sábado, julio 31, 2010

por toda ciencia


El holandés volador

Inquebrantable y orgulloso del desafío
a la deriva, sin nadie a quien servir o a quien mandar,
al fin dueño de si mismo, y todo por la Ciencia,
busca la tierra perdida.

Solo, siguiendo la única luz de su único pensamiento,
timonea para encontrar la costa de donde vinimos, —
sin temor a que un torbellino lo atrape
en los mares sin nombre.

Navega hacia la noche; y después de la noche
llega el amanecer, aunque el sol no esté;
entonces, sin nada más a la vista que sí mismo,
sin objetivo, navega.

Al final se despeja la nube
entre la inundación que tiene delante y el cielo;
y luego —aunque maldiga en voz alta el Poder
que no tiene poder para morir—

se aleja del tormento del viejo fantasma
de lo que antes estuvo allí—
abandonando una vez más, impertérrito
como siempre, otra isla cercada por la niebla.

Edwin Arlington Robinson -Lincoln County, Maine1869- New York 1935
Versión © silvia camerotto
Online text © 1998-2009 Poetry X. All rights reserved.
de The Three Taverns | 1920
imagen: Albert Pinkham  Ryder, The flying dutchman

The Flying Dutchman

Unyielding in the pride of his defiance,
Afloat with none to serve or to command,
Lord of himself at last, and all by Science,
He seeks the Vanished Land.

Alone, by the one light of his one thought,
He steers to find the shore from which we came,—
Fearless of in what coil he may be caught
On seas that have no name.

Into the night he sails; and after night
There is a dawning, though there be no sun;
Wherefore, with nothing but himself in sight,
Unsighted, he sails on.

At last there is a lifting of the cloud
Between the flood before him and the sky;
And then—though he may curse the Power aloud
That has no power to die—

He steers himself away from what is haunted
By the old ghost of what has been before,—
Abandoning, as always, and undaunted,
One fog-walled island more.

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