Transcribió
un verso de Pound
Conmigo se portaba como un rastrero. Deberías
matar a tu propio hijo, me decía, pero no lograba
crisparme los nervios, tal vez, porque no tengo
el instinto —¿cómo lo llaman?—, maternal.
En cambio, aquello de Pound: lo que de veras
amas, no te será arrebatado, al pie de la
letra, aunque me avergüence, no dudé ni un minuto
en creer que era posible estar al margen.
¿Es otoño? Las quejas caen como duraznos.
Un hombre debería pensar muy bien las cosas
antes de hacerlas. Un hombre al que se le
meten ciertas ideas en la cabeza, debería
pensar dos veces las cosas antes de hacerlas.
***
Una
alfombra para dos escritores
El soñar tendrá que terminar:
así
lo dice la realidad, afligida.
D. J. Enright
Finalmente, no se trata de rebatir la posibilidad
de que el amor eche raíces a la segunda cita, sino
de un acto más ruin todavía: quemarle los gajos.
El plan que trazamos aquella tarde —¿te olvidaste,
acaso?— me refiero a la orientación de los cuartos, la
grilla de horarios en que cada uno dispondría de
la máquina, bastó un llamado telefónico para
que se esfumara con la resolución de un conscripto.
En todo caso, algo queda de aquel bosquejo: la
alfombra beige cuyos dueños se empeñan en
conservar como saldo en una vidriera de la calle
Honduras, a la vista de cualquier transeúnte, cualquiera,
incluso -por qué no-, alguno de nosotros dos que
un día, paseando por las inmediaciones -solo,
acompañado, lo mismo da-, se repitiera: qué buen
plan teníamos. Qué bien nos hubiera ido juntos.
Cecilia Romana,
Buenos Aires, 1975
De Los que fueron, Cabiria Ediciones,
Buenos Aires, 2013
imagen de Horyon Lee, en Uno de los nuestros
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