viernes, marzo 04, 2011

silvina ocampo. enumeración de la patria


Enumeración de la patria

Oh, desmedido territorio nuestro,
violentísimo y párvulo. Te muestro
en un infiel espejo: Tus paisanos
esplendores, tus campos y veranos
sonoros de relinchos quebradizos,
tus noches y caminos despoblados
y con rebaño de ojos constelados.
Entre bandadas de árboles mestizos,
entre múltiples sombras y basuras,
te muestro con nostalgias asombradas
con niñas de trece años y maduras
en las puestas de sol inmoderadas.

Trémulas nervaduras de una hoja,
los ríos te atraviesan de agua roja,
sobre el primer cuaderno con paisajes
pintados por las manos de algún niño.
Tienes plantas y pájaros salvajes,
somnolientas mujeres en corpiño
trenzándose los dedos. Quietas balsas
para cruzar los ríos. Cangrejales
devoradores de hombres y animales,
montones de hijas negras y descalzas
cruzando tus desiertos y estaciones.
Tienes provincias y gobernaciones,
poblaciones vacías y distancias
con nombres melancólicos de estancias,
indomables cansancios y mortales,
pavorosos pantanos estivales,
médanos, viento norte y osamentas,
fragancias de altamisas y de mentas,
almacenes en todas las esquinas,
grandes patios con muchas ventolinas.
Tienes plantas perversas y sumisas,
con todos los venenos predilectos
de muertes repentinas y precisas,
como en las grandes cajas con insectos,
colecciones de arañas venenosas,
palúdicos mosquitos, mariposas.

Patria, he nacido tantas veces muda.
Inmóvil como un árbol he dejado
tu cielo iluminarme de rosado.
He visto tu llanura tan desnuda
quedándose sin pastos, y sin riegos
tus plantaciones, tus huertas escasas.
He visto disparar caballos ciegos,
en distintas ventanas de tus casas,
deslumbrada y atenta, he conocido
inclementes tormentas. He oído
el grito del chajá y del terutero,
el grito de la garza y de la iguana,
y llevando la tropa cotidiana,
alto y nocturno, el grito del resero.
He respirado todos tus olores:
frescura del jazmín en los calores
de febrero. Magnolias, malvas, rosas,
perfumes de tumbergias pegajosas
y el fervoroso olor de los zorrinos.
En quintas con glorietas y en las noches
vuelos de pájaros azulmarinos,
tu canto de piedritas y de coches
me ha regalado infancias prolongadas,
dulce de leche y siestas desveladas,
verdes y embalsamados picaflores,
la fuente sostenida por amores,
bombas de carnaval anaranjadas
y hamacas paraguayas olvidadas.

Patria, en una plaza, de memoria
he sabido pasajes de tu historia,
debajo de la mano indicadora
de San Martín, he sido la impostora
de indios en los límpidos ponientes.
He transformado próceres dolientes
con cuidadoso lápiz colorado
invasiones inglesas he soñado
en azoteas llenas de imprevisto
aceite hirviendo y pelo suelto. He visto
a la Santa de Lima desatando
los temporales malos y adorando,
sobre un papel de encaje, corazones
y tocayas con muchas perfecciones.

Patria vacía y grande, indefinida
como un país lejano, interrumpida
por las llegadas lentas de los trenes
la jubilosa espera en los andenes.
Es que en la madrugada incierta, cuando
tus gauchos invisibles van cruzando
potreros alambrados y cañadas,
jagüeles y tranqueras atrofiadas,
que tu alma lenta y de madre se queda
con silencios de urraca en la arboleda.
Tu ancho río tiene mimetismos
secretos con tus dulces, con tus cielos
y tus grajeas lilas de bautismos.
Ecuatorial calor y azules hielos
en tus montañas, derramadas piedras
como bandadas de tortugas, hiedras.
Eres esplendorosa y desvalida
con un frío y un ardor que no descansa
desde el seno de la Última Esperanza
al Pilcomayo de agua bienvenida,
la indolente violencia de tus sierras
se repite con lunas o entre sierras.

Silvina Ocampo, Buenos Aires, 1903 - 1994
de Enumeración de la patria y otros poemas, 1942
en Roy Bartolomew,Cien poesías rioplatenses, 1800-1950, Buenos Aires, Raigal, 1954
imagen de Silvina Ocampo

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