miércoles, mayo 08, 2019

alfonsina storni. selvas de ciudad


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Selvas de ciudad

En semicírculo
se abre
la selva de casas:
unas al lado de otras,
unas detrás de otras,
unas encima de otras,
unas delante de otras,
todas lejos de todas.
Moles grises que caminan
hasta que los brazos se les secan
en el aire frío del sur.
Moles grises que caminan
hasta que una bocanada
de horno del norte
les afloja las articulaciones.
Siempre haciendo
el signo de la cruz.
Reproduciéndose por ángulos
Con las mismas ventanas
de juguetería.
Las mismas azoteas rojizas
Las mismas cúpulas pardas.
Los mismos frentes desteñidos.
Las mismas rejas sombrías.
Los mismos buzones rojos.
Las mismas columnas negras.
Los mismos focos amarillos.
Debajo de los techos,
otra selva,
una selva humana,
se mueve.
Pero no en línea recta.
Troncos extraños,
de luminosas copas,
se agitan
movidos por un viento
que no silba.
Pero no alcanzo sus actitudes,
ni oigo sus palabras,
ni veo el resplandor
de sus ojos.
Son muy anchas las paredes;
muy espesos los techos.


Alfonsina Storni, Sala Capriasca, 1892- Balneario La Perla, 1938 

de Mundo de Siete Pozos, 1935, 'Motivos de ciudad'
en Alfonsina Storni, Obras-Poesía, Tomo I, Editorial Losada, Buenos Aires, 1999

martes, mayo 07, 2019

w. h. auden. si pudiera decirte




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Si pudiera decirte

El tiempo no dirá otra cosa sino te lo dije,
el tiempo solo sabe del precio que debemos pagar;
si pudiera decirte te lo haría saber.

Si llorásemos cuando los payasos hacen su número,
si tropezáramos cuando los músicos tocan,
el tiempo no dirá otra cosa sino te lo dije.

No hay suerte qué decir, aunque,
como te quiero más de lo que puedo decir,
si pudiera decírtelo te lo haría saber.

Los vientos deben venir de alguna parte cuando soplan,
debe haber razones por las que las hojas se pudren;
el tiempo no dirá otra cosa que te lo dije.

Quizás las rosas quieren crecer en verdad,
la visión realmente quiere subsistir;
si pudiera decírtelo te lo haría saber.

Suponiendo que todos los leones se levantan y se van,
y que todos los arroyos y soldados huyeran;
¿Dirá el tiempo otra cosa que te lo dije?
Si pudiera decírtelo te lo haría saber.

W.H. Auden, York, 1907- Viena, 1973
Versión ©Silvia Camerotto

If I Could Tell You

Time will say nothing but I told you so,
Time only knows the price we have to pay;
If I could tell you I would let you know.

If we should weep when clowns put on their show,
If we should stumble when musicians play,
Time will say nothing but I told you so.

There are no fortunes to be told, although,
Because I love you more than I can say,
If I could tell you I would let you know.

The winds must come from somewhere when they blow,
There must be reasons why the leaves decay;
Time will say nothing but I told you so.

Perhaps the roses really want to grow,
The vision seriously intends to stay;
If I could tell you I would let you know.

Suppose all the lions get up and go,
And all the brooks and soldiers run away;
Will Time say nothing but I told you so?
If I could tell you I would let you know.

lunes, mayo 06, 2019

macky corbalán. domingo

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Domingo

El vecindario vocinglero
ha ido declinando

con el color del día,
las hojas secas, en desordenada
carrera, se han aquietado
al margen de las calles despobladas;

aquí, algo
le sugiere al alma
que no debiera ser la desolación
el lenguaje universal,
ni el tiempo un escondite
del que nadie ha venido a librarnos.


Es posible pensar en la muerte...

Es posible pensar en la muerte
como en un largo corredor;
hacia lo alto, el interminable
verde; delante, una extraña
perspectiva, otro dibujo de
las calles, unna
numeración indescifrable;
la sensación de una tarde
que cae con más prisa que
la acostumbrada,
en las espaldas.


Veo su rostro...

Veo su rostro
entre la agitada multitud,
con el horror del 
mutilado,
que siente carne
donde no la hay.


Macky Corbalán, Cutral Có, 1963-2014
En Poesía en la fisura, Selección y prólogo de Daniel Freidemberg, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 1995

domingo, mayo 05, 2019

raúl gustavo aguirre. una cabeza que se inclina


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...

Una cabeza que se inclina
sobre un hombro.
Y aquí tienes tu Boca del Abismo.

Lo que tira de uno,
lo que uno no es
y lo que uno es.

Piedra en el corazón
la realidad. Cuchillo
en nuestra mano del sueño.

La Opinión, 1975


Raúl Gustavo Aguirre, Buenos Aires, 1927-1983
En La Estrella Fugaz, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1984



sábado, mayo 04, 2019

guillaume apollinaire. aurora de invierno

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Aurora de invierno

La aurora adolescente
que piensa en el sol de oro
-un sol de invierno sin llamas resplandecientes
encantado por las hadas que juegan bajo los cielos
muertos-,
la aurora adolescente
sube poco a poco
lo más lentamente posible
incluso tiritando
para sonrosar a la aurora penetrada
por el frescor del último ocaso.
Y el sol apagado, encantado,
por fin se muestra, sin vida,
sin claridad,
porque las hadas de invierno las raptaron
y la aurora alegre,
dichosa,
muere 
toda llorosa
en el cielo boquiabierto
casi avergonzada
de ser madre de un sol que nació muerto.


Guillaume Apollinaire, Roma, 1880- París, 1918
de Guillaume Apollinaire y que todo tenga un nombre nuevo, Selección, prólogo y traducción de Mariano Fiszman, Griselda García Editora/Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2019

viernes, mayo 03, 2019

james merrill. espejo




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Espejo

Envejezco bajo la intensidad
de miradas curiosas. Disparates,
trato de decir, niños no puedo enseñarles
cómo vivir. Si no eres tú, ¿quién lo hará?
Llora, uno de ellos, fuerte, agarrando mi estructura
dorada hasta que el mundo se tambalea. Si no eres tú, ¿quién lo hará?
En medio de sus visitas la mesa, su orden
bíblico, helecho y Cachemira, todo pasado cambia,
lo hace muy bien Si alguna vez siento curiosidad
sobre lo que otros soportan,
a través de la sala tu das ejemplos,
abierta de par en par, soleada, todo lo que no
soy. Abrazas el mundo entero sin preocuparte ni una vez
por ordenarlo. Eso requiere reflexión. Afuera
algo es elegido. Las bandanas rojas y blancas
llegan a mi corazón. Un lindo joven
pasa a caballo. Ahora la puerta se cierra. Hester
me confía su primera infelicidad.
Esto, verás, nunca hubiera encajado,
pero para mí. ¿Por qué es que
me abandonan más y más? Tarde una noche
insomne de verano me esforcé por mantenerme a
cinco velas de tu respiración. No, dijo la
prima viuda, déjalos salir. Lo hice.
La habitación rebosaba de un sonido apagado, toda la catarata.
Muselina de tu sueño. . .
Años después, dos de los nietos crecidos
se sientan con las novelas boca abajo en el alféizar,
contenido para reflexionar sobre tu alta transparencia,
tus nubes, campos marrones, caqui lejos
y el ciprés cerca. Uno habla. ¡Qué superficiales
son las apariencias! Desde entonces, como si un pez
hubiera roto la estirpe perfecta de mi reflexión,
tengo lapsos. Sospecho
que me miran por la espalda, donde no hay nada, miradas frías
a través de las fallas ciegas de mi mente. Como los días
a medida que se alargan las décadas, esta visión
se agranda y ennegrece. No sé de quién es
pero creo que espera que mi última estirpe
se ampolle, se escame, flote hoja por la vida, cada lámina-
soberbia muda cuesta abajo, hasta un punto muerto
del que ni siquiera harás vibrar ningún brillante
acorde en mí, y ante una voluntad anónima,
eco de la mía, soy manso.

James Merrill, New York, 1926- Tucson, 1995
En James Merrill, Collected Poems, Random House, Alfred A. Knopf, 2001
Versión © Silvia Camerotto

Mirror

I grow old under an intensity
Of questioning looks. 
Nonsense,
I try to say
, I cannot teach you children
How to live.—If not you, who will?
Cries one of them aloud, grasping my gilded
Frame till the world sways. 
If not you, who will? 
Between their visits the table, its arrangement
Of Bible, fern and Paisley, all past change,
Does very nicely. If ever I feel curious
As to what others endure,
Across the parlor 
you provide examples,
Wide open, sunny, of everything I am
Not. You embrace a whole world without once caring
To set it in order. That takes thought. Out there
Something is being picked. The red-and-white bandannas
Go to my heart. A fine young man
Rides by on horseback. Now the door shuts. Hester
Confides in me her first unhappiness.
This much, you see, would never have been fitted
Together, but for me. Why then is it
They more and more neglect me? Late one sleepless
Midsummer night I strained to keep
Five tapers from your breathing. No, the widowed
Cousin said, 
let them go out. I did.
The room brimmed with gray sound, all the instreaming
Muslin of your dream . . .
Years later now, two of the grown grandchildren
Sit with novels face-down on the sill,
Content to muse upon your tall transparence,
Your clouds, brown fields, persimmon far
And cypress near. One speaks. 
How superficial
Appearances are! Since then, as if a fish
Had broken the perfect silver of my reflectiveness,
I have lapses. I suspect
Looks from behind, where nothing is, cool gazes
Through the blind flaws of my mind. As days,
As decades lengthen, this vision
Spreads and blackens. I do not know whose it is,
But I think it watches for my last silver
To blister, flake, float leaf by life, each milling-
Downward dumb conceit, to a standstill
From which not even you strike any brilliant
Chord in me, and to a faceless will,
Echo of mine, I am amenable.