DCLXVI
Cuando el planeta Tierra era más plano
que un mapa de llanura pampeana
y la Historia sus años descontaba,
los átomos que ahora configuran
mi cuerpo humano andaban tan dispersos
que ninguno se hubiera imaginado
que Lilita Carrió, mirando al público
con más cara de oráculo que nunca
iba a anunciar mi nuevo advenimiento,
invocando la unión casi monstruosa
de un paisano con una oveja negra
para engendrarme audaz
pero mortal.
(…)
Cumplidos los planetas, los entonces
y las caras, ahí se complicaron
mis átomos en esta anatomía.
Afuera un sucederse de prodigios:
saltaban las alarmas de los autos,
perdían su señal los celulares.
Entonces lloré al verme en patria extraña,
tanto me mareaba el movimiento
de rotación terrestre el primer tiempo.
(…)
Incontenible más Inalcanzable,
allá del planisferio, los relojes
y los espejos, soy el desconocido
que al pasar te saluda por tu nombre
sin levantar del piso la mirada.
Busco puchos tirados para darles
una pitada: voy siguiendo un rastro.
(…)
Paro frente a una casa de familia,
gestos de discusión girando en torno
al salero en la cena derramado
puedo ver a través de las cortinas.
(…)
No vengo a tocar timbre el domingo
temprano, redimirlos de ese dios
odioso es el mandado que recién
me salió en el horóscopo bazooka.
Fue con tal de un probar de sus secretos
que he llegado a empinarme puro el vino
divino y la verdad es que si Cristo
la cara a cara a Dios le hubiese visto
no lo habrían clavado así en la Cruz.
(…)
Desconocido pero inconfundible,
soy algo más que la suma de mis átomos,
si mi nombre completa crucigramas.
No hay mapa que me pueda contener,
ni los relojes pueden alcanzarme
y no me reconocen los espejos.
Dios está en todas partes,
no puede huirme.
En ciudad de Ayacucho, veinticuatro
de junio de dos mil diez
Martín Moureu, Ayacucho, 1981
de Sin Tácticas
imagen s/d
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