(Intermedio)
Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
no vieron enterrar a los muertos,
ni la feria de ceniza del que llora por la
madrugada,
ni el corazón que tiembla arrinconado como un
caballito de mar.
Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
vieron la blanca pared donde orinaban las niñas,
el hocico del toro, la seta venenosa
y una luna incomprensible que iluminaba por los
rincones
los pedazos de limón seco bajo el negro duro de las
botellas.
Aquellos ojos míos en el cuello de la jaca,
en el seno traspasado de Santa Rosa dormida,
en los tejados del amor, con gemidos y frescas
manos,
en un jardín donde los gatos se comían a las ranas.
Desván donde el polvo viejo congrega estatuas y
musgos,
cajas que guardan silencio de cangrejos devorados
en el sitio donde el sueño tropezaba con su
realidad.
Allí mis pequeños ojos.
No preguntarme nada. He visto que las cosas
cuando buscan su curso encuentran su vacío.
Hay un dolor de huecos por el aire sin gente
y en mis ojos criaturas vestidas ¡sin desnudo!
Nueva York, agosto 1929
Federico García Lorca, Fuente Vaqueros, 1898-
Alfacar, 1936
De ‘Poemas en la soledad en Columbia University', Poeta
en Nueva York, Editorial Séneca, México, 1940
imagen de Federico García Lorca