martes, abril 21, 2015

john ashbery. ostensiblemente



Ostensiblemente

Nos puede gustar descansar o leer,
caminar, festejar en la mesa de la cocina,
acariciar al perro distraídamente, mientras
pensamos en cosas tristes —tantas
maneras diferentes de estar, uno no sabe
cómo el futuro manejará esas cosas.
¿Se develará a sí mismo,
o acaso en la calma ficticia
de la decisión personal de estar mejor
será el peor negocio,
la próxima vez?

Los jardineros no hacen el mundo
ni las brujas lo deshacen, aun así
el doctor loco se siente a salvo
en su laboratorio de paredes compactas,
detrás de canteros siempre verdes, ahora ennegrecidos
por la nieve, precisos como las costuras de las medias
estiradas de nuevo. Nunca hay
noticias de ese lado.

Una rigidez que puede bien ser permanente
parece habernos atacado. El péndulo
está detenido; la corrida
de estación en estación ostensiblemente incompleta.
Un orden perverso ha ocurrido
ahí en el recodo donde el año se divide
en artificio por un lado, en lasitud
votiva por el otro, pero está atascado:
una vieja instantánea
que pronto se difuma.

Y no hay espectador
ni agente para llorar lo Suficiente,
el redoble de lucha se ha detenido,
el recuerdo vencido clemente como las flores
y por lo tanto perenne a su manera—
quiero decir que resisten, están siempre ahí,
y aun cuando no lo estén, están sus nombres,
una dosis reforzada de la sólida,
tolerable aventura.

Y al debilitarse, las brasas
se encienden. Hay dos modos de estar.
Debes tratar de  levantarte de la mesa
y sentarte relajado en otro país
con tiradores rojos
hacia tu propio espacio y tiempo.


John Ashbery, Rochester, 1927
de April Galleons (1987)
en Notes from the Air, Selected Later Poems, Harper Collins Publishers, New York, 2007
versión © Silvia Camerotto
imagen en Inc.com

Ostensibly

One might like to rest or read,
take walks, celebrate the kitchen table,
pat the dog absentmindedly, meanwhile
thinking gloomy thoughts  ̶ so many separate
ways of doing, one is uncertain
how the future is going to handle this.
Will it reveal itself again,
or only in the artificial calm
of one person's resolve to do better
yet strike a harder bargain,
next time?

Gardeners cannot make the world
nor witches undo it, yet
the mad doctor is secure
in his thick-walled laboratory,
behind evergreen borders black now
against the snow, precise as stocking seams
pulled straight again. There is never
any news from that side.

A rigidity that may well be permanent
seems to have taken over. The pendulum
is stilled; the rush
of season into season ostensibly incomplete.
A perverse order has been laid
there at the joint where the year branches
into artifice one way, into a votive
lassitude the other way, but that is stalled:
an old discolored snapshot
that soon fades away.

And so there is no spectator
and no agent to cry Enough,
that the battle chime is stilled,
the defeated memory gracious as flowers
and therefore also permanent in its way ̶ 
I mean they endure, are always around,
and even when they are not, their names are,
a fortified dose of the solid,
livable adventure.

And from growing dim, the coals
fall alight. There are two ways to be.
You must try getting up from the table
and sitting down relaxed in another country
wearing red suspenders

towards one's own space and time.

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