Firmeza de Cristo en la materia
El incienso encendido en la crisis
energética.
La ciudad poblada de parches de
oscuridad.
Él arde otra vez, vuelve a nacer,
coronado de inmundicia.
Basura sin recoger. Gente que grita
soluciones torvas de un lado
al otro de una mesa llena de copas en
las que el óxido del año
comienza a actuar. Un largo silbido de
aire caliente arremolina envoltorios
sobre la mesa. Saben de qué hablan. El
templo otra vez, disputado.
El incienso has encendido en tu casa a
solas, después del nacimiento,
luego de las multiplicadas reuniones de
símbolos: los hijos
a punto de partir; los padres y tíos que
envejecen; el poder
que los mella hasta en ese vacío de
Cristo en el que nace Cristo otra vez.
¿Te acordás cuando tiraste al griego por
la ventana?
Cayó encima de un florista. Te acordás
de Raúl.
Ninguno puede recordar el nombre de su
bisabuelo.
Esto nos diferencia de la oligarquía,
Señor, para mal.
Porque es como si esta tierra no fuera
nunca nuestra.
No tienen vino.
* No tenemos peces. No tenemos más que esta vacía
celebración de Cristo nuestro Señor, sin
Cristo y sin Señor,
y aun con Cristo, y aun con sombras de
perjuros, en substancia.
Y bajará, este año bajará como los otros
hasta tu incienso solitario,
bajará a las paradas de colectivos, a
los subterráneos, al supermercado.
Bajará y declinará con el año, sucio al
fin, crucificado. Otra vez
comeremos de su carne y su sal.
Comeremos su espíritu sin mellarlo.
Lanzaremos voces, sentiremos que la
sangre se enfría en las ventanas.
Sentiremos que el cuerpo cae por las
vidrieras, por las alcantarillas.
Sentiremos la ausencia de Dios hasta que
nos revienten los oídos.
* Las bodas de Caná, Evangelios
Jorge Aulicino, Buenos Aires, 1949
de El Cairo, inédito