domingo, febrero 07, 2016

wallace stevens. tristes acordes de un alegre vals




Tristes acordes de un alegre vals

La verdad es que llega un momento
cuando ya no podemos lamentarnos más por música
que es sonido sin movimiento.

Llega un momento en que el vals
deja de ser un modo de deseo, un modo
de revelar el deseo y está vacío de sombras.

Muchos valses han terminado. Y después
está ese Hoon subido a la montaña,
para quien el deseo nunca fue el de un vals,

quien encontró la forma y el orden en soledad,
para quien las figuras nunca fueron las de los hombres.
Ahora, para él, sus formas han desaparecido.

No hay orden ni en el mar ni en el sol.
Las figuras han perdido su brillo.
Estas son las inesperadas multitudes humanas,

estas nubes inesperadas de caras y brazos,
una inmensa represión, liberada,
estas voces que lloran sin saber por qué,

excepto para ser feliz, sin saber cómo,
imponiendo formas que no pueden describir,
requiriendo un orden más allá del discurso.

Demasiados valses-La épica del descreimiento
resuena más seguido y pronto, pronto será constante.
Algún escéptico armonioso pronto en una música escéptica

unirá estas figuras de hombres y sus formas
brillarán otra vez en movimiento, la música
será movimiento y llena de sombras.


Wallace Stevens, Reading, 1879 - Hartford, 1955
En Wallace Stevens, Selected Poems, Faber & Faber, Londres, 1978
Versión © Silvia Camerotto
imagen s/d



Sad Strains of a Gay Waltz

The truth is that there comes a time
When we can mourn no more over music
That is so much motionless sound.

There comes a time when the waltz
Is no longer a mode of desire, a mode
Of revealing desire and is empty of shadows.

Too many waltzes have ended. And then
There’s that mountain-minded Hoon,
For whom desire was never that of the waltz,

Who found all form and order in solitude,
For whom the shapes were never the figures of men.
Now, for him, his forms have vanished.

There is order in neither sea nor sun.
The shapes have lost their glistening.
There are these sudden mobs of men,

These sudden clouds of faces and arms,
An immense suppression, freed,
These voices crying without knowing for what,

Except to be happy, without knowing how,
Imposing forms they cannot describe,
Requiring order beyond their speech.

Too many waltzes have ended. Yet the shapes
For which the voices cry, these, too, may be
Modes of desire, modes of revealing desire.

Too many waltzes–The epic of disbelief
Blares oftener and soon, will soon be constant.
Some harmonious skeptic soon in a skeptical music

Will unite these figures of men and their shapes
Will glisten again with motion, the music
Will be motion and full of shadows.



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