Ave atque vale
Pero
así es como era en el viejo
mundo
—todas sus estrellas y estaciones
en
complicidad. Los afortunados quemados
barridos
por guerras y amores —
su
ceniza cayendo espesa y enfriando
un
continente. El resto de nosotros esperaba
paciente
y poco a poco, nuevos dioses
emergían,
hipócritas folletos de bienvenida
debajo
de las puertas, dejando vahos de colonia
barata
en las escaleras.
*
Atis
por
ejemplo: he ahí un nombre
que
no se oye mucho en las fiestas —
pobre
muchacho histérico que cortó
su
propio sexo de cuajo
y
despertó perdido, criatura escindida
balanceándose
pálido en un charco de sangre —
brindemos
por eso;
por
la confusa pena de Ariadna
refrescándose
a diario con la marea;
Egeo
al acecho en el mar profundo—
protegido
como una botella gigante... ¡Oh héroes
novias
ninfas ondinas reyes
dioses
y semidioses!
Un
espasmo, un deslumbramiento, vislumbrado como
pezones
o el blanco de los ojos
en
distendidos crepúsculos suburbanos, O
*
como
si no fuéramos así de irónicos en estos días
afortunados
nosotros
*
Mientras
tanto una boda —
recuerda
— con torres y una
bodega
y catacumbas; una chica
que
dejó que la manzana rodara
hasta
los pies de un extraño de pelo rubio,
y
guerras, siempre guerras;
el
barullo de las cocinas
y
el televisor pasando tres jóvenes
vestidos
con equipos de gimnasia
de
pie alrededor de un antiguo telar,
una
mujer con un aire de
¡atención! diciendo algo como
dejen
que el eje a se distribuya en el
tiempo
y
que b, el enlace en sus mano
libre,
deje un mapa de cómo el deseo
tironea
alborozado contra él. Colores que
se
ramifican como corales, flautas
y
banderines por las avenidas
y
siempre alguien llorando
por
la auricular mudo de un teléfono.
Los
huéspedes se dispersan,
las
montañas echan a una luna.
¿Quién
era el hombre de melena
dorada
haciendo círculos de humo—
cuál
era el ofrecimiento? Teseo
sale
al encuentro de la bestia,
balanceándose
entre la muerte y la fama;
una
mujer dobla su casa
cuadro
por cuadro y muerta —
encabeza
todas las luces de colores, porque
este
era un jardín para amantes.
Los
gatos apuestan desde
los
macizos de flores. Ella sale
vacía
por la carretera costera.
Qué
buen barco es el dolor,
llevándonos
a cada uno a su
isla.
Tiffany Atkinson, Berlin, s/d
De Catula et Al, Bloodaxe Books,
Northumberland, 2011
Versión © Silvia Camerotto
imagen de Jorge Selfa, Teseo huye del laberinto guiado por Ariadna
Ave atque vale
But that’s how it was in the old
world — all its stars and seasons
in cahoots. The lucky burned
clean up in wars and loves —
their ash fell thick and cooled
a continent. The rest of us sat
tight and by and by new gods
rolled up; glad-handed pamphlets
under doors, left drifts of cheap
cologne in stairwells.
*
Attis
for example: there’s a name
you don’t hear much at parties —
poor frenzied boy who split
his own sex at the root
and woke lost, forked creature
swaying palely in a ring of blood —
let’s raise a glass to that;
to Ariadne’s tangled grief
refreshing daily with the tide;
Aegeus at the look-out plunging sea-
ward like a jeroboam… O heroes
brides nymphs oreads kings
gods and demigods!
A pang, a dazzle, glimpsed like
nipples or the whites of eyes
in slack suburban twilights, O
*
like aren’t we so ironic these days
lucky us
*
Meanwhile a wedding —
remember — with turrets and a wine
cellar and catacombs; a girl
who let the apple roll
to the foot of a blond-haired stranger,
and wars, always wars;
the din of kitchens
and the TV on three youths
in regulation tracksuits
standing round an ancient loom,
a woman with a listenup
demeanour saying something like
let axis a be time apportioned
and let b, the shuttle in your free
hand, leave a map of how desire
tugs bright against it. Colours
branch like corals; cymbal flutes
and bunting through the avenues
and always someone weeping
down the dry horn of a telephone.
The guests disperse,
the mountains kick a moon out.
Who was the man with the gold
mane blowing some rings —
what was the offering? Theseus
walks out to meet the beast,
poised between death and celebrity;
a woman folds her house down
frame by frame and dead —
heads all the fairy- lights, for
this was a garden for lovers.
Cats make their bids from
the flower-beds. She walks
out empty on the coast road.
What a good ship grief is,
bringing us
each to her
island.
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