En una palabra, que registre y empuje la lucha que se libra cada día, sin olvidar, claro, en nuestro caso de poetas, la rosa y la agridulce melancolía.
«Hay aparejado un persistente y dañoso desconocimiento de nuestra herencia clásica realista. Se absorben con avidez y premura técnicas narrativas que no nos son propias, sin meditar mayormente en sus posibilidades de aplicación a nuestra realidad nacional; se compone de una poesía de traducción, se importa incluso por el sojuzgamiento formal, un clima humano y social que en modo alguno nos identifica. ¿Cuántos copistas de Faulkner conocen, por ejemplo, la obra de Benito Lynch, nuestra mejor expresión realista en el cuento?
No propugnamos emprender el regreso literario a la gran aldea, por supuesto, sino de recuperar la herencia nacional, rescatando de paso el uso del idioma, que buena falta no hace a todos. Cada realidad social necesita de una técnica narrativa diferente para que la obra literaria se exprese armoniosamente en forma y contenido. La que Faulkner emplea para desarrollar el clima y el hombre del sur norteamericano, no nos puede servir, en modo alguno, para el tratamiento del campo argentino; la técnica de que se sirve Pavese para narrar el Piamonte no es aconsejable para desarrollar, por ejemplo, el drama misionero. Por eso recordamos al pasar a Lynch, por su voz propia. Además, en arte por lo menos, los grandes talentos no abren caminos con su obra: los cierran».*
*de 15 poemas y un títere, 'texto polémico', ediciones horizonte, colección la rosa blindada, 1962.
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