domingo, octubre 31, 2010

la trama ardiente de dos lenguas



La aventura

Latido a latido
Busco mi expresión
Sucesos de tiempo insomne que retornan
Y la pobre María crece con los nudos de la madera
Al pie del ciprés
Donde la hierba le lava los labios
Entre la orgía de la niebla
Radiante de olvido y de servidumbre
Sin ni siquiera un pájaro en su sueño
Sin embargo
Tantas gentes se aferran a sus muertos
Como si fuera la único que conservaran
De sus vidas y las hojas centelleantes
De los bananos en la carretera polvorienta
A través de los médanos
Sumergido para siempre en la ola
De su pelo caliente de su cuerpo desnudo
He corrido una tierra furtiva
Donde tales mujeres reverberan
Fiebres costumbres enfermedades de la memoria
La llamarada
Que disuelve mi corazón y habito extrañamente
Un reseco lugar vestimentas y muebles
A punto de ser degollados temblorosamente reunidos
Con la ciudad en todas direcciones

Pero quizás resucite entre esas piernas queridas
Abriéndose bajo la tierra y ahora
Buscando mi idioma
Rescate sólo una blanca llanura a lo largo de una espalda donde el deseo irisa sus perlas sin fin
Apenas una nube una caricia
Un golpe de ola en una piedra
Un tambor de ataúd lleno de polvo
O cualquier sitio donde estuve
-¡El inconstante!-
Perezosamente tirado al sol del desorden

Un idioma de garfios
Palabras de espejo ante la boca para saber si he muerto
Vocablos de cópula
Siempre de cosas que huyen
Siempre lugares dilatándose fuera de todo lazo
Y ella habita su fortuna de piedras
Balanceada por la tormenta
Irradia en las grandes savias de su salud tenebrosa

Y la antigua pradera de crines con mi alma
Tras sus rejas de infancia
Introduciéndose
Lentamente en el centro de la tierra
El ávido paraíso de la pornografía
Cuerpos imaginarios y extranguladores
En páginas lascivas
Hasta entrever las zarpas el corazón volcánico
De esas otras: Temporada
Los Cantos Justina de las que emana
Tal comunión de fuego
Tal espléndido orgullo más allá de la muerte
Deslizándome furtivamente en la oscuridad
Hasta la gigantesca aparición iluminada por la luna en su cuarto de sirvienta
Con los senos desnudos
Brillantes de saliva y de un pan salvaje
Para mi mano posada por primera vez sobre el vello de un vientre de mujer
Y después
Hasta en la misma tumba donde ella canta
Recojo una palabra una gota de lluvia
Una dádiva de locura

Idiomas insaciables
La trama ardiente de dos lenguas
Tantos altares de abismo en ojos entrecerrados
Una serpiente humeante
Soledad de pasión y bocas que destilan
La incertidumbre de haber estado aquí o en sueños
Y todo ello
Recobro una miel un grito una desgarradura
De cosas adorables y busco
Mi expresión:
Trato de hablar y de comunicarme.

Enrique Molina, Buenos Aires, 1910-1997
en Las Bellas Furias, Losada, Buenos Aires, 1966
imagen: Phillip Pearlstein

4 comentarios:

Bibiana Poveda dijo...

gracias por traernos a Enrique Molina!

sibila dijo...

gracias a usted, bibiana.

lasegerias dijo...

Demasiado bueno!!!
No llegué a decirte hoy cuando nos cruzamos, pero estuve en Delfos en el mismísimo ónfalo y me acordé de vos.
Nos vemos mañana, F

sibila dijo...

sí, flor. es muy bueno.
abrazo,

s.