sábado, enero 22, 2011

marianne moore. matrimonio



Matrimonio

Esta institución,
quizás deberíamos decir empresa
por respeto por el que
uno dice no necesita cambiar de opinión
acerca de algo en lo que ha creído,
que requiere de promesas públicas
sobre nuestra intención
de cumplir con un compromiso privado:
a esta altura me pregunto
qué pensarán hoy Adán y Eva al respecto,
este metal moldeado a fuego
revivido en dorado;
qué brillante se ve—
“de tradiciones circulares  supercherías,
perpetrando muchos saqueos”,*
¡que  requiere toda nuestra astucia criminal
para evitarlo!
La psicología que lo explica todo
no explica nada
y aún dudamos.
Eva: hermosa mujer—
La vi
cuando era tan bella
que me conmovió,
capaz de escribir simultáneamente
en tres idiomas—
inglés, alemán y francés
y hablar al mismo tiempo;*
efectiva de igual modo al exigir conmoción
o al estipular serena:
“Quisiera estar sola”;
a lo que el visitante responde,
“Quisiera estar solo;
¿por qué no estar solos de a dos?”
Bajo las estrellas incandescentes
bajo la fruta incandescente,
la extraña experiencia de la belleza;
su existencia es demasiado;
nos hace pedazos
y cada nueva oleada de conciencia
es veneno.
“Mírala, mírala en este mundo común”,*
la falla central
de ese primer experimento de delicado cristal,
esta amalgama que nunca puede ser más
que una posibilidad interesante,
descripta
como “ese extraño paraíso
a diferencia de la carne, del oro o de edificios majestuosos,
la pieza más selecta de mi vida:
el corazón elevándose
en estado de paz
como un barco se eleva
con la crecida del agua”;*
obligado a hablar de la serpiente—
esa piel de serpiente en la historia de la urbanidad
de la que se despojó
a la que no se regresará—
ese accidente inestimable
que exonera a Adán.
Y él también es bello;
es angustiante—el Oh tú
a quien, de quien,
sin el cual nada—Adán;
“algo felino,
algo serpentino”*— ¡cuán acertado!
un monstruo mitológico agazapado
en esa miniatura persa de las minas de esmeralda,
seda pura—blanco marfil, blanca nieve,
blanca ostra y otros seis—
esa dehesa repleta de leopardos y jirafas—
cuerpos  alargados de amarillo limón
labrados con trapecios azules.
Animado con palabras,
vibrando como un címbalo
tocado antes de hacerlo repicar,
él ha profetizado correctamente:
la cascada infatigable,
“el rápido torrente
que arrastra con violencia todo lo que esté adelante,
en un tiempo silencioso como el aire
y ahora tan poderoso como el viento”.
“Pisando  abismos
en el equilibrio incierto de una lanza”*
olvidar que existe en la mujer
una naturaleza mental
que es una manifestación instintiva
es peligroso,
él sigue hablando
de modo formal en la habitual tensión
de los  “estados pasados,  el estado actual,
pactos, promesas,
el mal que uno sufrió,
el bien que uno disfruta,
infierno, cielo,
todo conveniente
para fomentar la felicidad”.*
En él hay un estado mental
que lo fuerza
a percibir lo que no se deseaba
que percibiera,
“experimenta una solemne felicidad
al ver que se ha convertido en un ídolo”.*
Atormentado por el ruiseñor
en las hojas nuevas,
con su silencio—
no su silencio, pero sus silencios,
de esto dice:
“Me abriga con una camisa de fuego”.*
“Él no se atreve a aplaudir
para que continúe
a menos que se vuele;
si él no hace nada, dormirá;
si grita, no comprenderá.”*
Amilanado por el ruiseñor
y deslumbrado por la manzana,
impulsado por “la ilusión de un fuego
eficaz para apagar el fuego”,*
en cuya comparación
el resplandor de la tierra
no es sino deformidad—un fuego
“tan alto como profundo tan brillante como ancho
tan largo como la vida misma”*
él tropieza con el matrimonio,
“un objeto demasiado trivial, por cierto”*
para destruir la actitud
en la que se encontraba—
el alivio del filósofo
bastardeado por una mujer.
¡Himen inútil!
“una especie de cupido gigante”*
reducido a la insignificancia
por la publicidad mecánica
desfilando como comentario involuntario,
por ese experimento de Adán
con maneras de salir, pero no de entrar—
el rito del matrimonio,
aumentando su pompa;
sus helechos,
flores de loto, higos chumbos, dromedarios blancos,
sus hipopótamos—
nariz y boca combinadas
en un magnífico saltamontes,
“el chajá—
ese ave enorme, casi un lagarto”,
su serpiente y la manzana poderosa.
Él nos dice que
“por amor
contemplará a un águila quedarse ciega,
que es como un Hércules
trepando los árboles
en el jardín de las Hespérides,
desde los cuarenta y cinco a los setenta
es la mejor edad”,*
recomendándolo
como un gran arte, como un experimento,
un deber o meramente como recreación.
Uno no debe llamarlo rufián
ni tirantez a una calamidad—
la lucha para ser afectuoso:
“no hay verdad puede ser conocida por completo
hasta que se haya probado
con el diente de la disputa”.*
La pantera azul de ojos negros,
la pantera de basalto de ojos azules,
completamente agraciadas—
uno debe abrirles camino—
la negra Diana obsidiana
que “ensombreció su semblante
como un oso,
haciendo suspirar a su esposo”,*
la mano punzante
que siente afecto por uno
y lo demuestra hasta la médula,
ansiosa por demostrar
que la impaciencia es la señal de independencia
no de vasallaje.
“Los casados a menudo son así—*
“raros y fríos,*  de arriba a abajo,
mezclados  y palúdicos
con un día bueno y uno malo”.
“¿Cuándo nos alimentamos?”
Nosotros los occidentales somos tan desapasionados,
peleamos mientras nos alimentamos;
y yo está bastante perdido,
la ironía preservada
en “el banquete tête à tête de Ahaseurus”*
con su “buen monstruo, guíanos”*
con poca risa
y humor generoso
en esa quijotesca atmósfera de franqueza
en el que “las cuatro en punto no existen
pero a las cinco
las damas en arrogante humildad
están prestas a recibirte”;*
en la que la experiencia demuestra
que los hombres tienen poder
y a veces nos lo hacen sentir.
Él dice: “¿qué monarca no se avergonzaría
de tener una esposa
con el pelo como una brocha?*
La realidad femenina
no es  ‘el sonido de la flauta
sino cada veneno’”.*
Ella dice: “Los hombres son monopolistas
de estrellas, ligas, botones
y otras brillantes baratijas—
ineptos para ser los guardianes
de la felicidad de otra persona”.*
Él dice: “Estas momias
debe de ser tratadas con cuidado—
‘las migajas de la comida de un león,
un par de tibias y un trocito de oreja’;*
ve hasta la letra M
y verás
que ‘una esposa es un ataúd’,*
ese objeto serio
con la agradable geometría
que estipula espacio y no personas,
negándose a ser enterrado
y exclusivamente decepcionante,
moldeado vengativamente en actitud
de un niño adorador
a un padre ilustre”.
Ella dice: “Esta mariposa,
esta mosquita, este nómade
que se ha ‘propuesto
apoyarse en mi mano para siempre”. —*
¿Qué puede uno hacer con eso?
Debió haber habido más tiempo
en la época de Shakespeare
para sentarse y mirar un drama.
Tú sabes que muchos artistas son locos”.
Él dice: “Conoces muchos locos
que no son artistas”.
La realidad olvidó
que “algunos tienen solo derechos
mientras que otros tienen obligaciones”,*
Él se ama tanto a sí mismo,
que no se permite
rival en ese amor.
Ella se ama tanto a sí misma, 
que no puede verse lo suficiente—
una estatuilla de marfil sobre marfil,
el último toque lógico
a un esplendor expansivo
ganado como salarios por trabajo realizado:
uno no es rico sino pobre
cuando uno siempre parece tan correcto.
¿Qué puede uno hacer por ellos—
estos salvajes
condenados a enajenar
a todos aquellos que no son visionarios
alertas para llevar a cabo la tonta tarea
de ennoblecer a  la gente?
Este modelo de fidelidad sanpedrina
que “abandona a su pacífico marido
sólo porque ella ha visto de él lo suficiente”—*
ese orador recordándote,
“Soy tuyo a tus órdenes”.
“Todo en relación con el amor es un misterio;
investigar esta ciencia
implica más que un día de trabajo”. *
Uno ve que es extraño—
ese llamativo aferrarse de los contrarios
opuestos entre sí, no a la unidad,
que en inclusión circular
ha empequeñecido la demostración
de Colón con el huevo—
un triunfo de la simplicidad—
el caritativo Euroclidón
de desinterés aterrador
que el mundo odia,
confesando:

“Soy tan ingrato,
si tuviera una tristeza,
debería sentirla por largo tiempo;
pero no soy de esos que tienen una gran tristeza
por la mañana
y una gran alegría a la noche”;
lo que significa: “Lo he encontrado
entre esos intrascendentes
protegidos de la sabiduría,
donde aparentan desfilar
como el argumentador y el romano,
el estatismo
de un arcaico Daniel Webster
que persiste en su simplicidad de carácter
como la esencia del asunto:

‘Libertad y unión
ahora y siempre’; *

el libro sobre el escritorio
la mano en el bolsillo de plastrón”.


Marianne Moore, Kirkwood, 1887 - New York, 1972
Versión © Silvia Camerotto
De Selected Poems (1935)
En Marianne Moore, Complete Poems, Faber & Faber, Londres
imagen: Tamara de Lempicka

Notas al poema:
Versos 14-15: “de tradiciones… saqueos”, de Francis Bacon
Versos 25-28: “capaz de escribir…al mismo tiempo”, de ‘Multiple Consciousness or Reflex Action of Unaccustomed Range’, Scientific American, 1922
Verso 42: “Mírala… mundo común”, de George Shock
Versos 48-55: “ese extraño paraíso… crecida del agua”, de Richard Baxter, en The Saints’ Everlasting Rest
Versos 65-66: “algo felino/ algo serpentino”, de Philip Littell, en Poems of The New Republic de Santayana
Versos 83-84: “Pisando abismos… de una lanza”, de Hazlitt, Essay on Burke’s Style
Versos 91-97: “Estados pasados… la felicidad”, de Richard Baxter
Verso 101-102: “experimenta una solemne… un ídolo”, en ‘A Travers Camps’ de Anatole France en Filles et Carçons
Verso 108: “Me abriga… fuego”, de Hagop Boghossian, en el poema The Nightingale
Versos 109-113: “Él no se atreve… no comprenderá”, de Edward Thomas en Feminine influence on the Poets, 1910
Versos 116-117: “la ilusión… el fuego”, de Richard Baxter
Versos 121-123: “Tan alto como profundo… como la vida misma”, de Baxter
Verso 125: “Un objeto demasiado trivial… cierto”, Gowdwin, citado por Mary Wollstoncraft, en A Vindication of the Rights of Woman, 1792
Verso 131: “Una especie… gigante” en Brewer Dictionary of Phrase and Fable
Versos 146-152: “por amor… es la mejor edad”, de Anthony Trollope en Barchester Towers, Vol. II
Versos 159-161: “no hay verdad… de la disputa”, de Robert of Sorbonne
Versos 167-169: “ensombreció su semblante… su esposo” del Eclesiastés, en Modern Reader’s Bible, MacMillan
Verso 175: “Los casados… son así”, de Bertram Hartmann
Verso 176: “raros y fríos”, de Richard Baxter
Verso 181: “el banquete…”, de George Adam Smith, en Expositor’s Bible
Verso 182: “buen monstruo, guíanos”, de William Shakespeare, en La Tempestad
Versos 187-190: “las cuatro en punto… a recibirte”, de Condesa de Noailles, en Femina, 1921
Versos 194-196: “qué monarca… brocha”, de Mary Frances Nearing, en The Rape of The Lock, sátira en verso realizada con colaboración de Marianne Moore
Versos 198-199: “el sonido … cada veneno”, de Mitram Rhibany, en The Syrian Christ, 1916
Versos 200-204: “Los hombres son… de otra persona”, de Miss M. Carey Thomas, 1921
Versos 207-208: “Las migajas… oreja”, de Amos iii, 12, traducido por George Adam Smith, en Expositor’s Bible
Verso 211: “Una mujer es un ataúd”, de Ezra Pound
Verso 222-223: “propuesto… para siempre”, de Charles Reade, en Christie Johnstone, 1853
Versos 232-233: “algunos tienen… obligaciones”, de Edmund Burke (“Asiatics have rights: Europeans have obligations”)
Versos 252-253: “abandona a su pacífico… suficiente”,  de Simone A Puget, en ‘Change of Fashion’,  publicidad del English Review, 1914
Versos 256-258: “Todo en relación con… día de trabajo”, de F. C. Tilney, en The Original Fables of La Fontaine, Libro XII, N° 14, ‘Love and folly’
Versos 286-289: “Libertad… siempre”, de Daniel Webster, inscripción de la estatua en el Central Park de New York




Marriage
This institution, /perhaps one should say enterprise /out of respect for which /one says one need not change one's mind /about a thing one has believed in, /requiring public promises /of one's intention /to fulfill a private obligation: /I wonder what Adam and Eve /think of it by this time, /this firegilt steel /alive with goldenness; /how bright it shows — /“of circular traditions and impostures, /committing many spoils,” /requiring all one's criminal ingenuity /to avoid! /Psychology which explains everything /explains nothing /and we are still in doubt. /Eve: beautiful woman — /I have seen her /when she was so handsome /she gave me a start, /able to write simultaneously /in three languages — /English, German and French /and talk in the meantime; /equally positive in demanding a commotion /and in stipulating quiet: /”I should like to be alone;” /to which the visitor replies, /“I should like to be alone; /why not be alone together?” /Below the incandescent stars /below the incandescent fruit, /the strange experience of beauty; /its existence is too much; /it tears one to pieces /and each fresh wave of consciousness /is poison. /”See her, see her in this common world,” /the central flaw /in that first crystal-fine experiment, /this amalgamation which can never be more /than an interesting possibility, /describing it /as "that strange paradise /unlike flesh, gold, or stately buildings, /the choicest piece of my life: /the heart rising /in its estate of peace /as a boat rises /with the rising of the water;" /constrained in speaking of the serpent — /that shed snakeskin in the history of politeness /not to be returned to again — /that invaluable accident /exonerating Adam. /And he has beauty also; /it's distressing — the O thou /to whom, from whom, /without whom nothing — Adam; /"something feline, /something colubrine" — how true! /a crouching mythological monster /in that Persian miniature of emerald mines, /raw silk — ivory white, snow white, /oyster white and six others — /that paddock full of leopards and giraffes — /long lemonyellow bodies /sown with trapezoids of blue. /Alive with words, /vibrating like a cymbal /touched before it has been struck, /he has prophesied correctly — /the industrious waterfall, /“the speedy stream /which violently bears all before it, /at one time silent as the air /and now as powerful as the wind.” /“Treading chasms /on the uncertain footing of a spear,” /forgetting that there is in woman /a quality of mind /which is an instinctive manifestation /is unsafe, /he goes on speaking /in a formal, customary strain /of “past states,” the present state, /seals, promises, /the evil one suffered, /the good one enjoys, /hell, heaven, /everything convenient /to promote one's joy." /There is in him a state of mind /by force of which, /perceiving what it was not /intended that he should, /"he experiences a solemn joy /in seeing that he has become an idol." /Plagued by the nightingale /in the new leaves, /with its silence — /not its silence but its silences, /he says of it: /“It clothes me with a shirt of fire.” /“He dares not clap his hands /to make it go on /lest it should fly off; /if he does nothing, it will sleep; /if he cries out, it will not understand.” /Unnerved by the nightingale /and dazzled by the apple, /impelled by “the illusion of a fire /effectual to extinguish fire,” /compared with which /the shining of the earth /is but deformity — a fire /“as high as deep as bright as broad /as long as life itself,” /he stumbles over marriage, /“a very trivial object indeed” /to have destroyed the attitude /in which he stood — /the ease of the philosopher /unfathered by a woman. /Unhelpful Hymen! /“a kind of overgrown cupid” /reduced to insignificance /by the mechanical advertising /parading as involuntary comment, /by that experiment of Adam's /with ways out but no way in — /the ritual of marriage, /augmenting all its lavishness; /its fiddle-head ferns, /lotus flowers, opuntias, white dromedaries, /its hippopotamus — /nose and mouth combined /in one magnificent hopper, /“the crested screamer — /that huge bird almost a lizard,” /its snake and the potent apple. /He tells us /that “for love /that will gaze an eagle blind, /that is like a Hercules /climbing the trees /in the garden of the Hesperides, /from forty-five to seventy /is the best age,” /commending it /as a fine art, as an experiment, /a duty or as merely recreation. /One must not call him ruffian /nor friction a calamity — /the fight to be affectionate: /“no truth can be fully known /until it has been tried /by the tooth of disputation.” /The blue panther with black eyes, /the basalt panther with blue eyes, /entirely graceful — /one must give them the path — /the black obsidian Diana /who “darkeneth her countenance /as a bear doth, /causing her husband to sigh,” /the spiked hand /that has an affection for one /and proves it to the bone, /impatient to assure you /that impatience is the mark of independence /not of bondage. /“Married people often look that way” — /“seldom and cold, up and down, /mixed and malarial /with a good day and bad.” /“When do we feed?” /We occidentals are so unemotional, /we quarrel as we feed; /one's self is quite lost, /the irony preserved /in “the Ahasuerus tête à tête banquet” /with its “good monster, lead the way,” /with little laughter /and munificence of humor /in that quixotic atmosphere of frankness /in which “Four o'clock does not exist /but at five o'clock /the ladies in their imperious humility /are ready to receive you”; /in which experience attests /that men have power /and sometimes one is made to feel it. /He says, “what monarch would not blush /to have a wife /with hair like a shaving-brush? /The fact of woman /is not ‘the sound of the flute /but every poison.’” /She says, “’Men are monopolists /of stars, garters, buttons /and other shining baubles' — /unfit to be the guardians /of another person's happiness.” /He says, “These mummies /must be handled carefully — /‘the crumbs from a lion's meal, /a couple of shins and the bit of an ear’; /turn to the letter M /and you will find /that ‘a wife is a coffin,’ /that severe object /with the pleasing geometry /stipulating space and not people, /refusing to be buried /and uniquely disappointing, /revengefully wrought in the attitude /of an adoring child /to a distinguished parent.” /She says, “This butterfly, /this waterfly, this nomad /that has ‘proposed /to settle on my hand for life.” — /What can one do with it? /There must have been more time /in Shakespeare's day /to sit and watch a play. /You know so many artists are fools.” /He says, “You know so many fools /who are not artists.” /The fact forgot /that “some have merely rights /while some have obligations,” /he loves himself so much, /he can permit himself /no rival in that love. /She loves herself so much, /she cannot see herself enough — /a statuette of ivory on ivory, /the logical last touch /to an expansive splendor /earned as wages for work done: /one is not rich but poor /when one can always seem so right. /What can one do for them — /these savages /condemned to disaffect /all those who are not visionaries /alert to undertake the silly task /of making people noble? /This model of petrine fidelity /who “leaves her peaceful husband /only because she has seen enough of him” — /that orator reminding you, /“I am yours to command.” /“Everything to do with love is mystery; /it is more than a day's work /to investigate this science.” /One sees that it is rare — /that striking grasp of opposites /opposed each to the other, not to unity, /which in cycloid inclusiveness /has dwarfed the demonstration /of Columbus with the egg — /a triumph of simplicity — /that charitive Euroclydon /of frightening disinterestedness /which the world hates, /admitting: //“I am such a cow, /if I had a sorrow, /I should feel it a long time; /I am not one of those /who have a great sorrow /in the morning /and a great joy at noon;” /which says: “I have encountered it /among those unpretentious /protegés of wisdom, /where seeming to parade /as the debater and the Roman, /the statesmanship /of an archaic Daniel Webster /persists to their simplicity of temper /as the essence of the matter: //‘Liberty and union /now and forever;’ /the book on the writing-table; /the hand in the breast-pocket.”

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