*
Al llegar la medianoche
y al romper en llanto el Niño,
las cien bestias despertaron
y el establo se hizo vivo.
Y se fueron acercando,
y alargaron hasta el Niño
los cien cuellos anhelantes
como un bosque sacudido.
Bajó un buey su aliento al rostro
y se lo exhaló sin ruido,
y sus ojos fueron tiernos
como llenos de rocío.
Una oveja lo frotaba,
contra su vellón suavísimo,
y las manos le lamían,
en cuclillas, dos cabritos...
Las paredes del establo
se cubrieron sin sentirlo
de faisanes, y de ocas,
y de gallos, y de mirlos.
Los faisanes descendieron
y pasaban sobre el Niño
la gran cola de colores;
y las ocas de anchos picos,
arreglábanle las pajas;
y el enjambre de los mirlos
era un velo palpitante
sobre del recién nacido...
Y la Virgen, entre cuernos
y resuellos blanquecinos,
trastrocada iba y veía
sin poder tomar al Niño.
Y José llegaba riendo
acudir a la sin tino.
Y era como bosque al viento
el establo conmovido...
fuente: gabriela mistral de Ternura, canciones de niños: rondas, canciones de la tierra, estaciones, religiosas, otras canciones de cuna. Madrid,Saturnino Callejas, 1924.
*giotto
1 comentario:
Uy Gabriela, cuántos recuerdos! en mi casa no había casi libros de poesía, excepto uno gordote con toda su obra, tapas duras y papel biblia, una hermosura.
acusé el impacto, me perdí en esas páginas, luego vino Alfonsina y empecé a escribir, tenía 14 años.
la aridez de Gabriela, su melancolía seca, no me la olvido más.
un abrazo
Lilián
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