NADA ES SUAVE
para el que cae
ni el idílico poema
del principio
ni la arena, ni el agua
o la mullida piel del conejo.
Nada es suave:
El poema del principio puja
contra el poema del fin;
todos los días un duelo.
A su vez,
el mundo dividido
entre los que acompañan
al poema del fin
hasta sus últimas consecuencias
y los que no
(en esto, como en todo,
hay volátiles propósitos opuestos).
Quien interminablemente cae
día a día manipula
los resultados
en favor del poema del fin.
Nada es suave para el que cae:
el poema del fin
exige ser leído
con un desplome óptico.
Eduardo Aibinder, Buenos Aires, 1968
de Quién es quién, en 'La orden que vino de arriba', Bajo la Luna, Buenos Aires, 2025
1 comentario:
Me encantó. Saludo desde Córdoba
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