viernes, febrero 06, 2015

tiffany atkinson. amor a los huesos



AMOR A LOS HUESOS


Para que sepas, si no lo sabes
si te entierran
antes que a mí, iré sola, pero

una vez que los niños góticos regresen a casa,
antes de que salgan los insomnes
a fumar entre las lápidas

y antes de que los corredores matinales
o las otras mujeres aparezcan.
Te buscaré con mi pala

de jardín y diversos utensilios de cocina,
y por ser de contextura robusta, abriré
tu cajón haciendo palanca —como

siempre lo hice, querido —rescatando un poco
de algo, como una mano —tu izquierda,
la que tiene el anillo y el temblor,

que debería soltarse con bastante dulzura a la altura
del pliegue de la articulación de la muñeca. Llevaré
su peso seco a mi regazo como si dormitaras

al lado de la radio. La calentaré a lo largo
de la línea de la vida hasta el ámbar oculto
de las uñas de los dedos. La apoyaré sobre su dorso

y acariciaré su palma. Apretaré las yemas
sobre mis párpados que arden y
ungiré su guante de piel hasta que brille


como madera vieja. La envolveré
en el pañuelo perfumado de mi madre,
para un milagro. Cuando el anillo se suelte

y caiga y brille otra vez, enhebraré
los veintisiete tiernos huesos para que tintineen
sobre la piel debajo de mi blusa. Después,

si no sé nada de ti, abriré
las ventanas, dejaré que entre la lluvia. Viajaré, tal vez,

aprenderé otro idioma. Seguiré adelante.

Tiffany Atkinson, Berlín, 1972
de Catula Et Al, Bloodaxe books, Northumberland, 2011
versión © Silvia Camerotto
imagen de David Palmer en David Palmer Studio


LOVE OF THE BONES

Just so you know, if you don’t,
should you be signed into the ground
ahead of me, I’ll come alone, but

once the Goth kids have gone home,
before the insomniacs come out
to smoke among the headstones

and before the morning joggers
or the other women come in state.
I’ll reach you with my rabbiting

spade and sundry kitchen tools,
and being of robust build, prise
your casing open — as didn’t I

always, love salvage a little
something, like a hand your left,
the one with the ring and the tremor,

which should disengage quite sweetly
at the distal wrist crease. I’ll take
its dry weight in my lap as if you dozed

beside the radio. I’ll warm it through
the life-line to the private ambers
of the fingernails. I’ll lay it on its back

and stroke its palm. I’ll press the finger-
pads against my smarting eyelids and
anoint its glove of skin until it gleams

right through like old wood. I’ll wrap it
in my mother’s scented handkerchief,
for miracles. When your ring falls clean

off and grows bright again, I’ll thread
all twenty-seven tender bones to jiggle
at the skin beneath my blouse. After

that, if I don’t hear from you, I’ll open
windows, let the rain in. Travel, maybe.
Learn a different language. Move on.

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