a mi maestra
donde dos y tres y cinco... pero uno nunca, la tarde nos encuentra, semana tras semana para partir las reglas. tu mano abre y empuja como la madre y la niña que soy escucha cada latido. porque entre vos y yo, las palabras laten y crujen y hacen guiños. porque no podías creer la desprotección y al final, después de todo, después de tanto idilio atomizado, supiste que mi enojo y mi miedo eran ciertos.hemos convenido este estado de necesidad más mutua que mía. ningún viaje te dejará más cerca que aquel que emprendiste hace casi un siglo. ninguna ruta me será mejor acompañada que la que empieza inacabable. he comprendido la intemperie. no sé vivir de otra manera.
vos escribís lo que era cierto: cuando alguien pierde... y el perdedor caído te resta en la dicha propia su pena...
gozo de buena salud, tengo tus pausas en mi oído, puedo afinar la cuerda.
a qué pedir entonces. a qué pedir.
tus manos duran en mi cara el tiempo exacto de la despedida y hasta la vuelta. las velas están encendidas.
4 comentarios:
... Queda por pedir que las velas no se apaguen.
He vuelto.
qué suerte que ha regresado, mallén. las velas de nuestros maestros no se apagan. son llamas eternas. la única eternidad que dura para siempre.
Este no querer ser mayúscula se me antoja intencionadamente acurrucado. Me explico, este a qué pedir, suena a no voluntad propia, a entrega y al acunarse en los brazos de la resignación "he comprendido la intemperie", "no sé vivir de otra manera"...
Visceral dedicatoria a un nosotros, difícilmente fragmentable, a pesar, repito de la intemperie.
Gracias por estas hermosas palabras.
por sus palabras, josé luis, gracias.
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