Amor evidente
Lo que eran malas noticias
se evidenciaba demasiado tarde
para poder hacer algo.
No me dictaron ningún sueño urgente,
ni necesitaba un nombre o algo.
Todo estaba arreglado.
En la mediana ciudad de mi conciencia
los ratones construían un coloso.
El cuarto de efectos especiales está allí.
Él no tanteaba el terreno.
El día era uno para él.
Algunos días no deja su cuarto
y esos son los mejores días,
lejos.
Había jardines lúgubres más allá del desnivel,
hormigueros que parecían pertenecer al lugar.
Las salchichas estaban medio crudas,
el vino demasiado frío, el pan aguado.
¿Quién dijo que trajeran sweaters?
No se puede confiar así en el clima.
El Atlántico avanzaba lento hacia la izquierda
enganchando un mensaje en el pelo dorado de las bellas durmientes,
un ardid para la próxima,
cuando el fuego y el agua se descontrolan en las calles,
el portón cerrado- ningún visitante hoy
ni un latido evidente.
Me deshice del libro de cuentos de hadas,
empeñé mi viejo auto, compré un boleto para la casa del terror,
me encontré a mi mismo allí a las seis en punto,
midiendo “los posibles efectos secundarios”.
No había nada malo en amarlos,
tampoco nada bueno. Pero amar era amar a los sirvientes
o a los amos. Ninguna senda recta de esto.
Las hojas alrededor de la puerta son pérdidas escritas en lápiz.
Veinte años para repararlas.
Las margaritas florecen de una forma u otra.
John Ashbery, New
York 1927-2017
De Where
Shall I Wander: New Poems, HarperCollins Publishers, New York, 2005
Versión ©Silvia Camerotto
imagen de Fairfield Porter (selección)
Meaningful
Love
What the bad
news was
became apparent
too late
for us to do
anything good about it.
I was offered
no urgent dreaming,
didn't need a
name or anything.
Everything was
taken care of.
In the
medium-size city of my awareness
voles are
building colossi.
The blue room
is over there.
He put out no
feelers.
The day was all
as one to him.
Some days he
never leaves his room
and those are
the best days,
by far.
There were
morose gardens farther down the slope,
anthills that
looked like they belonged there.
The sausages
were undercooked,
the wine too
cold, the bread molten.
Who said to
bring sweaters?
The climate's
not that dependable.
The Atlantic
crawled slowly to the left
pinning a
message on the unbound golden hair of sleeping maidens,
a ruse for next
time,
where fire and
water are rampant in the streets,
the gate
closed—no visitors today
or any evident
heartbeat.
I got rid of
the book of fairy tales,
pawned my old
car, bought a ticket to the funhouse,
found myself
back here at six o'clock,
pondering
"possible side effects."
There was no
harm in loving then,
no certain good
either. But love was loving servants
or bosses. No
straight road issuing from it.
Leaves around
the door are penciled losses.
Twenty years to
fix it.
Asters bloom
one way or another.
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