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La
soledad siguiendo,
Garcilaso de la Vega
En caminos
despejados me atraso sin remedio
y llego a mi
casa siempre después de mí
como a un lugar
donde no queda nadie.
Tropiezo con
cosas que ya no están,
por todas partes
choco con la distancia que se abre
entre nosotros,
con armarios que quedaron cerrados.
Los ecos de las
charlas que todavía recuerdo
son sobre viajes
que se llevan a los que hablan
y peparativos
que hace uno solo.
Apenas te
fuiste, borré cada huella tuya
para no ver
adonde iría la siguiente.
Fuí, uno por
uno, deshaciendo todos tus abandonos
hasta
desorientarme y no tener cómo seguirte.
Pero ahora
resulta que cuando piso
donde alguna vez
borré los rastros de tu partida
vuelvo a
tropezar con algo que quedó de vos
y que se sigue
yendo de donde ya no estás.
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Beautiful, beautiful, beautiful,
beautiful boy, John Lennon
A veces me da
por pensar
que mi padre se está volviendo
cada vez más chico
para que yo lo conozca por completo.
cada vez más chico
para que yo lo conozca por completo.
¿Por qué será que los hijos
desconocemos la infancia de nuestros padres?
¿Acaso por exigirles esa paternidad
no los dejamos de algún modo huérfanos?
Ahora es como si él estuviera en busca
de una edad exacta
en que envejecer y hacerse chico
vayan de la mano.
Lo veo como si creciera frente a mis ojos
para llegar a tiempo de ser mi padre
dejando cosas atrás, historias que los hijos
apenas llegamos a conocer, demasiado ajenas,
y que no podemos averiguar sin
que nuestros pensamientos se vuelvan borrosos.
Después de una vida de haber aprendido
el arte de perder hasta lo más preciado
sin que parezca algo terrible,
me pidió que hiciera lo mismo,
pues su labor como padre, aseguraba,
consistía en que yo, eventualmente,
prescindiera de él.
Sé que el tiempo no pasó
por su vida sin transformarse
en algo contradictorio
con dos direcciones opuestas
y a la vez reconciliadas en su corazón
de padre y de hombre
que también está solo
yendo hacia los extremos de la edad
hasta volverse tan grande o
tan chico su amor, que no se lo ve,
acaso por la sencillez de su entrega,
que sólo se conforma en dar
y en darse.
desconocemos la infancia de nuestros padres?
¿Acaso por exigirles esa paternidad
no los dejamos de algún modo huérfanos?
Ahora es como si él estuviera en busca
de una edad exacta
en que envejecer y hacerse chico
vayan de la mano.
Lo veo como si creciera frente a mis ojos
para llegar a tiempo de ser mi padre
dejando cosas atrás, historias que los hijos
apenas llegamos a conocer, demasiado ajenas,
y que no podemos averiguar sin
que nuestros pensamientos se vuelvan borrosos.
Después de una vida de haber aprendido
el arte de perder hasta lo más preciado
sin que parezca algo terrible,
me pidió que hiciera lo mismo,
pues su labor como padre, aseguraba,
consistía en que yo, eventualmente,
prescindiera de él.
Sé que el tiempo no pasó
por su vida sin transformarse
en algo contradictorio
con dos direcciones opuestas
y a la vez reconciliadas en su corazón
de padre y de hombre
que también está solo
yendo hacia los extremos de la edad
hasta volverse tan grande o
tan chico su amor, que no se lo ve,
acaso por la sencillez de su entrega,
que sólo se conforma en dar
y en darse.
Tom Maver, Buenos Aires, 1985
imagen de Martin Stranka, en Uno de los nuestros
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