XVIII
De amor, puesto antes en sujeto indigno, es enmienda blasonar del arrepentimiento
Cuando mi error y tu vileza veo,
contemplo, Silvio, de mi amor errado,
cuán grave es la malicia del pecado,
cuán violenta la fuerza de un deseo.
A mi misma memoria apenas creo
que pudiese caber en mi cuidado
la última línea de lo despreciado,
el término final de un mal empleo.
Yo bien quisiera, cuando llego a verte
viendo mi infame amor, poder negarlo;
mas luego la razón justa me advierte
que solo se remedia en publicarlo;
porque del gran delito de quererte,
solo es bastante pena, confesarlo.
XIX
Prosigue en su pesar y dice que aun no quisiera aborrecer tan indigno sujeto, por no tenerle así aun cerca del corazón.
Silvio, yo te aborrezco, y aun condeno
el que estés de esta suerte en mi sentido,
que infama el hierro al escorpión herido,
y a quien lo huella, mancha inmundo el cieno.
Eres como el mortífero veneno
que daña quien lo vierte inadvertido;
y en fin eres tan malo y fementido,
que aun para aborrecido no eres bueno.
Tu aspecto vil a mi memoria ofrezco,
aunque con susto me lo contradice,
por darme yo la pena que merezco:
pues cuando considero lo que hice,
no solo a ti, corrida, te aborrezco,
pero a mí por el tiempo que te quise.
Sor Juana Inés de la Cruz, (Juana de Asbaje y Ramírez),
San Miguel Nepantla, ¿1648?-1695
imagen de Kris Lewis©, Deconstruction Period,
en Uno de los nuestros
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