lunes, noviembre 03, 2014

carina sedevich. enciendo la lámpara de sal de la montaña



Enciendo la lámpara de sal de la montaña
junto a mi cama.
Me suelto el pelo
recordando las canas invisibles.
Me acuesto entre las sábanas de hilo
con la bata dorada de la China.
Debajo mi piel blanca no desea
ni en sus botones rosados
ni en sus lunares pálidos.
Sobre la almohada se escuchan mis anillos
porque está fresco, quizás,
y se afinaron mis dedos.
El oro, la plata, la amatista.
Afuera la noche se ha espesado
porque terminó la luna llena.
Empieza el mes que precede al invierno.

Qué ligera soy sin tus deseos.

Qué dulce corre el alma
en mi esqueleto.
Qué cierta es esta cara y estos flancos
qué ciertos son,
qué delicados.
Me admira mi gata, blanca y parda,
y yo la admiro a ella en su silencio.
Hasta el perfume rojo de las flores
tengo.

Qué ligera que soy sin mis deseos.

Carina Sedevich, Santa Fe, 1972
en Escribió Dickinson, Alción Editora, 2014
imagen de Annick Bouvattier

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