jueves, julio 20, 2017
marina serrano. formación hospitalaria (selección)
Enfermedad de Charcot
Decían que era el suegro del director,
alguien acomodado,
por eso, lo atendíamos todos los días
a las ocho y media de la mañana.
El diagnóstico, obtenido por descarte,
describía una original forma de presentación:
no clásica, no bulbar,
no piramidal, ni seudopolineurítica.
La estructura de su pecho
se abría al hígado.
El hombro sin carne
era un anexo deprimiéndose
deslizándose
por el volumen troncocónico.
Terminaban los brazos
en manos simianas,
como cintas sensibles.
El dolor llegaba al piso.
Lo atendíamos de a dos,
había que moverlo por completo;
dedos, pelo, diafragma,
palpar, presionar
la epidermis postergada de los cuerpos inmóviles.
Aumentaron las fibrilaciones
la hiperreflexia,
y nos callamos.
Sabíamos que empeoraba.
Un día fue a la municipalidad
donde antes trabajaba,
alguien lo empujó, como nos empujan a todos
todos los días, en todas partes,
y cayó de las escaleras como alguien
que no tiene brazos.
***
Juan Antonio Fernández
Yo esperé, Juan Antonio Fernández,
ponerme a prueba, resolver,
actuar con celeridad y tino
en las primeras sangres.
La abrupta manera
en que terminan algunas vidas
no pareció fortalecerme,
las almas del sifilicomio
aún sudan mercurio
y soplan su inminencia.
Quise, pero no pude.
Esperé el final
que se osifiquen o mueran
y nunca anhelé tanto
nociones del chamanismo
ni fui tan impotente
y el hombre que la medicina era
devoró mi fe.
Marina Serrano, Quequén, 1973
de Formación hospitalaria, sigamos enamoradas, Buenos Aires, 2006
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