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martes, mayo 07, 2013

wallace stevens. seis paisajes significativos



Seis paisajes significativos

I
Un anciano está sentado
a la sombra de un pino
en China.
Mira una espuela de caballero,
azul y blanca,
al borde de la sombra,
que se mece al viento.
Su barba se mece al viento.
El pino se mece al viento.
Así fluye el agua sobre malezas.

II
La noche es del color
de un brazo de mujer;
la noche, la hembra,
oscura,
fragante y flexible,
se oculta.
Una laguna brilla
como un brazalete
agitado en una danza.

III
Me mido a mí mismo
contra un alto árbol.
Descubro que soy mucho más alto,
pues alcanza con mi ojo
hasta el sol;
y alcanzo la orilla del mar
con mi oído.
No obstante, me disgusta
la manera cómo se arrastran las hormigas
dentro y fuera de mi sombra.

IV
Cuando mi sueño estaba cerca de la luna,
los blancos pliegues de su túnica
llenáronse de luz amarilla.
Las plantas de sus pies
tornáronse rojas.
Sus cabellos se llenaron
de ciertas azules cristalizaciones
provenientes de estrellas
no lejanas.
V
No todos los cuchillos de los postes de alumbrado,
ni los cinceles de las largas calles,
ni los mazos de las cúpulas
y altas torres,
pueden tallar
lo que una estrella puede tallar,
brillando a través de los pámpanos.

VI
Los racionalistas, usando cuadrados sombreros,
piensan, en cuadradas habitaciones,
mirando al piso,
mirando al techo.
Se limitan
a los triángulos rectángulos.
Si probaran romboides,
conos, líneas curvas, elipses como
por ejemplo, la elipse de la media luna-,
los racionalistas usarían sombreros.

Wallace Stevens, Reading, 1879- Hartford, 1955
En Wallace Stevens, Domingo a la mañana y otros poemas, traducción de Alberto Girri, Andrés Sánchez Robayna y Guillermo Sucre, Prólogo de Daniel Chirom, Centro Editor América Latina, Buenos Aires, 1988

viernes, octubre 19, 2012

robert lowell. luego de las sorprendentes conversiones



Luego de las sorprendentes conversiones

Veintidós de septiembre, Señor: hoy
contesto. Hacia fin de mayo,
durante la Ascensión de Nuestro Señor, comenzó
a ser más sensible. Un caballero 
de inteligencia más que común, estricto
en la moral, piadoso en la conducta, resistióse
en contra de nuestro aguijón. Un hombre de cierta fama,
una persona de provecho, honrada en la ciudad,
provenía de padres melancólicos; propensos
a secretos arrobamientos, durante años vivieron apartados;
su tío, creo, murió de eso:
buena gente, pero de demasiada o de poca agudeza.
Un domingo prediqué sobre un texto de los Reyes;
y él demostró preocupación por su alma. Algunas cosas
de su experiencia daban esperanzas. Se sentaba
a observar el viento golpeando un árbol,
y alababa este campo que nuestro Señor ha hecho.
Una vez, cuando murió la ternera de un pobre hombre,
él dejó un chelín en el umbral; aunque la sed
de amar lo sacudía como una serpiente, no se atrevió
a abrigar demasiadas esperanzas sobre su lugar
en el cielo. Una vez lo vimos sentado hasta tarde
detrás de la ventana de su desván a la luz de una vela
que goteaba sobre su Biblia; durante esa noche
meditó el terror, y pareció estar
más allá de consejos o razones, porque soñaba
que había sido llamado para hacer sonar la trompeta del Día del Juicio
en Concord. Hacia fin de mayo
se degolló. Y aunque el juez
lo declaró loco, pronto una malsana excitación 
paralizó nuestra aldea. A la señal de Jehová
Satán pareció haberse desatado más entre nosotros: Dios 
nos abandonó a Satán, y él nos acosó duramente
hasta que pensamos que no podríamos tener tregua
si no terminábamos con la vida. La tranquilidad había desaparecido.
Todo el buen trabajo quedó anulado. Estábamos deshechos.
El hálito de Dios, con un planeado
y sensato designio, se había retirado de esta tierra;
la multitud, una vez indiferente a las dudas,
una vez ni insensible ni curiosa ni devota,
brincaba en pleno mediodía, como si cualquier buhonero
gimiese con su dejo familiar: "Amigo,
degüéllate. Degüéllate. ¡Ahora! ¡Ahora!".
Veintidos de septiembre, Señor, la rama
cruje por las manzanas no recogidas, y al amanecer
la perca de la boca pequeña salta en el agua, atiborrada de huevas.

Robert Lowell,  Boston, 1917- New York, 1977
en Poemas de Robert Lowell, versión prólogo y notas por Alberto Girri, Sudamericana, Buenos Aires, 1969
imagen de Tommy Ingberg© – Rage, en Uno de los nuestros



After the surprising conversions

September twenty-second, Sir: today 
I answer. In the latter part of May, 
Hard on our Lord’s Ascension, it began 
To be more sensible. A gentleman 
Of more than common understanding, strict 
In morals, pious in behavior, kicked 
Against our goad. A man of some renown, 
An useful, honored person in the town, 
He came of melancholy parents; prone 
To secret spells, for years they kept alone— 
His uncle, I believe, was killed of it: 
Good people, but of too much or little wit. 
I preached one Sabbath on a text from Kings; 
He showed concernment for his soul. Some things 
In his experience were hopeful. He 
Would sit and watch the wind knocking a tree 
And praise this countryside our Lord has made. 
Once when a poor man’s heifer died, he laid 
A shilling on the doorsill; though a thirst 
For loving shook him like a snake, he durst 
Not entertain much hope of his estate 
In heaven. Once we saw him sitting late 
Behind his attic window by a light 
That guttered on his Bible; through that night 
He meditated terror, and he seemed 
Beyond advice or reason, for he dreamed 
That he was called to trumpet Judgment Day 
To Concord. In the latter part of May 
He cut his throat. And though the coroner 
Judged him delirious, soon a noisome stir 
Palsied our village. At Jehovah’s nod 
Satan seemed more let loose amongst us: God 
Abandoned us to Satan, and he pressed 
Us hard, until we thought we could not rest 
Till we had done with life. Content was gone. 
All the good work was quashed. We were undone. 
The breath of God had carried out a planned 
And sensible withdrawal from this land; 
The multitude, once unconcerned with doubt, 
Once neither callous, curious nor devout, 
Jumped at broad noon, as though some peddler groaned 
At it in its familiar twang: “My friend, 
Cut your own throat. Cut your own throat. Now! Now!” 
September twenty-second, Sir, the bough 
Cracks with the unpicked apples, and at dawn 
The small-mouth bass breaks water, gorged with spawn. 

martes, junio 29, 2010

dormir en el olvido


H. Melville: CONMEMORACIÓN DE UNA VICTORIA NAVAL

Pero raramente la corona de laurel se concibe
pura de pensativas, tristes violetas;
hay una luz y una sombra en cada hombre
que al final alcanza su punto más alto
cuidando en la noche la eterna chispa.
Jamás puede ser soberbio;
él siente los espíritus que gozosos exaltaron su mérito,
dormir en el olvido... Blanco, el tiburón
se desliza a través del mar de fósforo.

H. Melville: MONODIA

Haberlo conocido, haberlo amado
luego de tanta soledad;
y ser entonces apartado en la vida
y no en el error;
y ahora por la muerte ponerle su sello:
¡Alíviame, un poco de alivio, canto mío!

Junto a las colinas invernales su montículo de ermitaño
tapizaba cándidos bancos de nieve,
y sin hogar el pinzón de las nieves aleteaba
debajo de los abetos fúnebres:
esmaltada ahora de hielo la claustral viña
que oculta el racimo más esquivo.

Versiones
en Alberto Girri, Obra poética III, Corregidor, Buenos Aires, 1980
por Herman Melville, New York, 1819-1891
imagen: Anónimo renacentista

Commemorative Of A Naval Victory

Sailors there are of the gentlest breed,
Yet strong, like every goodly thing;
The discipline of arms refines,
And the wave gives tempering.
The damasked blade its beam can fling;
It lends the last grave grace:
The hawk, the hound, and sworded nobleman
In Titian's picture for a king,
Are of hunter or warrior race.

In social halls a favored guest
In years that follow victory won,
How sweet to feel your festal fame
In woman's glance instinctive thrown:
Repose is yours--your deed is known,
It musks the amber wine;
It lives, and sheds a light from storied days
Rich as October sunsets brown,
Which make the barren place to shine.

But seldom the laurel wreath is seen
Unmixed with pensive pansies dark;
There's a light and a shadow on every man
Who at last attains his lifted mark--
Nursing through night the ethereal spark.
Elate he never can be;
He feels that spirit which glad had hailed his worth,
Sleep in oblivion.--The shark
Glides white through the phosphorus sea
.



Monody

To have known him, to have loved him
after loneness long;
and then to be estranged in life,
and neither in the wrong;
and now for death to set his seal-
ease me, a little ease, my song!

By wintry hills his hermit-mound
the sheeted snow-drifts drape,
and houseless there the snow-bird flits
beneath the fir-trees'crape:
that hid the shyest grape
.

sábado, noviembre 15, 2008

robert lowell. el retorno del desterrado

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el retorno del desterrado

Se amontona en borrascas una especie de herrumbroso fango,
no hielo, no nieve, para adherirse al hotel de Ville,
donde ensamblados dragones de hierro apresan
la ventisca en su rigor mortis. Una campana
se queja cuando los ecos arrancan
la paja del techo de su torre,
las ametralladoras gatillan, escupen, rajan la madera
y mellan los techos de pizarra sobre la Holstenwall
donde las arrancadas tejas coronan al vencedor. Otoño
e invierno, primavera y verano, los cañones se alistan
y avanzan pesadamente por la estrella calle de techos agudos
delante de tu gris, doliente casa ancestral
donde el nogal dinamitado
sombrea una vieja, rolliza puerta desquiciada por el viento
e intimida al comandante yanqui. No verás
niños engreidos ni encontrarás
al infame canciller de la pata de palo
con una nomeolvides en el ojal
cuando los insípidos libertadores se derramen
por la Plaza del Mercado, depositen en tierra las armas
ante el Rathaus; pero ya los puestos de azucenas
hacen germinar la resurgida Renania, y una tosca
catedral eleva su ojo. Bastante grato,
voi ch'entrate, y tu vida está en tus manos.

The exile's return
There mounts in squalls a sort of rusty mire,
not ice, not snow, to leaguer the Hotel
De Ville, where braced pig-iron dragons grip
the blizzard to their rigor mortis. A bell
grumbles when the reverberations strip
the thatching from its spire,
the search-guns click and spit and split up timber
and nick the slate roofs on the Holstenwall
where torn-up tilestones crown the victor. Fall
and winter, spring and summer, guns unlimber
and lumber down the narrow gabled street
past your gray, sorry and ancestral house
where the dynamited walnut tree
shadows a squat, old, wind-torn gate and cows
the Yankee commandant. You will not see
strutting children or meet
the peg-leg and reproachful chancellor
with a forget-me-not in his button-hole
when the unseasoned liberators roll
into the Market Square, ground arms before
the Rathaus; but already lily-stands
burgeon the risen Rhineland, and a rough
cathedral lifts its eye. Pleasant enough,
voi ch'entrate, and your life is in your hands.

de Poemas de Robert Lowell, Versión, prólogo y notas por Alberto Girri, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1969.

sábado, septiembre 27, 2008

t.s.eliot. el nombre de los gatos


El nombre de los gatos

El nombre de los gatos es una cuestión delicada,
no es tan sólo uno de esos juegos para un día feriado;
ustedes pensarán que estoy loco como un sombrerero
cuando afirmo: un gato debe tener TRES NOMBRES DISTINTOS.
Primero, está el nombre que la familia le da a diario,
como Pedro, Augusto, Alonso, Jaime,
como Víctor o Jonás, Jorge o Bill Baily,
todos ellos sensatos nombres cotidianos.
Si suponéis que suenan mejor, existen nombres más fantasiosos,
unos para los caballeros, otros para las damas,
como Admeto, Platón, Electra, Deméter,
sensatos nombres cotidianos también estos.
Pero yo sostengo que un gato debe tener un nombre exclusivo,
un nombre especial y más digno,
de otro modo, ¿cómo podría mantener erguida su cola,
o atusar sus bigotes, o alimentar su orgullo?
Nombres de esa clase puedo sugerir muchos
Mankustrap, Quaxo, o Coricopat,
Bombalurina, o bien Jellylorum,
nombres que no compartirán con otro gato.
Pero además de esos nombres todavía queda otro,
el nombre que jamás podremos adivinar,
el nombre que ningún hombre puede adivinar,
pero que EL GATO SABE, y no habrá de confesar.
Cuando sorprendan a un gato en profunda meditación,
la causa, les advierto, es siempre la misma:
su mente está entregada a la contemplación
de una idea, de una idea, de la idea de su nombre,
su inefable, efable,
efinefable,
único, profundo e inescrutable Nombre.

T.S.Eliot, St. Louis Missouri 1888- Londres 1965
Versión de Alberto Girri // Print de Jamie Edwards

The naming of cats

The Naming of Cats is a difficult matter,
It isn't just one of your holiday games;
You may think at first I'm as mad as a hatter
When I tell you, a cat must have THREE DIFFERENT NAMES.
First of all, there's the name that the family use daily,
Such as Peter, Augustus, Alonzo or James,
Such as Victor or Jonathan, George or Bill Bailey—
All of them sensible everyday names.
There are fancier names if you think they sound sweeter,
Some for the gentlemen, some for the dames:
Such as Plato, Admetus, Electra, Demeter—
But all of them sensible everyday names.
But I tell you, a cat needs a name that's particular,
A name that's peculiar, and more dignified,
Else how can he keep up his tail perpendicular,
Or spread out his whiskers, or cherish his pride?
Of names of this kind, I can give you a quorum,
Such as Munkustrap, Quaxo, or Coricopat,
Such as Bombalurina, or else Jellylorum—
Names that never belong to more than one cat.
But above and beyond there's still one name left over,
And that is the name that you never will guess;
The name that no human research can discover--
But THE CAT HIMSELF KNOWS, and will never confess.
When you notice a cat in profound meditation,
The reason, I tell you, is always the same:
His mind is engaged in a rapt contemplation
Of the thought, of the thought, of the thought of his name:
His ineffable effable
Effanineffable
Deep and inscrutable singular Name.