miércoles, enero 01, 2020

john ashbery. amor evidente




Amor evidente

Lo que eran malas noticias
se evidenciaba demasiado tarde
para poder hacer algo.

No me dictaron ningún sueño urgente,
ni necesitaba un nombre o algo.
Todo estaba arreglado.

En la mediana ciudad de mi conciencia
los ratones construían un coloso.
El cuarto de efectos especiales está allí.

Él no tanteaba el terreno.
El día era uno para él.
Algunos días no deja su cuarto
y esos son los mejores días,
lejos.

Había jardines lúgubres más allá del desnivel,
hormigueros que parecían pertenecer al lugar.
Las salchichas estaban medio crudas,
el vino demasiado frío, el pan aguado.
¿Quién dijo que trajeran sweaters?
No se puede confiar así en el clima.

El Atlántico avanzaba lento hacia la izquierda
enganchando un mensaje en el pelo dorado de las bellas durmientes,
un ardid para la próxima,
cuando el fuego y el agua se descontrolan en las calles,
el portón cerrado- ningún visitante hoy
ni un latido evidente.

Me deshice del libro de cuentos de hadas,
empeñé mi viejo auto, compré un boleto para la casa del terror,
me encontré a mi mismo allí a las seis en punto,
midiendo “los posibles efectos secundarios”.

No había nada malo en amarlos,
tampoco nada bueno. Pero amar era amar a los sirvientes
o a los amos. Ninguna senda recta de esto.
Las hojas alrededor de la puerta son pérdidas escritas en lápiz.
Veinte años para repararlas.
Las margaritas florecen de una forma u otra.


John Ashbery, New York 1927-2017
De Where Shall I Wander: New Poems, HarperCollins Publishers, New York, 2005
Versión ©Silvia Camerotto
imagen de Fairfield Porter (selección)

Meaningful Love

What the bad news was
became apparent too late
for us to do anything good about it.

I was offered no urgent dreaming,
didn't need a name or anything.
Everything was taken care of.

In the medium-size city of my awareness
voles are building colossi.
The blue room is over there.

He put out no feelers.
The day was all as one to him.
Some days he never leaves his room
and those are the best days,
by far.

There were morose gardens farther down the slope,
anthills that looked like they belonged there.
The sausages were undercooked,
the wine too cold, the bread molten.
Who said to bring sweaters?
The climate's not that dependable.

The Atlantic crawled slowly to the left
pinning a message on the unbound golden hair of sleeping maidens,
a ruse for next time,

where fire and water are rampant in the streets,
the gate closed—no visitors today
or any evident heartbeat.

I got rid of the book of fairy tales,
pawned my old car, bought a ticket to the funhouse,
found myself back here at six o'clock,
pondering "possible side effects."

There was no harm in loving then,
no certain good either. But love was loving servants
or bosses. No straight road issuing from it.
Leaves around the door are penciled losses.
Twenty years to fix it.
Asters bloom one way or another.



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