domingo, diciembre 25, 2016

rosario castellanos. el resplandor del ser

Related image


El resplandor del ser

Sólo el silencio es sabio.
Pero yo estoy labrando, como con cien abejas,
un pequeño panal con mis palabras.

Todo el día el zumbido
del trabajo feliz va esparciendo en el aire
el polvo de oro de un jardín lejano.

En mí crece un rumor lento como en el árbol
cuando madura un fruto.
Todo lo que era tierra -oscuridad y peso-,
lo que era turbulencia de savia, ruido de hoja,
va haciéndose sabor y redondez.
¡Inminencia feliz de la palabra!

Porque una palabra no es el pájaro
que vuela y huye lejos.
Porque no es el árbol bien plantado.

Porque una palabra es el sabor
que nuestra lengua tiene de lo eterno,
por eso hablo.

El ser eterno, único,
la redondez del círculo cumplida.

Boca que se abre para decir sí
como se abre -asintiendo- la semilla.

Baja a la inteligencia
total, sin mengua, la palabra;
y queda (como el ámbito por el que vuela un pájaro)
plena y maravillada.

En mí su voluntad no fue hermosura.
Me hizo, como a la planta del desierto,
áspera y taciturna.
Me alzó para medir la soledad
en la extensión sin término, desnuda.
El viento herido en mis espinas- sangra.
Mi única flor es la obediencia oscura.

No ser ya más. O ser
sumisa, un instrumento.
Una flauta en los dedos de la música,
una espiga inclinada bajo el verano inmenso.

No ser ya más. Girar
disciplinadamente ceñida al universo.
Navegar sin orillas
en el amor perfecto.

Amanece en el valle. Con qué lento
resplandor se sonrosa la nieve de las cimas
y cómo se difunde la luz en el silencio.

Hechizada, contemplo el milagro de estar
como en el centro puro de un diamante.

¡Ah, despertar, vivir,
amar, amar el viento
como un amor de pájaro!

De toda la creación esta creatura,
ésta, para mi gozo.
Escogida y perfecta,
coronación del mundo más hermoso.

De su promesa viene
a ser presencia pura.
¡Oh, amor! ¡Oh, misterio,
agua donde la perla se consuma!

¡Alegría de ser dos! En dos orillas
va el río, regalándose.
En dos alas el pájaro
sube al centro del aire.

En las manos unidas
reposa, sostenido, el universo.
¡Alegría de ser dos, y entre los dos
lo eterno!

Me llamas, como a Eurídice,
rompiendo la tiniebla.
El nombre que me das
es para que amanezca.

Sonreída, inocente,
hierba, me vuelvo al aire conmovido.
De la noche no tengo
más que el rocío.

Me alegro con la rama del almendro.
Calló todo el invierno, pero sin descansar,
pues preparaba el tiempo
de convertir lo oscuro de la tierra
en esta flor con la que hoy me alegro.

Se mecía la rama
y era una flor abierta
su única palabra.

¡Cuánta muerte vencida para alcanzar la cima
de plenitud tan breve y delicada!

No era la eternidad. Era la primavera.
La primavera que florece y pasa.

Lo supe con mi carne.
Que la vida es la flor que entre sus dedos
va deshojando el aire
para dejar sin cárcel el perfume
y sin dueño la miel temblorosa del cáliz.

Así, como a la flor del cardo, nos destruye.
Lo supe con mi carne.

¡Qué amistad la del agua con su cauce
y qué conversación la de la rama
cortejada del aire!

En la mano del día
resplandece un anillo de esponsales.
¡Quñe nupcias de la luz y del espejo!

Nadie está solo. Nadie.

No temo por la hoja del arbusto pequeño,
aunque la oculte el árbol poderoso,
aunque la huelle el paso del becerro.

El rocío la embellece
de noche y en silencio.

¡Cömo canta la tierra cuando gira!
Canta la ligereza de su vuelo,
su libertad, su gracia, su alegría.

Así cantan los pájaros
regresando a su nido desde lejos.

El amor que nos ama
no aparta de nosotros ni un instante
la mirada.

Bajo ella estamos todos los dispersos,
como espigas en haz, en gravilla apretada.
La medida completa
que él alzaría en sólo una brazada.

¿Quién vivió y no lo cree?
Las palabras lo juran,
lo atestiguan los seres.

Que este don que nos dieron es don que se recibe
y ya no se devuelve.

A veces hay la noche,
pero la luz es fiel y vuelve siempre.

Al tercer día todo resucita.

Sólo la muerte muere.

No te despidas nunca.

La hoja que el otoño desprende de la rama
conoce los caminos del regreso.

La juventud recuerda su querencia.
La golondrina vuelve del destierro.

No te despidas nunca, porque el mundo
es redondo y perfecto.


Rosario Castellanos México DF,1925 - Tel Aviv, Israel, 1974
En Poesía no eres tú, Fondo de Cultura Económica, Letras Mexicanas, 1972


No hay comentarios.: