versión (tolstoi)
en las lejanas tierras del norte, hace mucho tiempo, vivió un zar que enfermó gravemente. los mejores médicos fueron convocados pero la salud del zar solo empeoraba. desesperado, el hombre prometió la mitad de lo que poseía a quien fuera capaz de curarle.
la noticia se propagó rápidamente, y llegaron médicos, magos y curanderos de todas partes del mundo para intentar devolver la salud al zar. un trovador fue quien le anunció: «hay que buscar a un hombre feliz: vestir su camisa es la cura a vuestra enfermedad».
partieron emisarios del zar hacia todos los confines de la tierra, pero encontrarlo no era tarea fácil. aquel que tenía salud carecía de dinero, quien lo poseía, carecía de amor, y quien lo tenía se quejaba de los hijos. un día, los soldados del zar pasaron junto a una pequeña choza en la que un hombre descansaba sentado junto a la lumbre de la chimenea y le esucharon decir: «¡qué bella es la vida! con el trabajo realizado, una salud de hierro y afectuosos amigos y familiares ¿qué más podría pedir?»
por fin, habían encontrado un hombre feliz. se ordenó traer inmediatamente la camisa de aquel hombre. grande era la impaciencia de la gente por ver volver a los emisarios con la camisa que curaría a su gobernante. cuando por fin llegaron, traían las manos vacías:
en las lejanas tierras del norte, hace mucho tiempo, vivió un zar que enfermó gravemente. los mejores médicos fueron convocados pero la salud del zar solo empeoraba. desesperado, el hombre prometió la mitad de lo que poseía a quien fuera capaz de curarle.
la noticia se propagó rápidamente, y llegaron médicos, magos y curanderos de todas partes del mundo para intentar devolver la salud al zar. un trovador fue quien le anunció: «hay que buscar a un hombre feliz: vestir su camisa es la cura a vuestra enfermedad».
partieron emisarios del zar hacia todos los confines de la tierra, pero encontrarlo no era tarea fácil. aquel que tenía salud carecía de dinero, quien lo poseía, carecía de amor, y quien lo tenía se quejaba de los hijos. un día, los soldados del zar pasaron junto a una pequeña choza en la que un hombre descansaba sentado junto a la lumbre de la chimenea y le esucharon decir: «¡qué bella es la vida! con el trabajo realizado, una salud de hierro y afectuosos amigos y familiares ¿qué más podría pedir?»
por fin, habían encontrado un hombre feliz. se ordenó traer inmediatamente la camisa de aquel hombre. grande era la impaciencia de la gente por ver volver a los emisarios con la camisa que curaría a su gobernante. cuando por fin llegaron, traían las manos vacías:
—¿dónde está la camisa del hombre feliz? ¡es necesario que la vista mi padre!
—señor -contestaron apenados los mensajeros-, el hombre feliz no tiene camisa.
—señor -contestaron apenados los mensajeros-, el hombre feliz no tiene camisa.
15 comentarios:
estimados carito y diego: saben ustedes si las camisas son felices?
por todos los cielos sibila que bello y yo con sobretodo perdido en subterráneos
Gracias por contar la historia. Y no, la verdad es que no hay camisas felices. Tenés razón...
Como será el lenguaje de los amores mudos, como serán las almas con vestido, yo se amr parafraseando con el latir del cora´´on desnudo.
Recibe un arazo en tu alma,
http://intentos12-gerardo.blogspot.com
Yo tengo una camisa de hombre feliz, pero cuando me la pongo hago tristes a los que están a mi alrededor.
Yo soy más feliz que todos ellos.
Y me contemplan de lejos, como si mi camisa y yo fuéramos una fruta prohibida y lejana.
Pobre de la gente triste cuando yo soy más feliz que ellos.
Pero soy tan feliz que no me importa.
Tan feliz con mi camisa feliz que soy egoísta.
Y eso me hace más feliz.
chuck, chuck, chuck, jorge. egoísmo y golpes de dados.
j.g: tormentas... sobretodos y tormentas...
diego: lo merece. y sí, sibila siempre tiene razón.
gerardo: gracias por visitar mi blog. anduve por el tuyo. allí dejé mi comentario.
que vuelvas.
Qué bonito.
muy bonito, oscar. hoy armamos un canon personalizado: rulfo estuvo allí. no fui la única en sugerirlo.
Las camisas no lo sé. A veces siento cómo que la felicidad me envolviera como la fina seda de un chal . Tan efímero , tan intangible. EL roce de la felicidad que roza mi espalda, eriza levemente mi piel resbalando hasta llenar mis sentidos con esa dulzura que es tan característica de la felicidad. Y ahí justito cuando ya estoy por intentar atarmelo al cuello o usarlo de sari para envolver el resto de mi cuerpo...se va. Dejando la promesa en ese último roce, de su próxima visita y la esperaza de que la próxima, sea la vez en que se va a quedar. La vida entonces sería eso que pasa mientras esperamos el próximo roce de la felicidad. Y la felicidad ....es lo más parcido al roce de un chal...
Gracias por la historia Sib. Alguién me hace mate mientras me quedó pensando?
qué bueno que alguien te haga mate. a mí, se me perdió el chal.
Ya volverá seguramente a encontrarlo. No lo busque no lo espere. Y cada tanto verá cómo el roce apenas perceptible le trae algo de de felicidad. Si,algo tampoco se le ahga vicio.
Siempre que la leo me pregunto ¿Cuánto la han herido mujer? ¿Mucho? ¿Poco? ¿Hace cuánto? ¿Tiene medida el dolor? termino mirandome y pregutnandome esas mismas pregutnas...
me hicieron lo que me dejé hacer. también hice. no soy santa.
en un poema, que nunca será lo suficientemente viejo, escribí: 'hundí y me hundieron'.
lo demás... lo dejamos para un mate o un café compartido, cuando usted así lo desee.
Cierto cierto el otro puede ser y hacer lo que quiera el tema es hasta donde uno permite
Buena idea la del café/mate eh!!!
y evita y sus descamisados que onda? literatura rusa?
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