V
Cuando se habla de tardes y de noches
como si un ser pudiera descubrirlas;
cuando alguna tormenta entre dos luces
robó al sol el diluvio de los pólenes;
cuando viene la seda silenciosa y nos adormecemos de tristeza
nace un desconocido
un impensado.
Oh rostro de clarores. Oh traslúcido.
Y abre la piel su lluvia de latidos
y el árbol desenvuélvese hacia el aire.
Mariposas azules estremécense como si fueran apenas fueran.
De los cielos
oh rostro de mi hermano en el olvido.
Se entrecierran mañana para tu ansia, ácida copa.
Se dispersan las alas en estrella.
Desátanse canciones
y la cinta resbala como un brazo.
Todo ocurre a tu rostro. Irrepetido.
Y si golpeo nombres agotados
jugosos otra vez para tu nombre,
y si despierto viejas procesiones y visto los altares en penumbra,
si acorralo a las fieras en la arena y descuido el narciso junto al agua
es a causa del rostro que me anuncias, hermano inconcebible.
En esas tarde que no son nadie,
después del desgarrón de los relámpagos
y cerca de una mano solitaria que no quiso dormirse,
traspasada.
De El riesgo y el olvido, 1962
Irma Cuña, Neuquén, 1932-2004
en Pasajera del viento, Antología poética, Selección y prólogo de Irene Gruss
imagen de Zoe Viles
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