Durante el invierno de 1953 Giuseppe Ungaretti y su mujer, ambos ya mayores, se dirigen al mercado de Issolo a hacer las compras
Seremos viejos
Seremos inútiles
Encender el hornillo de gas
preparar el almuerzo
nos dejará exhaustos
La calle
que conocemos en sus recodos
en sus empedrados
nos aturdirá
como un golpe
Todo será farragoso
Los trámites
los cruces peatonales
las aceras
Sin embargo
insistirás en acudir conmigo
a las compras
Insistirás en bambolear la bolsa de las compras
junto a tu cuerpo
enorme
(puedo ver tu boca cuando miras
los frutos)
los colores de las frutas y verduras
y ¡ah! la pescadería
Seguirás en secreto la conversación
de la panadera
con el mozo de los diarios
paladeándola
(puedo ver tus ojos que aun retienen
mi juventud desnuda)
Nada diferente
a tantos otros
viejos ya
o ya olvidados
Y sin embargo
qué distinto es
cuando
de tarde en tarde peleas
con algo huidizo
o con palabras
o con aquello que a veces
no está perdido
Algo que es extraño
consigues
de todo eso
Yo elegí eso tuyo
que me lleva a velar tu sueño
con algo peor que preguntas
Con respuestas
de tal fragilidad como aquello
que construyes
obstinado e inútil
Pero no sé
me digo
yo que miro tu sueño y cuido
ese lento respirar tuyo
que me ilumina a mí
no sé, digo, cómo se puede
ser humano así
alguien que ha vivido
tan necesitado como
desatento excepto a
esa monstruosidad
de vivir para estirar ahora
con toda lentitud los dedos
hasta casi rozar
los finos labios con temor
y preguntar
¿es esto
es esto
el infinito
humano?
Miguel Gaya, Ayacucho, 1953
de Los poetas salvajes, 2003
imagen de Lady Eleanor
1 comentario:
Miguel Gaya, qué puedo decir?
Escribe como los dioses.
Este poema es maravilloso ,
Clelia Bercovich
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