Landscape
París se ha hundido en el recuerdo de sí misma
y flota casi en el fondo del mar, con su exaltada ruina
y los cielos metódicamente iguales, grises, tras los techos
de pizarra, o el sol sobre el Pont Neuf, paradójicamente el más antiguo
¿Por qué no imaginarse a Stalin, mirando sin ver, sobre el Pont Neuf?
O viendo lo que debía ver, o lo que quiso ver, que era lo que "se debía"...
Esta ciudad es americana; su crepúsculo, copiado de todas las ciudades
norteamericanas, del margen de Brooklyn, como todo lo norteamericano
legítimo. Esta ciudad es americana como todas las grandes ciudades
americanas, como todas las grandes ciudades, como Río, México, Shangai,
pero su crepúsculo es un crepúsculo americano, norte y sudamericano,
de persianas trancadas, pintadas con violentos garabatos, veredas
que resisten mejor rotas, papeles y silencio áspero de un domingo
a la tarde. La luz tiene otro comportamiento sobre los rostros.
Delata el paraíso nunca tenido, el impulso de destruir y alzar,
el impulso del trabajo; una pragmática.
Junto a la pared del convento franciscano, sucia, entre dos
contenedores de basura, una mirada atraviesa todo lo que de
historia, de cuartos y estudios, intelectual rechinar de dientes,
pinceladas, palabras, tiene aquella otra tarde, sumergida.
No atraviesa el Sena la mirada. Atraviesa lo que escasamente
perdura de la Historia en nuestro andar, lo único que nos queda,
pues ropa, mirada, palabras, están teñidas de pragmática,
de presente y no de palabras. Esa mirada entre los contenedores
es puro hoy. Ni Hugo, ni Dickens, ni Hemingway siquiera.
Jorge Aulicino, Buenos Aires, 1949
De No verás aún el fabuloso desierto, inédito
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