sábado, enero 17, 2009

aldo oliva. caza mayor

aldo-oliva3


caza mayor

La verdad nunca tuve entera fe en los pájaros.
Quedé niño de honda en tensión testimoniando
festivales y duras conjeturas,
asedios, pedradas e iluminaciones
en el berretín de la tiniebla.

Las palabras trocadas, fuego del juego,
su constelación bajo las constelaciones,
voces altivas que confundí con el amor.

No tuve fe en los pájaros.

Antes que la estrategia azul me desolara
gemí muy hondo esquinado en la furia de mis nervios,
bajé al río a beber,
maldije la decencia,
sangré tristes criaturas de alcohol irrestañable,
construí un mundo, era de ceniza, contra el poniente lo aventé.

Cada mañana salgo de la tumba y reinicio este canto.

De De fascinatione

pies desnudos
La algazara del bar se avalancha
sobre la vereda; lleva a la salida,
los sagrados pesitos para la timba:

Voy a correr 5000 metros. El otro, un atleta,
firme, alto, flaco, como la prefiguración
de lo invencible; es, además, cauto y generoso:
me dice, «te doy 100 de ventaja». Sí, dije, y me descalcé.

Partimos; la distancia, como ascendida
de una gracia coterránea, me distiende
en una plácida corriente de dicha;
debo, pues, respirarla. Y me dije: nadie sabe
dónde está el último aliento.

Fue así. Pero a los 800 metros percibí,
casi como un leve aullido, un aliento en la nuca,
que me acosaba la tenacidad de las piernas;
pero no aún la expansión solidaria que,
como garras,
abrían la furiosa pasión ofertiva en el pecho.

Llegábamos al final (¿era un final?): no creí caer,
sentí levantarme, cuando crucé la meta,
bajos mis pies desnudos, en un sueño de leve tenuidad,
donde el otro era un hermano.


De Ese General Belgrano y otros poemas


mar de fondo
Eleva ya, mano ulterior, la visión
de un canto, que solo en el rasgar de la
áspera tiniebla, a tientas consumé.
Déjame todo el dolor, pero
también la altura primigenia
de alguna albura en mi noche:
la titilante obsesión de esa dulzura
constelada en la honda
invención de la trémula raigambre
de mi pecho;
yo, que nací mortal
tan sólo para negar mi muerte
y amarte, oh vos, oleaje que ahora
se desata en la cuenca irreductible
a la caducidad en este sueño,
altivo como el fervor que agita,
secreto, el fondo de las aguas.


De Poemas 1998/2000

pared

Las manos frías contra esa pared amarilla.
Pronto van a gemir; algunos morirán.
¿Soportará hasta cuándo
la pared amarilla que da
sobre el pozo? Sólo un hombre
armado se apresta junto al cordón
de la vereda y escupe sobre las
hojas caídas del plátano.
¿Estará dispuesto a matar o
se dislocará en el sueño?
Porque es un sueño. ¿Un sueño o un recuerdo
delirante que elabora una derrota?
Necesariamente algo tiene que
trastocarse: a) manos que pulsan
hacia su mutilación, hórridas
de muerte; b) ávida pulsión onírica
para la consumación de un crimen.
Fases que se integran en lo indiscernible.
Danza caótica en la profusión de lo distinto.

De Satura

Fuente: Aldo Oliva, Poesía completa, Editorial Municipal de Rosario, Rosario, 2003.

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