jueves, diciembre 15, 2016
gerardo diego. glosa segunda
Glosa Segunda
Como la brisa del mar
que, aunque tú no lo presumas,
secretos de las espumas
te pretende confiar.
Como la lumbre lunar
sin que de ello te des cuenta
en tus ojos se aposenta,
así mi luz y mi brisa
en tu mirada se irisa,
bajo tu cabello alienta.
Con tu secreta pluma el ave
diáfanas jornadas vuela.
Su cantar nos la revela.
Cómo llegó nadie sabe.
Así de muda es la llave
-puerta de la pleamar-
con que la luna solar
abre a la noche su urna,
luna que en los cielos turna
como la brisa del mar.
Turne la luna en sus fases
y las brisas en sus rosas,
que mis ansias sigilosas
miden justas sus compases.
Sombra, no me las atrases.
No me deis prisa, brumas.
Ritmos y hálitos rezumas
de mis soledades graves,
lo mismo si ya lo sabes
que aunque tú no lo presumas.
Ten el oído siempre alerta
a insinuaciones fugaces.
Nunca en ellas me rechaces.
Soy yo que llamo a tu puerta.
Yo el que con la mano yerta
de lejanías tan sumas,
mientras tus sueños esfumas,
te ofrece senos de olas
fábulas de caracolas,
secretos de las espumas.
Piensas porque no me tocas,
piensas que ya no me tienes.
Sólo en los torpes rehenes
de mis prendas aún me evocas.
Una sola las dos bocas,
los ojos de par en par,
múltiple abrazo de mar
requieres. No me conoces
cuando mi culto sus voces
te pretende confiar.
Mujer de tan poca fe
que cree aquello que pesa,
que sólo admite la impresa
estampa que en sus ojos ve.
Y tú no sabes por qué,
pero un rastro singular
te hace sentir que a pesar
del espacio que desvía,
te asisto en la lejanía
como la lumbre lunar.
Todo eso que te circunda,
todo eso que te acompaña,
tu soledad aledaña,
tu ausencia muda y profunda.
Todo eso que te inunda
-aunque te juzgues exenta-
que te moja de violenta
espuma, mar en tu roca,
soy yo, que busco tu boca
sin que de ello te des cuenta.
Una impensada mañana
nuestro pájaro del pecho
envidia el álgido techo
que ve desde la ventana.
El libre vuelo devan
y el total afán intenta.
Y he aquí que se desorienta.
No sabe volver, ¿por dónde?
Y entre tus manos se esconde,
en tus ojos se aposenta.
Y ya no tiene remedio.
Mi jaula quedó vacía
y no hallo filosofía
que orne piadosa mi tedio.
Hay que intentar el asedio
al nido que se divisa
entre las ramas. Y aprisa,
porque así sólo se gana
mi pájaro y mi ventana,
así mi luz y mi brisa.
Desde entonces domicilio
nuevo he aprendido a mi vuelo,
domicilio paralelo,
dos celdas contra el exilio.
Alternativo, concilio
una y otra. Así indecisa
-derecha, izquierda- revisa
mi mirada su morada,
y volando atolondrada
en tu mirada se irisa.
Sólo es abrazo en resumen,
íntegra caricia y roce
la de la brisa en el goce
absoluto del volumen.
En esta fruición se sumen
todas las parciales. Lenta,
mi brisa tibia y sedienta
te abanica con el ala,
en tus perfiles resbala,
bajo tu cabello alienta.
Gerardo Diego, Santander, 1896- Madrid, 1987
de Versos humanos, 1919-1925
en Gerardo Diego, Poesía amorosa, 1918-1969, Plaza y Janés editores, Barcelona, 1970
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