Filología
Primero
escribes de cómo el calor
se
parece a otro cuerpo sobre tu espalda:
vas
perdiendo años cada día por los minerales.
Te
enseñan a tomar Coca Cola con sal
para
la transpiración.
Algunas
cosas parecen estar cerca de casa —
siempre
hay alguien a la pesca de algo nuevo
que decir sobre la luna, y todos crían pollos,
pero
no puedes conseguir manteca, y no importa si tienes papel europeo
y
el lenguaje es un campo minado.
Dieciséis sustantivos
para
sostener las formas que la explosión hace del espacio ciudadano:
todos
provenientes de los nombres de artistas antiguos. Un Instituto
que
gestiona la retórica del dolor. Sus eruditos
están
eximidos del servicio, pero (Dios mío)
son
estrechos. Para llegar al piso superior debes subir
con
bestial dolor, a través de los monótonos, nivelados
directivos
mediocres del trauma,
hasta
el panóptico de vidrio triple donde los complots de
profesores
universitarios apuntan a un sufrimiento tan delicado que
se
lo puede silbar con labios cerrados. Para
oir este lenguaje
hay
que acercarse tanto a un hombre que puede besarte
o
cortar tu cuello.
No
encuentras ninguna palabra para costa,
porque
todo lo que hueles es sal al anochecer. Y
perdiste
tu DNI en una escaramuza en los archivos
y
por lo tanto deberás caminar hacia el interior. La carta
que
entregaron durante diecinueve días dice, con subrayado,
cuánto
[intraducible] extrañas a las malditas gaviotas,
pavoneándose
alrededor sin papeles. Y tormentas de estorninos,
sobre
el embarcadero en la segura, segura Aberystwyth.
Tiffany Atkinson, Berlin,
s/d
De Catula et Al, Bloodaxe Books, Northumberland, 2011
Version © Silvia
Camerotto
imagen de Gilles Tran© -Le coup de vent, en Uno de los nuestros
Philology
First, you write how heat
is like another body on your back:
you’re losing years each day by way of minerals.
They teach you to drink Coke with salt in
for the sweating.
Certain things seem close to home—
there’s always someone on the hunt for something new
to say about the moon, and everyone keeps chickens,
but you can’t get butter, never mind
a European paper,
and the language is a minefield.
Sixteen nouns
to hold the shapes explosion makes of civic space:
all derived from ancient artists’ names. An
Institute
which manages
the rhetoric of pain. Its scholars
are exempt from service but (dear god)
they’re thin. To reach its top floor you must climb
from brute hurt, through the drab, split-
leveled middle-management of trauma,
to the triple-glazed panopticon where dons
plot points of suffering so fine they’re whistled
through closed lips. To hear that language
is to lean so closely in a man might kiss
or cut your throat.
You find no word for coast,
for all that you smell salt at nightfall. And
you’ve lost your ID in a skirmish at the archives
so you’ll have to trek inland. The letter
handed round for nineteen days says, underlined,
how [untranslatable] you miss the bloody seagulls,
strutting round sans papiers. And starling-storms,
above the pier in safe, safe Aberystwyth.
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