[...] Eres un tonto, además, si intentas una clase de arte
que no te gusta. Eres un tonto si lees los clásicos porque te dijeron que lo
hicieras y no porque te gustan. Eres un tonto si aspiras al buen gusto si no
tienes naturalmente buen gusto. Si hay un lugar en el que es una idiotez fingir,
ése lugar es frente a una obra de arte. También
eres un tonto si no tienes una mente abierta, si no estás ansioso de disfrutar
de algo que puedes disfrutar aunque no sepas cómo. No es el lugar del artista pedirte
que aprendas o que defiendas su obra de arte en particular,
o insistir en que leas sus libros. Cualquier
artista que ansía tu admiración es, por tanto, menos artista.
El deseo de estar en el escenario, el deseo de
aplauso no tiene nada que ver con el arte verdadero. El artista serio puede
disfrutar del escenario, puede, fuera de su arte, ser la clase de imbécil que más
te plazca, pero ésas dos cuestiones no se conectan entre sí, o al menos, no son
concéntricas. Mucha gente que ni siquiera pretende ser un artista tiene las
mismas ganas de ser adulado por personas con cerebros más pequeños que los
propios.
El artista serio, por lo general y con frecuencia se
mantiene apartado del aegrum vulgus tanto como el científico serio. Nadie
sabe quiénes fueron los matemáticos abstractos que elaboraron las determinantes
que Marconi utilizó en sus cómputos para el telégrafo. El público, el público
tan caro al corazón periodístico, está
mucho más preocupado por los accionistas de la compañía de Marconi.
La propiedad permanente, la propiedad dada a la raza
es por mucho precisamente esta información del científico serio y del artista
serio; del científico que lidia con las relaciones de los números abstractos,
de la energía molecular, de la composición de la materia, etcétera; del artista
serio, que toca la naturaleza del hombre, del
individuo.
Los hombres han abandonado la conquista del mundo y
el conocimiento universal. Los hombres todavía intentan un estado ideal. Ningún
estado perfecto puede fundarse en la teoría, o en la hipótesis de que todos los
hombres son iguales. Ninguna ciencia excepto el arte nos dará la información
requerida para aprender las diferencias entre los hombres.
El simple hecho de que muchos hombres odien el arte
tiene valor, porque nos permite conocer sus naturalezas por medio del conocimiento
de aquellas partes del arte que odian. Generalmente, cuando los hombres dicen
odiar el arte descubrimos que solo detestan la charlatanería y los malos
artistas.
En el caso de que un hombre deteste una de las artes
y no las otras, descubriremos que tiene problemas auditivos o inteligencia
deficiente. Por lo tanto, un hombre inteligente puede odiar la música o un buen
músico puede odiar autores magníficos.
Y todas estas cosas son bastante evidentes.
Entre las personas pensantes y sensibles el artista
malo es despreciado tanto como se puede despreciar a un mal médico o a un
descuidado, impreciso científico, y el artista serio es dejado en paz e incluso
apoyado o alentado. En la niebla y la oscuridad que nos rodea no se toman
medidas para diferenciar el artista serio del que no lo es. El artista poco serio es la especie más común
y supera ampliamente al artista serio, y constituye una ventaja temporaria y
aparente que el falso artista obtenga recompensas que son propias del artista
serio, es natural que el artista poco serio haga todo lo posible para confundir
las líneas divisorias.
Cada vez que intentamos demostrar la diferencia entre
un trabajo serio y el que no lo es, nos dicen que eso es solo ‘un tecnicismo’. Y
se ha descansado en ello —Inglaterra ha descansado en e que ello por más de
trescientos años. Las personas prefieren medicinas patentadas ante que
tratamientos científicos. Ocasionalmente se les dirá que el arte como arte no
constituye una violación de las leyes más sagradas de Dios. No procurarán la
opinión de un especialista sobre qué arte es bueno. No tendrán en cuenta ‘la
cuestión de estilo’. Ellos quieren ‘El valor del arte para la vida’ y las ‘Cuestiones
Fundamentales’.
Con respecto a las cuestiones fundamentales: el arte
nos informa sobre psicología, sobre el hombre y su interioridad, el radio de
sus pensamientos, de sus emociones, etc., etc., etcétera.
La piedra de toque del arte es su precisión. Esta precisión
es de variados y complicados modos y solo el especialista puede decidir si
algunas obras de arte poseen algún tipo de precisión. No quiero decir con esto
que cualquier persona inteligente no puede tener un juicio más o menos sólido
sobre si una obra de arte es buena o no. Una persona inteligente puede decir si
alguien goza o no de buena salud. No por ello es menos cierto que se requiere
de un buen médico para hacer un diagnóstico o para distinguir la amenaza de una
enfermedad bajo una vigorosa apariencia.
Es tan imposible dar indicaciones de cómo distinguir
una obra maestra en unas pocas páginas como lo sería dar indicaciones para
todos los diagnósticos clínicos.
Ezra Pound, Hailey, Idaho, 1885 – Venecia, 1972
De ‘The Serious Artist, II’
En Literary Essays of Ezra
Pound, Edited with an Introduction by T.S.Eliot, Faber and Faber Limited,
London, 1954
Version ©Silvia Camerotto
imagen de Viktor Safonkin© – A mirror drinker, en Uno de los nuestros
No hay comentarios.:
Publicar un comentario