Havisham
Para
entonces había usado tan poco a mí misma
que
mi voz estaba cascada, mis músculos
se
arrastraban, mis pechos habían reptado
adentro
de mi pecho. Dejé al teléfono
marchitándose
en su vid y anduve a la deriva
en
mi miriñaque apestoso de habitación
en
habitación. Era de hecho una época
caprichosamente
tranquila, casi Victoriana podría
decirse,
si fueras estadounidense;
de
hecho por poco me había ahorcado
con
un borbotón para enganchar mi ataúd de cristal
a su
propio carruaje con caballos cuando conocí
a la chica por la que clamabas. No señor,
mi pequeña madre no me pujó
de la oscuridad para eso. Mi padre
no
se deslomó cada día por cincuenta años
para
eso. Y tú, tú eras un destello
al
costado de la ruta, entrevisto a toda velocidad,
camino
dios mío a alguna pequeña ciudad que se jactaba
de
una ópera, bailes de gala y los cinco supermercados
más
importantes, casinos en ruinas y su propio zoológico.
Tiffany
Atkinson, Berlín, 1972
de
Tiffany Atkinson, La Rabdomante, traducción de Inés Garland y
Silvia Camerotto, Cooperativa La Joplin, México, 2015
versión ©
Inés Garland
imagen en Deviant Art
Havisham
By then I’d used so little of myself
my voice was cracked, my muscles
dragged, my breasts had crawled
inside my chest. I left the phone
to wither on its vine and drifted
in my crinoline of stink from room
to room. It was in fact a quaintly
restful time, almost Victorian you
might have said, being American;
indeed I’d nearly looped my throat
with jet and hooked my crystal coffin
to its coach and horses when I met
the
girl you clamoured at. No sir,
my
tiny mother did not push me
from
the dark for that. My father
did not graft all day of fifty years
for that. And you, you were a glitter
by the roadside, glimpsed at speed,
en route by god to some town boasting
opera, balls and all five major
supermarkets,
ruinous casinos and its own zoo.
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