Mis padres bailan jazz en el Café Orión
No es que leamos mal los signos.
Es que las cosas no son signos.
Andan solas, tan sueltas
que pueden deshacerse.
No bailar la última pieza
sino la anteúltima
y la última escucharla
llevando el ritmo con los dedos
en la mesa de vidrio
no es falso amor.
Erramos si alguna vez
creímos en esto.
Es que las cosas no son signos.
Andan solas, tan sueltas
que pueden deshacerse.
No bailar la última pieza
sino la anteúltima
y la última escucharla
llevando el ritmo con los dedos
en la mesa de vidrio
no es falso amor.
Erramos si alguna vez
creímos en esto.
***
A un dios desconocido
No sé si pasó el tiempo suficiente
pero creo que ya puedo idealizar
ese concierto de órgano en la iglesia
que nos mantuvo a los dos en silencio
descansando del calor y de la lluvia.
¿Vos qué pensabas?
¿Cerraste, como yo, los ojos?
¿Tenías, como yo, vibrante
en la lengua el gusto del café?
Yo saqué los pies de las sandalias
y los apoyé en un almohadón
fresco, forrado de cuerina.
A vos se te cayó una moneda liviana.
Hizo un minúsculo tintín y sonreímos.
El órgano nos encantó como a serpientes
y por un rato pareció desenvolver
toda una serie de impresiones religiosas
en el sentido de algo que podamos llamar
religión: algo que englobe
el amor y la bondad y conduzca
directamente a la experiencia, ese colchón
concreto que nos refugia y nos sacude.
pero creo que ya puedo idealizar
ese concierto de órgano en la iglesia
que nos mantuvo a los dos en silencio
descansando del calor y de la lluvia.
¿Vos qué pensabas?
¿Cerraste, como yo, los ojos?
¿Tenías, como yo, vibrante
en la lengua el gusto del café?
Yo saqué los pies de las sandalias
y los apoyé en un almohadón
fresco, forrado de cuerina.
A vos se te cayó una moneda liviana.
Hizo un minúsculo tintín y sonreímos.
El órgano nos encantó como a serpientes
y por un rato pareció desenvolver
toda una serie de impresiones religiosas
en el sentido de algo que podamos llamar
religión: algo que englobe
el amor y la bondad y conduzca
directamente a la experiencia, ese colchón
concreto que nos refugia y nos sacude.
Laura Wittner, Buenos Aires, 1967
de Lugares donde una no está, Buenos Aires, Gog y Magog, 2017
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