sábado, abril 11, 2009

a la verdad, parece



… ăλγεα δ’ Ěμπης
ẻν θυμώ χαταχεΐσομεν ăχνύμενοί περ·
ού γάρ τις πρňξις πέλεται χρυεροǐο γόοιο.
Ilíada, XXIV, vv. 522-524


Auh mazo, yuhcan,
mazo nellivi,
in yuh tlamani in tlaltipac,
¿cuix ic caco?
¿cuix ic nemauhtilo?,
¿cuix ic chocatinemoa?
Códice Florentino, Lib. VI, cap. XVIII, fol. 75r.


I
Nadie sale. Parece
que cuando llueve en México, lo único
posible es encerrarse
desajustadamente en guerra mínima,
a pensar los ochenta minutos de la hora
en que es hora de lágrimas.

En que es el tiempo de ponerse,
encenizado de colillas fúnebres,
a velar con cerillos
algún recuerdo ya cadáver;
tiempo de aclimatarse al ejercicio
de perder las mañanas
por no saber qué hacerse por las tardes.

Y tampoco es el caso de olvidarse
de que la vida está, de que los perros
como gente se anublan en las calles,
y cornudos cabestros
llevan a su merced tan buenos toros.

No es cosa de olvidarse
de la muela incendiada, o del diamante
engarzado al talón por el camino,
o del aburrimiento.

A la verdad, parece.

Pero sin olvidar, pero acordándose,
pero con lluvia y todo, tan humanas
son las cosas de afuera, tan de filo,
que quisiera que alguna me llamara
sólo por darme el regocijo
de contestar que estoy aquí,
o gritar el quién vive
nada más por ver si me responden.

Pienso: si tú me contestaras:
Si pudiera hablar en calma con mi viuda.
Si algo valiera lo que estoy pensando.

Llueve en México; llueve
como para salir a enchubascarse
y a descubrir, como un borracho auténtico,
el secreto más íntimo y humilde
de la fraternidad; poder decirte
hermano mío si te encuentro.
Porque tú eres mi hermano. Yo te quiero.

Acaso sea punto de lenguaje;
de ponerse de acuerdo con el tipo
de cambio de las voces,
y en la señal para soltar la marcha.

Y repetir ardiendo hasta el descanso
que no es para llorar, que no es decente.
Y porque a la verdad, no es para tanto.

de Fuego de Pobres, 1961

para los que llegan a las fiestas

Para los que llegan a las fiestas
ávidos de tiernas compañías,
y encuentran parejas impenetrables
y hermosas muchachas solas que dan miedo
-pues no uno sabe bailar, y es triste-:
los que se arrinconan con un vaso
de aguardiente oscuro y melancólico,
y odian hasta el fondo su miseria,
la envidia que sienten, los deseos:

para los que saben con amargura
que de la mujer que quieran les queda
nada más que un clavo fijo en la espalda
y algo tenue y acre, como el aroma
que guarda el revés de un guante olvidado;

para los que fueron invitados
una vez; aquellos que se pusieron
el menos gastado de sus dos trajes
y fueron puntuales; y en una puerta,
ya mucho después de entrados todos,
supieron que no se cumpliría
la cita y volvieron despreciándose;

para los que miran desde afuera,
de noche, las casas iluminadas,
y a veces quisieran estar adentro:
compartir con alguien mesa y cobijas
o vivir con hijos dichosos;
y luego comprenden que es necesario
hacer otras cosas, y que vale
mucho más sufrir que ser vencido;

para los que quieren mover el mundo
con su corazón solitario,
los que por las calles se fatigan
caminando, claros de pensamientos;
para los que pisan sus fracasos y siguen:
para los que sufren a conciencia
porque no serán consolados,
los que no tendrán, los que pueden escucharme:
para los que están armados, escribo.

de Los demonios y los días, 1956

Rubén Bonifaz Nuño, Córdoba, Veracruz, 1923
De otro modo lo mismo, Poesía 1945-1971, Fondo de Cultura Económica, México, 1978

2 comentarios:

Neorrabioso dijo...

El segundo no es un ars poeticae, no: es un himno.

Abrazos.

silvia camerotto dijo...

es un bellísimo poema, alberto, un himno si usted quiere, también. por algo está aquí.
en respuesta a ciertos comentarios que escuché en estos días... aquí hay trabajo y criterio, como lo hay en el blog de aulicino, y en algunos otros blogs, que andan llamando por ahí, blogs 'wikipedistas'.
debatiéndome con el enojo, va un abrazo argentino.