jueves, febrero 24, 2011

gustavo adolfo bécquer. rima XI



11.
Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de este himno
cadencias que el aire dilata entre las sombras.

Yo quisiera escribirle, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar; que no cifra
capaz de encerrarle, y apenas ¡oh, hermosa!,
si teniendo en mis manos las tuyas,
podría al oído, contártelo a solas.


Gustavo Adolfo Bécquer, Sevilla, 1836- Madrid, 1870.
de Rimas, Editorial Kapeluz, Buenos Aires, 1971
imagen de Michael Cheval© – New Rules of the Old Game,  en Uno de los nuestros

miércoles, febrero 23, 2011

amelia biagioni. balada blanca


Balada blanca

En un otoño blanco
Dios se deshoja.
Caen los ángeles muertos,
borran mi sombra.

Copo a copo, un olvido
destiñe el bosque.
Me iré por esta nieve
no sé hasta dónde...

Qué jazmín, el camino,
qué beso, el cielo...
Cisne de mi nostalgia:
pareces sueño.

El bosque ya es pañuelo
con despedida,
y mi pecho, paloma
que huyendo gira.

Me voy por unos mundos
de algodón lento.
Me voy como un perfume.
Ni nombre tengo.

Qué blanca es esta sombra
que me derrumba.
No me quedan ni huellas
de las figuras.

¿Dónde andarán mis ojos?
Nevada, óyeme:
Si mañana estoy viva
me pondré un nombre.

La ventana

Procura vivir de suerte
que al final de la partida,
saquen de la muerte vida.
 (Anónimo)

Una ventana y nada más quisiera,
un fervoroso prólogo de vuelo,
que me instara a subir, con el modelo
de lo que se remonta en primavera.

Me bastaría sólo esa ligera
interrupción de muro y desconsuelo
para desvanecerme por el cielo
clara, sonora, libre, verdadera.

De tanto que la sueño, una mañana
encontraré en mi cuarto a la ventana
llamándome con luminoso grito.

Desde que se abra, viviré de suerte
que me sorprenda el plomo de la muerte
volando en mi retazo infinito.

Versión de 1996

Amelia Biagioni, Gálvez, 1916- Buenos Aires, 2000
Fuente: Amelia Biagioni, Poesía completa, Editorial Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2009
imagen: Andrew Wyeth

sábado, febrero 19, 2011

silvina ocampo. los caballos infinitos en versión de william carlos williams


The infinite horses

I have seen them asleep on the grass,
mirroring themselves in the fields;
seen them furious, on their knees,
like haughty gods, all white,
dressed in ribbons, savage
with manes flying like the loose hair
of legended sirens on the shores.
Vile vipers have dreamt of them,
reeds and bedded mothers
keep them closed in the palms.
Trembling they foretell battles,
like the beat of their trotting hoofs,
like applause thundering in a vast theater.
They have seen wounds bleeding into the clay,
died among flowers, in the mire,
intimates of birds and vermin.
They draw near bearing armed men,
approach on their backs vile tyrants,
dressed in blood and purple.
I shall remember implacable horses:
Russian trappings; the Prezewalski;
the names of the hundred and twenty
Roman horses, chiseled in marble;
at the Olympus of Dionus of Argus,
with a hard penumbra aphrodisiac on
their bronze flanks, the horse
most flavored by the others
was that of Altis; he who was so loved
by Semiramis, the queen of Asia;
those who tasted with blessed transports-
long before the Chinese tasted them-
green tea from those inspired leaves;
that horse created by Virgil
whose benign and virtuous shadow was gifted
with the power to heal all horses.
I shall remember in an orange sky,
horses so left in shadow,
concernedly bringing lovers together
in peaceful grottoes from a distance.

Silvina Ocampo, Buenos Aires, 1906 - 1993
Traducción de William Carlos Williams publicada en New world writing, N° 14, The New American Library, ed. New York, 1958
en Lysandro Z. D. Galtier, La traducción literaria, Antología del poema traducido, Ediciones Culturales Argentinas, Tomo III, Buenos Aires, 1965
imagen: Los troyanos engañados, en Recuerdos de Pandora

Los caballos infinitos

Los he visto dormidos sobre el pasto,
repetirse acostados en los campos;
furiosos los he visto, arrodillados,
como dioses altivos, todos blancos,
vestidos y con cintas, y salvajes,
con crines como el pelo desatado
de sirenas antiguas en las playas.
Las víboras con ellos han soñado,
los juncos y las madres acostadas
los tenían debajo de las palmas.
Trémulos anunciaban las batallas,
anunciaban el miedo y la constancia,
como el redoble del tambor trotaban,
como un aplauso en un profundo teatro.
Vieron sangrar heridas en el barro,
murieron entre flores, en los charcos,
visitados por aves y gusanos.
Se acercaban trayendo hombres amados,
se acercaban con hórridos tiranos,
revestidos de púrpura y de sangre.
Recordaré caballos implacables:
los Tarpones de Rusia; los Prezewalski;
los ciento veinte nombres de caballos
que hay en Roma, grabados en un mármol;
en el Olimpo de Dionisio de Argos,
con un duro pentámetro en el flanco,
de bronce afrodisíaco, el caballo
cuyo amor cautivaba a los caballos
que acudian al Altis; el que amaba
tanto Semíramis, la reina de Asia;
los que probaron con fluición arcana
"mucho antes que los chinos las probaran"
del té las verdes hojas inspiradas;
construido por Virgilio ese caballo
cuya sombra virtuosa tan amable
conseguía sanar a los caballos.
Recordaré en un cielo anaranjado
caballos en la sombra iluminados,
uniendo ansiosamente a los amantes
en grutas apacibles de distancia.

miércoles, febrero 16, 2011

edgar bayley. milagros de pobreza


Milagros de pobreza

Mi amigo Isaías necesitaba un empleo. Entonces publicó un aviso: Joven decidido, entusiasta, aptitudes. Teléfono: 4... Nadie podía así precisar si se trataba de una solicitud o de una oferta de empleo. Y llovieron los pedidos: casos realmente conmovedores. Postergaciones inexplicables. Jóvenes aptos, llenos de posibilidades, quienes por un motivo u otro habían sido olvidados. Él no podía ciertamente ofrecerles el empleo que necesitaban, pero, a lo menos, podía responder sus cartas, calmar algunas de sus inquietudes, darles algunas esperanzas... Y en eso pasó Isaías todo el tiempo de su juventud que hubiese debido destinar a labrarse una situación.

XXIII, 75.

Edgar Bayley, Buenos Aires, 1919-1990
de El Movimiento Poesía Buenos Aires, 1950-1960, Selección, prólogo y notas de Raúl Gustavo Aguirre, Editorial Fraterna, Buenos Aires, 1979
Imagen: Jeffrey Vanhoutte, con expresa autorización del autor

martes, febrero 15, 2011

carlos latorre. el forastero


El forastero

Era cuando la vida giraba en torno al miedo como los insectos alrededor
del solitario farol de una esquina
y el caracol de la idea dejaba, en tanto, escuchar su zumbido de ola
infructuosamente eterna.
La alegría, infiel, había huido ante el primer atropello,
y en la habitación colmada de nuestros deseos no quedaba ni espacio ni
siquiera para el grito de socorro.
Fue necesario transitar el amor con el mismo desamparo con que un
forastero recorre la calle principal de un pueblo.
Y sin embargo ella y yo permanecimos unidos y separados a la vez como
las islas de un mismo archipiélago.

XIII,XIV, 12

El amor en su sitio

Amarla
Amarla Seguirla hasta el recinto temible de su investidura carnal Allí
donde se destruye la indiferencia de la participación
Sí La amo
La amo sin otro descanso que la anormalidad
Ella y yo en el centro del lecho para generaciones
De destreza útil para vivir
Ella y yo en los fines de semana. En los viajes hasta la linterna del barco
de otro siglo
Estos son los testimonios y su apoteosis

XIII,XIV, 12,

Carlos Latorre, Buenos Aires, 1916-1980
en El movimiento poesía Buenos Aires, 1950-1960, Selección, prólogo y notas de Raúl Gustavo Aguirre, Editorial Fraterna, Buenos Aires, 1979
imagen:

lunes, febrero 14, 2011

mario trejo. pánico en valparaíso


Pánico en Valparaíso

Para los invencibles corazones
agua de invierno o acero de verano
para las invencibles convulsiones
del amor en la boca del alba.

Para los deslumbrados por las bellas palabras
y las grandes mentiras
nosotros, los que erramos la primera oportunidad
y ardimos en lo verdadero y en lo falso
congregados bajo la lluvia sagrada
los ojos obstruidos por la melancolía
y a veces por el sol de otra patria.

Para nosotros el cielo transcurre de un día a otro
arrastra un hotel llamado septiembre
multitudes perdidas en los pasos de lobos
incendios entrevistos desde lo alto de la ciudad
muertes, secretos y otras manos solícitas.

En vano nuestro amor gestionaba un acuerdo
de noche junto al mar de voz sin atenuantes
juntos como cobardes o reyes ateridos de locura
gastando el tiempo
descubriendo el margen de la ley
dándole a nadie el espectáculo de nuestro amor.

Así luchamos y así caeremos
exhaustos como las medusas del anochecer
mientras los jóvenes invictos celebran el alcohol
y conmueven la carne
elegantes mujeres de una edad que tuviste
ricas y jóvenes vencedoras y alegres rivales
ellos acaban de ganar el torneo que nosotros perdimos
y hablan a los gritos y es verano
y pronuncian París
y recuerdan la noche de Los Ángeles.

Ahora nuestras manos están colmadas por la fiebre
y los kilómetros rendidos a nuestro paso
están otra vez lejos y tal vez para siempre
como las leyes que gobernaron nuestra vida
ese desorden secreto para el que fuimos hechos
como fueron hechos nuestros nombres
en boca de todos y en los ojos de nadie.

Bajo las águilas inmensas que devoran mi boca
reclamo tu presencia, tu mirada inmediata
tu cuerpo silencioso construido para residencia de mis dioses.

Valparaíso, 1950


Mario Trejo, Buenos Aires, La Plata, Tierra del Fuego y muchos otros lugares, 1926
en El movimiento poesía Buenos Aires, 1950-1960, Selección, prólogo y notas de Raúl Gustavo Aguirre, Editorial Fraterna, Buenos Aires, 1979
imagen: s/d

domingo, febrero 13, 2011

juan josé ceselli. la araña desnuda


La araña desnuda

De las siete teorías sobre lo perfecto
la primera es la más difícil de sobrellevar:
estrecharse las manos entre desconocidos
seguir sin fatiga el itinerario de un muñeco que reparte profecías
el vaivén de las balanzas que se usan para prometer y no cumplir

Siempre habrá una tolerancia especial para estos seres tiernamente pecadores
por la forma elegante de jugar su última estrella
de escamotear los ceniceros
o hacer correr la sangre mientras beben gentilmente una taza de té

Condenados por sus equivocadas predicciones
son los que deben esperar los días amables de fiesta para arrancarse los dedos

Juan José Ceselli, Buenos Aires, 1909-2008
en El movimiento poesía Buenos Aires, 1950-1960, Selección, prólogo y notas de Raúl Gustavo Aguirre, Editorial Fraterna, Buenos Aires, 1979
imagen: s/d

viernes, febrero 11, 2011

eduardo aibinder. el hombre bala del circo



















Bastard Son Los Que Lo Cuidamos

Salvarse del terror paterno y
salvarse de cuidar al padre
enfermo. Que nunca tuvo enemigos:
pero sentados al borde de la
cama; para los que lo cuidamos
es imposible una redención cuando
lo que queda es aire de tormenta.

**

Borde de la cama

Lo real no se parece a nada:
un padre no es el hombre bala
del circo, alguna vez tuvo esa fuerza
en el cuerpo, ahora le dice al médico:
"terminaron mis hazañas" mientras
se sienta al borde de la cama:
para dar o no su salto mortal.

**

Mundo exterior

Un camillero corriendo
bajo la lluvia, piensa:
que ahora la tormenta ha dado una tregua
y "el mundo se ha vuelto hospitalario"
no cordial, hospitalario:
rodeado de enfermos.

**

Si mi padre fuese el hombre bala del circo

Si mi padre fuese
el hombre bala del circo podría
despegar de la camilla en la que está
montado y circula por los pasillos
del hospital. Si fuera el enfermero
que lleva esa camilla
le diría a mi padre: "Te llevo
como un botín, prendido a un
enemigo arrepentido y sin fuerzas
ahora a la merced de todos".

**

El hijo de G.T. apunta contra nosotros

La fruta de sobrepique caída,
remite a un tiempo
accidentado: a la fruta
pasada de época. La época pasa
se posa sobre el padre caído
sobre el hombre bala
del circo y los traspasa.

**

Si fuese el enfermero que lleva a mi padre

Si fuese el enfermero que lleva
a mi padre por los pasillos del hospital
pensaría que ese acto es una
peregrinación sin fe. El hombre
bala del circo piensa que en su
salto no va a morir
y es una fe arrojada al vacío.

**

Pasillo de hospital hacia afuera

La camilla hizo
un giro brusco en la oscuridad:
ha muerto mi padre y
nadie sabe dónde anda,
ni quién le perdonará los abandonos
a esta camilla que ha tomado
definitivamente autonomía.

**

Convertido ocasionalmente en ambulancia

No son catástrofe unas
mariposas estrellándose contra el
motor de un auto, convertido
ocasionalmente en ambulancia,
si las comparáramos con mi mamá
que pasó gran parte de su vida
contemplando
su herida madre,
delineando la cicatriz curvada en
su pierna como esos automovilistas
que en una curva
han perdido todo, incluso sus vidas.

Eduardo Ainbinder, Banfield, 1968
en Poesía en la fisura, Ediciones del Dock, Selección y prólogo Daniel Freidemberg, Buenos Aires, 1995
imagen obtenida de Dónde está Houdini del Sr. Werty

martes, febrero 08, 2011

césar vallejo. alfonso: estás mirándome


***

Alfonso: estás mirándome, lo veo,
desde el plano implacable donde moran
lineales los siempres, linealeslos jamases
(Esa noche, dormiste, entre tu sueño
y mi sueño, en la rue de Ribouté)
Palpablemente,
tu inolvidable cholo te oye andar
en París, te siente en el teléfono callar
y toca en el alambre a tu último acto
tomar peso, brindar
por la profundidad, por mí, por ti.

Yo todavía
compro «du vin, du lait, comptant les sous»
bajo mi abrigo, para que no me vea mi alma,
bajo mi abrigo aquel, querido Alfonso,
y bajo el rayo simple de la sien compuesta;
yo todavía sufro, y tú, ya no, jamás, hermano!
(Me han dicho que en tus siglos de dolor,
amado sér,
amado estar,
hacías ceros de madera. ¿Es cierto?)

En la «boîte de nuit», donde tocabas tangos,
tocando tu indignada criatura su corazón,
escoltado de ti mismo, llorando
por ti mismo y por tu enorme parecido con tu sombra,
monsieur Fourgat, el patrón, ha envejecido.
¿Decírselo? ¿Contárselo? No más,
Alfonso; eso, ya nó!

El hôtel des Ecoles funciona siempre
y todavía compran mandarinas;
pero yo sufro, como te digo,
dulcemente, recordando
lo que hubimos sufrido ambos, a la muerte de ambos,
en la apertura de la doble tumba,
de esa otra tumba con tu sér,
y de ésta de caoba con tu estar,
sufro, bebiendo un vaso de ti, Silva,
un vaso para ponerse bien, como decíamos,
y después, ya veremos lo que pasa...

Es éste el otro brindis, entre tres,
taciturno, diverso
en vino, en mundo, en vidrio, al que brindábamos
más de una vez al cuerpo
y, menos de una vez, al pensamiento.
Hoy es más diferente todavía;
hoy sufro dulce, amargamente,
bebo tu sangre en cuanto a Cristo el duro,
como tu hueso en cuanto a Cristo el suave,
porque te quiero, dos a dos, Alfonso,
y casi lo podría decir, eternamente.

1937

César Vallejo, Santiago de Chuco, 1892 - París, 1938
de Poemas Humanos, 1939

lunes, febrero 07, 2011

maría emilia cornejo. soy la muchacha mala de la historia y otros poemas



Soy la muchacha mala de la historia

Soy
la muchacha mala de la historia
la que fornicó con tres hombres
y le sacó cuernos a su marido.

Soy la mujer
que lo engañó cotidianamente
por un miserable plato de lentejas,
la que le quitó lentamente su ropaje de bondad
hasta convertirlo en una piedra
negra y estéril.
Soy la mujer que lo castró
con infinitos gestos de ternura
y gemidos falsos en la cama.

Soy
la muchacha mala de la historia.

**

Como tú lo estableciste

Sola,
descubro que mi vida transcurrió perfectamente
como tú lo estableciste.

ahora
cuando la sensación de algo inacabado,
inacabado y ajeno
invade de escrúpulo mis buenas intenciones,
solo ahora
cuando me siento en la mitad de todos mis camino
atada a frases hechas
a cosas que se hacen por haberlas aprendido
como se aprende una lección de historia,
puedo pensar
que de nada sirvieron los consejos
ni las interminables conversaciones con tu madre,
y esas largas horas de mi vida
perdidas
en aprendizajes extraños sobre pesas y medidas,
colores
y
sabores
y
en el vano intento de ir tras el sol
tras el vuelo de los pájaros,
de repente quiero acabar
con mi baño de todas las mañanas,
con el café pasado,
con mi agenda cuidadosamente estructurada
de citas y visitas
a las que asisto puntualmente;
pero es tarde
hace frío
y estoy sola.

María Emilia Cornejo, Lima, 1949-1972
de En la mitad del recorrido, 1989
en Antología de la poesía peruana, Fuego Abierto, selección y prólogo Carmen Ollé, Lom Ediciones, Santiago, 2008
imagen: Alain Daussin

viernes, febrero 04, 2011

frank o'hara. mayakovsky



Mayakovsky

1.
¡Mi corazón se agita!
Estoy parado en la bañera,
llorando. Madre, madre
¿quién soy? Si él
regresara solo una vez
y me besara en la cara
su grueso pelo rozara
mi sien, ¡está latiendo!

entonces podría vestirme
creo, y caminar por las calles.

2.
Te amo. Te amo,
pero regreso a mis versos
y mi corazón se cierra
como un puño.

¡Palabras! sean
tan enfermas como yo, desmáyense,
pongan sus ojos en blanco, un remanso

y clavaré la mirada
en mi belleza herida
que es como mucho, sólo un talento
para la poesía.

No puedo, por favor, no puedo seducir o ganar
¡qué poeta!
y se espesa el agua clara

con estallidos sangrientos en la cabeza.
Abracé una nube,
pero cuando cuando quise elevarme
llovió.

3.
¡Es gracioso! hay sangre en mi pecho
oh, sí, he estado transportando ladrillos
¡qué lugar tan cómico para desgarrarse!
y ahora está lloviendo en el ailanto
mientras bajo a la cornisa de la ventana
las huellas detrás de mí son difusas y
brillan con pasión por correr,
salto hasta las hojas, verdes como el mar

4.
Ahora espero en silencio
a que la ruina de mi persona
sea nuevamente bella,
e interesante, y moderna.

El campo es gris y
marrón y blanco de árboles,
nieves y cielos de risa
siempre disminuyendo, menos graciosas
no sólo oscuras, no sólo grises.

Puede ser el día más frío
del año, ¿qué es lo que él piensa
de esto? Quiero decir, ¿qué hago yo? Y si lo hago,
quizá sea yo mismo otra vez.


Frank O’Hara, Baltimore, 1926- Long Island, 1966
De Frank O’Hara, Meditations in an Emergency, 1957. Reeditada con permiso de Grove/Atlantic, Inc., 1996
Version © Silvia Camerotto
Imagen: Frank O' Hara por George Montgomery, 1950  en Sunday Times

Mayakovsky

1
My heart's aflutter!
I am standing in the bath tub
crying. Mother, mother
who am I? If he
will just come back once
and kiss me on the face
his coarse hair brush
my temple, it's throbbing!

then I can put on my clothes
I guess, and walk the streets.

2
I love you. I love you,
but I'm turning to my verses
and my heart is closing
like a fist.

Words! be
sick as I am sick, swoon,
roll back your eyes, a pool,

and I'll stare down
at my wounded beauty
which at best is only a talent
for poetry.

Cannot please, cannot charm or win
what a poet!
and the clear water is thick

with bloody blows on its head.
I embraced a cloud,
but when I soared
it rained.

3
That's funny! there's blood on my chest
oh yes, I've been carrying bricks
what a funny place to rupture!
and now it is raining on the ailanthus
as I step out onto the window ledge
the tracks below me are smoky and
glistening with a passion for running
I leap into the leaves, green like the sea

4
Now I am quietly waiting for
the catastrophe of my personality
to seem beautiful again,
and interesting, and modern.

The country is grey and
brown and white in trees,
snows and skies of laughter
always diminishing, less funny
not just darker, not just grey.

It may be the coldest day of
the year, what does he think of
that? I mean, what do I? And if I do,
perhaps I am myself again.