Poesía de observación
En
los viejos de Yeats,
Asistiendo
a un acumularse
De
experiencia e historia
Que
impreca con doctos
Y
respetables harapos,
Informes
ruinas eruditas,
La
sagrada Bizancio
Como
urbe hostil a viejos,
Y
el persistente rencor
Hacia
la vida, que agravia
Por
acabar siempre pagando
Con
moneda de desgracia,
Soledad,
separación,
Y
la fácil, trivial conjetura,
De
que la indignidad de la vejez
Fue
más llevadera
En
siglos distantes.
Y
cuando,
Vanamente,
por las plazas,
Quisiéramos
reconocerlos
Entre
el anónimo, ininterrumpido
Tremolar
en los bancos,
No nos parecen de Yeats
Esos
ancianos que nada
Comentarían
si Catulo pasara por allí,
Mientras
balbucean sus crueles
Datos,
para encuestas:
“¿De qué sirvo ahora? Mis hijos
Apenas
si vienen a verme una vez al año.
¿De
qué sirve un viejo?
De
Poesía de observación, 1973
***
Quien habla no está muerto
Un curioso se interesa por la frase,
Literalmente
Vertida del alemán, un verso.
La aparta, la despliega
Sobre la mesa, bien manifiesta, intuyendo
Al margen de su obviedad el ánimo
De sustentar lo que se quiera
En cualquier circunstancia, aseverar
Monólogos o diálogos,
Desmentirlos;
Fácil de ser memorizada
Como tersa y metálica variante
Del bíblico “Tienen la boca más no hablan”.
No le dura casi. De improviso
Es como golpeado, despertado,
La vecindad de otra lectura
Previniéndole que no existen
Verdades objetivas,
Y que si así no fuera
¿cómo legitimarlas, a través de qué?;
y su inicial devoción, sumisión
A la frase, se tambalea,
Vacila hasta desleírse,
Escudriñándola de nuevo, extrañado,
Como un inquisidor, ensombrecido,
Recriminándole no haberle hecho entender
Que su corteza, irrefutable en lo exterior,
Tiene tan descorazonadores límites
(No,
“Quien habla no está muerto”,
Sino,
“Quien habla probablemente no está muerto”;
y desazonado, indispuesto
Consigo mismo, a sí mismo
Puesto bajo la acusación
De quimérico, crédulo,
De culpable ligereza
En entregarse a deducir
Que lo evidente es verdadero.
De Quien habla no está muerto, 1975
Alberto
Girri, Buenos Aires, 1919-1991
Imagen
de Joseph Hirsch, Portrait of an old man, 1939, en Ocean's Bridge
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