. Usted lo sabe, niño,
que estoy a su mandado, desde aquella mañana
de su señor padre, que en paz descanse.

No sé si fatuo o qué, pero creí en ser su amigo,
un otro suyo, el coleccionista de las experiencias.
Por eso le dictaba la poesía, niño Javier.
¿O no recuerda los insomnios, el aguarde
de que alguien pusiera la vitrola de la voz?

¿Quién cree, usted, que daba cuerda con ganas
y salía por la cornetita? Niño, niño, no me deje
en el rincón sombrío de los sótanos. Ya sé que vino
a grande, y que por los años corren para todos,
pero soy el servidor de usted, su mandato.

Ahora me cuesta, es cierto, hacerme de palabras.
Cómo decirlo, oírle el pulso de las horas. Pero, ¿allí
en el fondo del fondo, donde el vivir es casi
peor que malo, y a más se come poco? No es justo, niño
Javier, piense que soy de usted, que aquí me tiene.


Canción del samurai

Arde la luna, arde igual que un garfio,
con cuánto filo que lastima el aire.
-Honor, honor al lago que tiembla
y es el modo de un sueño. Gloria
a ese violente dormitar de un pájaro.
Gloria mucha... a la mañana que llega.


Algo desata el nudo de las apariencias,
la entraña alta de las apariencias.
-No un nombre, no el camino,
no el santón de ojitos en la nuca.
Nada de lo que suceda en vano. Gloria...
a esta furia que cede con el sol naciendo
.

para Jorge Aulicino


// No creo que un libro se escriba solo, aunque éste contituya
una excepción. Más bien valoro el esfuerzo, caminar treinta
kilómetros a la mañana, almorzar liviano, echar la siestita
-bastan pocos minutos-, hablar con los amigos, beber vino,
fumar todo lo posible y a la noche, solo a la noche, aguardar
que la pared se abra y aparezcan en masa los fantasmas.


Querido escuerzo
No me mires así
Que estoy de paso



// Un jinete pasa de sur a norte, lo vemos más allá de la cerca. Va
en descubierta. Busca noticias del frente. A lo lejos se observan relámpagos,
blancos y negros como el pensamiento. Nadie asegura nada. Estamos levemente
perplejos y tomados de la mano. La galería permanece preparada, con solo el
sillón de las visitas. ¿Pero qué aguardamos? decimos. Si ahora empieza a llover
y en el miedo puede haber mucha esperanza... No bien llega la noche, oímos de
nuevo los cascos del caballo. Trae el jinete que vuela esta vez en dirección al sur.
Nunca sentimos algo parecido.

Nomás la noche,
Nomás la noche, y sí
Nomás la noche


Javier Adúriz, Buenos Aires, 1948-2011
imagen del álbum personal de Silvia Camerotto, Buenos Aires, 11 de agosto de 2009

más de javier en:

otra iglesia es imposible
el mundo incompleto
taller macedoniano
club de traductores
blog del amasijo
faro vacío
y aquí

raúl gustavo aguirre. juego de naipes y otros poemas




Juego de naipes

Todos teníamos adentro
el sol
la sombra

un sol distinto para cada uno
una sombra idéntica

todos teníamos razón
cartas que dar que recibir
la mesa no era grande
la casa era de todos.

de Señales de vida, 1960

Ya no te guardaré

Ya no te guardaré, se deshizo la música
donde me pareció que estabas.
Eran cristales rotos, o arena, no sé bien:
yo pisé y comprendí.

Comprendí con asombro que el tiempo se estiraba
desesperado y sin sentido
y que yo no era nadie
excepto el que te amó.

Eran cristales rotos, piedras o desventuras,
eran cuerpos enormes o cenizas, no sé.
Yo pisé y comprendí.

de Señales de vida, 1950

Virelai

Yo confío en que un rostro
entre los silbidos del tiempo
llegará a ser el tuyo.

Yo espero
en el borde de una tormenta
el día de tu nombre.

Yo quiero atravesar
este recuerdo sin imagen
entre el lejano rodar
de las piedras mudas del sol.

Yo me desasiré de la magia
para volverme y descubrirte
detrás de la desierta construcción
de las sombras del día.

Ya no seré cobarde
ni te perderé en el camino
ni en ninguna ribera.

Aceptaré tu sonrisa
tu vestido claro
la hierba de mi vida
entre las ramas del crepúsculo.

Y si desapareces
en la larga llanura
temida por los pájaros
no diré que te has ido para siempre
sino que yo te amaba
y he muerto.

Inédito, 1962


Agua que vas al corazón

Agua que vas al corazón, cayendo
tan claramente de tu lejanía.
Agua sola que vienes a este mundo
y te vas con nosotros, porque sí.

Y qué te damos, mira: confusión
cántaro que te corta, sangre fría.
Te equivocaste mucho, mucho, mucho,
agua que vas al corazón.

Inédito, 1963

Raúl Gustavo Aguirre, Buenos Aires, 1927- 1983
en Poesía argentina, Selección del Instituto Torcuato Di Tella, Editorial del Instituto, Buenos Aires, 1963

miércoles, abril 20, 2011

atilio bertolucci. retrato de hombre enfermo


Retrato de hombre enfermo

Éste que ven aquí pintado a la sanguina y en negro
y ocupa enteramente el espacioso cuadro
soy yo cuando tenía cuarenta y nueve años, envuelto
en una bata amplia que cubre la mitad de las manos

como si fuesen flores, no deja ver si el cuerpo
está sentado o acostado: como el enfermo crónico
que es puesto ante ventanas donde se enmarca el día,
un día más otorgado a los ojos que se fatigan pronto.

Si pregunto al artista, mi hijo quinceañero,
a quién quiso pintar, me dice de inmediato:
"a uno de esos poetas chinos que tú me hiciste
leer, mientras mira hacia afuera, en sus horas finales".

Es verdad, recuerdo ahora haberle regalado ese libro
que alegra el corazón de riberas celestes
y pardas hojas otoñales; en él sabios, o falsos sabios, poetas
graciosamente dejan la vida levantando la copa.

Y yo, perteneciente a un siglo que cree
no mentir, me reconozco en aquel hombre enfermo
mintiéndome a mí mismo y de él escribo
para exorcizar un mal en el que creo y no creo.

Attilio Bertolucci, San Lazzaro, Parma, 1911- Roma, 2000
de Viaggio d'inverno
en Poesía italiana contemporánea, Prólogo, selección y traducción de Horacio Armani, Litoral/Ediciones Unesco, Málaga, 1994
Imagen: Allen Jones

martes, abril 19, 2011

sibila aleramo. la niña que yo fui me mira y otros poemas


La niña que yo fui me mira

A ti sola, entre tantas que yo he sido,
a ti sola no te recuerdo tal como apareces
en esta remota imagen de mí misma.
¿Así era yo? Aún no te mirabas en espejos,
no podía saber si te me asemejabas.
Y ahora se encuentran nuestras miradas.
Qué sería eres, pequeña, qué abstraída,
parece como si verdaderamente vieses
a esa que soy ahora,
y en centelleante presciencia vivieras
íntegros los setenta años que te esperaban,
largos años locos y graves;
hay en el óvalo dulce de tu rostro
como un leve, oh leve, hálito de temor,
tú, criatura sana, amada, armoniosa,
tan recatada en tu actitud,
manecitas anudadas sobre el regazo,
valerosa pequeña que yo he sido
en la remota edad que no recuerdo,
mas dime ahora, ¿durante cuánto tiempo
todavía será necesario tener valor, dímelo,
tú que tan fijamente con la luz de los ojos pensativos
me miras y me miras y me miras?

de Luci della mía sera

Tantos años y tantos

Es agosto, es mediodía, altos prados en torno,
yo cumplo tantos años y tantos, y desde lejos
he aquí que me escribes con tu querida mano, escribes
que soy demasiado joven y gitana e inquieta,
tú, bien mío secreto, tú que mío no eres,
tú, más alto que todo lo que amé, alto amor,
y desde lejos tu sonrisa de dulce caridad
vida y muerte igualmente me iluminan,
plenas y preciosas de llanto y de gloria.

de Selva d'amore

Sibila Aleramo, (Rina Faccio), Alessandria (Piamonte), 1875- Roma, 1960
en Poesía italiana contemporánea, Prólogo, selección y traducción de Horacio Armani, Litoral/Ediciones Unesco, Málaga, 1994
Imagen: Pablo Picasso

lunes, abril 18, 2011

aldo pellegrini. al abrir los ojos


Al abrir los ojos

Al abrir los ojos
espera la gran jornada de fatiga
y con la fatiga la seducción de los milagros
allí la luz de los leones ante las bocas que amenazan pronunciar palabras inútiles

Retroceden dos pasos
los pájaros anidan en las heridas
oh materia del dolor clasificada en pequeñas cajas portátiles
llevadas de aquí para allá
con sonrisas y aires fingidos
los noctámbulos penetran en las jaulas
pronunciando palabras ardientes

Al abrir los ojos
la multitud deslumbrada acude a presenciar la persecución
los que salen y los que entran, el judío errante y el emperador destronado y la bella Magdalena
con su humilde manjar de culpa, su tristeza erótica y su roto marfil
corren tras las estatuas sonrientes, las cosas en movimiento descifran su candor

Al abrir los ojos
el verdor se adelanta, el viajero impaciente abandona a su compañera sonámbula
el viento asoma su rostro expectante y una mano que se agita
aclara la rabia del humo

Al abrir los ojos
una atmósfera con corona de incendio
un confortante clamor de destrucción
los viejos camaradas se separan, el tiempo florece en las ruedas
¿no ha durado todo demasiado?

Aldo Pellegrini, Rosario, 1903- Buenos Aires, 1973
de Construcción de la destrucción, en Antología de la poesía argentina, Selección e introducción de Raúl Gustavo Aguirre, Tomo 1, Ediciones Librerías Fausto, Buenos Aires, 1979
imagen: Salvador Dalí

sábado, abril 16, 2011

susana thénon. quién y otros poemas


Quién

¿Quién caerá primero?
¿Quién estará solo
primero?
¿Quién
se resistirá inútilmente
al cielo que avanza?

Uno

Decirte
que soy 1 más
dentro del NO mundo.

Decirte
idiomas con espinas bajo las uñas.

Decirte
nada
para tu algo casi nada.


Habitante de la nada

Vivo entre piedras,
su forma se me parece.
¿Yo soy una piedra,
un juguete en la tumba de un niño,
una medalla ennegrecida?
Soy más bien un espejo gastado,
una superficie que no refleja,
un rostro impar,
un día que termina.


Susana Thénon, Buenos Aires, 1935-1991
en La morada imposible, Susana Thénon, Tomos 1 y 2, edición a cargo de A. M. Barrenechea y M. Negroni, Editorial Corregidor, Buenos Aires, 2004
imagen: s/d

domingo, abril 10, 2011

carl sandburg. tumbas


Tumbas

Soñé con un hombre enfrentado a miles,
Un hombre condenado por tonto y obcecado.
Año tras año caminaba por las calles,
Y se cruzaba con miles de encogidas
De hombros y abucheos.

Murió solo
Y nada más el funebrero fue a su funeral.

En su tumba, las flores crecen insignificantes al viento,
Y también en las tumbas de los otros mil,
Las flores crecen insignificantes al viento.

Flores y viento,
Flores insignificantes en las tumbas de los muertos,
Pétalos rojos, hojas amarillas, pinceladas blancas,
Masas púrpura declinando…
Las amo y a su enorme modo de olvidar.


Carl Sandburg, Illinois, 1878- 1967
Versión de © Silvia Camerotto
De “The road and the end", en Carl Sandburg, Selected Poems, Gramercy Books, New York, 1992
imagen: s/d

Graves

I dreamed one man stood against a thousand,
One man damned as a wrongheaded fool.
One year and another he walked the streets,
And a thousand shrugs and hoots
Met him in the shoulders and mouths he passed.

He died alone
And only the undertaker came to his funeral.

Flowers grow over his grave anod in the wind,
And over the graves of the thousand, too,
The flowers grow anod in the wind.

Flowers and the wind,
Flowers anod over the graves of the dead,
Petals of red, leaves of yellow, streaks of white,
Masses of purple sagging…
I love you and your great way of forgetting.

viernes, abril 08, 2011

juan l. ortiz. 22 de junio


22 de junio

(Para los poetas de la rosa y la mariposa)

Ellos también, poetas, defienden nuestros sueños.
¿No es acaso la poesía visión en que esta fiebre de formas que es la vida
ilumina de pronto las todavía trémulas y tiernas figuras del nacer?

¿Pensáis que una lívida muerte de hierro sobre el sueño
os podrá permitir decir la rosa, decir el vuelo de la mariposa?
Por éstas también se dice el amor a los otros,
y la muerte lívida estará atenta a las más frágiles palabras de amor
para romperlas algunas veces sobre los mismos delicados labios que apenas las murmuran.

Ya sabéis que hubo hogueras, ya sabéis que hubo hierro,
para los que solo fueron una débil brisa entre las cañas
o un tenue hilo de flauta casi perdido en sí mismo.
Es que la brisa y la flauta suspiraban por un mundo que se creía perdido
lo llamaban en la noche a un alba que se pensaba descendería de las estrellas.

La poesía fue nostalgia, mis amigos,
de la comunión que ahora sabemos cómo florecerá.
A pesar de ella misma fue nostalgia.
Por eso el hierro lívido quiso encerrar la brisa
y el estúpido fuego hacer cenizas de la más delgada agua de la melodía...

La poesía fue un sueño desgarrado también.
Fue una 'entraña desgarrada', ¿verdad Tchou-Chou-Tchenn?
porque no había quien hablara por los que se curvaban entre los arrozales y los trigos
mientras ella sufría la herida de la primavera.

Pero el sueño se iluminó y se extravió en finísimos laberintos.
Hölderlin y Jean Paul y Novalis y Tieck,
hasta la voz del 'cielo y del infierno' y hasta la voz del éter
y hasta la voz de 'Las iluminaciones'.

Blake, Shelley y Rimbaud supieron que no estaban solos, y vieron, mis amigos,ellos vieron.
Y unos cantaron lo que vieron y otros gritaron lo que vieron
cegados casi por el resplandor de una estrella que ahora nacía de la tierra..
Los poetas no estaban solos.

Mis amigos, ellos vieron, Brazos sobre los que perlaba la transpiración de la sangre
empezaban a arrojar en medio del dolor y del suplicio las semillas del sueño.
Y el sueño fue como un viento que madurara en las ciudades, en las aldeas y en los campos.
Y sobre la primavera del sueño se abatió la tempestad del hierro lívido el 22 de Junio.
Y los brazos que sostenían el sueño le hicieron un blindaje de muerte contra la tempestad.
Y la estrella de cinco puntas fue un ubicuo terror para el terror gamado...

He ahí nuestro sueño hecho una rosa de muerte para defenderse de la muerte.
He ahí la estrella hecha un relámpago fatal para defender la dulzura de la tierra
en la gracia de la harina, en la gracia del aceite, en la gracia de la sal y en la gracia del vino
para la gracia recién libre de vuestro canto, oh poetas de la rosa y de la mariposa.

Ellos también, poetas, defienden nuestros sueños entre las ráfagas lívidas de la muerte.
La rosa y la mariposa son de acero
para que mañana, en la primavera,
podamos decir, como el hermano Pasternak, la extrañeza del álamo en la calle...

La rosa y la mariposa son de muerte para los poderes de la muerte abatidos sobre el sueño.


Juan L. Ortiz, Puerto Ruíz, 1896 - Paraná, 1978
de El álamo y el viento
en Los poetas sociales, Centro Editor América Latina, Buenos Aires, 1968
imagen: Pierre Bonnard

martes, abril 05, 2011

gustavo adolfo bécquer. rima XXX




XXX

Asomaba a sus ojos una lágrima,
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: ¿por qué callé aquel día?
Y ella dirá: ¿por qué no lloré yo?

Gustavo Adolfo Bécquer, Sevilla, 1836 – Madrid, 1870
en Gustavo Adolfo Bécquer, Rimas, Editorial Castalia, 1993
imagen de Jiri Ruzek© – Relax, en Uno de los nuestros

sábado, abril 02, 2011

vicente huidobro. camino y otros poemas


Camino

Un cigarro en el vacío

A lo largo del camino
He deshojado mis dedos

Y jamás mirar atrás

Mi cabellera
Y el humo de esta pipa

Aquella luz me conducía
Todos los pájaros son alas
En mis hombros cantaron

Pero mi corazón fatigado
Murió en el último nido

Llueve sobre el camino
Y voy buscando el sitio
donde mis lágrimas han caído.



Llueve

Todo oscuro bajo la lluvia electrizada

La casa
junto al mar vacío

Y entre los hilos de agua
Se sostiene un nido

Donde me he ocultado

Sea yo un astro quebrantado
O bien una luciérnaga
Hay mariposas en mi pecho
Y sobre la canción que asciende
Una luz coloniza los desiertos

Esta alondra de nieve se me muerte

Un Día Partiremos

Los barcos hacia mares en sordina
Mi estrella hacia la yerba viva

Acaso esta obscuridad
viene del armario

En Donde Me He Ocultado

El patio y la vida llenos de musgos
Del sexto piso
desciende el ascensor mejor que un buzo.

Vicente Huidobro, Chile, 1893- 1948
Imagen: Eric White© - “Untitled (Jason´s Paiting)” en Uno de los nuestros