El resplandor del ser
Sólo
el silencio es sabio.
Pero
yo estoy labrando, como con cien abejas,
un
pequeño panal con mis palabras.
Todo
el día el zumbido
del
trabajo feliz va esparciendo en el aire
el
polvo de oro de un jardín lejano.
En
mí crece un rumor lento como en el árbol
cuando
madura un fruto.
Todo
lo que era tierra -oscuridad y peso-,
lo
que era turbulencia de savia, ruido de hoja,
va
haciéndose sabor y redondez.
¡Inminencia
feliz de la palabra!
Porque
una palabra no es el pájaro
que
vuela y huye lejos.
Porque
no es el árbol bien plantado.
Porque
una palabra es el sabor
que
nuestra lengua tiene de lo eterno,
por
eso hablo.
El
ser eterno, único,
la
redondez del círculo cumplida.
Boca
que se abre para decir sí
como
se abre -asintiendo- la semilla.
Baja
a la inteligencia
total,
sin mengua, la palabra;
y
queda (como el ámbito por el que vuela un pájaro)
plena
y maravillada.
En
mí su voluntad no fue hermosura.
Me
hizo, como a la planta del desierto,
áspera
y taciturna.
Me
alzó para medir la soledad
en
la extensión sin término, desnuda.
El
viento herido en mis espinas- sangra.
Mi
única flor es la obediencia oscura.
No
ser ya más. O ser
sumisa,
un instrumento.
Una
flauta en los dedos de la música,
una
espiga inclinada bajo el verano inmenso.
No
ser ya más. Girar
disciplinadamente
ceñida al universo.
Navegar
sin orillas
en
el amor perfecto.
Amanece
en el valle. Con qué lento
resplandor
se sonrosa la nieve de las cimas
y
cómo se difunde la luz en el silencio.
Hechizada,
contemplo el milagro de estar
como
en el centro puro de un diamante.
¡Ah,
despertar, vivir,
amar,
amar el viento
como
un amor de pájaro!
De
toda la creación esta creatura,
ésta,
para mi gozo.
Escogida
y perfecta,
coronación
del mundo más hermoso.
De
su promesa viene
a
ser presencia pura.
¡Oh,
amor! ¡Oh, misterio,
agua
donde la perla se consuma!
¡Alegría
de ser dos! En dos orillas
va
el río, regalándose.
En
dos alas el pájaro
sube
al centro del aire.
En
las manos unidas
reposa,
sostenido, el universo.
¡Alegría
de ser dos, y entre los dos
lo
eterno!
Me
llamas, como a Eurídice,
rompiendo
la tiniebla.
El
nombre que me das
es
para que amanezca.
Sonreída,
inocente,
hierba,
me vuelvo al aire conmovido.
De
la noche no tengo
más
que el rocío.
Me
alegro con la rama del almendro.
Calló
todo el invierno, pero sin descansar,
pues
preparaba el tiempo
de
convertir lo oscuro de la tierra
en
esta flor con la que hoy me alegro.
Se
mecía la rama
y
era una flor abierta
su
única palabra.
¡Cuánta
muerte vencida para alcanzar la cima
de
plenitud tan breve y delicada!
No
era la eternidad. Era la primavera.
La
primavera que florece y pasa.
Lo
supe con mi carne.
Que
la vida es la flor que entre sus dedos
va
deshojando el aire
para
dejar sin cárcel el perfume
y
sin dueño la miel temblorosa del cáliz.
Así,
como a la flor del cardo, nos destruye.
Lo
supe con mi carne.
¡Qué
amistad la del agua con su cauce
y
qué conversación la de la rama
cortejada
del aire!
En
la mano del día
resplandece
un anillo de esponsales.
¡Quñe
nupcias de la luz y del espejo!
Nadie
está solo. Nadie.
No
temo por la hoja del arbusto pequeño,
aunque
la oculte el árbol poderoso,
aunque
la huelle el paso del becerro.
El
rocío la embellece
de
noche y en silencio.
¡Cömo
canta la tierra cuando gira!
Canta
la ligereza de su vuelo,
su
libertad, su gracia, su alegría.
Así
cantan los pájaros
regresando
a su nido desde lejos.
El
amor que nos ama
no
aparta de nosotros ni un instante
la
mirada.
Bajo
ella estamos todos los dispersos,
como
espigas en haz, en gravilla apretada.
La
medida completa
que
él alzaría en sólo una brazada.
¿Quién
vivió y no lo cree?
Las
palabras lo juran,
lo
atestiguan los seres.
Que
este don que nos dieron es don que se recibe
y
ya no se devuelve.
A
veces hay la noche,
pero
la luz es fiel y vuelve siempre.
Al
tercer día todo resucita.
Sólo
la muerte muere.
No
te despidas nunca.
La
hoja que el otoño desprende de la rama
conoce
los caminos del regreso.
La
juventud recuerda su querencia.
La
golondrina vuelve del destierro.
No
te despidas nunca, porque el mundo
es
redondo y perfecto.
Rosario Castellanos México DF,1925 - Tel Aviv,
Israel, 1974
En Poesía no eres tú, Fondo de Cultura
Económica, Letras Mexicanas, 1972
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