Réquiem para lepidópteros
cuando
por la ventana
nítido
el horizonte, invisible
tu
halo, ¿protector?
vos,
madre
alza
su paisaje al vuelo
mariposas
danzan
recitás
a Obligado ahondando
en
el hueco de tu infancia
ignorándome el cielo trama
ignorándome el cielo trama
en
la rueca del mundo
desazón
de edenes olvidados
el
gato callejero que dejé entrar
devora
mi merienda
en
el muro una gotita de sangre
interrumpe
el celeste a contra luz donde
fue
a estrellarse una mariposa azul
la
ventana siguió abierta todo el verano
tu
poema ahora un réquiem para lepidópteros
Tuve
que asir sola el mundo, tan vasto
sin
embargo
-estabas
demasiado entretenida en mirarte en el espejo- combatí,
con
silencios disfrazados de timidez
bajo
mi piel de oruga
Los
juicios de la iglesia –vivíamos en el pêché
me
apretaba en la garganta la nuez (oh Adan y tus historias)
¿a
quién iba a contarle aquello que decía el cura de la
escuela?
No
veíamos ni coníferos ni ardillas izándoles al trote
solo
mariposas, mariposas en el alfeizar
en
los vestidos y las solapas del abrigo de invierno
No
insistas- prefiero libélulas-
¿En
qué banco de empeño depositaste mis efectos
personales?
mi
prehistoria ha sido salvaje y adversa,
deposité
un mensaje en el viejo cementerio de Praga
una
lista minuciosa:
una
regla,
una
tijera,
papel
glasés metalizado,
un
compás,
necesito…
Esta
vez fue diferente, las listas cambian
al
ritmo de las exigencias –claro quién
cree
ahora en el pecado original
o
en la lengua que asola, destruye
de
puro aburrimiento
Necesito:
Salir
de aquí
(no
me sigas, no quiero tu sombra)
Pliego
el papelito
A
los judíos no les estaba permitido
desenterrar
a sus muertos
no
les quedó más remedio que añadir
capa
tras capa de tierra
piedra
contra piedra: lápidas
puestas
en movedizas arenas
arrumbadas,
discutidoras
peleando
un pedacito de eternidad
¿Habrías
hecho de mí
lo
que su creador al Golem?
rebelde,
incontrolable
contestadora
Lista
de objetos personales (desaparecidos)
dijes
de oro
cadenas
de oro
pulseras
de oro
dientes
de leche
mechones
de pelo rubio oscuro
¿te
acordás?
Aquel
papel arrugado sobre el bargueño
daba
testimonio de mis tesoros en una
casa
de empeños –por tres centavos se
asesina,
se despoja, se ultraja-
No
volví a ver mis alhajas
plegué
pequeñito el papel
lo
coloqué en una tumba y sobre él
piedrecitas
para que lo guarden
(ellos
tampoco volvieron a poseer
lo
que les arrebataron)
Los
jóvenes beben cerveza protegidos del sol
bajo
los cedros y el verdor del lugar
risueños,
inconscientes
tan
ajenos al holocausto
Vivian
Lofiego, Buenos Aires, 1964
Réquiem para
lepidópteros,
Huesos de Jibia, Buenos Aires, 2008
imagen de Dani Torrent©, A la deriva, en Uno de los nuestros
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