lunes, abril 15, 2013

elizabeth bishop. anáfora




Anáfora


A Marjorie Carr Stevens in memoriam


Cada día comienza con tanta

ceremonia, con pájaros, con campanas

con silbatos de una fábrica;

nuestros ojos se abren primero

a cielos de un oro tan blanco,

a paredes tan brillantes

que por un instante nos preguntamos

“¿De dónde viene la música, la energía?

¿Para qué inefable criatura que pasamos por alto

fue hecho el día?” Oh, él aparece de inmediato

y asume su naturaleza terrena

   de inmediato, de inmediato cae

   víctima de prolongadas intrigas,

   asumiendo memoria y mortal

   fatiga mortal.


Cayendo de a poco a la vista

y bañándose de caras salpicadas,

oscureciéndose, condensado toda su luz;

a pesar de todos los sueños

malgastados en él con esa mirada,

que sufre nuestros usos y abusos,

se hunde a través de los cambios de los cuerpos,

se hunde a través de los cambios de clases

a la noche al mendigo en el parque

que, cansado, sin una lámpara o un libro

   prepara estudios estupendos;

   el ardiente evento

   de cada día en interminable

   interminable acuerdo.


Elizabeth Bishop, Worcester, 1911- Boston, 1979

De North & South, 1946

En Elizabeth Bishop, Complete Poems, Chatto&Windus, London, 2004

Version © Silvia Camerotto

imagen de Gustav Klimt, Water Serpents, en Art.Com

Anaphora


In memory of Marjorie Carr Stevens


Each day with so much ceremony
begins, with birds, with bells,
with whistles from a factory;
such white-gold skies our eyes
first open on, such brilliant walls
that for a moment we wonder
"Where is the music coming from, the energy?
The day was meant for what ineffable creature
we must have missed?" Oh promptly he
appears and takes his earthly nature
   instantly, instantly falls
   victim of long intrigue,
   assuming memory and mortal
   mortal fatigue.

More slowly falling into sight
and showering into stippled faces,
darkening, condensing all his light;
in spite of all the dreaming
squandered upon him with that look,
suffers our uses and abuses,
sinks through the drift of bodies,
sinks through the drift of vlasses
to evening to the beggar in the park
who, weary, without lamp or book
   prepares stupendous studies:
   the fiery event
   of every day in endless
   endless assent. 

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